Estados Unidos fuerza el relevo de Al Maliki en Irak
El primer ministro en funciones se niega a ceder el cargo a otro líder chií. La pugna por el poder en Bagdad amenaza con un conflicto civil. Obama describe el cambio como un "paso prometedor"
Marc Bassets
Washington, El País
Estados Unidos logró este lunes lo que llevaba meses intentando: forzar el relevo de su antiguo protegido en Irak, el primer ministro chií Nuri al Maliki, a quien la Administración del presidente Barack Obama culpa de fomentar, con sus políticas sectarias contra los suníes, el auge de los yihadistas insurgentes del Estado Islámico (EI).
Pero el cambio, esencial en la estrategia de EE UU ante los yihadistas, no será sencillo. La resistencia de Al Maliki a abandonar el cargo, pese al nombramiento de un sucesor, ha disparado las tensiones en Bagdad entre sus partidarios y sus detractores.
Sin mencionar a Al Maliki, Obama describió el relevo como “un paso prometedor”. ”El nuevo liderazgo iraquí afronta una tarea difícil. Debe recobrar la confianza de sus ciudadanos gobernando de manera incluyente", dijo en una breve declaración desde la isla de Martha's Vineyard (Massachusetts), donde pasa las vacaciones. "Estados Unidos está preparado para apoyar a un gobierno que responda a las necesidades y agravios de todos los iraquíes”. Obama y el vicepresidente, Joe Biden, llamaron a Al Abadi para felicitarle y urgirle a constituir un gabinete de ministros.
El nuevo presidente de Irak, el kurdo Fuad Masum, ha encargado al vicepresidente del Parlamento, el chií Haider al Abadi, que forme Gobierno en un plazo de 30 días y después lo someta al voto de la Cámara. Al Maliki y sus aliados chiíes niegan cualquier legitimidad a Al Abadi como primer ministro y acusan a Masum, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, de perpetrar “un golpe contra la Constitución y contra al proceso político”.
El enroque de Al Maliki y las presiones de Washington —cada vez más explícitas— para expulsarlo del poder crean una situación explosiva en Bagdad justo cuando EE UU regresa a Irak tres años después de retirar las tropas. El presidente Obama, que el jueves autorizó una intervención aérea en el norte del país para frenar a los yihadistas del EI, condiciona un aumento de la cooperación militar a la formación de un Gobierno que integre a los grupos chiíes, suníes y kurdos.
Sin unidad política en Bagdad será difícil derrotar al EI, según Obama. Al Maliki, que lleva ocho años en el cargo, sostiene que su partido ganó en las elecciones parlamentarias de abril y que tiene derecho a gobernar.
No es la primera vez que los protegidos de Estados Unidos acaban dando problemas a la primera potencia, ni que la primera potencia maniobra para apartarlos. El caso más reciente es el de Hamid Karzai, el presidente afgano. En 1963, la Administración del presidente John F. Kennedy propició un golpe contra el presidente de Vietnam Ngo Dinh Diem, un aliado incómodo, como ahora ocurre con Al Maliki en Irak.
La crisis en Bagdad abre un segundo frente en un país devastado tras 11 años de guerra. El primero se encuentra en el norte y en los sectores del país tomados por los suníes yihadistas del EI, un ejército islamista radical que aspira a crear un califato en el corazón de Oriente Próximo. Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos bombardean desde el viernes posiciones del EI con dos objetivos: proteger al personal estadounidense en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, e impedir la matanza de miles de miembros de la minoría yazidí perseguidos por los rebeldes suníes.
Los bombardeos de Estados Unidos, que comenzaron el pasado viernes, ya han tenido un efecto: las fuerzas kurdas —los peshmergas— han recuperado dos poblaciones a unos 45 kilómetros de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. Estados Unidos ha empezado a suministrar armas directamente a los peshmergas, según fuentes de la Administración Obama citadas por varios medios norteamericanos.
Un segundo frente, además del estrictamente bélico, se abre ahora en Bagdad: la pugna es política pero en cualquier momento puede derivar en un choque armado entre las fuerzas leales a Al Maliki —que además de primer ministro ocupa la cartera de Defensa e Interior— y grupos chiíes opuestos a él: suníes y kurdos. El domingo, el primer ministro desplegó fuerzas especiales y tanques en la capital y clausuró la llamada Zona Verde, donde se ubican las principales sedes gubernamentales. Al Maliki se dirigió a la nación para acusar al presidente Masum de impedir su nominación para un tercer mandato como primer ministro. La medianoche del domingo al lunes era la hora límite para acordar un Gobierno de coalición.
El problema inmediato es que el relevo de Al Maliki tenga el efecto contrario al deseado: dividir a los iraquíes contrarios al EI en vez de unirlos y acabar provocando una guerra civil dentro de la guerra civil.
“Creemos que el proceso de formación de un Gobierno es fundamental para mantener la estabilidad y la calma en Irak”, dijo el secretario de Estado, John Kerry, en una rueda de prensa en Australia. “Nuestra esperanza es que el señor Al Maliki no agite estas aguas”.
Marc Bassets
Washington, El País
Estados Unidos logró este lunes lo que llevaba meses intentando: forzar el relevo de su antiguo protegido en Irak, el primer ministro chií Nuri al Maliki, a quien la Administración del presidente Barack Obama culpa de fomentar, con sus políticas sectarias contra los suníes, el auge de los yihadistas insurgentes del Estado Islámico (EI).
Pero el cambio, esencial en la estrategia de EE UU ante los yihadistas, no será sencillo. La resistencia de Al Maliki a abandonar el cargo, pese al nombramiento de un sucesor, ha disparado las tensiones en Bagdad entre sus partidarios y sus detractores.
Sin mencionar a Al Maliki, Obama describió el relevo como “un paso prometedor”. ”El nuevo liderazgo iraquí afronta una tarea difícil. Debe recobrar la confianza de sus ciudadanos gobernando de manera incluyente", dijo en una breve declaración desde la isla de Martha's Vineyard (Massachusetts), donde pasa las vacaciones. "Estados Unidos está preparado para apoyar a un gobierno que responda a las necesidades y agravios de todos los iraquíes”. Obama y el vicepresidente, Joe Biden, llamaron a Al Abadi para felicitarle y urgirle a constituir un gabinete de ministros.
El nuevo presidente de Irak, el kurdo Fuad Masum, ha encargado al vicepresidente del Parlamento, el chií Haider al Abadi, que forme Gobierno en un plazo de 30 días y después lo someta al voto de la Cámara. Al Maliki y sus aliados chiíes niegan cualquier legitimidad a Al Abadi como primer ministro y acusan a Masum, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, de perpetrar “un golpe contra la Constitución y contra al proceso político”.
El enroque de Al Maliki y las presiones de Washington —cada vez más explícitas— para expulsarlo del poder crean una situación explosiva en Bagdad justo cuando EE UU regresa a Irak tres años después de retirar las tropas. El presidente Obama, que el jueves autorizó una intervención aérea en el norte del país para frenar a los yihadistas del EI, condiciona un aumento de la cooperación militar a la formación de un Gobierno que integre a los grupos chiíes, suníes y kurdos.
Sin unidad política en Bagdad será difícil derrotar al EI, según Obama. Al Maliki, que lleva ocho años en el cargo, sostiene que su partido ganó en las elecciones parlamentarias de abril y que tiene derecho a gobernar.
No es la primera vez que los protegidos de Estados Unidos acaban dando problemas a la primera potencia, ni que la primera potencia maniobra para apartarlos. El caso más reciente es el de Hamid Karzai, el presidente afgano. En 1963, la Administración del presidente John F. Kennedy propició un golpe contra el presidente de Vietnam Ngo Dinh Diem, un aliado incómodo, como ahora ocurre con Al Maliki en Irak.
La crisis en Bagdad abre un segundo frente en un país devastado tras 11 años de guerra. El primero se encuentra en el norte y en los sectores del país tomados por los suníes yihadistas del EI, un ejército islamista radical que aspira a crear un califato en el corazón de Oriente Próximo. Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos bombardean desde el viernes posiciones del EI con dos objetivos: proteger al personal estadounidense en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, e impedir la matanza de miles de miembros de la minoría yazidí perseguidos por los rebeldes suníes.
Los bombardeos de Estados Unidos, que comenzaron el pasado viernes, ya han tenido un efecto: las fuerzas kurdas —los peshmergas— han recuperado dos poblaciones a unos 45 kilómetros de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. Estados Unidos ha empezado a suministrar armas directamente a los peshmergas, según fuentes de la Administración Obama citadas por varios medios norteamericanos.
Un segundo frente, además del estrictamente bélico, se abre ahora en Bagdad: la pugna es política pero en cualquier momento puede derivar en un choque armado entre las fuerzas leales a Al Maliki —que además de primer ministro ocupa la cartera de Defensa e Interior— y grupos chiíes opuestos a él: suníes y kurdos. El domingo, el primer ministro desplegó fuerzas especiales y tanques en la capital y clausuró la llamada Zona Verde, donde se ubican las principales sedes gubernamentales. Al Maliki se dirigió a la nación para acusar al presidente Masum de impedir su nominación para un tercer mandato como primer ministro. La medianoche del domingo al lunes era la hora límite para acordar un Gobierno de coalición.
El problema inmediato es que el relevo de Al Maliki tenga el efecto contrario al deseado: dividir a los iraquíes contrarios al EI en vez de unirlos y acabar provocando una guerra civil dentro de la guerra civil.
“Creemos que el proceso de formación de un Gobierno es fundamental para mantener la estabilidad y la calma en Irak”, dijo el secretario de Estado, John Kerry, en una rueda de prensa en Australia. “Nuestra esperanza es que el señor Al Maliki no agite estas aguas”.