A la caza de Kony, señor de la guerra
Los conflictos de Sudán del Sur y República Centroafricana debilitan el cerco al ugandés
ÓSCAR GUTIÉRREZ (ENVIADO ESPECIAL)
Kampala, El País
Kafia Kingi es un buen pedazo de tierra muy frondosa localizado en el triángulo que une Sudán, República Centroafricana y Sudán del Sur. En disputa entre los dos vecinos sudaneses, es el norte el amo y custodio del territorio. Allí es hacia donde señalan los últimos guerrilleros desertores del cruento Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en sus siglas en inglés). Allí, según los trabajos realizados por una de las organizaciones que sigue la pista al LRA, The Enough Project —con acceso a fuentes militares y excombatientes—, se encuentra parapetado su general al cargo, uno de los señores de la guerra africanos más buscados por sus atrocidades: Joseph Kony, el místico líder rebelde de los 10 mandamientos, perseguido por la Corte Penal Internacional.
¿Por qué no se le da caza? “Es un área muy vasta, como una jungla”, explica el analista de The Enough Project Kasper Agger, desplazado a Kampala, capital de Uganda, para dirigir el rastreo del LRA. “Hay imágenes tomadas por satélite, pero es difícil distinguir entre un cazador, un bandido o un rebelde del LRA…”. Y lo que tiene peor solución y ha hecho saltar las alarmas de los que persiguen al LRA, las guerras abiertas en los vecinos Sudán del Sur y República Centroafricana han distraído fuerzas y atención del cerco a Kony, que rondará hoy los 53 años. Un dato para el detalle: el medio millar de soldados sursudaneses que apoyaba la exigua misión contra el LRA bajo sello de la Unión Africana ha desviado su paso a combatir el levantamiento interno contra el presidente de su país, Salva Kiir.
Ni las filas del LRA están ya muy nutridas, los cálculos más generosos hablan de 700 miembros —incluyendo a no combatientes—, ni existe el apoyo social con el que nació a finales de los ochenta en el norte de Uganda. “Ni siquiera es una amenaza para Uganda”, afirma Agger. “Kony quiere sobrevivir, pero no regresar”. El LRA no es esa guerrilla formada en la región de mayoría étnica Acholi contra la que se cebó el actual presidente ugandés, Yoweri Museveni, al mando del entonces Ejército de Resistencia Nacional, hoy las Fuerzas Armadas regulares. Lo que no se borra de la mente son las atrocidades cometidas por un líder rebelde aupado entre el misticismo de su figura y el seguimiento a sangre de los 10 mandamientos; alabado por una guerrilla que ha reclutado a miles de niños, muchos tras ser obligados a matar a su familia, que ha usado a niñas como esclavas sexuales, que ha drogado para el combate a menores, y ha arrasado poblaciones a su paso, 320.000 civiles permanecen aún desplazados. ¿Y si se da caza a Kony? “Esa es la pregunta del millón”, contesta Agger, “pero seguro que muchos desertarían”.
Eso si se enteran porque el LRA está dividido geográficamente y sus milicianos campan entre Sudán, Congo y República Centroafricana. “El reto”, señala Paul Ronan, analista de The Resolve, “está en la República Centroafricana”. Según la información reunida por esta organización, que como The Enough Project y la popular Invisible Children —autora de la campaña Kony2012— sigue el rastro del LRA, hombres a las órdenes de Kony se entremezclan en el sureste de este país con guerrilleros del Seleka, grupo centroafricano de origen musulmán que apoyó el golpe de Estado de Michel Djotodia en marzo de 2013. “Es difícil saber si las atrocidades en esas comunidades las hacen unos u otros”, admite Ronan.
Precisamente Djotodia —ahora exiliado— se hizo eco el pasado noviembre de un deseo de apertura de diálogo llegado en carta con puño y letra del mismísimo Kony. Según documentó Ronan, el presidente interino centroafricano mandó una misión militar con medicinas y comida a la localidad de Nzako, donde aguardaba un grupo de rebeldes del LRA. Las provisiones se las quedaron, pero se dieron a la fuga y fueron emboscados por tropas ugandesas. Había sido una treta.
Y si fuera poco, Ronan señala otra grieta en el combate al LRA: el apoyo de militares ugandeses al presidente sursudanés Salva Kiir: unos viejos lazos que ayudan a explicar la laxitud de Sudán con Kony y los suyos. “Prácticamente todos los soldados que luchan contra el LRA son ugandeses”, explica el analista, “y Uganda está derivando recursos hacia Sudán del Sur”. Y ahí se quedarán hasta que pase lo peor, según ha anunciado el Gobierno de Kampala.
De lo que no cabe duda es de que, como señala Invisible Children, las víctimas a manos del LRA han caído drásticamente en los últimos tres años. Según los datos de esta organización, en el último mes solo se ha podido documentar la muerte de un civil a manos del LRA. El pasado año fueron 75, mientras el cómputo desde diciembre de 2008 asciende a 2.329 víctimas mortales. Todo esto coincide con la llegada en 2011 de un centenar de asesores estadounidenses en apoyo de los soldados ugandeses.
Pero el combate a Kony no se libra solo con satélites y misiones a países vecinos. En el norte de Uganda, en localidades como Gulu o Kitgum, se sigue luchando por la rehabilitación de excombatientes, mujeres de exmiembros del LRA y niños nacidos en cautiverio; víctimas de la violencia sexual, de heridas de guerra, de malos tratos.... “Las comunidades no están preparadas para recibir a los niños soldado”, afirma James Ronald Ojok, investigador de Refugee Law Program. “Allí, las aldeas rechazan acoger y expulsan a las mujeres de combatientes en activo o en paradero desconocido”.
Muchos ex niños soldado, según ha registrado esta organización con sede en Kampala, no son aceptados por sus padres o incluso llegan a sentirse rechazados por la escuela y vuelven a coger las armas, ahora en poder del Ejército. “¿Qué van a hacer si llevan toda su vida siendo guerrilleros?”. Es el estigma que dejó Kony en sus vidas. ¿Llegan muchos desertores? “Desde que se fueron a República Centroafricana y Congo, menos; hay mucha distancia y miedo”, responde Ojok, “pero si se acaba el conflicto, recibiremos a muchos”.
ÓSCAR GUTIÉRREZ (ENVIADO ESPECIAL)
Kampala, El País
Kafia Kingi es un buen pedazo de tierra muy frondosa localizado en el triángulo que une Sudán, República Centroafricana y Sudán del Sur. En disputa entre los dos vecinos sudaneses, es el norte el amo y custodio del territorio. Allí es hacia donde señalan los últimos guerrilleros desertores del cruento Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en sus siglas en inglés). Allí, según los trabajos realizados por una de las organizaciones que sigue la pista al LRA, The Enough Project —con acceso a fuentes militares y excombatientes—, se encuentra parapetado su general al cargo, uno de los señores de la guerra africanos más buscados por sus atrocidades: Joseph Kony, el místico líder rebelde de los 10 mandamientos, perseguido por la Corte Penal Internacional.
¿Por qué no se le da caza? “Es un área muy vasta, como una jungla”, explica el analista de The Enough Project Kasper Agger, desplazado a Kampala, capital de Uganda, para dirigir el rastreo del LRA. “Hay imágenes tomadas por satélite, pero es difícil distinguir entre un cazador, un bandido o un rebelde del LRA…”. Y lo que tiene peor solución y ha hecho saltar las alarmas de los que persiguen al LRA, las guerras abiertas en los vecinos Sudán del Sur y República Centroafricana han distraído fuerzas y atención del cerco a Kony, que rondará hoy los 53 años. Un dato para el detalle: el medio millar de soldados sursudaneses que apoyaba la exigua misión contra el LRA bajo sello de la Unión Africana ha desviado su paso a combatir el levantamiento interno contra el presidente de su país, Salva Kiir.
Ni las filas del LRA están ya muy nutridas, los cálculos más generosos hablan de 700 miembros —incluyendo a no combatientes—, ni existe el apoyo social con el que nació a finales de los ochenta en el norte de Uganda. “Ni siquiera es una amenaza para Uganda”, afirma Agger. “Kony quiere sobrevivir, pero no regresar”. El LRA no es esa guerrilla formada en la región de mayoría étnica Acholi contra la que se cebó el actual presidente ugandés, Yoweri Museveni, al mando del entonces Ejército de Resistencia Nacional, hoy las Fuerzas Armadas regulares. Lo que no se borra de la mente son las atrocidades cometidas por un líder rebelde aupado entre el misticismo de su figura y el seguimiento a sangre de los 10 mandamientos; alabado por una guerrilla que ha reclutado a miles de niños, muchos tras ser obligados a matar a su familia, que ha usado a niñas como esclavas sexuales, que ha drogado para el combate a menores, y ha arrasado poblaciones a su paso, 320.000 civiles permanecen aún desplazados. ¿Y si se da caza a Kony? “Esa es la pregunta del millón”, contesta Agger, “pero seguro que muchos desertarían”.
Eso si se enteran porque el LRA está dividido geográficamente y sus milicianos campan entre Sudán, Congo y República Centroafricana. “El reto”, señala Paul Ronan, analista de The Resolve, “está en la República Centroafricana”. Según la información reunida por esta organización, que como The Enough Project y la popular Invisible Children —autora de la campaña Kony2012— sigue el rastro del LRA, hombres a las órdenes de Kony se entremezclan en el sureste de este país con guerrilleros del Seleka, grupo centroafricano de origen musulmán que apoyó el golpe de Estado de Michel Djotodia en marzo de 2013. “Es difícil saber si las atrocidades en esas comunidades las hacen unos u otros”, admite Ronan.
Precisamente Djotodia —ahora exiliado— se hizo eco el pasado noviembre de un deseo de apertura de diálogo llegado en carta con puño y letra del mismísimo Kony. Según documentó Ronan, el presidente interino centroafricano mandó una misión militar con medicinas y comida a la localidad de Nzako, donde aguardaba un grupo de rebeldes del LRA. Las provisiones se las quedaron, pero se dieron a la fuga y fueron emboscados por tropas ugandesas. Había sido una treta.
Y si fuera poco, Ronan señala otra grieta en el combate al LRA: el apoyo de militares ugandeses al presidente sursudanés Salva Kiir: unos viejos lazos que ayudan a explicar la laxitud de Sudán con Kony y los suyos. “Prácticamente todos los soldados que luchan contra el LRA son ugandeses”, explica el analista, “y Uganda está derivando recursos hacia Sudán del Sur”. Y ahí se quedarán hasta que pase lo peor, según ha anunciado el Gobierno de Kampala.
De lo que no cabe duda es de que, como señala Invisible Children, las víctimas a manos del LRA han caído drásticamente en los últimos tres años. Según los datos de esta organización, en el último mes solo se ha podido documentar la muerte de un civil a manos del LRA. El pasado año fueron 75, mientras el cómputo desde diciembre de 2008 asciende a 2.329 víctimas mortales. Todo esto coincide con la llegada en 2011 de un centenar de asesores estadounidenses en apoyo de los soldados ugandeses.
Pero el combate a Kony no se libra solo con satélites y misiones a países vecinos. En el norte de Uganda, en localidades como Gulu o Kitgum, se sigue luchando por la rehabilitación de excombatientes, mujeres de exmiembros del LRA y niños nacidos en cautiverio; víctimas de la violencia sexual, de heridas de guerra, de malos tratos.... “Las comunidades no están preparadas para recibir a los niños soldado”, afirma James Ronald Ojok, investigador de Refugee Law Program. “Allí, las aldeas rechazan acoger y expulsan a las mujeres de combatientes en activo o en paradero desconocido”.
Muchos ex niños soldado, según ha registrado esta organización con sede en Kampala, no son aceptados por sus padres o incluso llegan a sentirse rechazados por la escuela y vuelven a coger las armas, ahora en poder del Ejército. “¿Qué van a hacer si llevan toda su vida siendo guerrilleros?”. Es el estigma que dejó Kony en sus vidas. ¿Llegan muchos desertores? “Desde que se fueron a República Centroafricana y Congo, menos; hay mucha distancia y miedo”, responde Ojok, “pero si se acaba el conflicto, recibiremos a muchos”.