El frenazo de la economía turca planea sobre las elecciones presidenciales
El crecimiento en los primeros años de Erdogan mantiene su popularidad
José Miguel Calatayud, El País
Desde que el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP, en turco) llegó al poder, en 2002, Turquía ha registrado un espectacular desarrollo económico, con crecimiento medio anual del 5%. Pero ahora que el país se encamina a sus primeras elecciones presidenciales directas, el nuevo presidente tendrá que enfrentarse a una economía que parece haber echado el freno.
Las encuestas señalan a Recep Tayyip Erdogan, líder del islamista y conservador AKP y actual primer ministro, como el gran favorito para la Presidencia. Los otros dos candidatos son Ekmeleddin Ihsanoglu, un exprofesor y diplomático conservador y religioso, y Selahattin Demirtas, líder político de la minoría kurda.
Buena parte de la popularidad de Erdogan proviene, precisamente, del crecimiento económico. Su gobierno ha desarrollado las infraestructuras, como la línea ferroviaria de alta velocidad que inauguró el mes pasado; ha expandido los servicios sociales y el PIB per cápita se ha triplicado bajo su mandato. Esto ha mejorado significativamente las condiciones de vida de la población con menos ingresos, de donde procede el grueso de los votantes, lo que ha permitido al AKP ganar todas las elecciones desde 2002.
El motor de ese crecimiento procede del auge del consumo y de la construcción, ambos financiados en gran parte con capital extranjero, lo que ha dejado muy endeudados a los hogares, las empresas y al Estado, que ya no pueden mantener este ritmo de gasto. Ahora, coinciden los expertos, esa enorme deuda por cuenta corriente —de unos 14.815 millones de euros— es uno de las mayores problemas para que la economía pueda seguir creciendo.
“Hacen falta miles de millones de dólares de los mercados internacionales hasta finales de año [para financiar esa deuda], en un momento en el que se está reduciendo la financiación para países emergentes como Turquía”, comenta Gul Gunver Turan, economista y presidenta de la rama turca del Movimiento Europeo, que además alerta de la posibilidad de una “burbuja inmobiliaria”.
Diferentes analistas también coinciden en que el Gobierno no ha aprovechado estos años de bonanza para corregir sus problemas estructurales: “el déficit por cuenta corriente, que proviene principalmente de la dependencia energética, el bajo nivel de ahorro y la ausencia de producción de alta tecnología con un alto valor añadido”, en palabras de Erdal Tanas Karagol, profesor universitario y miembro del think tank turco Fundación para la Investigación Política, Económica y Social.
Aunque tiene pocos recursos energéticos propios, Turquía debería aprovechar su estratégica situación geográfica para servir de nexo entre Europa y los países productores de petróleo y gas en Oriente Medio. Y también debería aprovechar el hecho de que su población es la más joven de Europa, con un 16,6% de menores de 25 años, lo que exige más inversión en educación a todos los niveles y, sobre todo, en las universidades.
Otro de los problemas de la economía turca, al que apunta el escándalo de presunta corrupción destapado el pasado diciembre, es que bajo el Gobierno de Erdogan se ha creado un complejo sistema de clientelismo por el que sólo empresas cercanas al AKP reciben los contratos del Estado. Hay quien augura que un cambio en el poder podría desestabilizar la economía.
“No suscribo la creencia de que Erdogan y el AKP son los únicos que pueden mantener el crecimiento económico a largo plazo”, responde Andy Birch, economista sénior para Turquía en la consultora IHS Global Insight. “Aunque la corrupción y el clientelismo son un problema, el sistema bancario es mucho más transparente e independiente de cómo era antes de 2001” y “al final, habría un beneficio para la economía si hubiera nuevas voces (políticas) para revitalizarla”. A su juicio, el riesgo de una derrota de Erdogan el domingo día 10 es tan pequeño que su consultora apenas lo considera una posibilidad.
De hecho, aunque la oposición parece confiar en que la desaceleración económica le costará votos al AKP, los analistas entrevistados dudan de que fuera a ocurrir algo así. La inestabilidad creada por las protestas de Gezi el año pasado y el escándalo de corrupción no le han hecho perder votos, recuerda Mert Yildiz, que en el pasado trabajó para el Banco Central turco.
“Creo que el AKP no va a perder votos por la economía porque Erdogan ha cambiado de estrategia. Ahora, si hay una crisis, lo que haría Erdogan, como hace [el presidente Vladimir] Putin en Rusia, es culpar a Occidente o a los medios occidentales”, añade Yildiz, que actualmente es economista senior a cargo de Turquía y Oriente Medio en Burgan Bank en Kuwait.
José Miguel Calatayud, El País
Desde que el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP, en turco) llegó al poder, en 2002, Turquía ha registrado un espectacular desarrollo económico, con crecimiento medio anual del 5%. Pero ahora que el país se encamina a sus primeras elecciones presidenciales directas, el nuevo presidente tendrá que enfrentarse a una economía que parece haber echado el freno.
Las encuestas señalan a Recep Tayyip Erdogan, líder del islamista y conservador AKP y actual primer ministro, como el gran favorito para la Presidencia. Los otros dos candidatos son Ekmeleddin Ihsanoglu, un exprofesor y diplomático conservador y religioso, y Selahattin Demirtas, líder político de la minoría kurda.
Buena parte de la popularidad de Erdogan proviene, precisamente, del crecimiento económico. Su gobierno ha desarrollado las infraestructuras, como la línea ferroviaria de alta velocidad que inauguró el mes pasado; ha expandido los servicios sociales y el PIB per cápita se ha triplicado bajo su mandato. Esto ha mejorado significativamente las condiciones de vida de la población con menos ingresos, de donde procede el grueso de los votantes, lo que ha permitido al AKP ganar todas las elecciones desde 2002.
El motor de ese crecimiento procede del auge del consumo y de la construcción, ambos financiados en gran parte con capital extranjero, lo que ha dejado muy endeudados a los hogares, las empresas y al Estado, que ya no pueden mantener este ritmo de gasto. Ahora, coinciden los expertos, esa enorme deuda por cuenta corriente —de unos 14.815 millones de euros— es uno de las mayores problemas para que la economía pueda seguir creciendo.
“Hacen falta miles de millones de dólares de los mercados internacionales hasta finales de año [para financiar esa deuda], en un momento en el que se está reduciendo la financiación para países emergentes como Turquía”, comenta Gul Gunver Turan, economista y presidenta de la rama turca del Movimiento Europeo, que además alerta de la posibilidad de una “burbuja inmobiliaria”.
Diferentes analistas también coinciden en que el Gobierno no ha aprovechado estos años de bonanza para corregir sus problemas estructurales: “el déficit por cuenta corriente, que proviene principalmente de la dependencia energética, el bajo nivel de ahorro y la ausencia de producción de alta tecnología con un alto valor añadido”, en palabras de Erdal Tanas Karagol, profesor universitario y miembro del think tank turco Fundación para la Investigación Política, Económica y Social.
Aunque tiene pocos recursos energéticos propios, Turquía debería aprovechar su estratégica situación geográfica para servir de nexo entre Europa y los países productores de petróleo y gas en Oriente Medio. Y también debería aprovechar el hecho de que su población es la más joven de Europa, con un 16,6% de menores de 25 años, lo que exige más inversión en educación a todos los niveles y, sobre todo, en las universidades.
Otro de los problemas de la economía turca, al que apunta el escándalo de presunta corrupción destapado el pasado diciembre, es que bajo el Gobierno de Erdogan se ha creado un complejo sistema de clientelismo por el que sólo empresas cercanas al AKP reciben los contratos del Estado. Hay quien augura que un cambio en el poder podría desestabilizar la economía.
“No suscribo la creencia de que Erdogan y el AKP son los únicos que pueden mantener el crecimiento económico a largo plazo”, responde Andy Birch, economista sénior para Turquía en la consultora IHS Global Insight. “Aunque la corrupción y el clientelismo son un problema, el sistema bancario es mucho más transparente e independiente de cómo era antes de 2001” y “al final, habría un beneficio para la economía si hubiera nuevas voces (políticas) para revitalizarla”. A su juicio, el riesgo de una derrota de Erdogan el domingo día 10 es tan pequeño que su consultora apenas lo considera una posibilidad.
De hecho, aunque la oposición parece confiar en que la desaceleración económica le costará votos al AKP, los analistas entrevistados dudan de que fuera a ocurrir algo así. La inestabilidad creada por las protestas de Gezi el año pasado y el escándalo de corrupción no le han hecho perder votos, recuerda Mert Yildiz, que en el pasado trabajó para el Banco Central turco.
“Creo que el AKP no va a perder votos por la economía porque Erdogan ha cambiado de estrategia. Ahora, si hay una crisis, lo que haría Erdogan, como hace [el presidente Vladimir] Putin en Rusia, es culpar a Occidente o a los medios occidentales”, añade Yildiz, que actualmente es economista senior a cargo de Turquía y Oriente Medio en Burgan Bank en Kuwait.