Obama pide a Al Maliki que incluya a todas las facciones de Irak en el Gobierno
El Primer Ministro se reúne con el presidente de EE UU cuestionado por su autoritarismo e incapacidad de reunificar Irak
Espera adquirir un material bélico a cuya venta se opone el Congreso
Eva Saiz
Washington, El País
Mucho ha cambiado la situación en Irak desde la primera vez que su Primer Ministro, Nuri Al Maliki, se reuniera en la Casa Blanca con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en diciembre de 2011, a pocos días para la retirada definitiva de las tropas americanas del país asiático, y su segundo encuentro de este viernes. Al Maliki ha llegado a Washington como jefe de un país profundamente dividido en el que el terrorismo y los enfrentamientos sectarios entre chiíes y suníes se han recrudecido de manera alarmante. Consciente de que el autoritarismo del iraquí y su incapacidad para apuntalar la reconciliación son una de las principales causas que alimentan la escalada de violencia en Irak, Obama ha instado a su homólogo a que trabaje por integrar a todas las facciones en el Gobierno.
“He hecho hincapié, además de en nuestro apoyo en materia antiterrorista, en lo interesados que estamos en que todas los pueblos de Irak tengan voz en su Gobierno”, ha señalado Obama al final de la reunión. El presidente de EE UU confía en que se apruebe una ley electoral que permita “resolver las diferencias a través de la política y no por métodos violentos”.
Desde la retirada de las tropas estadounidenses, la violencia y el deterioro de la seguridad en Irak no han parado de crecer. Con 4.314 muertes de civiles contabilizadas entre enero y agosto, por la Misión de Misión de Asistencia a Irak de Naciones Unidas (UNAMI)-otras agencias de la ONU establecen la cifra en 7.000-, 2013 se ha convertido en el año más sangriento del último lustro.
El fortalecimiento de la presencia de Al Qaeda en Irak, la guerra civil en la vecina Seria y la ausencia de reformas estructurales y han contribuido a reavivar la violencia, pero, de acuerdo con el informe de Derechos Humanos de 2012 del Departamento de Estado y con la opinión de varios legisladores y expertos, ha sido la debilidad del Gobierno de Al Maliki y la intimidación hacia sus adversarios políticos -representantes kurdos y de la minoría suní- la que ha fomentado la polarización de la nación y el fortalecimiento de los grupos extremistas suníes y de la propia Al Qaeda.
El Primer Ministro iraquí eludió este jueves durante un almuerzo en el Instituto para la Paz en Washington asumir cualquier tipo de responsabilidad en la escalada de la tensión en su país y culpó directamente a Al Qaeda y al conflicto sirio de caos insoportable que se ha instalado en Irak. “El principal problema de la violencia en Irak es el Gobierno iraquí que no ha implicado lo suficiente lograr la reconciliación entre las facciones suficientes , lo que ha creado un ambiente que los grupos terroristas no han hecho sino explotar”, señala en conversación telefónica Brian Katluis, experto en Terrorismo, Seguridad Nacional y Oriente Próximo del Center for American Progress y que estuvo presente en el acto con con Al Maliki.
Las decenas de miembros de los Muyaidines del Pueblo del Irán (MEK), un grupo iraní en el exilio han manifestado su oposición al autoritarismo de Al Maliki manifestándose cada tarde frente al hotel en el que se ha alojado el Primer Ministro durante su estancia en Washington para denunciar los ataques a manos de las fuerzas armadas iraquíes en los campos de refugiados del MEK en Irak.
El recelo del Congreso
La Casa Blanca insiste, no obstante, en presentar a Al Qaeda como el único responsable de la violencia en Irak. “El país quiere resolver las diferencias políticas de manera pacífica, pero Al Qaeda está tratando de sabotear ese proceso”, ha señalado ese viernes su portavoz, Jay Carney. Para combatir esa amenaza terrorista es para lo que Al Maliki va a solicitar a la Casa Blanca nuevo arsenal bélico -ya existen casi medio centenar de acuerdos armamentísticos por valor de 10.000 millones de dólares entre ambos países-, entre ellos helicópteros Apache y misiles Hellfire.
El presidente del comité, el demócrata Bob Menéndez, se lamentó ante lo que percibió como “una falta de consciencia de los retos a los que se enfrenta la sociedad iraquí” por parte de Al Maliki
Carney señaló el martes que la asistencia a Irak era “una pieza esencial del compromiso de EE UU con ese país y una herramienta esencial para mantener la colaboración bilateral durante el proceso de transición”. Sin embargo, la opinión en el Capitolio es contraria a la entrega de nuevo material militar.
Durante la reunión que mantuvo Al Maliki ese mismo día con los máximos responsables del comité de Asuntos Exteriores del Senado para obtener su aquiescencia a la venta de armas, los legisladores le manifestaron sus dudas sobre la incapacidad del Primer Ministro para incorporar a su Gobierno, dominado por los chiíes, a las minorías suníes y kurdas. Los legisladores critican la permisividad del Gobierno iraquí a la hora de abrir el espacio aéreo para que Irán suministre armas a Siria y recelan de que Al Maliki no vaya a empelar las armas contra sus adversarios.
El encuentro no fue satisfactorio. “No sentí que hubiera interiorizado nuestras preocupaciones, incluso pareció desdeñarlas”, señaló el republicano Bob Corker. El presidente del comité, el demócrata Bob Menéndez, se lamentó ante lo que percibió como “una falta de consciencia de los retos a los que se enfrenta la sociedad iraquí” por parte de Al Maliki. Ambos senadores remitieron una carta a Obama el martes pasado, firmada por otros cuatro colegas demócratas y republicanos, entre ellos John McCain y Carl Levin (el presidente del comité de Servicios Armados), en el que le pedían que no autorizara la venta de nuevo material militar a Irak en tanto que no hubiera arrancado de Al Maliki un compromiso para “afrontar los serios problemas de gobernanza”. “Estoy de acuerdo con los congresistas en que no tiene sentido enviar más armamento en tanto que no haya un esfuerzo visible para lograr la reunificación nacional”, señala Katluis.
La ambivalencia de EE UU
Tras la retirada de las tropas de Irak, EE UU buscó mantener la influencia en el país asiático a través de la diplomacia y la cooperación. La Embajada de Washington en Bagdag es la más grande que tiene EE UU, allí trabajan 16.000 personas, entre ellos 5.000 contratistas de seguridad y 11.000 diplomáticos, analistas y funcionarios de la Inteligencia, todos con inmunidad diplomática. Desde la invasión, EE UU ha invertido 60.000 millones en proyectos de infraestructura, pero la mayoría no se han llegado a completar. El informe del Congreso, Aprendiendo sobre Irak, reconoce que los esfuerzos para la reconstrucción “han sido un fracaso”.
En su carta, los congresistas critican a la Administración Obama por su ambivalencia respecto a la actual situación en Irak. Katluis, sin embargo, sostiene que “ninguna implicación de terceros países puede ayudar a resolver el descontrol y el problema político allí”. La guerra de Irak se orquestó para crear una democracia proestadounidense en la región, pero 10 años después de la invasión, sería aventurado afirmar que exista un régimen verdaderamente democrático y la decreciente influencia de EE UU en la zona, -frente al creciente peso de Irán- hacen difícil que Washington pueda tener un rol creíble como mediador entre las diferentes facciones del país asiático.
No obstante, el hecho de que Al Maliki se desplace a Washington para pedir ayuda militar es un ejemplo de la dependencia de Bagdag de EE UU. “La disminución de la relevancia estadounidense en Oriente Próximo es cuestionable, todos los países de la zona acuden a nosotros a asistencia y no lo hacen a Irán o a China, eso significa algo”, sostiene Katluis.
Espera adquirir un material bélico a cuya venta se opone el Congreso
Eva Saiz
Washington, El País
Mucho ha cambiado la situación en Irak desde la primera vez que su Primer Ministro, Nuri Al Maliki, se reuniera en la Casa Blanca con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en diciembre de 2011, a pocos días para la retirada definitiva de las tropas americanas del país asiático, y su segundo encuentro de este viernes. Al Maliki ha llegado a Washington como jefe de un país profundamente dividido en el que el terrorismo y los enfrentamientos sectarios entre chiíes y suníes se han recrudecido de manera alarmante. Consciente de que el autoritarismo del iraquí y su incapacidad para apuntalar la reconciliación son una de las principales causas que alimentan la escalada de violencia en Irak, Obama ha instado a su homólogo a que trabaje por integrar a todas las facciones en el Gobierno.
“He hecho hincapié, además de en nuestro apoyo en materia antiterrorista, en lo interesados que estamos en que todas los pueblos de Irak tengan voz en su Gobierno”, ha señalado Obama al final de la reunión. El presidente de EE UU confía en que se apruebe una ley electoral que permita “resolver las diferencias a través de la política y no por métodos violentos”.
Desde la retirada de las tropas estadounidenses, la violencia y el deterioro de la seguridad en Irak no han parado de crecer. Con 4.314 muertes de civiles contabilizadas entre enero y agosto, por la Misión de Misión de Asistencia a Irak de Naciones Unidas (UNAMI)-otras agencias de la ONU establecen la cifra en 7.000-, 2013 se ha convertido en el año más sangriento del último lustro.
El fortalecimiento de la presencia de Al Qaeda en Irak, la guerra civil en la vecina Seria y la ausencia de reformas estructurales y han contribuido a reavivar la violencia, pero, de acuerdo con el informe de Derechos Humanos de 2012 del Departamento de Estado y con la opinión de varios legisladores y expertos, ha sido la debilidad del Gobierno de Al Maliki y la intimidación hacia sus adversarios políticos -representantes kurdos y de la minoría suní- la que ha fomentado la polarización de la nación y el fortalecimiento de los grupos extremistas suníes y de la propia Al Qaeda.
El Primer Ministro iraquí eludió este jueves durante un almuerzo en el Instituto para la Paz en Washington asumir cualquier tipo de responsabilidad en la escalada de la tensión en su país y culpó directamente a Al Qaeda y al conflicto sirio de caos insoportable que se ha instalado en Irak. “El principal problema de la violencia en Irak es el Gobierno iraquí que no ha implicado lo suficiente lograr la reconciliación entre las facciones suficientes , lo que ha creado un ambiente que los grupos terroristas no han hecho sino explotar”, señala en conversación telefónica Brian Katluis, experto en Terrorismo, Seguridad Nacional y Oriente Próximo del Center for American Progress y que estuvo presente en el acto con con Al Maliki.
Las decenas de miembros de los Muyaidines del Pueblo del Irán (MEK), un grupo iraní en el exilio han manifestado su oposición al autoritarismo de Al Maliki manifestándose cada tarde frente al hotel en el que se ha alojado el Primer Ministro durante su estancia en Washington para denunciar los ataques a manos de las fuerzas armadas iraquíes en los campos de refugiados del MEK en Irak.
El recelo del Congreso
La Casa Blanca insiste, no obstante, en presentar a Al Qaeda como el único responsable de la violencia en Irak. “El país quiere resolver las diferencias políticas de manera pacífica, pero Al Qaeda está tratando de sabotear ese proceso”, ha señalado ese viernes su portavoz, Jay Carney. Para combatir esa amenaza terrorista es para lo que Al Maliki va a solicitar a la Casa Blanca nuevo arsenal bélico -ya existen casi medio centenar de acuerdos armamentísticos por valor de 10.000 millones de dólares entre ambos países-, entre ellos helicópteros Apache y misiles Hellfire.
El presidente del comité, el demócrata Bob Menéndez, se lamentó ante lo que percibió como “una falta de consciencia de los retos a los que se enfrenta la sociedad iraquí” por parte de Al Maliki
Carney señaló el martes que la asistencia a Irak era “una pieza esencial del compromiso de EE UU con ese país y una herramienta esencial para mantener la colaboración bilateral durante el proceso de transición”. Sin embargo, la opinión en el Capitolio es contraria a la entrega de nuevo material militar.
Durante la reunión que mantuvo Al Maliki ese mismo día con los máximos responsables del comité de Asuntos Exteriores del Senado para obtener su aquiescencia a la venta de armas, los legisladores le manifestaron sus dudas sobre la incapacidad del Primer Ministro para incorporar a su Gobierno, dominado por los chiíes, a las minorías suníes y kurdas. Los legisladores critican la permisividad del Gobierno iraquí a la hora de abrir el espacio aéreo para que Irán suministre armas a Siria y recelan de que Al Maliki no vaya a empelar las armas contra sus adversarios.
El encuentro no fue satisfactorio. “No sentí que hubiera interiorizado nuestras preocupaciones, incluso pareció desdeñarlas”, señaló el republicano Bob Corker. El presidente del comité, el demócrata Bob Menéndez, se lamentó ante lo que percibió como “una falta de consciencia de los retos a los que se enfrenta la sociedad iraquí” por parte de Al Maliki. Ambos senadores remitieron una carta a Obama el martes pasado, firmada por otros cuatro colegas demócratas y republicanos, entre ellos John McCain y Carl Levin (el presidente del comité de Servicios Armados), en el que le pedían que no autorizara la venta de nuevo material militar a Irak en tanto que no hubiera arrancado de Al Maliki un compromiso para “afrontar los serios problemas de gobernanza”. “Estoy de acuerdo con los congresistas en que no tiene sentido enviar más armamento en tanto que no haya un esfuerzo visible para lograr la reunificación nacional”, señala Katluis.
La ambivalencia de EE UU
Tras la retirada de las tropas de Irak, EE UU buscó mantener la influencia en el país asiático a través de la diplomacia y la cooperación. La Embajada de Washington en Bagdag es la más grande que tiene EE UU, allí trabajan 16.000 personas, entre ellos 5.000 contratistas de seguridad y 11.000 diplomáticos, analistas y funcionarios de la Inteligencia, todos con inmunidad diplomática. Desde la invasión, EE UU ha invertido 60.000 millones en proyectos de infraestructura, pero la mayoría no se han llegado a completar. El informe del Congreso, Aprendiendo sobre Irak, reconoce que los esfuerzos para la reconstrucción “han sido un fracaso”.
En su carta, los congresistas critican a la Administración Obama por su ambivalencia respecto a la actual situación en Irak. Katluis, sin embargo, sostiene que “ninguna implicación de terceros países puede ayudar a resolver el descontrol y el problema político allí”. La guerra de Irak se orquestó para crear una democracia proestadounidense en la región, pero 10 años después de la invasión, sería aventurado afirmar que exista un régimen verdaderamente democrático y la decreciente influencia de EE UU en la zona, -frente al creciente peso de Irán- hacen difícil que Washington pueda tener un rol creíble como mediador entre las diferentes facciones del país asiático.
No obstante, el hecho de que Al Maliki se desplace a Washington para pedir ayuda militar es un ejemplo de la dependencia de Bagdag de EE UU. “La disminución de la relevancia estadounidense en Oriente Próximo es cuestionable, todos los países de la zona acuden a nosotros a asistencia y no lo hacen a Irán o a China, eso significa algo”, sostiene Katluis.