Berlusconi desafía a los magistrados en su regreso a la escena política

El ex primer ministro tiene prohibido criticar a los jueces tras su condena

Pablo Ordaz
Roma, El País
Tiene más vidas que un gato, pero cada vez le cuestan más las resurrecciones. Silvio Berlusconi inició ayer la campaña electoral de Forza Italia (FI) a las europeas con un ataque frontal a la justicia italiana, un clásico de su repertorio si no fuese porque el Tribunal de Vigilancia Penitenciaria se lo prohibió expresamente el pasado martes cuando le concedió descontar su condena por fraude fiscal cuidando a ancianos en vez de en arresto domiciliario. “He sido golpeado por una injusticia enorme”, se quejó el político y magnate, “por una sentencia monstruosa que me ha acusado de haber cometido un delito de fraude fiscal, a mí, que soy probablemente el primer contribuyente italiano en los últimos 20 años, pero tengo absoluta confianza en que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos anulará completamente la sentencia”.


Berlusconi es consciente de que su única posibilidad de acortar distancias con el Partido Democrático (PD) del primer ministro, Matteo Renzi, y hasta con el Movimiento 5 Estrellas (M5S) del cómico Beppe Grillo —que ya lo ha adelantado en las encuestas por el carril del populismo— pasa por el regreso a sus viejos métodos: presentarse él mismo como una víctima de la magistratura y a los italianos como damnificados de los “gobiernos de izquierda que suben impuestos” y de “una Europa con tracción alemana”. De ahí que, durante su primera entrevista televisiva después de 14 meses de agonía, sustituido de nuevo el informal jersey azul de cuello redondo por el traje y la corbata, el que fuera tres veces primer ministro italiano regresó con la artillería pesada. Atacó —aunque sin citarlo— a Matteo Renzi por la falta de concreción de sus propuestas, cuestionó la legitimidad de la situación política italiana —“si democracia significa gobierno del pueblo, hoy no estamos viviendo en democracia”— y anunció nuevas elecciones italianas, con victoria de Forza Italia incluida, para dentro de un año o año y medio.

Berlusconi quiere repetir la jugada que tan bien le salió a finales de 2012, pero la situación es bien distinta. Entonces, su estrategia de dejar caer al Gobierno técnico de Mario Monti antes de tiempo, forzar unas nuevas elecciones y sorprender con el pie cambiado a sus rivales le reportó unos óptimos resultados en las elecciones de febrero de 2013, convirtiéndolo de nuevo en un factor clave de la política italiana. Pero desde entonces hasta ahora han ocurrido muchas cosas y ninguna buena para el antiguo Cavaliere. La condena por fraude fiscal que entonces acababa de confirmarse en segunda instancia es ya definitiva. Aún no había sido traicionado por su delfín, Angelino Alfano, y por tanto el centroderecha italiano se agrupaba en un solo partido, su partido, y no en dos, malavenidos entre sí y ambos con problemas internos. El M5S de Grillo era solo un rumor que subía de la calle —y que nadie parecía escuchar— y no, como confirman los últimos sondeos, la segunda formación política del país. Y, sobre todo, Matteo Renzi seguía siendo alcalde de Florencia y todavía tendría que pasar un año hasta su desembarco en la política nacional.

Por tanto, Berlusconi se la jugó entonces contra un candidato del centroizquierda, Pier Luigi Bersani, no sobrado de carisma y al que podía llamar “comunista” —esa obsesión berlusconiana— porque ese era su origen. Pero ahora, además de a Grillo tonante, tiene que enfrentarse a Renzi, que no solo no fue comunista, sino que a veces parece alumno suyo. La prueba más palpable de que —quién se lo iba a decir— Berlusconi tiene miedo de un descalabro sin precedentes es que el viernes anunció que estaría en el informativo vespertino de TG5, su canal de televisión. Pero no fue. A la misma hora, Renzi presentaba, a golpe de tuit, sus medidas “revolucionarias” para cambiar Italia y el viejo y astuto político italiano prefirió no competir con el joven primer ministro por las portadas del día siguiente.

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