Grecia endurece el tono ante la UE para mejorar las condiciones del rescate
Bruselas ve posible ampliar los plazos de los créditos tras las elecciones europeas
Claudi Pérez
Atenas, El País
Ni siquiera el diluvio duró toda la eternidad, aunque seis años ininterrumpidos de crisis dejan una sensación de final de los tiempos en algunos rincones de Atenas, en algunas estadísticas, en las conversaciones a pie de calle. Salvo que se preste más atención a los discursos oficiales que a otras cosas: más de un tercio de la población de Grecia está en riesgo de pobreza o exclusión social, pero sus dirigentes políticos aseguran que el ajuste “es una historia de éxito”. Uno de cada cuatro griegos está en paro, pero el Eurogrupo ve “con satisfacción” que las duras condiciones de la troika se van cumpliendo.
La deuda pública roza un inmanejable 180% del PIB, pero Atenas y Bruselas presumen del superávit fiscal primario (antes del pago de intereses) alcanzado. La crisis se ha comido un 25% del PIB, pero el Ejecutivo exhibe una previsión de crecimiento del 0,6% para 2014. Grecia, en fin, se vistió ayer de largo para asumir oficialmente la presidencia rotatoria de la UE, en un día aparentemente festivo, casi primaveral en Atenas. Salvo por un detalle: la policía tomó el centro de la capital y el Gobierno suspendió el derecho de manifestación, con una suerte de estado de excepción a la vista de que la irritación ciudadana no casa con la complacencia de los discursos.
Pese a la aparente tranquilidad política, algo se mueve en Atenas. Grecia ha conseguido por primera vez en mucho tiempo una cierta estabilidad, sigue lidiando con las condiciones draconianas —de Dracón, inmisericorde legislador ateniense— de la troika e incluso presenta cifras macroeconómicas que empiezan a darle un respiro. Pero la coalición de Gobierno —el conservador Nueva Democracia, más los socialistas del Pasok— tiene una frágil mayoría en el Parlamento, y unas pobres perspectivas en las encuestas, que contrastan con el ascenso de la izquierda radical de Syriza y los neonazis de Aurora Dorada.
Ante ese panorama —una estabilidad asentada sobre una especie de volcán político—, el Ejecutivo necesita un golpe de mano, y pronto: antes de que las elecciones europeas de mayo confirmen lo que dicen las encuestas y compliquen la gobernabilidad del país. Atenas contraataca en Europa: Grecia tuvo que asumir las duras condiciones de los sucesivos rescates, pero una vez conseguido el superávit fiscal primario empieza a elevar el tono ante sus prestatarios, los socios europeos y el FMI. No reclama que le perdonen parte de la deuda, pero quiere plazos más holgados de devolución, y tipos de interés más bajos.
Tampoco aclara si pedirá un tercer programa —algo más que probable— pero ya avisa de que imponer nuevas condiciones fiscales “sería ilógico y contraproducente en esta etapa”, según explicó su ministro de Finanzas, Yannis Stournaras.
“No pedimos favores”, bramó ante los corresponsales europeos —invitados para la ocasión— el ministro de Exteriores, Evangelos Venizelos, del Pasok. “Ningún contribuyente europeo ha perdido hasta ahora un solo euro con Grecia; el Gobierno no persigue una quita, sino un debate serio sobre la sostenibilidad de la deuda”, dijo. Traducción libre: Grecia quiere rebajar los intereses de sus préstamos (que están en torno al 2%) y alargar los plazos de amortización (15 años). La Comisión Europea asegura a este diario que ve “posible” dar a Atenas más plazo, pero que será difícil antes de las elecciones europeas. Eurostat tiene que confirmar en abril que Grecia ha obtenido el cacareado superávit primario, y el Eurogrupo debe pactar las nuevas condiciones. Para todo ello, el país no puede desviarse del camino de recortes y reformas.
Pero Grecia parece poco dispuesta a esperar. El primer ministro, Andonis Samarás, ya ha dado muestras del cambio de tono griego en los últimos meses, pero Venizelos, que cargó con inusual dureza contra la presencia del FMI en la troika, fue varios pasos más allá: “Si Grecia saliera del euro, el contribuyente europeo sí tendría que afrontar grandes pérdidas”, amenazó. Ese escenario no es descartable: si Syriza gana con holgura las elecciones europeas podría complicar la gobernabilidad.
El partido de Alexis Tsipras quiere seguir en la UE y en el euro, pero ha anunciado que impondría una fuerte quita a la deuda pública en manos de los socios europeos, y que suavizaría de inmediato la austeridad. Las tensiones con Bruselas y el BCE, en ese caso, estarían garantizadas. El actual Gobierno agita ese espantajo para reclamar más suavidad en los créditos asociados al rescate. E irá subiendo de tono paulatinamente para conseguirlo.
Claudi Pérez
Atenas, El País
Ni siquiera el diluvio duró toda la eternidad, aunque seis años ininterrumpidos de crisis dejan una sensación de final de los tiempos en algunos rincones de Atenas, en algunas estadísticas, en las conversaciones a pie de calle. Salvo que se preste más atención a los discursos oficiales que a otras cosas: más de un tercio de la población de Grecia está en riesgo de pobreza o exclusión social, pero sus dirigentes políticos aseguran que el ajuste “es una historia de éxito”. Uno de cada cuatro griegos está en paro, pero el Eurogrupo ve “con satisfacción” que las duras condiciones de la troika se van cumpliendo.
La deuda pública roza un inmanejable 180% del PIB, pero Atenas y Bruselas presumen del superávit fiscal primario (antes del pago de intereses) alcanzado. La crisis se ha comido un 25% del PIB, pero el Ejecutivo exhibe una previsión de crecimiento del 0,6% para 2014. Grecia, en fin, se vistió ayer de largo para asumir oficialmente la presidencia rotatoria de la UE, en un día aparentemente festivo, casi primaveral en Atenas. Salvo por un detalle: la policía tomó el centro de la capital y el Gobierno suspendió el derecho de manifestación, con una suerte de estado de excepción a la vista de que la irritación ciudadana no casa con la complacencia de los discursos.
Pese a la aparente tranquilidad política, algo se mueve en Atenas. Grecia ha conseguido por primera vez en mucho tiempo una cierta estabilidad, sigue lidiando con las condiciones draconianas —de Dracón, inmisericorde legislador ateniense— de la troika e incluso presenta cifras macroeconómicas que empiezan a darle un respiro. Pero la coalición de Gobierno —el conservador Nueva Democracia, más los socialistas del Pasok— tiene una frágil mayoría en el Parlamento, y unas pobres perspectivas en las encuestas, que contrastan con el ascenso de la izquierda radical de Syriza y los neonazis de Aurora Dorada.
Ante ese panorama —una estabilidad asentada sobre una especie de volcán político—, el Ejecutivo necesita un golpe de mano, y pronto: antes de que las elecciones europeas de mayo confirmen lo que dicen las encuestas y compliquen la gobernabilidad del país. Atenas contraataca en Europa: Grecia tuvo que asumir las duras condiciones de los sucesivos rescates, pero una vez conseguido el superávit fiscal primario empieza a elevar el tono ante sus prestatarios, los socios europeos y el FMI. No reclama que le perdonen parte de la deuda, pero quiere plazos más holgados de devolución, y tipos de interés más bajos.
Tampoco aclara si pedirá un tercer programa —algo más que probable— pero ya avisa de que imponer nuevas condiciones fiscales “sería ilógico y contraproducente en esta etapa”, según explicó su ministro de Finanzas, Yannis Stournaras.
“No pedimos favores”, bramó ante los corresponsales europeos —invitados para la ocasión— el ministro de Exteriores, Evangelos Venizelos, del Pasok. “Ningún contribuyente europeo ha perdido hasta ahora un solo euro con Grecia; el Gobierno no persigue una quita, sino un debate serio sobre la sostenibilidad de la deuda”, dijo. Traducción libre: Grecia quiere rebajar los intereses de sus préstamos (que están en torno al 2%) y alargar los plazos de amortización (15 años). La Comisión Europea asegura a este diario que ve “posible” dar a Atenas más plazo, pero que será difícil antes de las elecciones europeas. Eurostat tiene que confirmar en abril que Grecia ha obtenido el cacareado superávit primario, y el Eurogrupo debe pactar las nuevas condiciones. Para todo ello, el país no puede desviarse del camino de recortes y reformas.
Pero Grecia parece poco dispuesta a esperar. El primer ministro, Andonis Samarás, ya ha dado muestras del cambio de tono griego en los últimos meses, pero Venizelos, que cargó con inusual dureza contra la presencia del FMI en la troika, fue varios pasos más allá: “Si Grecia saliera del euro, el contribuyente europeo sí tendría que afrontar grandes pérdidas”, amenazó. Ese escenario no es descartable: si Syriza gana con holgura las elecciones europeas podría complicar la gobernabilidad.
El partido de Alexis Tsipras quiere seguir en la UE y en el euro, pero ha anunciado que impondría una fuerte quita a la deuda pública en manos de los socios europeos, y que suavizaría de inmediato la austeridad. Las tensiones con Bruselas y el BCE, en ese caso, estarían garantizadas. El actual Gobierno agita ese espantajo para reclamar más suavidad en los créditos asociados al rescate. E irá subiendo de tono paulatinamente para conseguirlo.