Las armas de la Segunda Guerra Mundial siguen siendo una amenaza
Berlín, Dpa
Parece ámbar, algo inofensivo, pero puede representar un peligro extremo. A las orillas de la isla de Usedom, que actualmente pertenece en parte a Alemania y en parte a Polonia, siguen llegando pequeños trozos de fósforo blanco, vestigio de las bombas arrojadas en la región durante la Segunda Guerra Mundial. El material es autoinflamable y, como tal, un verdadero peligro para quien lo toque.
El equipo del doctor Peter Hinz, del hospital de la ciudad alemana de Greifswald, atiende entre uno y dos casos por año. “Llegan con quemaduras de segundo grado”, cuenta mientras enseña imágenes de manos y piernas lastimadas.
“El pánico que se siente en el momento en que el fósforo se enciende mientras uno lo tiene en la mano o en el bolsillo del pantalón es enorme”, señala. Y el susto puede ser incluso mayor al constatar que no puede apagarse con agua.
Se estima que los pedacitos de fósforo llegaron a las costas de Usedom en 1943, año en el que los aliados lanzaron un fuerte bombardeo contra la fábrica de armas Peenmünde, en el norte de la isla. Parte de las bombas fueron a dar al mar, y desde entonces, se mecen en sus fondos y reaparecen de cuando en cuando desde las aguas.
Pero los restos de fósforo en Usedom son sólo unos más dentro del conjunto de rastros que ha dejado la Segunda Guerra. En Alemania se reportan casi todos los días hallazgos de munición que debe ser desactivada. Y pese a todo, no se ha llevado a cabo un registro exhaustivo al respecto.
Especialistas como Robert Mollitor, director del servicio de recuperación de munición de la región en la que se encuentra Usedom, parten de la base de que entre un diez y un 20 por ciento de las bombas lanzadas sobre territorio alemán continúan allí sin haber detonado.
Entre un diez y un 20 por ciento de las bombas lanzadas sobre territorio alemán, continúan allí sin haber detonado
“A través de los archivos sabemos dónde y qué bombardeos se realizaron”, explica Mollitor. “Pero nos faltan informaciones importantes relacionadas con la remoción de munición durante los últimos años de guerra y los primeros diez, 20 años de posguerra”, señala.
A eso se suman, según dice, cantidades desconocidas de munición y de armas oxidadas que permanecen en bosques o en pozos después de ser rápidamente tiradas y tapadas con tierra tras la guerra. “Es un gran problema no poder decir cuántas bombas siguen aquí“, advierte.
Los aviones británicos y estadounidenses arrojaron unas 1,35 millones de toneladas de bombas sobre territorio alemán. Según el Museo Histórico de Dresde, las ciudades más afectadas por este tipo de ataques fueron Berlín, sobre la que cayeron 68.285 toneladas, Colonia (48.014 toneladas) y Hamburgo (38.319 toneladas).
En Colonia, Dortmund y Düsseldorf más de dos tercios de las viviendas quedaron destrozadas, comenta el historiador Jens Wehner en Dresden.
En 1942 el Ministerio británico a cargo aprobó la “Area Bombing Directive” (Directiva de Bombardeo Regional) para atacar objetivos alemanes puntuales. El propósito era quebrar la moral de la población para que dejaran de creer en la victoria.
Gran parte de los estados federados de Alemania rastrea su terreno con imágenes satelitales y las estudia en los archivos. No es algo menor, ya que, pasados los años las bombas no pierden su poder de detonación o incluso se vuelven más peligrosas.
pasados los años las bombas no pierden su poder de detonación o incluso se vuelven más peligrosas
El especialista en remoción de munición Mollitor apunta como gran problema que “el material explosivo es químicamente estable. Desde que se descubrió el TNT, hace unos 100 años, no se ha detectado ningún tipo de reducción notoria de la capacidad de detonación“, señala.
Mollitor explica que con el tiempo, debido a la corrosión, el riesgo de autoinflamación aumenta. El especialista lleva registro de este fenómenos desde hace 1990 en Alemania y Austria. Desde entonces ha apuntado 20 autodetonaciones. La última fue el 21 de julio de 2013. Dejó un cráter de 15 metros.
A eso se suma la situación en los mares, donde se oxidan millones de toneladas de munición convencional y química hundida poco después de la Segunda Guerra en el Mar del Norte y en el Báltico.
Tomando sólo el ejemplo del Mar Báltico, existen estudios que señalan que en sus profundidades yacen entre 40.000 y 65.000 toneladas de munición. Del Mar del Norte se extrajeron en 2013 unos 17.640 kilos de munición, señala el grupo alemán “Munición en el Mar”.
Este año incluso se cerró parte de la costa del Mar Báltico para rastrear el área después de que volvieran a hallarse restos de munición que posiblemente llegaron arrastrados por el mar hasta las orillas. Pero también puede ser que hayan estado allí, bajo la arena, desde la guerra.
Parece ámbar, algo inofensivo, pero puede representar un peligro extremo. A las orillas de la isla de Usedom, que actualmente pertenece en parte a Alemania y en parte a Polonia, siguen llegando pequeños trozos de fósforo blanco, vestigio de las bombas arrojadas en la región durante la Segunda Guerra Mundial. El material es autoinflamable y, como tal, un verdadero peligro para quien lo toque.
El equipo del doctor Peter Hinz, del hospital de la ciudad alemana de Greifswald, atiende entre uno y dos casos por año. “Llegan con quemaduras de segundo grado”, cuenta mientras enseña imágenes de manos y piernas lastimadas.
“El pánico que se siente en el momento en que el fósforo se enciende mientras uno lo tiene en la mano o en el bolsillo del pantalón es enorme”, señala. Y el susto puede ser incluso mayor al constatar que no puede apagarse con agua.
Se estima que los pedacitos de fósforo llegaron a las costas de Usedom en 1943, año en el que los aliados lanzaron un fuerte bombardeo contra la fábrica de armas Peenmünde, en el norte de la isla. Parte de las bombas fueron a dar al mar, y desde entonces, se mecen en sus fondos y reaparecen de cuando en cuando desde las aguas.
Pero los restos de fósforo en Usedom son sólo unos más dentro del conjunto de rastros que ha dejado la Segunda Guerra. En Alemania se reportan casi todos los días hallazgos de munición que debe ser desactivada. Y pese a todo, no se ha llevado a cabo un registro exhaustivo al respecto.
Especialistas como Robert Mollitor, director del servicio de recuperación de munición de la región en la que se encuentra Usedom, parten de la base de que entre un diez y un 20 por ciento de las bombas lanzadas sobre territorio alemán continúan allí sin haber detonado.
Entre un diez y un 20 por ciento de las bombas lanzadas sobre territorio alemán, continúan allí sin haber detonado
“A través de los archivos sabemos dónde y qué bombardeos se realizaron”, explica Mollitor. “Pero nos faltan informaciones importantes relacionadas con la remoción de munición durante los últimos años de guerra y los primeros diez, 20 años de posguerra”, señala.
A eso se suman, según dice, cantidades desconocidas de munición y de armas oxidadas que permanecen en bosques o en pozos después de ser rápidamente tiradas y tapadas con tierra tras la guerra. “Es un gran problema no poder decir cuántas bombas siguen aquí“, advierte.
Los aviones británicos y estadounidenses arrojaron unas 1,35 millones de toneladas de bombas sobre territorio alemán. Según el Museo Histórico de Dresde, las ciudades más afectadas por este tipo de ataques fueron Berlín, sobre la que cayeron 68.285 toneladas, Colonia (48.014 toneladas) y Hamburgo (38.319 toneladas).
En Colonia, Dortmund y Düsseldorf más de dos tercios de las viviendas quedaron destrozadas, comenta el historiador Jens Wehner en Dresden.
En 1942 el Ministerio británico a cargo aprobó la “Area Bombing Directive” (Directiva de Bombardeo Regional) para atacar objetivos alemanes puntuales. El propósito era quebrar la moral de la población para que dejaran de creer en la victoria.
Gran parte de los estados federados de Alemania rastrea su terreno con imágenes satelitales y las estudia en los archivos. No es algo menor, ya que, pasados los años las bombas no pierden su poder de detonación o incluso se vuelven más peligrosas.
pasados los años las bombas no pierden su poder de detonación o incluso se vuelven más peligrosas
El especialista en remoción de munición Mollitor apunta como gran problema que “el material explosivo es químicamente estable. Desde que se descubrió el TNT, hace unos 100 años, no se ha detectado ningún tipo de reducción notoria de la capacidad de detonación“, señala.
Mollitor explica que con el tiempo, debido a la corrosión, el riesgo de autoinflamación aumenta. El especialista lleva registro de este fenómenos desde hace 1990 en Alemania y Austria. Desde entonces ha apuntado 20 autodetonaciones. La última fue el 21 de julio de 2013. Dejó un cráter de 15 metros.
A eso se suma la situación en los mares, donde se oxidan millones de toneladas de munición convencional y química hundida poco después de la Segunda Guerra en el Mar del Norte y en el Báltico.
Tomando sólo el ejemplo del Mar Báltico, existen estudios que señalan que en sus profundidades yacen entre 40.000 y 65.000 toneladas de munición. Del Mar del Norte se extrajeron en 2013 unos 17.640 kilos de munición, señala el grupo alemán “Munición en el Mar”.
Este año incluso se cerró parte de la costa del Mar Báltico para rastrear el área después de que volvieran a hallarse restos de munición que posiblemente llegaron arrastrados por el mar hasta las orillas. Pero también puede ser que hayan estado allí, bajo la arena, desde la guerra.