NBA: Viaje al corazón del baloncesto
Miami, As
Sigue la oda al baloncesto. Siguen las batallas de más de 200 minutos en las que se acumulan historias que recordaremos siempre y en la que al final parece imposible distinguir entre héroes y villanos, entre genialidades y errores de pardillo. Sigue el baloncesto roído hasta los huesos, llevado a su forma más pura, a su núcleo esencial. Y se acaba en el clásico “ball don’t lie” de Rasheed Wallace: la pelota no miente. La primera ronda de los playoffs 2014 está siendo un momento histórico al juego, a la NBA y a su mística. Y una locura que tendrá con los nervios de punta a los apostantes: después de 30 partidos, Miami Heat es el único equipo con ventaja de campo que manda en su serie. Los visitantes han ganado 16 partidos por 14 de los locales. Treinta partidos gastados para que la diferencia media en las victorias aún no es de diez puntos: 9’8. Una igualdad extrema que deja otro dato histórico. Hasta este año, el Celtics-Bulls de 2009 era la única serie de playoffs con tres partidos resueltos tras prórroga. En 2014 llevamos dos: la asfixiante batalla de atrición con la que los Grizzlies están llevando al límite a los Thunder y este inexplicable, descomunal, apasionante, desquiciado y maravilloso Rockets-Blazers.
Recorridos cuatro partidos y tres prórrogas, el triunfo más holgado ha sido por siete y la diferencia media es de 3’8 puntos. El marcador total es 473-466 para los Blazers. Siete puntos de diferencia después de 207 minutos de juego real. Los números se acumulan como soldados caídos en el campo de batalla, un reguero que va quedando a la espalda de dos equipos que parecen destinados a enfrentarse para siempre, a seguir jugando hasta que uno de los dos caiga exhausto. Literalmente. LaMarcus Aldridge acumula 140 puntos y 45 rebotes (35+11 de media), algo que nadie hacía en sus cuatro partidos de playoffs desde Hakeem Olajuwon en 1988. Harden está promediando 27’5 puntos pero ha necesitado para meterlos 26 tiros por partido. Ha lanzado ya 103 y ha metido 36 (y 11/41 en triples…). Los números destripan pero no explican del todo las inercias sísmicas que han rodeado cada partido, las mareas que se están llevando por delante a unos Rockets que podrían ir 3-1 o estar ya de vacaciones. Dentro de una igualdad que parece quintaesenciada, imposible de desnivelar hasta el último hálito de vida de cada partido, la mayor certeza es LaMarcus Aldridge. En su ascenso definitivo a los altares, terminó el cuarto partido con 29+10 (y 4 tapones, uno descomunal a Harden en el desenlace del último cuarto). Comandó el regreso a la vida de su equipo con 13 puntos en el tercer cuarto, se enfrentó a Asik y Howard y acabó con fuerzas para ser decisivo en la prórroga y, aunque falló dos tiros libres que retrasaron la sentencia (a falta de 11 segundos y con 121-117), fue el eje sobre el que giró el partido. Un dato: en los 44 minutos que estuvo en pista, el parcial fue de +14 para los Blazers. En los apenas nueve que descansó, +11 para los Rockets. Lo dijo Rasheed: ball don’t lie…
De repente, aunque con los nervios a flor de piel, los Blazers están a un triunfo de superar ronda de playoffs por primera vez en catorce años (Lillard tenía… nueve). Pero si ha existido una eliminatoria que con un 3-1 no ha parecido del todo decidida es esta, que vuelve ahora a Texas. Los Rockets han sobrevivido a la caldera del Moda Center después del 0-2 inicial. Pudo ser mejor, pudo se peor. Como en el tercer partido, fueron mejores durante más minutos (51-61 al descanso hasta el techo del minuto 28: 60-71). También como en el anterior encuentro, vieron como volvían una y otra vez al partido unos Blazers que se les han metido debajo de la piel en un martirio del que, también otra vez, estuvieron a punto de escapar. En el tercero salvaron cuatro puntos de desventaja en la prórroga. Esta vez convirtieron un 102-97 con menos de tres minutos por jugar en el 106-106 final. En la prórroga, acortaron un 119-112 casi definitivo hasta un 121-120. Pero perdieron. Otra vez porque cuando parecen mucho mejores no arrancan grandes diferencias. Otra vez porque Harden está fallando en tareas de liderazgo y galvanizado. Durante más de medio partido fueron superiores con Asik y Howard drenando a Aldridge, con muchos puntos extra ganados desde el rebote ofensivo y con buenos minutos de Harden y un Parsons que fue de mucho a casi nada, como en el primer partido. El mejor de los Rockets en el último cuarto y la prórroga fue Howard, al que está vez no se le puede reprochar nada. Terminó con 25 puntos y 14 rebotes, anotó tiros libres importantes en los momentos calientes y recordó a su mejor versión de siempre en defensa con dos tapones seguidos a Lillard y Batum que apuntaron a la prórroga a unos Rockets que se pasaron más de la mitad del último cuarto sin ninguna canasta en juego y que fallaron ocho tiros seguidos hasta que un mate del propio Howard tras asistencia de Harden forzó el tiempo extra.
Aunque la inercia fue roja durante muchos minutos, finalmente Stotts compuso mejor todas las piezas de un quinteto que funcionó a pleno rendimiento. Entre Aldridge, Batum, Matthews y Lillard anotaron 98 puntos. Y Robin Lopez participó en la reacción del segundo tiempo a base de rebotes y energía defensiva, un faro de esfuerzo modélico en el momento de mayor enroque de su equipo. Lillard hizo otra vez de cirujano, con triples instrumentales y tiros libres de pulso firme. Acabó con 23 puntos y 8 asistencias y sus medias, en sus primeros playoffs con 23 años, son de 25’5 y 7’5, con 6 rebotes y sólo dos pérdidas de balón por partido. No sorprende: ha nacido para jugar estos partidos. Y jugará muchos en su carrera. Muchísimos.
Pero el triunfo no hubiera llegado sin la aportación de Mo Williams, Batum y Matthews. Por este orden: Williams no tuvo un gran día pero anotó el triple que puso el 105-104 con 18 segundos por jugar y después de tres opciones de tiro concedidas por los Rockets. Después Dorell Wright falló un tiro libre antes de la última canasta en el tiempo reglamentario de Howard. Después, Williams anotó los dos últimos tiros libres, cordura en una prórroga que ya era un manicomio y en la que apareció Troy Daniels con un triple y tres tiros libres sin fallo (los primeros lanzados en su carrera NBA). Al rookie que no fue drafteado y que debutó en playoffs con el triple decisivo del tercer partido incluso le habían diseñado en la pizarra esa jugada (con 121-117 y once segundos por jugar). Terminó, epitome de que McHale lo está probando literalmente todo, con 17 puntos y 4/5 en triples. Más importante que Lin y Beverley, con más entereza en la hora de la verdad, parece increíble, que Parsons y Harden.
Batum metió 20 puntos en los dos partidos de Houston y ha metido 51 en los dos de Portland. El francés empezó abrasado por Parsons y terminó ganando todas las batallas y cargando con su equipo en dos trances definitivos: ocho puntos casi seguidos en el vuelco del último cuarto y cinco en la prórroga para abrir la brecha que ya no se cerró. Y con todo, con el peso específico de Aldridge, las genialidades de Lillard y las apariciones de Batum, el gran héroe para el Moda Center fue Wesley Matthews. El escolta, uno de los especialistas defensivos que mejor ataca de toda la NBA (¿o es al revés?) se las apañó para anotar 21 puntos, desquiciar a Harden con su defensa, aparecer en todas las ayudas sobre Howard y ganar un millón de batallas cuando estas eran ya peleas de perros callejeros. Empezó la prórroga peleando por el suelo una posesión que arañó a Howard y la cerró con la jugada del partido, un robo a Beverley en el centro del campo que impidió que los Rockets tuvieran el tiro del empate: quedaban menos de 8 segundos y ya con el 123-120 final. Su mezcla de intensidad y concentración, eso que en Estados Unidos llaman grit, fue el gran intangible de un partido tremendo, la sombra que se cernió sobre el melancólico Harden, que deja tres de arena por cada una de cal (1/4 en la prórroga, un triple fallado con 119-117 y ya en el último medio minuto).
Houston Rockets sigue con vida. Como cada partido es una moneda al aire, no se puede descartar que gane tres partidos seguidos (el quinto y el hipotético séptimo en el Toyota Center). Pero lo tiene en chino. Necesita que Harden salga de ese laberíntico deja vu de las finales de 2012 en el que le han metido los relevos defensivos de Batum y Matthews. Y desde luego necesita más reflejo en el marcador de los minutos en los que su defensa es mejor y su ataque más fiable. Porque durante muchos tramos de los cuatro partidos ha llevado la iniciativa de una serie en la que, sin embargo, Portland Trail Blazers está pareciendo mejor equipo. Quizá no tenga mucho sentido como quizá no lo tengan estos maravillosos e inescrutables playoffs. Y esa precisamente está siendo su grandeza, la leyenda de una primera ronda cuyo epicentro, este ochomil gigantesco que están escalando Rockets y Blazers, tendrá otro capítulo el miércoles en Houston. No hay que dormir, no hay que pestañear, mejor no mover ni un músculo. Sólo hay que sacar billete para la siguiente etapa de este maravilloso viaje al corazón del baloncesto.
Sigue la oda al baloncesto. Siguen las batallas de más de 200 minutos en las que se acumulan historias que recordaremos siempre y en la que al final parece imposible distinguir entre héroes y villanos, entre genialidades y errores de pardillo. Sigue el baloncesto roído hasta los huesos, llevado a su forma más pura, a su núcleo esencial. Y se acaba en el clásico “ball don’t lie” de Rasheed Wallace: la pelota no miente. La primera ronda de los playoffs 2014 está siendo un momento histórico al juego, a la NBA y a su mística. Y una locura que tendrá con los nervios de punta a los apostantes: después de 30 partidos, Miami Heat es el único equipo con ventaja de campo que manda en su serie. Los visitantes han ganado 16 partidos por 14 de los locales. Treinta partidos gastados para que la diferencia media en las victorias aún no es de diez puntos: 9’8. Una igualdad extrema que deja otro dato histórico. Hasta este año, el Celtics-Bulls de 2009 era la única serie de playoffs con tres partidos resueltos tras prórroga. En 2014 llevamos dos: la asfixiante batalla de atrición con la que los Grizzlies están llevando al límite a los Thunder y este inexplicable, descomunal, apasionante, desquiciado y maravilloso Rockets-Blazers.
Recorridos cuatro partidos y tres prórrogas, el triunfo más holgado ha sido por siete y la diferencia media es de 3’8 puntos. El marcador total es 473-466 para los Blazers. Siete puntos de diferencia después de 207 minutos de juego real. Los números se acumulan como soldados caídos en el campo de batalla, un reguero que va quedando a la espalda de dos equipos que parecen destinados a enfrentarse para siempre, a seguir jugando hasta que uno de los dos caiga exhausto. Literalmente. LaMarcus Aldridge acumula 140 puntos y 45 rebotes (35+11 de media), algo que nadie hacía en sus cuatro partidos de playoffs desde Hakeem Olajuwon en 1988. Harden está promediando 27’5 puntos pero ha necesitado para meterlos 26 tiros por partido. Ha lanzado ya 103 y ha metido 36 (y 11/41 en triples…). Los números destripan pero no explican del todo las inercias sísmicas que han rodeado cada partido, las mareas que se están llevando por delante a unos Rockets que podrían ir 3-1 o estar ya de vacaciones. Dentro de una igualdad que parece quintaesenciada, imposible de desnivelar hasta el último hálito de vida de cada partido, la mayor certeza es LaMarcus Aldridge. En su ascenso definitivo a los altares, terminó el cuarto partido con 29+10 (y 4 tapones, uno descomunal a Harden en el desenlace del último cuarto). Comandó el regreso a la vida de su equipo con 13 puntos en el tercer cuarto, se enfrentó a Asik y Howard y acabó con fuerzas para ser decisivo en la prórroga y, aunque falló dos tiros libres que retrasaron la sentencia (a falta de 11 segundos y con 121-117), fue el eje sobre el que giró el partido. Un dato: en los 44 minutos que estuvo en pista, el parcial fue de +14 para los Blazers. En los apenas nueve que descansó, +11 para los Rockets. Lo dijo Rasheed: ball don’t lie…
De repente, aunque con los nervios a flor de piel, los Blazers están a un triunfo de superar ronda de playoffs por primera vez en catorce años (Lillard tenía… nueve). Pero si ha existido una eliminatoria que con un 3-1 no ha parecido del todo decidida es esta, que vuelve ahora a Texas. Los Rockets han sobrevivido a la caldera del Moda Center después del 0-2 inicial. Pudo ser mejor, pudo se peor. Como en el tercer partido, fueron mejores durante más minutos (51-61 al descanso hasta el techo del minuto 28: 60-71). También como en el anterior encuentro, vieron como volvían una y otra vez al partido unos Blazers que se les han metido debajo de la piel en un martirio del que, también otra vez, estuvieron a punto de escapar. En el tercero salvaron cuatro puntos de desventaja en la prórroga. Esta vez convirtieron un 102-97 con menos de tres minutos por jugar en el 106-106 final. En la prórroga, acortaron un 119-112 casi definitivo hasta un 121-120. Pero perdieron. Otra vez porque cuando parecen mucho mejores no arrancan grandes diferencias. Otra vez porque Harden está fallando en tareas de liderazgo y galvanizado. Durante más de medio partido fueron superiores con Asik y Howard drenando a Aldridge, con muchos puntos extra ganados desde el rebote ofensivo y con buenos minutos de Harden y un Parsons que fue de mucho a casi nada, como en el primer partido. El mejor de los Rockets en el último cuarto y la prórroga fue Howard, al que está vez no se le puede reprochar nada. Terminó con 25 puntos y 14 rebotes, anotó tiros libres importantes en los momentos calientes y recordó a su mejor versión de siempre en defensa con dos tapones seguidos a Lillard y Batum que apuntaron a la prórroga a unos Rockets que se pasaron más de la mitad del último cuarto sin ninguna canasta en juego y que fallaron ocho tiros seguidos hasta que un mate del propio Howard tras asistencia de Harden forzó el tiempo extra.
Aunque la inercia fue roja durante muchos minutos, finalmente Stotts compuso mejor todas las piezas de un quinteto que funcionó a pleno rendimiento. Entre Aldridge, Batum, Matthews y Lillard anotaron 98 puntos. Y Robin Lopez participó en la reacción del segundo tiempo a base de rebotes y energía defensiva, un faro de esfuerzo modélico en el momento de mayor enroque de su equipo. Lillard hizo otra vez de cirujano, con triples instrumentales y tiros libres de pulso firme. Acabó con 23 puntos y 8 asistencias y sus medias, en sus primeros playoffs con 23 años, son de 25’5 y 7’5, con 6 rebotes y sólo dos pérdidas de balón por partido. No sorprende: ha nacido para jugar estos partidos. Y jugará muchos en su carrera. Muchísimos.
Pero el triunfo no hubiera llegado sin la aportación de Mo Williams, Batum y Matthews. Por este orden: Williams no tuvo un gran día pero anotó el triple que puso el 105-104 con 18 segundos por jugar y después de tres opciones de tiro concedidas por los Rockets. Después Dorell Wright falló un tiro libre antes de la última canasta en el tiempo reglamentario de Howard. Después, Williams anotó los dos últimos tiros libres, cordura en una prórroga que ya era un manicomio y en la que apareció Troy Daniels con un triple y tres tiros libres sin fallo (los primeros lanzados en su carrera NBA). Al rookie que no fue drafteado y que debutó en playoffs con el triple decisivo del tercer partido incluso le habían diseñado en la pizarra esa jugada (con 121-117 y once segundos por jugar). Terminó, epitome de que McHale lo está probando literalmente todo, con 17 puntos y 4/5 en triples. Más importante que Lin y Beverley, con más entereza en la hora de la verdad, parece increíble, que Parsons y Harden.
Batum metió 20 puntos en los dos partidos de Houston y ha metido 51 en los dos de Portland. El francés empezó abrasado por Parsons y terminó ganando todas las batallas y cargando con su equipo en dos trances definitivos: ocho puntos casi seguidos en el vuelco del último cuarto y cinco en la prórroga para abrir la brecha que ya no se cerró. Y con todo, con el peso específico de Aldridge, las genialidades de Lillard y las apariciones de Batum, el gran héroe para el Moda Center fue Wesley Matthews. El escolta, uno de los especialistas defensivos que mejor ataca de toda la NBA (¿o es al revés?) se las apañó para anotar 21 puntos, desquiciar a Harden con su defensa, aparecer en todas las ayudas sobre Howard y ganar un millón de batallas cuando estas eran ya peleas de perros callejeros. Empezó la prórroga peleando por el suelo una posesión que arañó a Howard y la cerró con la jugada del partido, un robo a Beverley en el centro del campo que impidió que los Rockets tuvieran el tiro del empate: quedaban menos de 8 segundos y ya con el 123-120 final. Su mezcla de intensidad y concentración, eso que en Estados Unidos llaman grit, fue el gran intangible de un partido tremendo, la sombra que se cernió sobre el melancólico Harden, que deja tres de arena por cada una de cal (1/4 en la prórroga, un triple fallado con 119-117 y ya en el último medio minuto).
Houston Rockets sigue con vida. Como cada partido es una moneda al aire, no se puede descartar que gane tres partidos seguidos (el quinto y el hipotético séptimo en el Toyota Center). Pero lo tiene en chino. Necesita que Harden salga de ese laberíntico deja vu de las finales de 2012 en el que le han metido los relevos defensivos de Batum y Matthews. Y desde luego necesita más reflejo en el marcador de los minutos en los que su defensa es mejor y su ataque más fiable. Porque durante muchos tramos de los cuatro partidos ha llevado la iniciativa de una serie en la que, sin embargo, Portland Trail Blazers está pareciendo mejor equipo. Quizá no tenga mucho sentido como quizá no lo tengan estos maravillosos e inescrutables playoffs. Y esa precisamente está siendo su grandeza, la leyenda de una primera ronda cuyo epicentro, este ochomil gigantesco que están escalando Rockets y Blazers, tendrá otro capítulo el miércoles en Houston. No hay que dormir, no hay que pestañear, mejor no mover ni un músculo. Sólo hay que sacar billete para la siguiente etapa de este maravilloso viaje al corazón del baloncesto.