Conflicto de valores en la liberación de Bergdahl
Washington, AP
Dos valores chocaron en el momento de que el gobierno de Estados Unidos decidiera la suerte del sargento estadounidense Bowe Bergdahl. Uno de los dos tenía que ceder y el de "nunca abandonar a un soldado" prevaleció frente al de "nunca negociar con terroristas".
Aquella consigna de no negociar nunca con extremistas se perdió en el torbellino de polvo del helicóptero militar que fue a recoger al sargento de manos de sus captores del Talibán, en un intercambio de prisioneros que ahora está provocando recriminaciones en Washington.
Ambos valores tienen profundas raíces en la conciencia de Estados Unidos, pero han sido violados a lo largo de la historia, especialmente en la era del terrorismo, donde los estándares tradicionales de guerra, espionaje y negociaciones son vistos a través de un prisma complejo.
Bergdahl y los cinco detenidos de Guantánamo cambiados por su libertad eran cautivos en una guerra no declarada, no convencional y sin fin que nunca se ha ajustado claramente a las Convenciones de Ginebra, la doctrina militar estadounidense ni a lemas de comportamiento. Los derechos universales reafirmados por los estándares tradicionales provinieron de una era de campos de batalla reconocibles y campos de prisioneros de guerra, con victorias y derrotas firmadas con bolígrafos.
EL CREDO DEL SOLDADO
La historia norteamericana está repleta de actos extraordinarios para recuperar a los perdidos y caídos.
En el Ethos del Guerrero y el Credo del Soldado, los militares estadounidenses juran "nunca abandonar a un camarada caído". Eso se hace a menudo a gran costo, como en 1993 en Somalia, cuando 18 militares estadounidenses murieron en el ataque a sus helicópteros y el intento subsiguiente de rescate.
El presidente Barack Obama dijo que el ethos es algo "sagrado" que es aplicable a todos los soldados, sin importar el rango ni la circunstancia o, como en el caso de Bergdahl y su cuestionable lealtad al ejército. "Tenemos un principio básico. No abandonamos a nadie que lleva el uniforme estadounidense", dijo el presidente.
El portavoz del Pentágono John F. Kirby ha dicho: "Cuando caes al mar, no importa si te empujaron, caíste o te lanzaste. Regresamos y te recogemos".
Aunque no siempre.
Hace 70 años, cuando desembarcaron en Normandía, Francia, las legiones tuvieron que decidir qué hacer con los heridos o atrapados debajo de un fuego avasallador. La historia habla de soldados dejados atrás por el bien de la misión o la supervivencia de sus unidades.
Lo mismo sucedió cuando concluyó la Guerra de las Coreas en 1953. No todos los desaparecidos o muertos fueron regresados después de la tregua.
La agencia en el Pentágono responsable de ayudar a regresar a los soldados a casa dice que la misión es "una parte única y verdadera de la costumbre estadounidense".
LA OTRA COSTUMBRE
Nunca negociar con terroristas ni secuestradores. Sin embargo, eso de "nunca" no es cierto del todo.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 abrieron la era moderna de la guerra asimétrica. También cambió la forma de lograr acuerdos, la diplomacia y la seguridad nacional. Los viejos dilemas todavía tenían significado pero fue necesario improvisar.
Aquellos capturados en la lucha contra el terrorismo no podían ser considerados como prisioneros de guerra porque esto les daría derechos que no eran aplicados en la cárcel de Guantánamo, ni qué decir de los "lugares negros" de la CIA, ahora en desuso.
Sin embargo, se encontraron formas de darle vuelta a la ley.
En el caso de Bergdahl, el gobierno de Catar fue intermediario, de esta forma se mantiene la idea que las dos partes en realidad no están hablando entre sí.
En 2002, Estados Unidos trató de liberar a través de una recompensa a los misionarios Martin y Gracia Burnham —secuestrados por terroristas en Filipinas— pero no se logró la entrega. Martin Burnham murió en el asalto final contra los captores.
La presidencia de Ronald Reagan también quedó manchada por el escándalo Irán-Contras, donde Teherán compró en secreto armas a Estados Unidos y financió a la guerrilla en Nicaragua.
Dos valores chocaron en el momento de que el gobierno de Estados Unidos decidiera la suerte del sargento estadounidense Bowe Bergdahl. Uno de los dos tenía que ceder y el de "nunca abandonar a un soldado" prevaleció frente al de "nunca negociar con terroristas".
Aquella consigna de no negociar nunca con extremistas se perdió en el torbellino de polvo del helicóptero militar que fue a recoger al sargento de manos de sus captores del Talibán, en un intercambio de prisioneros que ahora está provocando recriminaciones en Washington.
Ambos valores tienen profundas raíces en la conciencia de Estados Unidos, pero han sido violados a lo largo de la historia, especialmente en la era del terrorismo, donde los estándares tradicionales de guerra, espionaje y negociaciones son vistos a través de un prisma complejo.
Bergdahl y los cinco detenidos de Guantánamo cambiados por su libertad eran cautivos en una guerra no declarada, no convencional y sin fin que nunca se ha ajustado claramente a las Convenciones de Ginebra, la doctrina militar estadounidense ni a lemas de comportamiento. Los derechos universales reafirmados por los estándares tradicionales provinieron de una era de campos de batalla reconocibles y campos de prisioneros de guerra, con victorias y derrotas firmadas con bolígrafos.
EL CREDO DEL SOLDADO
La historia norteamericana está repleta de actos extraordinarios para recuperar a los perdidos y caídos.
En el Ethos del Guerrero y el Credo del Soldado, los militares estadounidenses juran "nunca abandonar a un camarada caído". Eso se hace a menudo a gran costo, como en 1993 en Somalia, cuando 18 militares estadounidenses murieron en el ataque a sus helicópteros y el intento subsiguiente de rescate.
El presidente Barack Obama dijo que el ethos es algo "sagrado" que es aplicable a todos los soldados, sin importar el rango ni la circunstancia o, como en el caso de Bergdahl y su cuestionable lealtad al ejército. "Tenemos un principio básico. No abandonamos a nadie que lleva el uniforme estadounidense", dijo el presidente.
El portavoz del Pentágono John F. Kirby ha dicho: "Cuando caes al mar, no importa si te empujaron, caíste o te lanzaste. Regresamos y te recogemos".
Aunque no siempre.
Hace 70 años, cuando desembarcaron en Normandía, Francia, las legiones tuvieron que decidir qué hacer con los heridos o atrapados debajo de un fuego avasallador. La historia habla de soldados dejados atrás por el bien de la misión o la supervivencia de sus unidades.
Lo mismo sucedió cuando concluyó la Guerra de las Coreas en 1953. No todos los desaparecidos o muertos fueron regresados después de la tregua.
La agencia en el Pentágono responsable de ayudar a regresar a los soldados a casa dice que la misión es "una parte única y verdadera de la costumbre estadounidense".
LA OTRA COSTUMBRE
Nunca negociar con terroristas ni secuestradores. Sin embargo, eso de "nunca" no es cierto del todo.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 abrieron la era moderna de la guerra asimétrica. También cambió la forma de lograr acuerdos, la diplomacia y la seguridad nacional. Los viejos dilemas todavía tenían significado pero fue necesario improvisar.
Aquellos capturados en la lucha contra el terrorismo no podían ser considerados como prisioneros de guerra porque esto les daría derechos que no eran aplicados en la cárcel de Guantánamo, ni qué decir de los "lugares negros" de la CIA, ahora en desuso.
Sin embargo, se encontraron formas de darle vuelta a la ley.
En el caso de Bergdahl, el gobierno de Catar fue intermediario, de esta forma se mantiene la idea que las dos partes en realidad no están hablando entre sí.
En 2002, Estados Unidos trató de liberar a través de una recompensa a los misionarios Martin y Gracia Burnham —secuestrados por terroristas en Filipinas— pero no se logró la entrega. Martin Burnham murió en el asalto final contra los captores.
La presidencia de Ronald Reagan también quedó manchada por el escándalo Irán-Contras, donde Teherán compró en secreto armas a Estados Unidos y financió a la guerrilla en Nicaragua.