Los titubeos europeos ante la crisis de Ucrania impacientan a EE UU
Intenso debate en la Casa Blanca sobre la respuesta a Putin
Marc Bassets
Washington, El País
Los malentendidos entre Estados Unidos y Europa, una constante en la política internacional de las décadas recientes, han resurgido con motivo del conflicto en Ucrania. Nada comparable a las tensiones por la guerra de Irak, ni siquiera por el espionaje de la NSA, pero las dudas de los grandes países europeos a la hora de aprobar sanciones más duras contra la Rusia del presidente Vladímir Putin, como desea la Administración Obama, empiezan a impacientar a los norteamericanos.
El estereotipo de una Europa alérgica al conflicto y siempre dispuesta a contemporizar con regímenes autoritarios —cultivado con esmero por la Administración Bush en la década pasada, durante la guerra de Irak— vuelve a circular por Washington. El presidente de EE UU, Barack Obama, intentará el viernes una exhibición de unidad ante Putin con la canciller Angela Merkel, su interlocutora privilegiada en esta crisis.
Merkel visita la Casa Blanca unos días después de que Estados Unidos y la Unión Europea (UE) aprobaran una nueva ronda de sanciones financieras a Rusia, que apuntan a personas clave del entorno del presidente Putin pero eluden el castigo a sectores económicos enteros como el energético. La posibilidad de una ayuda militar al Gobierno de Ucrania para frenar el acoso ruso queda descartada de momento.
“Ya se han decidido nuevas sanciones: creo que con esto es suficiente”, dijo esta semana, en una conversación en Washington, Horst Teltschik, exconsejero de seguridad del canciller democristiano Helmut Kohl. Miembro del establishment alemán proatlantista, Teltschik fue el negociador de Kohl en los momentos más delicados del fin de la guerra fría y organizó durante años la Wehrkunde, el Davos de la defensa que anualmente se celebra en Múnich. “No estoy a favor de sanciones, porque te dañan a ti mismo. El daño a Rusia es mínimo”, argumentó.
Veteranos del fin de la guerra fría lamentan la tensión con Moscú y piden diálogo
Teltschik no representa a la canciller Merkel, aunque se mueve en la esfera de su partido, la CDU. Sí representa, en cambio, lo que el senador republicano John McCain —candidato a la Casa Blanca en el 2008 y el más influyente de los halcones en el Capitolio— denomina, con desprecio, “el complejo industrial” que, en su opinión, “parece gobernar” la Alemania de hoy, y que impide a EE UU y sus aliados europeos aprobar sanciones más contundentes contra Moscú.
Las reticencias no se explican sólo por la dependencia del gas ruso. Unas 6.500 empresas alemanas hacen negocio con Rusia, según Teltschik. “Sin duda, esto es mucho negocio”, dice. “Pero también tenemos intercambios de jóvenes, culturales, científicos”. El diálogo, recuerda, fue la clave para que el derrumbe de la Unión Soviética ocurriera sin traumas. “En 1990, el canciller Kohl firmó 22 tratados y acuerdos con Rusia”, dice. “Sólo había un objetivo: alinear Rusia [con Europa y EE UU]”.
No le inquietan las imágenes recientes de otro excanciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, festejando su septuagésimo aniversario junto a Putin, en San Petersburgo. “Si hay una oportunidad para hablar de Ucrania con Putin de manera razonable, dejémosles celebrar el cumpleaños juntos. Putin es mucho mejor que los Breznevs y Andropovs. Conocí a estos tipos…”, dice rememorando a los viejos líderes soviéticos.
El 'halcón' McCain achaca la
cautela alemana a la influencia de su “complejo industrial”
Otro veterano de aquellos tiempos, el general Brent Scowcroft —artífice junto al presidente George Bush padre y otros de la victoria occidental en la guerra fría— también promueve el diálogo. “Deberíamos hablar con Putin. No creo que debamos convertir esto en una nueva guerra fría”, dice el republicano Scowcroft, consejero de seguridad nacional con los presidentes Gerald Ford y Bush padre. Él, como Teltschik, aprecia el valor de la cooperación con Rusia, que permitió acabar la guerra fría sin violencia.
Las conversaciones con Teltschik y Scowcroft —veteranos cold warriors, o combatientes de la guerra fría— se desarrollaron en los pasillos del Atlantic Council, un laboratorio de ideas de Washington, donde se celebraba un foro sobre EE UU y Europa. Ante el mismo foro, el secretario de Estado, John Kerry, describió la inestabilidad en Ucrania como “una llamada de alarma” para reforzar la alianza transatlántica y, tras dos décadas ocupada en misiones de paz y guerras en países fuera de su territorio natural, reavivar la misión primigenia de la OTAN: defender las fronteras de los países miembros.
La división no es únicamente entre Europa —más cauta— y EE UU. También es una división entre los países vecinos de Rusia, que se sienten amenazados por la agitación en Ucrania, y los países con economías entrelazadas con la rusa (Alemania) o con intereses financieros en una buena relación con Moscú (Reino Unido).
Y es una división dentro de la propia Administración Obama, entre quienes piden sanciones más duras y quienes, como el presidente, prefieren consensuarlas con la UE, como hasta ahora. Las sanciones unilaterales de EE UU daría pie fácilmente a que Putin fomentara la división en la OTAN. La desventaja de mantener las filas cerradas —y, por tanto, conformarse con el mínimo común denominador a la hora de sancionar a Putin— es que el demócrata Obama puede acabar preso de los frustrantes procesos de decisión de los 28, casi como un miembro más del club.
Zbigniew Brzezinski, que con Scowcroft es uno de los últimos sabios de la política exterior norteamericana, aconseja a Obama ir un paso por delante de la UE. Cree que los europeos acabarán siguiéndole. En el Atlantic Council Brzezinski, que fue consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter y es de origen polaco, recordó una reciente y significativa conversación entre un destacado político alemán y un ejecutivo de la multinacional alemana Siemens:
“Esto es terrible”, dijo el ejecutivo tras escuchar una diatriba contra Putin. “Acabamos de estar en Moscú y tenemos intereses importantes en Rusia”.
“Lo que usted dice es interesante”, le respondió otro de los presentes, el norteamericano Robert Zoellick, expresidente del Banco Mundial. Y preguntó: “¿Qué porcentaje de sus ventas globales y acuerdos son con Rusia?”
“Un 2%”, respondió el ejecutivo de Siemens.
“¿Y cuánto con nosotros?”, repreguntó Zoellick, refiriéndose a los negocios con EE UU.
“Un 20%”.
Brzezinski relató al público del Atlantic Council que en ese momento se hizo el silencio en la sala. Y añadió: "Todo el mundo había entendido el mensaje. Es recomendable aprender a calcular cuáles son tus intereses”.
Marc Bassets
Washington, El País
Los malentendidos entre Estados Unidos y Europa, una constante en la política internacional de las décadas recientes, han resurgido con motivo del conflicto en Ucrania. Nada comparable a las tensiones por la guerra de Irak, ni siquiera por el espionaje de la NSA, pero las dudas de los grandes países europeos a la hora de aprobar sanciones más duras contra la Rusia del presidente Vladímir Putin, como desea la Administración Obama, empiezan a impacientar a los norteamericanos.
El estereotipo de una Europa alérgica al conflicto y siempre dispuesta a contemporizar con regímenes autoritarios —cultivado con esmero por la Administración Bush en la década pasada, durante la guerra de Irak— vuelve a circular por Washington. El presidente de EE UU, Barack Obama, intentará el viernes una exhibición de unidad ante Putin con la canciller Angela Merkel, su interlocutora privilegiada en esta crisis.
Merkel visita la Casa Blanca unos días después de que Estados Unidos y la Unión Europea (UE) aprobaran una nueva ronda de sanciones financieras a Rusia, que apuntan a personas clave del entorno del presidente Putin pero eluden el castigo a sectores económicos enteros como el energético. La posibilidad de una ayuda militar al Gobierno de Ucrania para frenar el acoso ruso queda descartada de momento.
“Ya se han decidido nuevas sanciones: creo que con esto es suficiente”, dijo esta semana, en una conversación en Washington, Horst Teltschik, exconsejero de seguridad del canciller democristiano Helmut Kohl. Miembro del establishment alemán proatlantista, Teltschik fue el negociador de Kohl en los momentos más delicados del fin de la guerra fría y organizó durante años la Wehrkunde, el Davos de la defensa que anualmente se celebra en Múnich. “No estoy a favor de sanciones, porque te dañan a ti mismo. El daño a Rusia es mínimo”, argumentó.
Veteranos del fin de la guerra fría lamentan la tensión con Moscú y piden diálogo
Teltschik no representa a la canciller Merkel, aunque se mueve en la esfera de su partido, la CDU. Sí representa, en cambio, lo que el senador republicano John McCain —candidato a la Casa Blanca en el 2008 y el más influyente de los halcones en el Capitolio— denomina, con desprecio, “el complejo industrial” que, en su opinión, “parece gobernar” la Alemania de hoy, y que impide a EE UU y sus aliados europeos aprobar sanciones más contundentes contra Moscú.
Las reticencias no se explican sólo por la dependencia del gas ruso. Unas 6.500 empresas alemanas hacen negocio con Rusia, según Teltschik. “Sin duda, esto es mucho negocio”, dice. “Pero también tenemos intercambios de jóvenes, culturales, científicos”. El diálogo, recuerda, fue la clave para que el derrumbe de la Unión Soviética ocurriera sin traumas. “En 1990, el canciller Kohl firmó 22 tratados y acuerdos con Rusia”, dice. “Sólo había un objetivo: alinear Rusia [con Europa y EE UU]”.
No le inquietan las imágenes recientes de otro excanciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, festejando su septuagésimo aniversario junto a Putin, en San Petersburgo. “Si hay una oportunidad para hablar de Ucrania con Putin de manera razonable, dejémosles celebrar el cumpleaños juntos. Putin es mucho mejor que los Breznevs y Andropovs. Conocí a estos tipos…”, dice rememorando a los viejos líderes soviéticos.
El 'halcón' McCain achaca la
cautela alemana a la influencia de su “complejo industrial”
Otro veterano de aquellos tiempos, el general Brent Scowcroft —artífice junto al presidente George Bush padre y otros de la victoria occidental en la guerra fría— también promueve el diálogo. “Deberíamos hablar con Putin. No creo que debamos convertir esto en una nueva guerra fría”, dice el republicano Scowcroft, consejero de seguridad nacional con los presidentes Gerald Ford y Bush padre. Él, como Teltschik, aprecia el valor de la cooperación con Rusia, que permitió acabar la guerra fría sin violencia.
Las conversaciones con Teltschik y Scowcroft —veteranos cold warriors, o combatientes de la guerra fría— se desarrollaron en los pasillos del Atlantic Council, un laboratorio de ideas de Washington, donde se celebraba un foro sobre EE UU y Europa. Ante el mismo foro, el secretario de Estado, John Kerry, describió la inestabilidad en Ucrania como “una llamada de alarma” para reforzar la alianza transatlántica y, tras dos décadas ocupada en misiones de paz y guerras en países fuera de su territorio natural, reavivar la misión primigenia de la OTAN: defender las fronteras de los países miembros.
La división no es únicamente entre Europa —más cauta— y EE UU. También es una división entre los países vecinos de Rusia, que se sienten amenazados por la agitación en Ucrania, y los países con economías entrelazadas con la rusa (Alemania) o con intereses financieros en una buena relación con Moscú (Reino Unido).
Y es una división dentro de la propia Administración Obama, entre quienes piden sanciones más duras y quienes, como el presidente, prefieren consensuarlas con la UE, como hasta ahora. Las sanciones unilaterales de EE UU daría pie fácilmente a que Putin fomentara la división en la OTAN. La desventaja de mantener las filas cerradas —y, por tanto, conformarse con el mínimo común denominador a la hora de sancionar a Putin— es que el demócrata Obama puede acabar preso de los frustrantes procesos de decisión de los 28, casi como un miembro más del club.
Zbigniew Brzezinski, que con Scowcroft es uno de los últimos sabios de la política exterior norteamericana, aconseja a Obama ir un paso por delante de la UE. Cree que los europeos acabarán siguiéndole. En el Atlantic Council Brzezinski, que fue consejero de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter y es de origen polaco, recordó una reciente y significativa conversación entre un destacado político alemán y un ejecutivo de la multinacional alemana Siemens:
“Esto es terrible”, dijo el ejecutivo tras escuchar una diatriba contra Putin. “Acabamos de estar en Moscú y tenemos intereses importantes en Rusia”.
“Lo que usted dice es interesante”, le respondió otro de los presentes, el norteamericano Robert Zoellick, expresidente del Banco Mundial. Y preguntó: “¿Qué porcentaje de sus ventas globales y acuerdos son con Rusia?”
“Un 2%”, respondió el ejecutivo de Siemens.
“¿Y cuánto con nosotros?”, repreguntó Zoellick, refiriéndose a los negocios con EE UU.
“Un 20%”.
Brzezinski relató al público del Atlantic Council que en ese momento se hizo el silencio en la sala. Y añadió: "Todo el mundo había entendido el mensaje. Es recomendable aprender a calcular cuáles son tus intereses”.