Obama negocia un breve retraso de la amenaza de suspensión de pagos
Un portavoz de la oposición afirma que la reunión con Obama ha sido “muy útil”
Antonio Caño
Washington, El País
La crisis política y presupuestaria de Estados Unidos ha dado un giro hacia una situación confusa y en absoluto tranquilizadora, aunque puede servir, con muchas dudas e incertidumbre aún, para retrasar seis semanas más la catástrofe económica que se anticipada para dentro de seis días. El Partido Republicano ha propuesto extender hasta el 22 de noviembre el techo de deuda para evitar, al menos hasta esa fecha, la temida suspensión de pagos, a cambio de que Barack Obama acceda a negociar para la reapertura de la administración federal, que cumple once días de cierre y continuará así indefinidamente.
La oferta ha sido presentada esta tarde a Obama, quien la rechazó en su formulación actual, pero aceptó la posibilidad de discutirla con algunas importantes modificaciones, especialmente la de que se ponga fin también al cierre administrativo. Al término de la reunión de poco más de una hora celebrada en la Casa Blanca, Eric Cantor, el número dos del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, declaró que la conversación había sido “muy útil” y que su partido, claramente presionado por encuestas que lo declaran culpable de esta situación, seguiría discutiendo a lo largo de la noche una fórmula viable para Obama. Boehner abandonó la residencia presidencial sin hacer declaraciones.
Antes de ese encuentro, se vivieron unas horas intensas en las que la esperanza y el pesimismo se alternaban cada minuto entre declaraciones a medias, apuestas sorprendentes, amenazas y rumores. Pero, aún en ese clima de duelo político, Wall Street, ansioso de librarse de la espada de Damocles que pende sobre la economía, estalló al alza cuando se supo que el drama podía retrasarse.
La jornada comenzó con una comparencia ante el Congreso del secretario del Tesoro, Jacob Lew, para advertir que los republicanos estaban “jugando con fuego” y que el Gobierno no disponía de ningún instrumento, absolutamente ninguno, de evitar la suspensión de pagos si no se elevaba el techo de deuda, lo que provocaría un cataclismo mundial: “desestabilización de los mercados de crédito, significativa caída del valor del dólar, aumento sustancial de los tipos de interés en EE UU, consecuencias negativas para toda la economía global y un riesgo de crisis financiera y recesión similar o peor a la de 2008”.
Apenas había acabado de hablar Lew, cuando Boehner apareció ante la prensa, rodeado de los principales líderes de su partido en la Cámara, para revelar su decisión de aumentar sin condiciones y por un corto periodo el límite de endeudamiento, aunque manteniendo cerrada la administración, a cambio de que el presidente negocie. No dijo exactamente sobre qué debe de negociar. Uno de sus colegas se limitó a añadir que “sobre una amplia gama de asuntos”, sin detallar cuáles.
Es importante ahora comprobar cómo se convierte esa propuesta en una ley capaz de ser aprobada, probablemente hoy viernes, por la Cámara de Representantes. Algunos miembros del Tea Party, el origen y el motor de esta crisis, ya han confesado que tienen algunas dudas sobre la iniciativa de Boehner. Los congresistas demócratas, por su parte, van a esperar a los resultados de los contactos nocturnos entre la Casa Blanca y los republicanos para tomar una decisión. No está claro aún qué tipo de ley puede resultar de todo esto y con qué mayoría puede ser aprobada.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, no aclaró gran cosa sobre la reacción de Obama a la propuesta de Boehner. Dijo que estaba “feliz de comprobar que los republicanos han entendido que la suspensión de pagos no es una opción” y que el presidente está dispuesto a firmar una ley que eleve temporalmente el techo de deuda sin ninguna condición añadida. Pero también insistió en que no pagaría ningún rescate para reabrir la administración o pagar las deudas de EE UU.
La posición de la Casa Blanca ha sido desde el comienzo la de que Obama no negociaría con una pistola en la sien, que no estaba dispuesto a hablar hasta que los republicanos no aprobasen el presupuesto para reabrir la administración y evitar la suspensión de pagos. Con su última propuesta, el Partido Republicano hace más incómoda todavía la posición del presidente, puesto que le obliga a negociar con la administración cerrada o asumir la responsabilidad por la suspensión de pagos.
Negociar es siempre una palabra mágica. Habitualmente, quien se opone a negociar pierde el argumento ante la opinión pública, mucho más en un asunto de cierta complejidad para su comprensión, como es este. El problema es que la negociación de la que aquí se habla es difícil de entender, por decirlo suavemente. Primero, la condición republicana para evitar la crisis presupuestaria era acabar, reducir o eliminar la reforma sanitaria. Ahora se ha abierto el punto de mira y se pretende negociar en seis semanas sobre el déficit, el gasto público y los impuestos, algo sobre lo que las dos partes no se han puesto de acuerdo en años.
Antonio Caño
Washington, El País
La crisis política y presupuestaria de Estados Unidos ha dado un giro hacia una situación confusa y en absoluto tranquilizadora, aunque puede servir, con muchas dudas e incertidumbre aún, para retrasar seis semanas más la catástrofe económica que se anticipada para dentro de seis días. El Partido Republicano ha propuesto extender hasta el 22 de noviembre el techo de deuda para evitar, al menos hasta esa fecha, la temida suspensión de pagos, a cambio de que Barack Obama acceda a negociar para la reapertura de la administración federal, que cumple once días de cierre y continuará así indefinidamente.
La oferta ha sido presentada esta tarde a Obama, quien la rechazó en su formulación actual, pero aceptó la posibilidad de discutirla con algunas importantes modificaciones, especialmente la de que se ponga fin también al cierre administrativo. Al término de la reunión de poco más de una hora celebrada en la Casa Blanca, Eric Cantor, el número dos del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, declaró que la conversación había sido “muy útil” y que su partido, claramente presionado por encuestas que lo declaran culpable de esta situación, seguiría discutiendo a lo largo de la noche una fórmula viable para Obama. Boehner abandonó la residencia presidencial sin hacer declaraciones.
Antes de ese encuentro, se vivieron unas horas intensas en las que la esperanza y el pesimismo se alternaban cada minuto entre declaraciones a medias, apuestas sorprendentes, amenazas y rumores. Pero, aún en ese clima de duelo político, Wall Street, ansioso de librarse de la espada de Damocles que pende sobre la economía, estalló al alza cuando se supo que el drama podía retrasarse.
La jornada comenzó con una comparencia ante el Congreso del secretario del Tesoro, Jacob Lew, para advertir que los republicanos estaban “jugando con fuego” y que el Gobierno no disponía de ningún instrumento, absolutamente ninguno, de evitar la suspensión de pagos si no se elevaba el techo de deuda, lo que provocaría un cataclismo mundial: “desestabilización de los mercados de crédito, significativa caída del valor del dólar, aumento sustancial de los tipos de interés en EE UU, consecuencias negativas para toda la economía global y un riesgo de crisis financiera y recesión similar o peor a la de 2008”.
Apenas había acabado de hablar Lew, cuando Boehner apareció ante la prensa, rodeado de los principales líderes de su partido en la Cámara, para revelar su decisión de aumentar sin condiciones y por un corto periodo el límite de endeudamiento, aunque manteniendo cerrada la administración, a cambio de que el presidente negocie. No dijo exactamente sobre qué debe de negociar. Uno de sus colegas se limitó a añadir que “sobre una amplia gama de asuntos”, sin detallar cuáles.
Es importante ahora comprobar cómo se convierte esa propuesta en una ley capaz de ser aprobada, probablemente hoy viernes, por la Cámara de Representantes. Algunos miembros del Tea Party, el origen y el motor de esta crisis, ya han confesado que tienen algunas dudas sobre la iniciativa de Boehner. Los congresistas demócratas, por su parte, van a esperar a los resultados de los contactos nocturnos entre la Casa Blanca y los republicanos para tomar una decisión. No está claro aún qué tipo de ley puede resultar de todo esto y con qué mayoría puede ser aprobada.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, no aclaró gran cosa sobre la reacción de Obama a la propuesta de Boehner. Dijo que estaba “feliz de comprobar que los republicanos han entendido que la suspensión de pagos no es una opción” y que el presidente está dispuesto a firmar una ley que eleve temporalmente el techo de deuda sin ninguna condición añadida. Pero también insistió en que no pagaría ningún rescate para reabrir la administración o pagar las deudas de EE UU.
La posición de la Casa Blanca ha sido desde el comienzo la de que Obama no negociaría con una pistola en la sien, que no estaba dispuesto a hablar hasta que los republicanos no aprobasen el presupuesto para reabrir la administración y evitar la suspensión de pagos. Con su última propuesta, el Partido Republicano hace más incómoda todavía la posición del presidente, puesto que le obliga a negociar con la administración cerrada o asumir la responsabilidad por la suspensión de pagos.
Negociar es siempre una palabra mágica. Habitualmente, quien se opone a negociar pierde el argumento ante la opinión pública, mucho más en un asunto de cierta complejidad para su comprensión, como es este. El problema es que la negociación de la que aquí se habla es difícil de entender, por decirlo suavemente. Primero, la condición republicana para evitar la crisis presupuestaria era acabar, reducir o eliminar la reforma sanitaria. Ahora se ha abierto el punto de mira y se pretende negociar en seis semanas sobre el déficit, el gasto público y los impuestos, algo sobre lo que las dos partes no se han puesto de acuerdo en años.