La manifestación del primero de Mayo vuelve a la Plaza Roja tras 23 años de veto
Los comunistas organizaron su marcha en otro punto de Moscú
Llevaron banderas solidarizándose con la denominada República Popular de Donetsk
Pilar Bonet
Moscú, El País
Por primera vez desde 1991, el año en que la URSS dejó de existir como país, la Plaza Roja de Moscú ha vuelto a ser escenario de una manifestación del primero de mayo, el día del Trabajo. Más de 100.000 personas, según los cálculos policiales, participaron en la marcha convocada por los sindicatos y el partido gubernamental Rusia Unida (RU), que fue encabezada por el alcalde de la capital, Serguéi Sobianin, junto con los líderes sindicales. El evento había sido diseñado en un estilo retro, pero con carácter selectivo. Sonó música de la época soviética, pero sin las letras proletarias, y en el decorado había grandes pancartas que recordaban los diseños de la época, pero sin los cartelones con los rostros de los padres fundadores del comunismo.
Los participantes, que agitaban banderas tricolores rusas, banderines de los sindicatos y de RU, marcharon a lo largo de las murallas del Kremlin, frente al mausoleo donde reposa la momia de Lenin y las tumbas de Stalin y otros dirigentes históricos de la URSS. Sin embargo, esta vez la marcha no fue en dirección al río, como en los tiempos de la URSS, sino en sentido contrario, desde el río, lo que, visto en la televisión estatal que retransmitía el evento en directo, producía la sensación de un extraño rebobinado, como si aquellos que desfilaron hace casi un cuarto de siglo desde los Jardines de Alejandro hacia el Moscova, volvieran desde ese mismo río, rejuvenecidos, más relajados, menos marciales y tiesos y con otras banderas.
Durante todos estos años, las autoridades rusas se negaron a permitir manifestaciones del primero de mayo en la Plaza Roja, según el diputado del Partido Comunista Vladímir Rodin. Pero el nuevo privilegio no fue para los comunistas, que tuvieron que organizar su manifestación tradicional en otro punto de la ciudad. Allí, dirigidos por su líder Guennadi Ziugánov, llevaron banderas solidarizándose con la denominada República Popular de Donetsk (RPD). Ziugánov criticó algo a los responsables económicos del Gobierno y elogió al presidente Putin por haber integrado en su discurso la “historia milenaria” del Estado y haberse referido al “alma rusa”, según informó Newsru.com.
Junto a las consignas de carácter social, tales como “pensiones dignas” o “pleno empleo” que se oyeron o figuraban escritas en las pancartas que cruzaron la Plaza Roja, la gran novedad fueron los parabienes y frases de bienvenida a Crimea y Sebastópol, los territorios incorporados al Estado tras la anexión de la península ucrania el pasado marzo. “Saludamos a los 2,5 millones de trabajadores e ingenieros para los que debemos asegurar que sus condiciones no serán inferiores a las del resto de Rusia”, dijo Andréi Isáiev, diputado de RU en la Duma Estatal (cámara baja del Parlamento) de Rusia.
Difundidos por los altavoces figuraban lemas como “Paz, trabajo, mayo”, “Puestos de trabajo garantizados para los jóvenes” y elogios a Moscú, “la mejor ciudad de la tierra”. También hubo alusiones críticas a Ucrania e incluso una intervención de un contralmirante de la Flota que agradeció la incorporación de la península a Rusia, rechazó a la “junta de Kiev” y celebró que el mar Negro vuelva a ser un “teatro de operaciones” de Rusia.
Como en el pasado, los trabajadores iban agrupados por ramas de la industria, desde la química a la alimenticia, incluidas las grandes fábricas de chocolate de la capital, pasando por la energética y la de transportes, sin que faltara el metro de Moscú, en continua expansión. Hubo también letreros de exaltación nacional, formulados sin estridencias, como “Estoy orgulloso de mi país” o “Putin tiene razón”, y llamamientos al control de la emigración (“Contra la contratación incontrolada de emigrantes” y “Puestos de trabajo para los ciudadanos de Rusia”) que los sectores nacionalistas expresan de forma más contundente. En un barrio más alejado del centro, el movimiento nacionalista Ruskie (Rusos) de Dmitri Demushkin reunía a algo más de mil personas que entre otras cosas hicieron saber su desacuerdo con la política de entrega de la ciudadanía rusa a los emigrantes.
En el Kremlin, por segundo año consecutivo, Putin entregó premios a los héroes del trabajo de la Federación Rusa (una entrenadora de natación, un maestro, un granjero y un petrolero, entre ellos). Estas distinciones son la versión actualizada de los premios a los héroes del trabajo socialista de la Unión Soviética y, en virtud de una decisión del líder ruso, se repartieron por primera vez en 2013.
Llevaron banderas solidarizándose con la denominada República Popular de Donetsk
Pilar Bonet
Moscú, El País
Por primera vez desde 1991, el año en que la URSS dejó de existir como país, la Plaza Roja de Moscú ha vuelto a ser escenario de una manifestación del primero de mayo, el día del Trabajo. Más de 100.000 personas, según los cálculos policiales, participaron en la marcha convocada por los sindicatos y el partido gubernamental Rusia Unida (RU), que fue encabezada por el alcalde de la capital, Serguéi Sobianin, junto con los líderes sindicales. El evento había sido diseñado en un estilo retro, pero con carácter selectivo. Sonó música de la época soviética, pero sin las letras proletarias, y en el decorado había grandes pancartas que recordaban los diseños de la época, pero sin los cartelones con los rostros de los padres fundadores del comunismo.
Los participantes, que agitaban banderas tricolores rusas, banderines de los sindicatos y de RU, marcharon a lo largo de las murallas del Kremlin, frente al mausoleo donde reposa la momia de Lenin y las tumbas de Stalin y otros dirigentes históricos de la URSS. Sin embargo, esta vez la marcha no fue en dirección al río, como en los tiempos de la URSS, sino en sentido contrario, desde el río, lo que, visto en la televisión estatal que retransmitía el evento en directo, producía la sensación de un extraño rebobinado, como si aquellos que desfilaron hace casi un cuarto de siglo desde los Jardines de Alejandro hacia el Moscova, volvieran desde ese mismo río, rejuvenecidos, más relajados, menos marciales y tiesos y con otras banderas.
Durante todos estos años, las autoridades rusas se negaron a permitir manifestaciones del primero de mayo en la Plaza Roja, según el diputado del Partido Comunista Vladímir Rodin. Pero el nuevo privilegio no fue para los comunistas, que tuvieron que organizar su manifestación tradicional en otro punto de la ciudad. Allí, dirigidos por su líder Guennadi Ziugánov, llevaron banderas solidarizándose con la denominada República Popular de Donetsk (RPD). Ziugánov criticó algo a los responsables económicos del Gobierno y elogió al presidente Putin por haber integrado en su discurso la “historia milenaria” del Estado y haberse referido al “alma rusa”, según informó Newsru.com.
Junto a las consignas de carácter social, tales como “pensiones dignas” o “pleno empleo” que se oyeron o figuraban escritas en las pancartas que cruzaron la Plaza Roja, la gran novedad fueron los parabienes y frases de bienvenida a Crimea y Sebastópol, los territorios incorporados al Estado tras la anexión de la península ucrania el pasado marzo. “Saludamos a los 2,5 millones de trabajadores e ingenieros para los que debemos asegurar que sus condiciones no serán inferiores a las del resto de Rusia”, dijo Andréi Isáiev, diputado de RU en la Duma Estatal (cámara baja del Parlamento) de Rusia.
Difundidos por los altavoces figuraban lemas como “Paz, trabajo, mayo”, “Puestos de trabajo garantizados para los jóvenes” y elogios a Moscú, “la mejor ciudad de la tierra”. También hubo alusiones críticas a Ucrania e incluso una intervención de un contralmirante de la Flota que agradeció la incorporación de la península a Rusia, rechazó a la “junta de Kiev” y celebró que el mar Negro vuelva a ser un “teatro de operaciones” de Rusia.
Como en el pasado, los trabajadores iban agrupados por ramas de la industria, desde la química a la alimenticia, incluidas las grandes fábricas de chocolate de la capital, pasando por la energética y la de transportes, sin que faltara el metro de Moscú, en continua expansión. Hubo también letreros de exaltación nacional, formulados sin estridencias, como “Estoy orgulloso de mi país” o “Putin tiene razón”, y llamamientos al control de la emigración (“Contra la contratación incontrolada de emigrantes” y “Puestos de trabajo para los ciudadanos de Rusia”) que los sectores nacionalistas expresan de forma más contundente. En un barrio más alejado del centro, el movimiento nacionalista Ruskie (Rusos) de Dmitri Demushkin reunía a algo más de mil personas que entre otras cosas hicieron saber su desacuerdo con la política de entrega de la ciudadanía rusa a los emigrantes.
En el Kremlin, por segundo año consecutivo, Putin entregó premios a los héroes del trabajo de la Federación Rusa (una entrenadora de natación, un maestro, un granjero y un petrolero, entre ellos). Estas distinciones son la versión actualizada de los premios a los héroes del trabajo socialista de la Unión Soviética y, en virtud de una decisión del líder ruso, se repartieron por primera vez en 2013.