Matteo Renzi arremente contra la anquilosada política italiana
Ángel Gómez Fuentes
Roma, ABC
No se cansa el primer ministro italiano, Matteo Renzi, de repetir todos los días que las reformas, con su carga de simplificación y reducción de costes, deben comenzar por la clase política. Su idea central es esta: «Durante años los sacrificios han sido hechos por los trabajadores, las familias y los empresarios. Ahora ha llegado la hora de que los sacrificios los haga también la clase política».
En un país donde es habitual que un líder político aproveche su popularidad para convertirse en «salvador de la patria», Matteo Renzi ha captado la atención de los italianos, que se agarran a él como última tabla de salvación ante la crisis económica que sufre el país, empantanado a su vez en una interminable inestabilidad política. Renzi suscita esperanzas, lo que se refleja en su alto índice de popularidad, que ronda el 58%. Es un líder joven (39 años), habla el lenguaje simple y directo que quiere escuchar el hombre de la calle, demuestra coraje en sus iniciativas (contra la opinión de muchos en su propio partido se reunió con Silvio Berlusconi para pactar la reforma institucional), y ha marcado un calendario en tiempo breve y preciso para realizar unas reformas que la clase política italiana lleva decenios discutiendo infructuosamente.
Renzi acomete su plan de reformas a ritmo vertiginoso, al límite con la temeridad. Una anécdota, contada en vísperas de tomar el poder, refleja esta celeridad en la mente del primer ministro: «Cuando dirija el Gobierno me acordaré de cuando fui árbitro de fútbol (Renzi es un apasionado de la Fiorentina, su equipo del alma). Cuando, a mis 18 años, arbitraba en campos de provincias, en medio de jugadores más grandes y fuertes que yo, comprendí la importancia de sacar la primera tarjeta amarilla en los primeros veinte minutos. Solo si actúas con rapidez y energía el partido no se te va de las manos. Hoy la luna de miel de un primer ministro no dura cien días, sino cien horas. Así que presentaré mis proyectos de choque en el primer consejo de ministros. Y los comunicaré al Parlamento antes de la votación de confianza con este mensaje: o lo tomas o lo dejas». Así está procediendo Renzi para acometer sus reformas: con la idea de que dispone de cien horas y que debe sacar rápidamente la tarjeta amarilla.
Fin de la «Cerdada»
Renzi sacó su primera tarjeta amarilla –más bien roja– para eliminar la ley electoral denominada «Porcellum» («Cerdada»), causa de la eterna inestabilidad política italiana, por lo difícil que hace formar mayoría parlamentaria. Dos semanas y media después de convertirse en primer ministro, Renzi logró que la Cámara de Diputados aprobara una nueva ley electoral, denominada «Italicum», tras pactar con Silvio Berlusconi, disgustando a la izquierda por considerar que resucitaba políticamente al ex primer ministro.
Al apostar por el bipartidismo, la nueva ley, que debe ser aprobada definitivamente en el Senado, servirá para poner fin a la tradicional inestabilidad política italiana, reduciendo o incluso eliminando la influencia de las pequeñas coaliciones o partidos.
Renzi sacó una de sus últimas tarjetas amarillas al Senado, cuando aprobó en consejo de ministros un proyecto de ley para eliminar el «bicameralismo perfecto» italiano, un sistema parlamentario que da igual poder a ambas Cámaras, lo que termina eternizando la tarea legislativa. Eufórico, Matteo Renzi manifestó que «así se pone fin a un debate que dura ya más de treinta años».
Esta reforma constitucional no solo tiene el objetivo de recortar gastos en la política y reducir parlamentarios, sino también el de simplificar las instituciones.
Centralización
En efecto, el Consejo de ministros aprobó también la reforma del Título V de la Constitución, que regula las relaciones entre regiones, provincias y municipios. Pasarán nuevamente al Estado una serie de competencias que habían sido transferidas a las regiones. La idea de Renzi es muy clara: se debe simplificar, eliminar burocracia, reducir costes y evitar reinos de taifas. «No es aceptable que, en tiempos de dificultad económica, las regiones se transformen en microestados que creen poder gobernarlo todo. Con la reforma del Título V de la Constitución no habrá más conflictos entre regiones y Estado».
Dentro de esa reforma del Título V de la Constitución se incluye la abolición de las provincias. Matteo Renzi aseguró que el ahorro será de unos 800 millones de euros. Pero más relevante es el «mensaje claro, fuerte y neto» que envía al país: «Se suprimirán tres mil cargos políticos. Esta es la premisa para volver a dar esperanza y confianza a los ciudadanos», declaró el primer ministro cuando se aprobó la reforma.
Roma, ABC
No se cansa el primer ministro italiano, Matteo Renzi, de repetir todos los días que las reformas, con su carga de simplificación y reducción de costes, deben comenzar por la clase política. Su idea central es esta: «Durante años los sacrificios han sido hechos por los trabajadores, las familias y los empresarios. Ahora ha llegado la hora de que los sacrificios los haga también la clase política».
En un país donde es habitual que un líder político aproveche su popularidad para convertirse en «salvador de la patria», Matteo Renzi ha captado la atención de los italianos, que se agarran a él como última tabla de salvación ante la crisis económica que sufre el país, empantanado a su vez en una interminable inestabilidad política. Renzi suscita esperanzas, lo que se refleja en su alto índice de popularidad, que ronda el 58%. Es un líder joven (39 años), habla el lenguaje simple y directo que quiere escuchar el hombre de la calle, demuestra coraje en sus iniciativas (contra la opinión de muchos en su propio partido se reunió con Silvio Berlusconi para pactar la reforma institucional), y ha marcado un calendario en tiempo breve y preciso para realizar unas reformas que la clase política italiana lleva decenios discutiendo infructuosamente.
Renzi acomete su plan de reformas a ritmo vertiginoso, al límite con la temeridad. Una anécdota, contada en vísperas de tomar el poder, refleja esta celeridad en la mente del primer ministro: «Cuando dirija el Gobierno me acordaré de cuando fui árbitro de fútbol (Renzi es un apasionado de la Fiorentina, su equipo del alma). Cuando, a mis 18 años, arbitraba en campos de provincias, en medio de jugadores más grandes y fuertes que yo, comprendí la importancia de sacar la primera tarjeta amarilla en los primeros veinte minutos. Solo si actúas con rapidez y energía el partido no se te va de las manos. Hoy la luna de miel de un primer ministro no dura cien días, sino cien horas. Así que presentaré mis proyectos de choque en el primer consejo de ministros. Y los comunicaré al Parlamento antes de la votación de confianza con este mensaje: o lo tomas o lo dejas». Así está procediendo Renzi para acometer sus reformas: con la idea de que dispone de cien horas y que debe sacar rápidamente la tarjeta amarilla.
Fin de la «Cerdada»
Renzi sacó su primera tarjeta amarilla –más bien roja– para eliminar la ley electoral denominada «Porcellum» («Cerdada»), causa de la eterna inestabilidad política italiana, por lo difícil que hace formar mayoría parlamentaria. Dos semanas y media después de convertirse en primer ministro, Renzi logró que la Cámara de Diputados aprobara una nueva ley electoral, denominada «Italicum», tras pactar con Silvio Berlusconi, disgustando a la izquierda por considerar que resucitaba políticamente al ex primer ministro.
Al apostar por el bipartidismo, la nueva ley, que debe ser aprobada definitivamente en el Senado, servirá para poner fin a la tradicional inestabilidad política italiana, reduciendo o incluso eliminando la influencia de las pequeñas coaliciones o partidos.
Renzi sacó una de sus últimas tarjetas amarillas al Senado, cuando aprobó en consejo de ministros un proyecto de ley para eliminar el «bicameralismo perfecto» italiano, un sistema parlamentario que da igual poder a ambas Cámaras, lo que termina eternizando la tarea legislativa. Eufórico, Matteo Renzi manifestó que «así se pone fin a un debate que dura ya más de treinta años».
Esta reforma constitucional no solo tiene el objetivo de recortar gastos en la política y reducir parlamentarios, sino también el de simplificar las instituciones.
Centralización
En efecto, el Consejo de ministros aprobó también la reforma del Título V de la Constitución, que regula las relaciones entre regiones, provincias y municipios. Pasarán nuevamente al Estado una serie de competencias que habían sido transferidas a las regiones. La idea de Renzi es muy clara: se debe simplificar, eliminar burocracia, reducir costes y evitar reinos de taifas. «No es aceptable que, en tiempos de dificultad económica, las regiones se transformen en microestados que creen poder gobernarlo todo. Con la reforma del Título V de la Constitución no habrá más conflictos entre regiones y Estado».
Dentro de esa reforma del Título V de la Constitución se incluye la abolición de las provincias. Matteo Renzi aseguró que el ahorro será de unos 800 millones de euros. Pero más relevante es el «mensaje claro, fuerte y neto» que envía al país: «Se suprimirán tres mil cargos políticos. Esta es la premisa para volver a dar esperanza y confianza a los ciudadanos», declaró el primer ministro cuando se aprobó la reforma.