Obama elimina la recopilación masiva de datos y el espionaje a líderes aliados
El presidente de EE UU advierte que la reforma de los programas de vigilancia no puede hacerse de forma drástica “ni de la noche a la mañana”
Antonio Caño
Washington, El País
En un esfuerzo por conciliar la protección de la seguridad y los intereses nacionales de Estados Unidos con el derecho a la privacidad de los ciudadanos, Barack Obama anunció este viernes una reforma del espionaje norteamericano que incluye la progresiva eliminación del programa de almacenamiento masivo de datos telefónicos y la prohibición de la vigilancia de las comunicaciones de los jefes de Estado y de Gobierno de países amigos y aliados.
Como respuesta al escándalo provocado por las revelaciones de Edward Snowden, Obama ha ordenado la revisión de los actuales métodos de recopilación de información por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) con el fin de garantizar un mayor control judicial y reducir los riesgos de un uso inapropiado de una actividad que debe estar exclusivamente dedicada a la persecución de los enemigos y la prevención de las amenazas ciertas de un ataque terrorista.
Obama ha reconocido que los programas, tal como se ejecutan actualmente, pueden suponer un peligro para las libertades civiles y entrar en contradicción con los derechos constitucionales de los norteamericanos o de los extranjeros que viven en este país
El plan anunciado por el presidente, después de varios meses de revisión y consulta con el Congreso y la comunidad de inteligencia, no representa un cambio radical de las actuales prácticas de espionaje ni añade modificaciones sorprendentes. Pero sí reconoce que esos programas, tal como se ejecutan actualmente, pueden suponer un peligro para las libertades civiles y entrar en contradicción con los derechos constitucionales de los norteamericanos o de los extranjeros que viven en este país.
En referencia particular a la recolección masiva de números y llamadas telefónicas –la más controvertida de las filtraciones de Snowden, lo que se conoce en el seno de la NSA como Sección 215-, Obama admitió, pese a elogiar su eficacia en el pasado, que “este tipo de programa puede ser utilizado para obtener más información sobre nuestras vidas privadas y abre la puerta a otros programas más intrusivos”.
El presidente reconoció también que su propia palabra o las de otros funcionarios públicos de que esos programas no se usan para fines distintos a los confesados no es suficiente para dar garantías a la población. “Dado el poder excepcional del Estado, no es suficiente que sus líderes digan: créanme, no abusamos de los datos que recogemos. Nuestra libertad no puede depender de las buenas intenciones de quienes están en el poder, sino de la ley que restringe ese poder”.
Con ese fin, Obama ordenó “una transición para acabar con el programa Sección 215 tal como hasta ahora existe y establecer un mecanismo que preserve los instrumentos que necesitamos sin necesidad de que el Gobierno retenga toda esa información masiva”. Es decir, se pretende crear un sistema en el que alguien independiente del Gobierno tenga bajo su control lo que se conoce como metadata y que los servicios de inteligencia solo puedan acceder a ella cuando sean capaces de demostrar que es realmente necesario.
El presidente adelantó que esto no se hará de forma drástica –“no podemos desarmar nuestras agencias de inteligencia”- ni rápida –“este esfuerzo no puede completarse de la noche a la mañana”-. Pero sí confesó que esta reforma es necesaria y consecuente con el hecho de que EE UU, “la nación que creó Internet”, debe de estar “al frente en la defensa de la privacidad personal y de la dignidad humana”. “Nadie espera”, añadió, “que China tenga un debate abierto sobre sus programa de vigilancia o que Rusia tenga en cuenta las preocupaciones por la privacidad de sus ciudadanos”.
Los cambios anunciados por el presidente tienen ahora un difícil camino por delante para convertirse en realidad. Obama compareció este viernes atrapado entre la presión de los grupos derechos civiles, que le piden más audacia, y de los servicios de inteligencia, que le advierten de las consecuencias que puede tener la relajación de los instrumentos de vigilancia. Esa presión continuará en los próximos meses.
En este periodo de transición, mientras el Gobierno conserva el almacenamiento de metadata, las agencias de espionaje solo podrán acceder al contenido de las llamadas registradas con una autorización judicial o en caso de extrema urgencia. Antes del 28 de marzo, cuando el presidente tiene que firmar la reautorización de la Sección 215, deberá tener sobre su despacho opciones alternativas a ese programa.
Todo esto, probablemente, se queda lejos de las aspiraciones de quienes ven en la actual actividad de las agencias de vigilancia una amenaza directa para la privacidad, pero es más de lo que podía siquiera imaginarse antes de la aparición en escena de Snowden, lo que, de alguna manera, supone una victoria del antiguo empleado de la NSA.
Igualmente, se puede considerar que ha triunfado la presión internacional para obligar a Obama a reconocer el daño que el espionaje a dirigentes de países aliados, entre ellos la canciller alemana, Angela Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha causado a la imagen y la política exterior de EE UU. “Dada la comprensible atención que este asunto ha recibido, he dejado claro a la comunidad de inteligencia que, a menos que exista un propósito irrenunciable para nuestra seguridad nacional, no vigilaremos la comunicaciones de jefes de Estado y de Gobierno de nuestros amigos y aliados”.
El presidente aclaró que eso no supone que EE UU va a renunciar a “recoger información sobre las intenciones de otros Gobiernos, igual que hacen lo servicios de inteligencia de otras naciones”. “No vamos a pedir perdón únicamente porque nuestros servicios de inteligencia sean más eficaces”, afirmó.
En contra de la práctica de otros miembros de su Administración, Obama mencionó el nombre de Snowden en varias ocasiones a lo largo del discurso pronunciado en el Departamento de Justicia. Dejó claro que desaprueba sus métodos, pero no se refirió a su situación frente a la ley ni quiso especular sobre sus motivos. “La defensa de nuestra nación”, dijo, “depende en parte de la fidelidad de aquellos a los que se les confían los secretos. Además, la forma sensacionalista en que esto ha surgido ha aportado más escándalo que luz, al mismo tiempo que ha revelado a nuestros adversarios métodos que pueden tener un impacto en nuestras operaciones en marcha”.
Antonio Caño
Washington, El País
En un esfuerzo por conciliar la protección de la seguridad y los intereses nacionales de Estados Unidos con el derecho a la privacidad de los ciudadanos, Barack Obama anunció este viernes una reforma del espionaje norteamericano que incluye la progresiva eliminación del programa de almacenamiento masivo de datos telefónicos y la prohibición de la vigilancia de las comunicaciones de los jefes de Estado y de Gobierno de países amigos y aliados.
Como respuesta al escándalo provocado por las revelaciones de Edward Snowden, Obama ha ordenado la revisión de los actuales métodos de recopilación de información por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) con el fin de garantizar un mayor control judicial y reducir los riesgos de un uso inapropiado de una actividad que debe estar exclusivamente dedicada a la persecución de los enemigos y la prevención de las amenazas ciertas de un ataque terrorista.
Obama ha reconocido que los programas, tal como se ejecutan actualmente, pueden suponer un peligro para las libertades civiles y entrar en contradicción con los derechos constitucionales de los norteamericanos o de los extranjeros que viven en este país
El plan anunciado por el presidente, después de varios meses de revisión y consulta con el Congreso y la comunidad de inteligencia, no representa un cambio radical de las actuales prácticas de espionaje ni añade modificaciones sorprendentes. Pero sí reconoce que esos programas, tal como se ejecutan actualmente, pueden suponer un peligro para las libertades civiles y entrar en contradicción con los derechos constitucionales de los norteamericanos o de los extranjeros que viven en este país.
En referencia particular a la recolección masiva de números y llamadas telefónicas –la más controvertida de las filtraciones de Snowden, lo que se conoce en el seno de la NSA como Sección 215-, Obama admitió, pese a elogiar su eficacia en el pasado, que “este tipo de programa puede ser utilizado para obtener más información sobre nuestras vidas privadas y abre la puerta a otros programas más intrusivos”.
El presidente reconoció también que su propia palabra o las de otros funcionarios públicos de que esos programas no se usan para fines distintos a los confesados no es suficiente para dar garantías a la población. “Dado el poder excepcional del Estado, no es suficiente que sus líderes digan: créanme, no abusamos de los datos que recogemos. Nuestra libertad no puede depender de las buenas intenciones de quienes están en el poder, sino de la ley que restringe ese poder”.
Con ese fin, Obama ordenó “una transición para acabar con el programa Sección 215 tal como hasta ahora existe y establecer un mecanismo que preserve los instrumentos que necesitamos sin necesidad de que el Gobierno retenga toda esa información masiva”. Es decir, se pretende crear un sistema en el que alguien independiente del Gobierno tenga bajo su control lo que se conoce como metadata y que los servicios de inteligencia solo puedan acceder a ella cuando sean capaces de demostrar que es realmente necesario.
El presidente adelantó que esto no se hará de forma drástica –“no podemos desarmar nuestras agencias de inteligencia”- ni rápida –“este esfuerzo no puede completarse de la noche a la mañana”-. Pero sí confesó que esta reforma es necesaria y consecuente con el hecho de que EE UU, “la nación que creó Internet”, debe de estar “al frente en la defensa de la privacidad personal y de la dignidad humana”. “Nadie espera”, añadió, “que China tenga un debate abierto sobre sus programa de vigilancia o que Rusia tenga en cuenta las preocupaciones por la privacidad de sus ciudadanos”.
Los cambios anunciados por el presidente tienen ahora un difícil camino por delante para convertirse en realidad. Obama compareció este viernes atrapado entre la presión de los grupos derechos civiles, que le piden más audacia, y de los servicios de inteligencia, que le advierten de las consecuencias que puede tener la relajación de los instrumentos de vigilancia. Esa presión continuará en los próximos meses.
En este periodo de transición, mientras el Gobierno conserva el almacenamiento de metadata, las agencias de espionaje solo podrán acceder al contenido de las llamadas registradas con una autorización judicial o en caso de extrema urgencia. Antes del 28 de marzo, cuando el presidente tiene que firmar la reautorización de la Sección 215, deberá tener sobre su despacho opciones alternativas a ese programa.
Todo esto, probablemente, se queda lejos de las aspiraciones de quienes ven en la actual actividad de las agencias de vigilancia una amenaza directa para la privacidad, pero es más de lo que podía siquiera imaginarse antes de la aparición en escena de Snowden, lo que, de alguna manera, supone una victoria del antiguo empleado de la NSA.
Igualmente, se puede considerar que ha triunfado la presión internacional para obligar a Obama a reconocer el daño que el espionaje a dirigentes de países aliados, entre ellos la canciller alemana, Angela Merkel, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha causado a la imagen y la política exterior de EE UU. “Dada la comprensible atención que este asunto ha recibido, he dejado claro a la comunidad de inteligencia que, a menos que exista un propósito irrenunciable para nuestra seguridad nacional, no vigilaremos la comunicaciones de jefes de Estado y de Gobierno de nuestros amigos y aliados”.
El presidente aclaró que eso no supone que EE UU va a renunciar a “recoger información sobre las intenciones de otros Gobiernos, igual que hacen lo servicios de inteligencia de otras naciones”. “No vamos a pedir perdón únicamente porque nuestros servicios de inteligencia sean más eficaces”, afirmó.
En contra de la práctica de otros miembros de su Administración, Obama mencionó el nombre de Snowden en varias ocasiones a lo largo del discurso pronunciado en el Departamento de Justicia. Dejó claro que desaprueba sus métodos, pero no se refirió a su situación frente a la ley ni quiso especular sobre sus motivos. “La defensa de nuestra nación”, dijo, “depende en parte de la fidelidad de aquellos a los que se les confían los secretos. Además, la forma sensacionalista en que esto ha surgido ha aportado más escándalo que luz, al mismo tiempo que ha revelado a nuestros adversarios métodos que pueden tener un impacto en nuestras operaciones en marcha”.