Obama interviene para evitar un nuevo paquete de sanciones a Irán
El intento de varios senadores de imponer más medidas de castigo podría descarrilar las negociaciones que el miércoles se reanudan en Ginebra
Antonio Caño
Washington, El País
El presidente norteamericano, Barack Obama, se reunió este martes con los principales miembros de ambos partidos en el Senado para tratar de frenar un intento de imponer nuevas sanciones a Irán, lo que, en vísperas de una nueva negociación con ese país sobre su programa nuclear, arruinaría cualquier posibilidad de un acuerdo y abortaría lo que actualmente es la mayor apuesta de la política exterior de la Casa Blanca.
Obama ha citado a los líderes demócrata y republicano, así como a los máximos responsables de cuatro comités del Senado implicados en las sanciones a Irán, para intentar impedir una acción que se interpreta como otro esfuerzo de parte de la oposición, esta vez con algunos apoyos demócratas, para descarrilar la estrategia del presidente en un punto crucial de su agenda de gobierno.
El portavoz presidencial, Jay Carney, ha informado de que Obama había transmitido a los senadores la inconveniencia de aprobar más sanciones antes de conocerse los resultados de las negociaciones con Irán. El presidente garantizó a los congresistas, según Carney, que cualquier concesión que se haga a Irán en Ginebra será “limitada, temporal y reversible”.
La Casa Blanca necesita el respaldo del Senado para poder ofrecer en las conversaciones que el miércoles se reanudan en Ginebra algunas compensaciones al Gobierno iraní a cambio de que congele o reduzca su producción nuclear para garantizar que no construye una bomba atómica. Si ese respaldo no se convierte de momento en la suspensión de las sanciones que en su día impuso el Congreso, sí es preciso que, al menos, no siga adelante con el propósito de algunos senadores de aprobar una nueva batería de medidas de castigo contra el régimen islámico.
La Casa Blanca puede, formalmente, suspender algunas de las sanciones actualmente vigentes sin necesidad de respaldo parlamentario, pero Obama trata de evitar la sensación de desconcierto que produciría el hecho de que diferentes ramas del poder de Estados Unidos retiren unas sanciones mientras se imponen otras nuevas. Una situación así, seguramente condenaría al fracaso esta nueva ronda de negociaciones con Teherán.
Algunos senadores opuestos a la política de Obama hacia Irán, que consideran demasiado condescendiente, estiman que la imposición de nuevas sanciones es la única fórmula para obligar al régimen iraní a hacer concesiones en Ginebra. Cuatro senadores republicanos, encabezados por Marco Rubio, enviaron una carta la pasada semana al presidente en la que dejaban constancia de su preocupación por la posición adoptada por la Administración en las últimas conversaciones con Irán en la misma ciudad suiza. Los influyentes senadores republicanos John McCain y Lindsay Graham, igualmente, expresaron públicamente su agradecimiento al Gobierno de Francia por haber impedido que se llegara a un acuerdo en esa ocasión. Una de las vías que estudian los republicanos es la de incluir las nuevas sanciones como una enmienda de los presupuestos de defensa, lo que haría muy difícil el veto presidencial.
Los republicanos cuentan en el Senado con el respaldo de algunos colegas demócratas próximos a Israel, cuyo Gobierno se opone a las conversaciones de Ginebra. El presidente del comité de Banca, Tim Johnson, que se ocupa de las principales restricciones financieras a Irán, ha confirmado que podría aceptarse un nuevo paquete de sanciones, aunque ha aceptado que primero habría que escuchar a la Administración.
Después del paso atrás dado en Siria y ante el bloqueo de la mediación para revitalizar el diálogo de paz entre israelíes y palestinos, la negociación con Irán es la última baza que le queda a Obama para obtener algún éxito en su estrategia en Oriente Próximo. Obama, que ya tomó en septiembre la arriesgada iniciativa de mantener una conversación telefónica con el presidente iraní, Hasan Rohaní, quedaría en una posición muy delicada si eso no se ve acompañado por algún progreso real en Ginebra.
Algunos senadores opuestos a la política de Obama hacia Irán, que consideran demasiado condescendiente, estiman que la imposición de nuevas sanciones es la única fórmula para obligar al régimen iraní a hacer concesiones en Ginebra
El Gobierno norteamericano intenta, en todo caso, reducir al máximo las expectativas ante esta segunda ronda, a la vista de la frustración producida por el fracaso de la anterior. “No tengo mayores expectativas de cara a estas negociaciones más que el hecho de que negociaremos de buena fe y que intentaremos dar un primer paso hacia un acuerdo, y la esperanza de que Irán entenderá la importancia de ir preparados para elaborar un documento que pruebe al mundo que su programa nuclear es pacífico”, declaró el martes el secretario de Estado, John Kerry.
Antonio Caño
Washington, El País
El presidente norteamericano, Barack Obama, se reunió este martes con los principales miembros de ambos partidos en el Senado para tratar de frenar un intento de imponer nuevas sanciones a Irán, lo que, en vísperas de una nueva negociación con ese país sobre su programa nuclear, arruinaría cualquier posibilidad de un acuerdo y abortaría lo que actualmente es la mayor apuesta de la política exterior de la Casa Blanca.
Obama ha citado a los líderes demócrata y republicano, así como a los máximos responsables de cuatro comités del Senado implicados en las sanciones a Irán, para intentar impedir una acción que se interpreta como otro esfuerzo de parte de la oposición, esta vez con algunos apoyos demócratas, para descarrilar la estrategia del presidente en un punto crucial de su agenda de gobierno.
El portavoz presidencial, Jay Carney, ha informado de que Obama había transmitido a los senadores la inconveniencia de aprobar más sanciones antes de conocerse los resultados de las negociaciones con Irán. El presidente garantizó a los congresistas, según Carney, que cualquier concesión que se haga a Irán en Ginebra será “limitada, temporal y reversible”.
La Casa Blanca necesita el respaldo del Senado para poder ofrecer en las conversaciones que el miércoles se reanudan en Ginebra algunas compensaciones al Gobierno iraní a cambio de que congele o reduzca su producción nuclear para garantizar que no construye una bomba atómica. Si ese respaldo no se convierte de momento en la suspensión de las sanciones que en su día impuso el Congreso, sí es preciso que, al menos, no siga adelante con el propósito de algunos senadores de aprobar una nueva batería de medidas de castigo contra el régimen islámico.
La Casa Blanca puede, formalmente, suspender algunas de las sanciones actualmente vigentes sin necesidad de respaldo parlamentario, pero Obama trata de evitar la sensación de desconcierto que produciría el hecho de que diferentes ramas del poder de Estados Unidos retiren unas sanciones mientras se imponen otras nuevas. Una situación así, seguramente condenaría al fracaso esta nueva ronda de negociaciones con Teherán.
Algunos senadores opuestos a la política de Obama hacia Irán, que consideran demasiado condescendiente, estiman que la imposición de nuevas sanciones es la única fórmula para obligar al régimen iraní a hacer concesiones en Ginebra. Cuatro senadores republicanos, encabezados por Marco Rubio, enviaron una carta la pasada semana al presidente en la que dejaban constancia de su preocupación por la posición adoptada por la Administración en las últimas conversaciones con Irán en la misma ciudad suiza. Los influyentes senadores republicanos John McCain y Lindsay Graham, igualmente, expresaron públicamente su agradecimiento al Gobierno de Francia por haber impedido que se llegara a un acuerdo en esa ocasión. Una de las vías que estudian los republicanos es la de incluir las nuevas sanciones como una enmienda de los presupuestos de defensa, lo que haría muy difícil el veto presidencial.
Los republicanos cuentan en el Senado con el respaldo de algunos colegas demócratas próximos a Israel, cuyo Gobierno se opone a las conversaciones de Ginebra. El presidente del comité de Banca, Tim Johnson, que se ocupa de las principales restricciones financieras a Irán, ha confirmado que podría aceptarse un nuevo paquete de sanciones, aunque ha aceptado que primero habría que escuchar a la Administración.
Después del paso atrás dado en Siria y ante el bloqueo de la mediación para revitalizar el diálogo de paz entre israelíes y palestinos, la negociación con Irán es la última baza que le queda a Obama para obtener algún éxito en su estrategia en Oriente Próximo. Obama, que ya tomó en septiembre la arriesgada iniciativa de mantener una conversación telefónica con el presidente iraní, Hasan Rohaní, quedaría en una posición muy delicada si eso no se ve acompañado por algún progreso real en Ginebra.
Algunos senadores opuestos a la política de Obama hacia Irán, que consideran demasiado condescendiente, estiman que la imposición de nuevas sanciones es la única fórmula para obligar al régimen iraní a hacer concesiones en Ginebra
El Gobierno norteamericano intenta, en todo caso, reducir al máximo las expectativas ante esta segunda ronda, a la vista de la frustración producida por el fracaso de la anterior. “No tengo mayores expectativas de cara a estas negociaciones más que el hecho de que negociaremos de buena fe y que intentaremos dar un primer paso hacia un acuerdo, y la esperanza de que Irán entenderá la importancia de ir preparados para elaborar un documento que pruebe al mundo que su programa nuclear es pacífico”, declaró el martes el secretario de Estado, John Kerry.