Sergio Ramos salvó a Casillas: "Eres el puto amo"


Lisboa, EP
No fue el mejor día del 'Santo', pero tal vez esa condición intangible que persigue al capitán del Real Madrid desde que en aquella final de Glasgow salvó reiteradamente a su equipo con intervenciones milagrosas haya servido para terminar elevando su título más ansiado. Iker Casillas ya tiene la que le faltaba. No porque la Liga de Campeones no figurara en su palmarés -tenía dos previas a la de Lisboa-, sino porque Sergio Ramos se elevó más que nadie en el cuarto minuto del tiempo de descuento para rematar a gol un saque de esquina lanzado por Luka Modric, y para llevar a La Castellana la Décima. Un trofeo muy especial. Más que cualquiera de los nueve anteriores y el único que el de Móstoles no había levantado como capitán. Un sueño más que tachar de su lista.


Los grandes jugadores tienen esa mística que les hace inmunes a las desgracias futbolísticas. Y si el camero, gran amigo de Iker Casillas, no se hubiera empeñado en escribir con letras doradas un nuevo episodio en la laureada historia del Real Madrid, todos los dardos habrían caído sobre el mostoleño.

El gol que adelantó al Atlético en el minuto 35 del primer tiempo, que se quedó a minuto y medio de valer el máximo título continental, se produjo con la inestimable colaboración del portero. El rechace de un saque de esquina rojiblanco llegó a Juanfran, que cabeceó el balón rumbo al área para asistir a Godín. El uruguayo aprovechó una salida 'a por uvas' del cancerbero para enviar a gol el esférico y anotar el primer gol del partido.

"¡Eres el puto amo!", decía un Iker presa de la más absoluta emoción al goleador madridista cuando el partido se había resuelto. Ese gol de Ramos le ha cambiado la vida, ya que impidió que el canterano blanco dejara de ser el culpable de una derrota que hubiera escocido como pocas, para pasar convertirse en el capitán que levantó el décimo entorchado.
'Es más que las Eurocopas y el Mundial'

Hasta tal punto llegaba la ilusión del Real Madrid por levantar este trofeo que el propio Casillas no dudó en elevarla por encima de los tres títulos que consiguió con la selección. "Este triunfo es más que los títulos de la Eurocopa y que el Mundial", aseguró en plena efervescencia madridista. En plena celebración en el césped de Da Luz.

Tan importante era la Décima que el guardameta pasó los últimos diez minutos de la segunda mitad de la prórroga bajo los efectos de un llanto incontenible. De hecho, no pudo disimularlo. Como el día de Holanda. Como en Johannesburgo. El canonizado arquero madrileño cayó de rodillas sobre el césped del estadio lisboeta. Como el niño que lloraba en Glasgow, aunque ahora cuente 33 primaveras, la edad de Cristo.

No había finalizado el partido, pero él ya se sabía ganador cuando Marcelo hurgó en la sangre del malerido, combativo y heroico Atlético de Madrid para establecer el tercer gol. El de la sentencia. Cinco Ligas, dos Copas del Rey, cuatro Supercopas de España, una de Europa, una Intercontinental, tres Ligas de Campeones, dos Eurocopas y un Mundial después, la reacción de uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos se redujo a llorar como un niño. Es humano.

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