Choque entre los gigantes asiáticos por ocho islas deshabitadas

La situación en el mar de China Oriental se pone al rojo vivo tras la decisión de Pekín de ampliar unilateralmente su espacio aéreo

Georgina Higueras, El País
La decisión unilateral de China de establecer una zona de control aéreo, que incluye las ocho islas deshabitadas en disputa con Tokio insertas en el acuerdo de defensa mutua entre Japón y Estados Unidos, ha puesto al rojo vivo la situación en el mar de China Oriental. Pekín ordenó anoche a sus aviones militares que realizaran vuelos “rutinarios de control” en ese espacio, después de que aeronaves de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur decidieran hacer oídos sordos de la bravuconada china y se adentraran en lo que se conoce en la jerga aeronáutica internacional como ADIZ (Air Defense Identification Zone).


La publicación, el viernes 23, del mapa con la nueva ADIZ sorprendió a los vecinos del entorno, que contemplan inquietos la reafirmación de China como potencia regional y su expansión por los mares del Este y del Sur. Washington respondió de inmediato al desafió, y el martes envió dos bombarderos gigantes B-52 a entrenarse sobre el espacio aéreo de la islas Diaoyu (en chino) y Senkaku (en japonés), que según el acuerdo de San Francisco (1951), que China no firmó, forman parte de Japón.

Pekín dio un paso atrás ante el reto del Pentágono. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Qin Gang, señaló el miércoles, sin mencionar el vuelo de los B-52, que China, “según las diferentes situaciones y lo grande que fuesen los riesgos, realizaría las correspondientes respuestas”.

Este paso atrás fue aprovechado por Japón y Corea del Sur para ver hasta donde llegaba la voluntad china de hacer respetar su ADIZ y aviones militares de ambos países se adentraron ayer en ese espacio aéreo. Las voces de los nacionalistas chinos pidiendo a su Gobierno que se hiciera respetar se desataron a través de las redes sociales. Es evidente que para acallarlas, Pekín ordenó a sus aviones de guerra que realizaran “patrullas rutinarias de control”.

Todo apunta a que los estrategas chinos no midieron bien las consecuencias de la decisión de presentar el nuevo mapa de su espacio aéreo como un fait accompli (hecho consumado). Hasta ahora, Pekín ha cortejado con delicadeza a Corea del Sur, país donde EEUU tiene estacionados 28.000 soldados pero que mantiene unas tensas relaciones con Japón por razones históricas y por una disputa sobre otros islotes. Las chispas saltaron porque el mapa de la ADIZ se adentra unos 3.000 kilómetros cuadrados en el espacio aéreo surcoreano.

El ministro de Exteriores surcoreano Yun Byung-se declaró en un foro de Defensa, según informa The Wall Street Journal, que la imposición por China de la ADIZ “hace aún más difícil tratar las complicadas situaciones regionales”. Pekín mantiene fuertes diferendos con varios de sus vecinos –Filipinas, Vietnam, Malaisia y Brunei-- por la soberanía sobre distintos archipiélagos diminutos y casi todos deshabitados en el mar del Sur de China. Taiwan, la isla donde se refugió el Gobierno nacionalista chino tras perder la guerra civil en 1949 y que Pekín tacha de “provincia rebelde”, también reclama esos islotes.

Esta previsto que China y Corea del Sur analicen hoy la situación, durante la reunión, que ya estaba acordada antes de que se declarara la ADIZ, entre los viceministros de Defensa de ambos países.

Pese a que Seúl es un socio estratégico de EEUU, Pekín ha tratado de atraérselo hacia su esfera de influencia a través de unas muy potentes relaciones económicas y de presentarse como el único país capaz de hacer oír su voz en la díscola Corea del Norte, que se ha dotado de armas nucleares lo que hace temblar al Sur. La unilateralidad de la ADIZ amenaza con romper los puentes tendidos hasta ahora.

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