Las dos Ucranias frente a Europa

La mitad del país depende de los lazos con Rusia y teme que la UE exija un desamantelamiento industrial

Pilar Bonet
Kiev, El País
Ucrania no es una mercancía a precio de saldo que Occidente pueda comprar aprovechando una oportunidad, percibida como única y fugaz por algunos países de la UE, sobre todo por los que fueron parte de la URSS o aliados de aquel imperio y arrastran aún un cierto síndrome de ansiedad. Ucrania es el destino de más de 45 millones de personas, de las cuales cerca de la mitad residen en las grandes zonas industriales que dependen del mercado ruso, y de la cooperación con Rusia para sobrevivir.


En el conjunto de Ucrania el apoyo social a la Unión Aduanera con Rusia es ligeramente superior (38% de la población) al obtenido por el acuerdo de Asociación con la UE (37,8%), pero la ventaja de la opción prorusa es aplastante en las regiones del sur y del este, que produce cerca de la mitad del PIB del país, según encuestas del Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KMIS, en sus siglas en ucraniano)

La vida en el este y el sur es dura y lo puede ser aún más si se desprecian los intereses de los ciudadanos que han sido hasta ahora la base de su economía como país industrializado. Este era el contundente e incluso angustioso mensaje que se transmitía ayer en Kiev durante un mitin convocado por el Partido de las Regiones, del presidente Viktor Yanukóvich, en la plaza de Europa. El acto, el primero organizado por la fuerza política del Gobierno después de la cumbre de la UE en Vilna, ponía un contrapunto a 300 metros del otro mitin permanente, el euromaidán, en la plaza de la Independencia, que se configuraba ayer como el punto de inicio de una cadena humana con voluntad de llegar hasta hasta las fronteras occidentales de Ucrania.

Si en la plaza de la Independencia los reunidos eran jóvenes estudiantes de sonrisas juguetonas y ojos chispeantes, arropados en banderas ucranias y europeas, en la plaza de Europa abundaban los rostros curtidos, los abrigos desgastados, los ceños fruncidos por preocupaciones cotidianas y bien reales. “Éramos 3.500 empleados y en tres años nuestra plantilla se ha reducido a 1.500. Trabajamos 12 o 15 días en los talleres y luego estamos 10 días parados en casa”, afirmaba Arkadi, de la fábrica de motores de Melitópol, una filial de la fábrica de automóviles de Zaporozhie. Arkadi, de 40 años, dice cobrar 2.000 grivnas (180 euros) mensuales, de las cuales 500 se le van en impuestos. “Antes vendíamos al mercado ruso, ahora los rusos producen sus propios automóviles y motores con la ayuda de los fabricantes alemanes y japoneses y no compran nuestros coches. Hemos comprado la maquinaria que los polacos desecharon cuando tuvieron que entregar su industria automovilística para ingresar en la UE. Lo mismo pasará con nuestra industria”, señalaba Arkadi, que dice tener 40 años pero aparenta tener 20 más.

“Esos estudiantes que se manifiestan en la plaza están llenos de ilusiones, pero cuando acaben sus carreras entenderán que no van a encontrar trabajo y van a tener que emigrar, como emigraron los polacos, como han emigrado los letones porque su agricultura ha sido destruida por la UE”, afirmaba Arkadi. “No se puede cortar en carne viva. Tenemos demasiados lazos con Rusia, demasiadas cosas en común y lo que hay que hacer es que en Ucrania se viva como en Europa y no huir hacia Europa. Hay que construir Europa en Ucrania”, decía.

De Berdiansk, una ciudad en el mar de Azov, había venido Oleg, que lleva dos meses sin que le abonen el subsidio de paro. Tal retraso parece una inquietante recaída en las prácticas de impagos y demoras en las prestaciones sociales que no se producían desde hace más de una década. "No estamos en contra de la Unión Europea, pero no podemos aceptar las condiciones que nos ponen, las rebajas de salarios y reducción de puestos de trabajo combinadas con las subidas de precios". ¿Acaso no hay una enorme crisis económica en España y en Grecia que son países de la UE?", espetaba.

"Debido al precio del gas y los impuestos nuestra producción tiene unos costes muy superiores a la de China, aunque es de mayor calidad", decía Igor, de 52 años, un metalúrgico de la ciudad de Makeevka, en Donetsk. "Nuestros costes aumentarán todavía más si los precios del gas suben", señalaba Igor, que afirmaba cobrar 2.500 grivnas (225 euros) al mes. "¿Acaso este es un sueldo normal para un especialista que además realiza un trabajo peligroso y nocivo?", exclamaba.

Yanukóvich vuelve de Vilna con las manos vacías y su colega ruso, Vladímir Putin, no le está esperando con una recompensa por no haber firmado el acuerdo de Asociación con la UE. La opción del presidente de Ucrania hoy no está entre el Este y el Oeste sino entre elaborar una estrategia económica seria al servicio del Estado ucraniano y de sus ciudadanos o bien afrontar una crisis galopante que puede producir la bancarrota en cuestión de meses.

Con sus miedos, sus intereses miopes de clan, con la corrupción que le rodea, Yanukóvich ha irritado al Este y al Oeste y lo peor es que ha minado la confianza internacional en Ucrania. En vez de negociar de forma rigurosa con las cartas sobre la mesa, Yanukóvich ha trapicheado a puerta cerrada con unos y con otros. A los occidentales les ha contado lo desgraciado que se siente por ser víctima de las presiones de Vladímir Putin. Los occidentales han aireado inmediatamente el "secreto". Lo que no sabemos es lo qué le cuenta Yanukóvich a Putin, que, por su trayectoria profesional, sólo airea lo que le conviene. Mientras su presidente cuchichéa hacia el Este y hacia el Oeste, Ucrania está a punto de entrar en una zona de grandes turbulencias, y puestos a ser ineficaz, Yanukóvich ni siquiera sabe imitar a Alexandr Lukashenko, el presidente de Bielorrusia, que se las arregla para sacar partido de los enfrentamientos entre Bruselas y Moscú.

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