NBA: Un sauna da ventaja a San Antonio y hiere a LeBron
Miami, As
Los grandes partidos de la NBA, como las novelas, tienen un título. Este primero de las Finales de 2014 podría ser “La sauna que humanizó a Lebron”. O, si no queremos ponernos solemnes, “Ay, qué calor”. El caso fue que un fallo eléctrico en el AT&T Center (o al menos eso dijeron los Spurs) convirtió el pabellón en un horno insoportable, con temperaturas muy por encima de los 30 grados y los jugadores deshidratados, poniéndose hielo, sudando como si sus suegros amenazasen con instalarse en casa. No se llegó a los extremos del quinto partido del las Finales del 84, cuando se rondaron los 40º y Kareem acabó respirando oxígeno con una mascarilla mientras Bird apuntillaba a los Lakers, pero el desenlace del ‘accidente’ fue el mismo: ganó el de casa: San Antonio 110-Miami 95.
Pero la derrota no fue el único disgusto para los Heat, que descubrieron en el momento más inoportuno algo que la ciencia ya casi descartaba: LeBron James es humano. Durante todo el partido, el Rey dio muestras de ser de los más afectados por el calor: malas caras, hielo en el cuello, extraño lenguaje corporal. Y su noche horribilis acabó en lesión. Unos calambres que le hicieron irse una primera vez en el banquillo, ya en el último cuarto, para volver con dudas y durar dos jugadas antes de agravarse el dolor y retirarse al banquillo arrastrado por sus compañeros para ya no volver. Quedaban 4 minutos y el marcador, tras una montaña rusa constante, era de 94-92 para San Antonio. Sin la estrella de Miami, se acabó el partido.
Hasta entonces se habían sucedido las rachas y los héroes. El primer cuarto, que acabó 26-20, fue de Ginóbili, que enciende a la grada del AT&T como ningún otro. En los siete minutos que jugó durante ese periodo, anotó tres triples y dio tres asistencias. Esas fueron las seis canastas que anotó San Antonio mientras estuvo en pista el argentino. Mientras, LeBron sumaba al trantrán y se convertía en el 11º jugador en alcanzar las mil asistencias en playoffs. El chico es bueno.
En el segundo cuarto, tomó el protagonismo Wade, al que la llegada de James y las lesiones, le han quitado el aura de superhéroe pero, si no ya durante 40 minutos como en aquella exhibición de 2006, aún puede resultar imparable en ratos elegidos. Y, por si hablamos de glorias pasadas, apareció Duncan, que no es pasado, es eterno. Con 15 puntos del mito, de 38 años que parecen 28, San Antonio se fue mandando al descanso: 54-49.
Pero todo cambió a la vuelta cuando los Spurs, el equipo más inteligente de la NBA, se volvió sorprendentemente loco y aceleró hasta acabar el partido con 22 pérdidas de balón. Una barbaridad. Y para demostrar que Walt Disney se equivocaba y la solución no es el hielo sino el calor, Ray Allen, otro señor de 38 años, empezó a driblar y machacar como si aún gobernase Clinton. Sumado al continuo percutir de LeBron y los destellos de Bosh y Wade, Miami se escapó por siete puntos a falta de nueve minutos.
Pero entonces se desencadenó la tormenta. Primero la de los Spurs, que siempre encuentra héroes inesperados. Esta vez fueron primero Splitter, que les sostuvo con nueve puntos seguidos cuando más apretaba Miami, y después Danny Green, que llevaba 0/5 en tiros a falta de seis minutos y estalló para meter once puntos en 140 segundos. Y entre medias cayó LeBron. San Antonio, sin piedad del caído, acabó el último cuarto con 14/16 en tiros de campos (6/6 en triples). El horno les afectó de distinta manera: encendió a los Spurs, abrasó a LeBron y calienta aún más las Finales.
Los grandes partidos de la NBA, como las novelas, tienen un título. Este primero de las Finales de 2014 podría ser “La sauna que humanizó a Lebron”. O, si no queremos ponernos solemnes, “Ay, qué calor”. El caso fue que un fallo eléctrico en el AT&T Center (o al menos eso dijeron los Spurs) convirtió el pabellón en un horno insoportable, con temperaturas muy por encima de los 30 grados y los jugadores deshidratados, poniéndose hielo, sudando como si sus suegros amenazasen con instalarse en casa. No se llegó a los extremos del quinto partido del las Finales del 84, cuando se rondaron los 40º y Kareem acabó respirando oxígeno con una mascarilla mientras Bird apuntillaba a los Lakers, pero el desenlace del ‘accidente’ fue el mismo: ganó el de casa: San Antonio 110-Miami 95.
Pero la derrota no fue el único disgusto para los Heat, que descubrieron en el momento más inoportuno algo que la ciencia ya casi descartaba: LeBron James es humano. Durante todo el partido, el Rey dio muestras de ser de los más afectados por el calor: malas caras, hielo en el cuello, extraño lenguaje corporal. Y su noche horribilis acabó en lesión. Unos calambres que le hicieron irse una primera vez en el banquillo, ya en el último cuarto, para volver con dudas y durar dos jugadas antes de agravarse el dolor y retirarse al banquillo arrastrado por sus compañeros para ya no volver. Quedaban 4 minutos y el marcador, tras una montaña rusa constante, era de 94-92 para San Antonio. Sin la estrella de Miami, se acabó el partido.
Hasta entonces se habían sucedido las rachas y los héroes. El primer cuarto, que acabó 26-20, fue de Ginóbili, que enciende a la grada del AT&T como ningún otro. En los siete minutos que jugó durante ese periodo, anotó tres triples y dio tres asistencias. Esas fueron las seis canastas que anotó San Antonio mientras estuvo en pista el argentino. Mientras, LeBron sumaba al trantrán y se convertía en el 11º jugador en alcanzar las mil asistencias en playoffs. El chico es bueno.
En el segundo cuarto, tomó el protagonismo Wade, al que la llegada de James y las lesiones, le han quitado el aura de superhéroe pero, si no ya durante 40 minutos como en aquella exhibición de 2006, aún puede resultar imparable en ratos elegidos. Y, por si hablamos de glorias pasadas, apareció Duncan, que no es pasado, es eterno. Con 15 puntos del mito, de 38 años que parecen 28, San Antonio se fue mandando al descanso: 54-49.
Pero todo cambió a la vuelta cuando los Spurs, el equipo más inteligente de la NBA, se volvió sorprendentemente loco y aceleró hasta acabar el partido con 22 pérdidas de balón. Una barbaridad. Y para demostrar que Walt Disney se equivocaba y la solución no es el hielo sino el calor, Ray Allen, otro señor de 38 años, empezó a driblar y machacar como si aún gobernase Clinton. Sumado al continuo percutir de LeBron y los destellos de Bosh y Wade, Miami se escapó por siete puntos a falta de nueve minutos.
Pero entonces se desencadenó la tormenta. Primero la de los Spurs, que siempre encuentra héroes inesperados. Esta vez fueron primero Splitter, que les sostuvo con nueve puntos seguidos cuando más apretaba Miami, y después Danny Green, que llevaba 0/5 en tiros a falta de seis minutos y estalló para meter once puntos en 140 segundos. Y entre medias cayó LeBron. San Antonio, sin piedad del caído, acabó el último cuarto con 14/16 en tiros de campos (6/6 en triples). El horno les afectó de distinta manera: encendió a los Spurs, abrasó a LeBron y calienta aún más las Finales.