La UE sella su apoyo a Ucrania con la firma del acuerdo de asociación
Los 28 acuerdan fórmulas para recudir la dependencia energética de Rusia
Claudi Pérez / Miguel González
Bruselas, El País
La Unión Europea y Rusia escenificaron el viernes la partición de Ucrania: Crimea para los rusos —que firmaron el tratado de anexión— y el resto del país adentrándose en la órbita de la UE, que suscribió un acuerdo de asociación con Ucrania. Todo apunta a que las cosas van a quedarse así durante un tiempo, a no ser que Rusia extienda su desafío más allá de la península de Crimea. Ni Rusia ni los socios europeos parecen dispuestos a iniciar una escalada: el presidente Vladímir Putin declaró el viernes unilateralmente una especie de alto el fuego temporal, en medio de la batalla de sanciones políticas y económicas entre Moscú y Occidente. Y la Unión, que tampoco se muestra entusiasmada con la idea de activar una nueva fase de medidas de castigo, sacó pecho por primera vez en mucho tiempo: el golpe de mano de Putin le ha dado réditos espectaculares a corto plazo, pero la simple amenaza de sanciones ha provocado una sacudida en la economía rusa, en sus grandes empresas y en los mercados, que miran con desconfianza los potenciales efectos de esas sanciones.
La crisis de Ucrania se juega a muy corto plazo en el tablero geopolítico, pero a medio plazo el componente económico cobra un valor fundamental. “Crimea supone el 3% del PIB de Ucrania. Puede que Putin haya ganado la batalla ante su opinión pública, pero Ucrania sigue conservando el 97% restante, y Rusia va camino de perder la confianza de la comunidad internacional y de los mercados”, aseguró una alta fuente europea al término de la cumbre.
Los socios europeos elevaron varios grados la presión por el flanco diplomático para hacer mella en la renovada seguridad en sí misma de Rusia. En primer lugar, la UE firmó el acuerdo de asociación con Ucrania; un pacto parecido desató las hostilidades hace un año. Kiev formaliza así su alianza con Europa, y la UE se compromete a activar un desarme arancelario que permitirá a Ucrania ahorrar 500 millones de euros al año en la exportación de productos agrícolas e industriales. Esa firma acerca la posibilidad de movilizar hasta 11.000 millones en ayuda financiera si el país se compromete a hacer reformas con el FMI.
Además, la Unión anunció que apoyará la misión de observación en el país de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Los socios, asimismo, aceleraron la firma de tratados similares al ucranio con Moldavia y Georgia, en un desafío adicional para Moscú, que libró una guerra en territorio georgiano no hace mucho. Finalmente, las potencias aliadas —un viejo concepto que vuelve a cobrar vigencia en esta crisis— también sacaron las uñas: el G-8 se convertirá el lunes en un G-7 del que se cae Rusia, cada vez más aislada en la arena internacional.
Pero el tablero económico, y en particular el energético, es lo que de veras puede decantar la partida. Los líderes dieron el viernes un espaldarazo a la creación de una “unión energética europea”, un concepto grandilocuente que en el fondo busca reducir la dependencia del petróleo y del gas ruso. No se trata solo de debilitar a Putin, sino de aprovechar la creciente desconfianza de los países más dependientes de la energía rusa para impulsar el mercado común de la energía con inversiones industriales, un mayor poder de compra para rebajar los precios y una mejora de las interconexiones, que incluirá las de la península ibérica y el Mediterráneo.
La disuasión es un término cargado de connotaciones geopolíticas, y en el caso de la crisis UE-Rusia eso incluye la economía. Occidente ha anunciado duras sanciones si Putin saca los tanques con la esperanza de que baste con la amenaza. En caso contrario, reaparecerían viejos problemas: los socios mostraron unidad, pero el diseño del paquete de sanciones corre el riesgo de enfrentar a las capitales, con intereses muy distintos en sus relaciones con Rusia.
La Comisión plantea la posibilidad de compensar a los más perjudicados, pero fuentes del Consejo explican que los líderes no quieren ni oír de eso: “Se trata de esbozar una serie de medidas que permitan compartir la factura, repartir el indudable esfuerzo económico que supondrían esas sanciones en Europa”. Sabedor de esa fragilidad intrínseca de la UE, Putin pretende explotar las potenciales divisiones. “Si pierde esa partida, y si Ucrania se estabiliza económicamente, Rusia tendrá problemas”, cerraron fuentes diplomáticas.
Claudi Pérez / Miguel González
Bruselas, El País
La Unión Europea y Rusia escenificaron el viernes la partición de Ucrania: Crimea para los rusos —que firmaron el tratado de anexión— y el resto del país adentrándose en la órbita de la UE, que suscribió un acuerdo de asociación con Ucrania. Todo apunta a que las cosas van a quedarse así durante un tiempo, a no ser que Rusia extienda su desafío más allá de la península de Crimea. Ni Rusia ni los socios europeos parecen dispuestos a iniciar una escalada: el presidente Vladímir Putin declaró el viernes unilateralmente una especie de alto el fuego temporal, en medio de la batalla de sanciones políticas y económicas entre Moscú y Occidente. Y la Unión, que tampoco se muestra entusiasmada con la idea de activar una nueva fase de medidas de castigo, sacó pecho por primera vez en mucho tiempo: el golpe de mano de Putin le ha dado réditos espectaculares a corto plazo, pero la simple amenaza de sanciones ha provocado una sacudida en la economía rusa, en sus grandes empresas y en los mercados, que miran con desconfianza los potenciales efectos de esas sanciones.
La crisis de Ucrania se juega a muy corto plazo en el tablero geopolítico, pero a medio plazo el componente económico cobra un valor fundamental. “Crimea supone el 3% del PIB de Ucrania. Puede que Putin haya ganado la batalla ante su opinión pública, pero Ucrania sigue conservando el 97% restante, y Rusia va camino de perder la confianza de la comunidad internacional y de los mercados”, aseguró una alta fuente europea al término de la cumbre.
Los socios europeos elevaron varios grados la presión por el flanco diplomático para hacer mella en la renovada seguridad en sí misma de Rusia. En primer lugar, la UE firmó el acuerdo de asociación con Ucrania; un pacto parecido desató las hostilidades hace un año. Kiev formaliza así su alianza con Europa, y la UE se compromete a activar un desarme arancelario que permitirá a Ucrania ahorrar 500 millones de euros al año en la exportación de productos agrícolas e industriales. Esa firma acerca la posibilidad de movilizar hasta 11.000 millones en ayuda financiera si el país se compromete a hacer reformas con el FMI.
Además, la Unión anunció que apoyará la misión de observación en el país de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Los socios, asimismo, aceleraron la firma de tratados similares al ucranio con Moldavia y Georgia, en un desafío adicional para Moscú, que libró una guerra en territorio georgiano no hace mucho. Finalmente, las potencias aliadas —un viejo concepto que vuelve a cobrar vigencia en esta crisis— también sacaron las uñas: el G-8 se convertirá el lunes en un G-7 del que se cae Rusia, cada vez más aislada en la arena internacional.
Pero el tablero económico, y en particular el energético, es lo que de veras puede decantar la partida. Los líderes dieron el viernes un espaldarazo a la creación de una “unión energética europea”, un concepto grandilocuente que en el fondo busca reducir la dependencia del petróleo y del gas ruso. No se trata solo de debilitar a Putin, sino de aprovechar la creciente desconfianza de los países más dependientes de la energía rusa para impulsar el mercado común de la energía con inversiones industriales, un mayor poder de compra para rebajar los precios y una mejora de las interconexiones, que incluirá las de la península ibérica y el Mediterráneo.
La disuasión es un término cargado de connotaciones geopolíticas, y en el caso de la crisis UE-Rusia eso incluye la economía. Occidente ha anunciado duras sanciones si Putin saca los tanques con la esperanza de que baste con la amenaza. En caso contrario, reaparecerían viejos problemas: los socios mostraron unidad, pero el diseño del paquete de sanciones corre el riesgo de enfrentar a las capitales, con intereses muy distintos en sus relaciones con Rusia.
La Comisión plantea la posibilidad de compensar a los más perjudicados, pero fuentes del Consejo explican que los líderes no quieren ni oír de eso: “Se trata de esbozar una serie de medidas que permitan compartir la factura, repartir el indudable esfuerzo económico que supondrían esas sanciones en Europa”. Sabedor de esa fragilidad intrínseca de la UE, Putin pretende explotar las potenciales divisiones. “Si pierde esa partida, y si Ucrania se estabiliza económicamente, Rusia tendrá problemas”, cerraron fuentes diplomáticas.