La economía es el desafío pendiente del nuevo régimen egipcio
Egipto registra un 26% de pobreza y un 13% de desempleo
El gobierno islamista depuesto en junio ahuyentó a los inversores extranjeros
David Alandete
El Cairo, El País
No hay mayor desafío para el nuevo régimen de Egipto, reforzado por un arrollador respaldo a la nueva constitución, que la economía. En las calles se considera el año en que gobernó el islamista Mohamed Morsi nefasto para el turismo y las inversiones extranjeras. Cuando muchos egipcios expresan la voluntad de que se presente a las elecciones presidenciales el artífice del golpe de Estado de junio, el general Abdel Fatah al Sisi, lo hacen con la esperanza de que imponga orden y fomente el crecimiento económico. Los augurios le son favorables. Cuando el general da un discurso, los índices bursátiles se disparan. Con los generales al mando, el turismo se ha recuperado levemente. Y para aplacar a las masas el gobierno provisional ha aprobado ya una serie de salarios mínimos, antes, oportunamente, del referendo de esta semana.
Los medios oficiales egipcios avanzaron ayer, con resultados provisionales, resultados afirmativos superiores al 97% en el referendo. La consulta en realidad no era solo sobre la constitución. El régimen busca legitimarse y tantear el terreno para una posible candidatura presidencial de Al Sisi. Hay enormes esperanzas depositadas en él. “Durante el año de Morsi perdimos toda la ilusión. Yo aún no he encontrado trabajo, el mercado está muy mal”, dice Ahmad Magdi, un recién licenciado cairota de 19 años. “Con alguien fuerte en el gobierno tendremos más confianza, recuperaremos la esperanza. El general puede tener un impacto enorme sobre nuestras vidas”. El desempleo en Egipto supera el 13%, cuando en los últimos meses de régimen de Hosni Mubarak era del 8,9%.
Hoy, al menos, se ven algunos grupos de turistas en los lugares antaño más concurridos de El Cairo, como las pirámides de Giza, el mercado de Jan el Jalili o al ciudadela de Saladino. En verano, tras el golpe y las cargas del ejército contra los islamistas, todos eran lugares desiertos. Los precios se han desplomado. Los bazares languidecen polvorientos. Las tiendas encienden luces solo cuando entran clientes. Por una jornada completa, Sara el Sawi, guía turística de 42 años, cobra 200 libras, 20 euros, la mitad que hace tres años. “Esta revolución no ha traído aún nada bueno. Con Mubarak los extranjeros venían sabiendo que este lugar era seguro. Ahora no hay seguridad, turismo ni ingresos”, dice.
Eso sin considerar la endémica pobreza de Egipto. Un 40% vive con menos de dos dólares diarios. De 90 millones de habitantes, 17 millones viven en poblados chabolistas. El gobierno destina un 10% del Producto Interior Bruto a subsidios alimenticios y energéticos. El sueldo medio es de 640 libras, 67 euros, semanales. Antes del referendo, el nuevo gobierno, impuesto por los militares, aprobó un salario mínimo para funcionarios de 1.200 libras, 126 euros, al mes. Se considera comúnmente una mejora. “El nuevo gobierno ha mejorado la seguridad, también la del bolsillo”, decía tras votar en el referendo Essam Mohamed Omar, contable del estado de 56 años. “Y si esto lo hace el gobierno provisional, imagine de qué será capaz el general Al Sisi como presidente”.
Lo cierto es que en muchos sentidos el general Al Sisi, o quien ascienda a la presidencia en su lugar, dependerá de unas inversiones extranjeras que solo el año pasado se desplomaron un 14,5%. Tras el golpe de Estado de junio, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait respaldaron al nuevo régimen militar con varios paquetes de 8.800 millones de euros en ayudas, como préstamos a intereses mínimos o remesas de crudo. Así, las monarquías del Golfo han aumentado la confianza de los inversores internacionales. En diciembre los índices bursátiles egipcios marcaron su máximo en tres años.
“Lo esencial para los inversores es la estabilidad. Y estabilidad es lo que ofrece el nuevo gobierno”, mantiene Laila Rekabi, actual gerente en la Autoridad de Inversiones egipcia. “El régimen de los Hermanos Musulmanes rompió la confianza de los inversores con su agenda de islamización del país. Aquello espantó a nuestros inversores tradicionales, pero hoy ese camino se ha corregido. Pronto regresarán los inversores de EE UU y los países del Golfo”.
Titánica será para el nuevo gobierno la tarea de detener la dramática ralentización del crecimiento del PIB egipcio. En 2010, antes de la caída de Mubarak, aumentaba al 5,1%. Hoy, según el Banco Mundial, no lo hace a más del 2%. Es cierto, sin embargo, que la deposición forzosa de Morsi en junio ha dado signos de mayor optimismo y confianza nacional. En los últimos días de su gobierno nada parecía funcionar en el país. La gasolina escaseaba y los cortes de electricidad abundaban. De los generales depende que esos episodios queden ahora como un recuerdo del pasado.
El gobierno islamista depuesto en junio ahuyentó a los inversores extranjeros
David Alandete
El Cairo, El País
No hay mayor desafío para el nuevo régimen de Egipto, reforzado por un arrollador respaldo a la nueva constitución, que la economía. En las calles se considera el año en que gobernó el islamista Mohamed Morsi nefasto para el turismo y las inversiones extranjeras. Cuando muchos egipcios expresan la voluntad de que se presente a las elecciones presidenciales el artífice del golpe de Estado de junio, el general Abdel Fatah al Sisi, lo hacen con la esperanza de que imponga orden y fomente el crecimiento económico. Los augurios le son favorables. Cuando el general da un discurso, los índices bursátiles se disparan. Con los generales al mando, el turismo se ha recuperado levemente. Y para aplacar a las masas el gobierno provisional ha aprobado ya una serie de salarios mínimos, antes, oportunamente, del referendo de esta semana.
Los medios oficiales egipcios avanzaron ayer, con resultados provisionales, resultados afirmativos superiores al 97% en el referendo. La consulta en realidad no era solo sobre la constitución. El régimen busca legitimarse y tantear el terreno para una posible candidatura presidencial de Al Sisi. Hay enormes esperanzas depositadas en él. “Durante el año de Morsi perdimos toda la ilusión. Yo aún no he encontrado trabajo, el mercado está muy mal”, dice Ahmad Magdi, un recién licenciado cairota de 19 años. “Con alguien fuerte en el gobierno tendremos más confianza, recuperaremos la esperanza. El general puede tener un impacto enorme sobre nuestras vidas”. El desempleo en Egipto supera el 13%, cuando en los últimos meses de régimen de Hosni Mubarak era del 8,9%.
Hoy, al menos, se ven algunos grupos de turistas en los lugares antaño más concurridos de El Cairo, como las pirámides de Giza, el mercado de Jan el Jalili o al ciudadela de Saladino. En verano, tras el golpe y las cargas del ejército contra los islamistas, todos eran lugares desiertos. Los precios se han desplomado. Los bazares languidecen polvorientos. Las tiendas encienden luces solo cuando entran clientes. Por una jornada completa, Sara el Sawi, guía turística de 42 años, cobra 200 libras, 20 euros, la mitad que hace tres años. “Esta revolución no ha traído aún nada bueno. Con Mubarak los extranjeros venían sabiendo que este lugar era seguro. Ahora no hay seguridad, turismo ni ingresos”, dice.
Eso sin considerar la endémica pobreza de Egipto. Un 40% vive con menos de dos dólares diarios. De 90 millones de habitantes, 17 millones viven en poblados chabolistas. El gobierno destina un 10% del Producto Interior Bruto a subsidios alimenticios y energéticos. El sueldo medio es de 640 libras, 67 euros, semanales. Antes del referendo, el nuevo gobierno, impuesto por los militares, aprobó un salario mínimo para funcionarios de 1.200 libras, 126 euros, al mes. Se considera comúnmente una mejora. “El nuevo gobierno ha mejorado la seguridad, también la del bolsillo”, decía tras votar en el referendo Essam Mohamed Omar, contable del estado de 56 años. “Y si esto lo hace el gobierno provisional, imagine de qué será capaz el general Al Sisi como presidente”.
Lo cierto es que en muchos sentidos el general Al Sisi, o quien ascienda a la presidencia en su lugar, dependerá de unas inversiones extranjeras que solo el año pasado se desplomaron un 14,5%. Tras el golpe de Estado de junio, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait respaldaron al nuevo régimen militar con varios paquetes de 8.800 millones de euros en ayudas, como préstamos a intereses mínimos o remesas de crudo. Así, las monarquías del Golfo han aumentado la confianza de los inversores internacionales. En diciembre los índices bursátiles egipcios marcaron su máximo en tres años.
“Lo esencial para los inversores es la estabilidad. Y estabilidad es lo que ofrece el nuevo gobierno”, mantiene Laila Rekabi, actual gerente en la Autoridad de Inversiones egipcia. “El régimen de los Hermanos Musulmanes rompió la confianza de los inversores con su agenda de islamización del país. Aquello espantó a nuestros inversores tradicionales, pero hoy ese camino se ha corregido. Pronto regresarán los inversores de EE UU y los países del Golfo”.
Titánica será para el nuevo gobierno la tarea de detener la dramática ralentización del crecimiento del PIB egipcio. En 2010, antes de la caída de Mubarak, aumentaba al 5,1%. Hoy, según el Banco Mundial, no lo hace a más del 2%. Es cierto, sin embargo, que la deposición forzosa de Morsi en junio ha dado signos de mayor optimismo y confianza nacional. En los últimos días de su gobierno nada parecía funcionar en el país. La gasolina escaseaba y los cortes de electricidad abundaban. De los generales depende que esos episodios queden ahora como un recuerdo del pasado.