Para residentes de Gaza, el alto al fuego fue sólo un breve respiro

Shejaia, Reuters
El acuerdo en Gaza por un cese al fuego de tres días duró sólo 90 minutos, pero para una mujer palestina ese tiempo fue suficiente para volver a la calle donde vive y descubrir que su casa era una pila de escombros.


"¡Dios, Dios!" gritaba, rompiendo a llorar en el lugar en el que su familia tenía dos casas. Los edificios eran hogar de 75 personas, prueba de la densa población de Gaza.

"Mi casa fue destruida y lo mismo le pasó a la casa de mis hijos", dijo la mujer, que no quiso dar su nombre. Sostuvo que había perdido a un hijo en el bombardeo de Israel en Shejaia, distrito del oeste de Gaza donde más de 70 personas fallecieron durante tres semanas de hostilidades.

En otros distritos, los residentes que regresaban a sus casas encontraron cuerpos descompuestos debajo de los restos de sus casas.

Decenas de miles de palestinos salieron de sus refugios en escuelas gestionadas por Naciones Unidas y de casas de familiares y amigos para visitar sus hogares, tras verse forzados a abandonarlos por los combates de las fuerzas de Israel contra los milicianos de Gaza.

Muchos esperaban que el cese a las hostilidades acordado por Israel y las facciones palestinas llevara a una calma duradera, mientras ambos bandos se preparaban para negociar en El Cairo en un intento por acabar con los combates que han dejado a 1.500 palestinos y a más de 60 soldados israelíes muertos.

SIN HOGAR

La ciudad de Khuzaa, en el sur de la Franja de Gaza, en el pasado fue una zona de atractivas casas y vegetación, pero quedó reducida a escombros. Los trabajadores de rescate recuperaron más de 10 cuerpos, mientras que decenas de casas quedaron destruidas.

Cuando comenzó la tregua, la gente llenó las calles del estrecho territorio costero y muchos caminaron a sus hogares mientras otros utilizaron carros tirados por burros o camionetas.

Muchos esperaban abandonar los refugios donde Naciones Unidas está acogiendo a más de 225.000 personas.

Zeyad Al-Sultan, de 39 años y que vivía en la ciudad de Beit Lahiya, al norte de Gaza, dijo que no se sentía seguro en el refugio armado en una escuela y esperaba que se pudiese acordar un alto al fuego duradero.

"El refugio de la ONU es como una prisión, tienes que compartir el baño con 2.000 personas, es demasiado ruidoso y no hay privacidad para las mujeres ni para nadie", dijo a Reuters mientras esperaba para subirse a un auto que lo llevara a él y a los cinco miembros de su familia de vuelta a casa.

Pero Sultan, como muchos en el refugio, dijo que era precavido al pensar en lo que podía estar esperándole ahí fuera. "Volvemos a Beit Lahiya, pero cerramos un ojo y abrimos otro para ver si los tanques vuelven", dijo Sultan.

Su cautela demostró ser acertada.

Habitantes del vecindario de Shejaia dijeron que recibieron disparos de tanques israelíes, lo que los forzó a volver a los refugios y albergues de los que acababan de marcharse.

En otras áreas, la gente abandonó sus casas después de que llegara la noticia de que la tregua se había roto. Algunos consiguieron a toda prisa coger ropa y mantas de sus casas, y muchos compraron comida y agua para volver a los refugios.

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