El nuevo capitalismo de Miliband
El líder laborista británico arrecia su lucha contra bancos, eléctricas y sectores en los que falta competencia para acabar con el declive de las clases medias
Walter Oppenheimer
Londres, El País
El líder del Partido Laborista británico, Ed Miliband, está desde hace ya algunos meses enfrascado en crear un nuevo capitalismo con el que abordar el declive de las clases medias. No se trata, desde luego, de abolir el mercado, sino de asegurar que, además de beneficiar a los accionistas de las empresas, sirva a los ciudadanos.
Detrás de eso palpita lo que los laboristas llaman "la crisis del coste de la vida". Un concepto casi tan etéreo como la big society, la gran sociedad a la que aludía el líder conservador David Cameron cuando llegó al poder y que nunca llegó a tomar vuelo: las buenas intenciones de Cameron a favor de una mayor participación de la comunidad, de la sociedad civil, en el día a día se parecían demasiado a la conveniente fórmula de sustituir con voluntarios a los empleados públicos que perdían su trabajo como consecuencia de los recortes presupuestarios puestos en marcha por la coalición de conservadores y liberales-demócratas desde 2010.
Igualmente, cuando Miliband reacciona frente a la recuperación de la economía con el argumento de que las familias no la perciben porque sufren esa crisis del coste de la vida, corre el riesgo de que lo que es, como era la big society de Cameron, una filosofía de fondo de gran calado se transforme en una excusa para negar al adversario. A ojos de los más escépticos, Miliband está negando la realidad de la recuperación de la misma manera que Cameron parecía estar negando el impacto de los recortes.
Hay, sin embargo, una diferencia fundamental: mientras las propuestas concretas de Cameron eran aún más etéreas que el propio concepto, las de Miliband son agua cristalina: poner firmes a las empresas energéticas, acabar con el poder de la banca, intervenir en los sectores económicos en los que falta competencia. Otra cosa es que haya la misma claridad en cómo alcanzar esos objetivos.
Detrás de la estrategia de Miliband está la necesidad de recuperar la confianza perdida de las clases medias. O, dicho de forma más cruda, cómo recuperar el centro político al que apeló Tony Blair para ganar tres mayorías absolutas consecutivas. El laborismo acabó perdiendo votantes por la izquierda debido a ese centrismo y por todas partes, izquierda, centro y derecha, por el catastrófico estado en el que dejaron la economía.
¿Cómo, en esas condiciones, pueden recuperar la confianza de esas clases medias? Primero, mostrando su contrición por los errores del pasado, algo que Miliband hace siempre que puede, aprovechando que a pesar de que él formaba parte de la élite del Nuevo Laborismo, su poder fue relativo y su papel bastante discreto. Casi siempre entre bastidores, su cargo más relevante fue el de ministro de Energía y Medio Ambiente.
Y, segundo, aunque el orden de los factores tampoco aquí altera el producto, cortejando a las clases medias y a las clases populares que aspiran a serlo. "La clase media británica está hoy siendo exprimida como nunca antes y la gente que intenta injertarse en ella encuentra cada día obstáculos más grandes para conseguirlo", escribió esta semana en un artículo en el Daily Telegraph, el diario más próximo al Partido Conservador y al inglés medio.
La solución la ha ido ofreciendo a calculadas pequeñas dosis, todas ellas encaminadas a alcanzar ese nuevo capitalismo. En el congreso de otoño de los laboristas, amenazó a las compañías energéticas con congelar las tarifas de gas y electricidad si para 2015 no las han bajado y los laboristas llegan al poder.
Esta semana ha amenazado con imponer límites a la expansión de los grandes bancos porque entre cuatro se reparten el 85% del crédito a las pequeñas y medianas empresas. A Miliband no le da miedo meterse con los grandes. Antes de tocarle las pulgas a las energéticas y a la banca se las había tocado directamente a Rupert Murdoch en particular y luego a la prensa en general liderando la creación de un organismo independiente para atajar sus excesos.
Este domingo, en el influyente programa dominical de la BBC Andrew Marr Show, ha defendido poner en marcha una auditoría anual para medir el grado de competencia o de ausencia de ella en el mercado para beneficiar a los consumidores. Una vez más, el enunciado del problema a combatir es más fácil que las medidas a poner en marcha.
Walter Oppenheimer
Londres, El País
El líder del Partido Laborista británico, Ed Miliband, está desde hace ya algunos meses enfrascado en crear un nuevo capitalismo con el que abordar el declive de las clases medias. No se trata, desde luego, de abolir el mercado, sino de asegurar que, además de beneficiar a los accionistas de las empresas, sirva a los ciudadanos.
Detrás de eso palpita lo que los laboristas llaman "la crisis del coste de la vida". Un concepto casi tan etéreo como la big society, la gran sociedad a la que aludía el líder conservador David Cameron cuando llegó al poder y que nunca llegó a tomar vuelo: las buenas intenciones de Cameron a favor de una mayor participación de la comunidad, de la sociedad civil, en el día a día se parecían demasiado a la conveniente fórmula de sustituir con voluntarios a los empleados públicos que perdían su trabajo como consecuencia de los recortes presupuestarios puestos en marcha por la coalición de conservadores y liberales-demócratas desde 2010.
Igualmente, cuando Miliband reacciona frente a la recuperación de la economía con el argumento de que las familias no la perciben porque sufren esa crisis del coste de la vida, corre el riesgo de que lo que es, como era la big society de Cameron, una filosofía de fondo de gran calado se transforme en una excusa para negar al adversario. A ojos de los más escépticos, Miliband está negando la realidad de la recuperación de la misma manera que Cameron parecía estar negando el impacto de los recortes.
Hay, sin embargo, una diferencia fundamental: mientras las propuestas concretas de Cameron eran aún más etéreas que el propio concepto, las de Miliband son agua cristalina: poner firmes a las empresas energéticas, acabar con el poder de la banca, intervenir en los sectores económicos en los que falta competencia. Otra cosa es que haya la misma claridad en cómo alcanzar esos objetivos.
Detrás de la estrategia de Miliband está la necesidad de recuperar la confianza perdida de las clases medias. O, dicho de forma más cruda, cómo recuperar el centro político al que apeló Tony Blair para ganar tres mayorías absolutas consecutivas. El laborismo acabó perdiendo votantes por la izquierda debido a ese centrismo y por todas partes, izquierda, centro y derecha, por el catastrófico estado en el que dejaron la economía.
¿Cómo, en esas condiciones, pueden recuperar la confianza de esas clases medias? Primero, mostrando su contrición por los errores del pasado, algo que Miliband hace siempre que puede, aprovechando que a pesar de que él formaba parte de la élite del Nuevo Laborismo, su poder fue relativo y su papel bastante discreto. Casi siempre entre bastidores, su cargo más relevante fue el de ministro de Energía y Medio Ambiente.
Y, segundo, aunque el orden de los factores tampoco aquí altera el producto, cortejando a las clases medias y a las clases populares que aspiran a serlo. "La clase media británica está hoy siendo exprimida como nunca antes y la gente que intenta injertarse en ella encuentra cada día obstáculos más grandes para conseguirlo", escribió esta semana en un artículo en el Daily Telegraph, el diario más próximo al Partido Conservador y al inglés medio.
La solución la ha ido ofreciendo a calculadas pequeñas dosis, todas ellas encaminadas a alcanzar ese nuevo capitalismo. En el congreso de otoño de los laboristas, amenazó a las compañías energéticas con congelar las tarifas de gas y electricidad si para 2015 no las han bajado y los laboristas llegan al poder.
Esta semana ha amenazado con imponer límites a la expansión de los grandes bancos porque entre cuatro se reparten el 85% del crédito a las pequeñas y medianas empresas. A Miliband no le da miedo meterse con los grandes. Antes de tocarle las pulgas a las energéticas y a la banca se las había tocado directamente a Rupert Murdoch en particular y luego a la prensa en general liderando la creación de un organismo independiente para atajar sus excesos.
Este domingo, en el influyente programa dominical de la BBC Andrew Marr Show, ha defendido poner en marcha una auditoría anual para medir el grado de competencia o de ausencia de ella en el mercado para beneficiar a los consumidores. Una vez más, el enunciado del problema a combatir es más fácil que las medidas a poner en marcha.