“En Yarmuk ya no quedan ni gatos”
Los habitantes del campamento de refugiados palestinos cercano a Damasco, donde 80 personas han muerto de hambre, comienzan a recibir ayuda tras alimentarse de animales domésticos
Natalia Sancha
Beirut, El País
Mohamed, un joven palestino que logró huir del campo de refugiados palestino de Yarmuk y hoy vive en la periferia de Damasco, recibe la ansiada llamada de su hermana Baraa, atrapada en el campamento. “Estamos manifestándonos ante los militares sirios con cacerolas vacías. Llevamos siete meses viviendo una muerte lenta bajo el asedio. Hace cinco que no tenemos pan y las escasas reservas de sémola y lentejas se han acabado. No tenemos medicinas, ni agua potable, ni electricidad, y los francotiradores disparan a todo lo que se mueve. Ya no quedan ni gatos que comer. O morimos de hambre o morimos de un tiro”, logra relatar exasperadamente Baraa antes que un agudo bip ponga fin a la llamada.
Es imposible adentrarse en el campo de refugiados palestinos de Yarmuk, a ocho kilómetros al sureste de Damasco; un enclave de dos kilómetros cuadrados en el que también viven sirios y donde se han atrincherado yihadistas infiltrados. “El campo está repleto de francotiradores. Han acabado con la vida de decenas de médicos, de jóvenes voluntarios que distribuían comida o de civiles que intentaban regresar a sus casas para recuperar sus enseres, así que ya nadie osa entrar o salir del campo”, relata por teléfono, bajo la condición de anonimato, un residente.
El asedio que sufre Yarmuk comenzó el pasado junio. Tan solo una asociación local ha seguido ayudando a sus habitantes. “Cada vez es más difícil. Hemos perdido a 10 de los 50 voluntarios a manos de los francotiradores y lograr una tregua con ambos bandos lleva mucho tiempo”, explica Yaser, coordinador de la ayuda en el campo. “Ya no podemos hacerles llegar víveres o medicamentos. Perdemos más de un 80% [de la ayuda] en los diferentes controles de rebeldes y Ejército”, lamenta Yaser.
Tras una intensa campaña mediática que ha difundido imágenes de algunos de las 80 personas muertas por inanición, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, en sus siglas inglesas) anunció el pasado día 21 que había entrado por primera vez en Yarmuk, donde distribuyó 136 raciones de alimentos (una ración sirve para alimentar a una familia durante ocho días). Una respuesta insuficiente para habitantes del campo como Abu Saed, contactado por teléfono: “No han llegado a entrar en el campo. Han soltado las cajas en la plaza de la entrada y el Comité de Negociación Palestino [entidad encargada de negociar con ambos bandos] las ha distribuido. Quedan 6.000 familias dentro, es decir, entre 20.000 y 25.000 personas, ¿qué son 136 raciones? El kilo de arroz alcanza los 37 euros, un cigarro 10 euros. ¡Es insostenible!”.
Este jueves UNRWA, que cifra el censo de palestinos de Yarmuk en 18.000 personas, anunciaba una segunda distribución de otras 600 raciones de alimentos.
A mediados del mes pasado los palestinos que viven en Yarmuk recobraban la esperanza. “Logramos un alto el fuego para entrar a negociar. Propusimos crear una zona libre controlada por una fuerza de seguridad interna, sin Ejército sirio ni rebeldes, para que los civiles regresaran a sus casas. Sellamos el acuerdo, pero dos días más tarde Catar dio ordenes a Hamás [partido islamista palestino] de dar marcha atrás y proseguir la lucha”, explica anónimamente un miembro cercano al Comité de Negociación Palestino. “Pero el régimen no va a ceder ante los rebeldes, si no se rinden bombardeará el campo hasta reducirlo a polvo”.
El campo de Yarmuk fue creado en 1948 por Naciones Unidas para acoger a miles de palestinos refugiados a raíz de las guerras entre Israel y los países árabes. El 16 de diciembre pasado fue bombardeado por el régimen sirio por primera vez para repeler un ataque rebelde sobre la capital, Damasco. La hasta entonces neutralidad palestina, si no simpatía hacia el régimen de Bachar El Asad por parte de los habitantes del campo, se vio truncada y sumergió el recinto y sus alrededores en la guerra. De la zona han salido 1.200.000 personas —entre ellas 150.000 palestinos—, lo que representa un cuarto de los desplazados internos en Siria.
Natalia Sancha
Beirut, El País
Mohamed, un joven palestino que logró huir del campo de refugiados palestino de Yarmuk y hoy vive en la periferia de Damasco, recibe la ansiada llamada de su hermana Baraa, atrapada en el campamento. “Estamos manifestándonos ante los militares sirios con cacerolas vacías. Llevamos siete meses viviendo una muerte lenta bajo el asedio. Hace cinco que no tenemos pan y las escasas reservas de sémola y lentejas se han acabado. No tenemos medicinas, ni agua potable, ni electricidad, y los francotiradores disparan a todo lo que se mueve. Ya no quedan ni gatos que comer. O morimos de hambre o morimos de un tiro”, logra relatar exasperadamente Baraa antes que un agudo bip ponga fin a la llamada.
Es imposible adentrarse en el campo de refugiados palestinos de Yarmuk, a ocho kilómetros al sureste de Damasco; un enclave de dos kilómetros cuadrados en el que también viven sirios y donde se han atrincherado yihadistas infiltrados. “El campo está repleto de francotiradores. Han acabado con la vida de decenas de médicos, de jóvenes voluntarios que distribuían comida o de civiles que intentaban regresar a sus casas para recuperar sus enseres, así que ya nadie osa entrar o salir del campo”, relata por teléfono, bajo la condición de anonimato, un residente.
El asedio que sufre Yarmuk comenzó el pasado junio. Tan solo una asociación local ha seguido ayudando a sus habitantes. “Cada vez es más difícil. Hemos perdido a 10 de los 50 voluntarios a manos de los francotiradores y lograr una tregua con ambos bandos lleva mucho tiempo”, explica Yaser, coordinador de la ayuda en el campo. “Ya no podemos hacerles llegar víveres o medicamentos. Perdemos más de un 80% [de la ayuda] en los diferentes controles de rebeldes y Ejército”, lamenta Yaser.
Tras una intensa campaña mediática que ha difundido imágenes de algunos de las 80 personas muertas por inanición, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, en sus siglas inglesas) anunció el pasado día 21 que había entrado por primera vez en Yarmuk, donde distribuyó 136 raciones de alimentos (una ración sirve para alimentar a una familia durante ocho días). Una respuesta insuficiente para habitantes del campo como Abu Saed, contactado por teléfono: “No han llegado a entrar en el campo. Han soltado las cajas en la plaza de la entrada y el Comité de Negociación Palestino [entidad encargada de negociar con ambos bandos] las ha distribuido. Quedan 6.000 familias dentro, es decir, entre 20.000 y 25.000 personas, ¿qué son 136 raciones? El kilo de arroz alcanza los 37 euros, un cigarro 10 euros. ¡Es insostenible!”.
Este jueves UNRWA, que cifra el censo de palestinos de Yarmuk en 18.000 personas, anunciaba una segunda distribución de otras 600 raciones de alimentos.
A mediados del mes pasado los palestinos que viven en Yarmuk recobraban la esperanza. “Logramos un alto el fuego para entrar a negociar. Propusimos crear una zona libre controlada por una fuerza de seguridad interna, sin Ejército sirio ni rebeldes, para que los civiles regresaran a sus casas. Sellamos el acuerdo, pero dos días más tarde Catar dio ordenes a Hamás [partido islamista palestino] de dar marcha atrás y proseguir la lucha”, explica anónimamente un miembro cercano al Comité de Negociación Palestino. “Pero el régimen no va a ceder ante los rebeldes, si no se rinden bombardeará el campo hasta reducirlo a polvo”.
El campo de Yarmuk fue creado en 1948 por Naciones Unidas para acoger a miles de palestinos refugiados a raíz de las guerras entre Israel y los países árabes. El 16 de diciembre pasado fue bombardeado por el régimen sirio por primera vez para repeler un ataque rebelde sobre la capital, Damasco. La hasta entonces neutralidad palestina, si no simpatía hacia el régimen de Bachar El Asad por parte de los habitantes del campo, se vio truncada y sumergió el recinto y sus alrededores en la guerra. De la zona han salido 1.200.000 personas —entre ellas 150.000 palestinos—, lo que representa un cuarto de los desplazados internos en Siria.