El impacto de las sanciones a Rusia lastrará el crecimiento europeo

Los analistas creen que las medidas pueden reducir a la mitad el alza del PIB

Alicia González / Ignacio Fariza
Madrid / Bruselas, El País
Las sanciones impuestas a Rusia por Estados Unidos y la Unión Europea viajan en doble dirección. El impacto de las restricciones acordadas se transmitirá a través del comercio, del sector financiero y el energético hacia Europa y las empresas europeas. Tanto que el crecimiento de la zona euro puede verse reducido a la mitad si se cumplen los peores augurios de los analistas. Expertos de distintos bancos y departamentos de análisis —Capital Economics, Bank of America Merrill Lynch, Deutsche Asset & Wealth Management y Nomura— cifran el impacto de las sanciones sobre la economía europea entre tres y cinco décimas, para este año y el próximo, respectivamente.


Con las últimas previsiones de crecimiento elaboradas este mes por el Fondo Monetario Internacional (FMI), eso supone que el alza del PIB pasaría del 1,1% para este año al 0,6%, en el supuesto más pesimista. El crecimiento en 2015 se reduciría del 1,5% al 1%. Fuentes oficiales europeas son algo más optimistas y creen que, como máximo, las sanciones restarán cuatro décimas al crecimiento del PIB en 2015 y tres al de este año. En el primer trimestre del año, la economía de la zona euro creció el 0,9% en tasa interanual.

“En todo caso, los riesgos económicos para Europa son mayores de lo que los números crudamente pueden sugerir. Cualquier escalada en la crisis de Ucrania puede tener un impacto desproporcionado sobre el sentimiento no sólo de los mercados financieros, sino también sobre las empresas y los consumidores”, apunta Julian Jessop, economista jefe global de Capital Economics por correo electrónico desde Londres.

Parte de la corrección del crecimiento ya se ha producido. Las empresas llevan meses reduciendo sus operaciones con Rusia y eso se ha traducido, por ejemplo, en una caída de las exportaciones a Rusia del 16,5% entre enero y mayo. Según los cálculos de Nomura, la caída del comercio entre la eurozona y Rusia en la primera mitad del año ya ha restado una décima al crecimiento y recortará otras dos de aquí a diciembre. Si las tensiones afectan en los próximos meses al suministro energético procedente de Rusia, la pérdida será mayor, de cinco décimas. Y si se produjera el caso “extremo de que Europa y Rusia rompieran relaciones comerciales y financieras, la caída ascendería a siete décimas”, apuntan los analistas de la firma en un reciente informe.

Éste no es el escenario central que barajan la mayoría de los analistas, pero las compañías europeas ya están adaptando sus estrategias al nuevo entorno. El Royal Bank of Scotland anunció ayer que iba a reducir sus líneas de crédito a Rusia, y BP —que posee el 20% de la petrolera rusa Rosneft, una de las empresas específicamente sancionadas— ha admitido que sus resultados se verán lastrados considerablemente por las tensiones con Rusia. Las acciones de Societé General y Deutsche Bank, ambas entidades con un negocio sustancial en Rusia, acumulan caídas del 19,5% y del 22,4%, respectivamente, desde marzo, cuando se produjo la invasión de Crimea.

De hecho, el sector financiero es una seria fuente de incertidumbre para Europa. Según las medidas adoptadas por Bruselas, las filiales rusas de los bancos del euro no podrían acudir al Banco Central Europeo (BCE) para financiar sus actividades en aquel país. Eso puede añadir dificultades al austriaco Raiffeisenbank o al italiano Unicredit. No obstante, las sanciones afectan a las operaciones que se desarrollen en Rusia a partir de ayer, 1 de agosto, lo que ofrece un cierto margen para la interpretación si fuera necesario.

Una de las primeras voces en advertir el impacto de las sanciones sobre las empresas europeas fue la del presidente y consejero delegado de Siemens, Joe Kaeser. “Si se aprueban más sanciones o continúa la tensión entre Rusia y Ucrania, habrá consecuencias para la economía europea y alemana”, sugirió en la presentación de resultados trimestrales de la compañía que dirige. Las empresas germanas son, precisamente, unas de las más afectadas por las medidas de Washington y Bruselas. Uno de los mayores fabricantes de ropa y calzado deportivo, Adidas, se dejó en una única sesión bursátil, la del jueves, un 15,4% tras advertir de que sus resultados de 2014 estarían por debajo de lo previsto, entre otros motivos, por la debilidad del rublo y las crecientes dudas sobre el consumo en Rusia. Otro de los pesos pesados de la industria alemana, Volkswagen, lamentó esta semana la imposición de las medidas. “No son buenas para ningún negocio, y la industria automovilística las sufrirá”, subrayó la primera ejecutiva de la firma en Rusia, Elena Smirnova.

En Francia, la petrolera francesa Total, ha dejado en suspenso la adquisición de más acciones de la rusa Novatek, de la que ya controla el 18% del capital. Aunque la dirección de la empresa señala que tomó la decisión el pasado día 17, cuando el avión de Malaysia Airlines fue derribado en Ucrania con casi 300 pasajeros a bordo, sus ejecutivos eluden referirse al potencial efecto nocivo de las sanciones sobre la cuenta de resultados.

La doble dirección de las sanciones es, en realidad, un fenómeno propio de economías globalizadas. Pero ayuda también a entender, al menos en parte, las resistencias y dificultades de los Gobiernos europeos a la hora de imponer medidas a Rusia, frente a EE UU, que se ve mucho menos afectado por las sanciones.

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