La maldición de la izquierda lusa

El enfrentamiento histórico entre el Partido Socialista y otras fuerzas más radicales condena a la oposición a gran parte del espectro político portugués

Antonio Jiménez
Barca Lisboa, El País
Esta semana, en una conferencia que celebraba y examinaba el 40º aniversario de la Revolución de los Claveles, el exministro y exdiputado socialista portugués António Vitorino fue claro: “Desde aquellos días, en el país hay un bipartidismo imperfecto: la derecha se alía entre sí para conquistar el poder; la izquierda no”. El articulista y cómico Ricardo Araújo Pereira, uno de los más populares del país, lo refrendó en un reciente artículo: “Los partidos de izquierda en Portugal están de acuerdo sobre todo en una cosa: es mejor que gobierne la derecha que unir fuerzas para derribarla”. Y el politólogo António Costa Pinto, en esa misma conferencia que conmemoraba los 40 años de democracia en Portugal, añadía: “Tantos años después, y prosigue esa división que nació en un tiempo de bloques y guerra fría”. En Portugal hay tres formaciones de izquierda con representación parlamentaria, actualmente en la oposición. El Partido Socialista portugués (PS), con 74 diputados; el Partido Comunista Portugués (PCP), con 14, y el Bloque de Izquierda (BE), con ocho. Las desavenencias son múltiples entre el PS y los otros dos, juntos o por separado; también se dan mucho entre el PCP y el BE. Incluso entre este último solo: hace poco sufrió una escisión.


Ante este panorama minado, hay muchos que pronostican que en las elecciones del año que viene, si el Partido Socialista portugués consigue mayoría simple (cosa muy probable según los últimos sondeos) buscará alianzas mirando a la derecha en vez de a la izquierda. Es decir: escogerá de socio al Centro Democrático Social, que actualmente agrupa aproximadamente 7,5% de los votos y está coaligado con la formación gubernamental de centroderecha de Pedro Passos Coelho en el Gobierno. Y dará de lado al PCP, que según las últimas encuestas, será capaz de atraer al 10% del electorado y al Bloque de Izquierda, con el 7%.

No será la primera vez. De hecho, salvo una alianza celebrada hace años en la alcaldía de Lisboa entre socialistas y comunistas, y alguna que otra coalición municipal, estas dos formaciones jamás se han unido para formar Gobierno. Las causas se hunden en la historia de la democracia portuguesa, entre otros factores en la profunda antipatía y el rechazo mutuo que se profesaban Mário Soares, líder histórico del PS, y Álvaro Cunhal, bandera del PCP. Las posiciones marxistas hasta el final de Cunhal escoraron su formación, y su reticencia a la socialdemocracia le alejaron del modelo europeo de Soares. Estas divergencias aún afloran

Los socialistas acusan a los comunistas de ultramontanos, de no haberse movido y de jugar siempre a la contra, sin atreverse a gobernar ni a querer gobernar; los comunistas, por su parte, critican a los socialistas de ser un calco edulcorado de las políticas liberales de la derecha portuguesa. Y de haber firmado las condiciones leoninas de la troika en 2011, cuando gobernaba el socialista José Sócrates, para que Portugal recibiera los 78.000 millones de euros que la salvaron de la bancarrota. Por su parte, los socialistas reprochan al PCP (y al Bloque de Izquierda) no haber apoyado a Sócrates cuando quiso aplicar un plan de ajuste encaminado, precisamente, a evitar el rescate y la troika.

Paradójicamente, es el propio Mário Soares el que ha apadrinado, en los últimos meses, dos iniciativas políticas, celebradas en el Aula Magna de la Universidad de Lisboa, con el objetivo de unir distintas facciones de la izquierda. A pesar de que en las dos ocasiones el auditorio se llenó hasta reventar, él mismo confiesa que no ha tenido éxito.

Las últimas elecciones municipales, celebradas en otoño, dejaron claras, además, varias tendencias divergentes: el Partido Socialista subió y consiguió el 36% de los votos; el Partido Comunista Portugués también, alcanzando el 10%. Pero el Bloque de Izquierdas, creado hace 15 años a base de reagrupar, entre otros, a comunistas descontentos y a socialistas desilusionados en busca de votantes urbanos de izquierda, se hundió por debajo del 4% de los votos. De cualquier forma, el PS, de ganar sin mayoría absoluta, necesitará a cualquiera de los dos. O a los dos.

El vicepresidente de la Asamblea de la República portuguesa, el exministro socialista Eduardo Ferro Rodrigues, recuerda que la situación del país es tan grave que él aboga porque el PS elabore un programa tan amplío que pueda servir de paraguas a muchas formaciones: "”Debería ser simple, que rechace la austeridad pero lo suficientemente abierto para que puedan adherirse otros”, explica. Y añade: “No basta la alternancia. Hay una gran desafección a la política. Es necesaria una convergencia. La democracia no aguanta otros 20 años de austeridad. Por eso, yo abogaría por recibir muchos apoyos, de izquierda y de derecha. Pero eso es fácil de decir y difícil de hacer”.

El coordinador del BE João Semedo es consciente de que, al hablar de la izquierda portuguesa “existe una diferencia entre las divergencias de las distintas direcciones y las de las bases, que no son tantas”. Y agrega que esto lleva a la frustración. Pero asegura que la pelota está siempre en el tejado socialista, que cuando gobierna “apuntala políticas de derechas” y que una mayoría relativa en las próximas elecciones, “será muy clarificadora de hacia dónde va y lo que quiere”.

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