“¿Dónde está Francia?”

En un año los jóvenes han pasado de celebrar la victoria de Hollande a repudiar su política de seguridad e inmigración

Juan Peces
París, El País
De la plaza de la Bastilla a la plaza de la Nación. Ese es el recorrido de la manifestación de estudiantes celebrada hoy en París para denunciar las expulsiones de jóvenes inmigrantes escolarizados, y de dos casos recientes que han indignado a la sociedad francesa: el de Leonarda Dibrani y Khatchik Kachatryan. Pero la frase sirve también de metáfora para describir otro recorrido: el que ha llevado a los jóvenes de celebrar, en 2012, la victoria de François Hollande (en Bastilla) a mostrar, un año después, el vómito que les provoca la política de seguridad e inmigración de su gobierno.


Alrededor de 4.000 personas, según la Policía y 12.000 según los estudiantes, principalmente de entre 13 y 19 años de edad, han desafiado a mediodía el acoso policial durante las manifestaciones de ayer y han interpretado a su manera las instrucciones del ministro de Educación, Vincent Peillon, que les dijo: "Vuelvan a clase". Los alumnos han vuelto, sí. Pero a la calle, a protestar y a pedir la dimisión del ministro del Interior, el francés –de origen español– Manuel Valls.

Congregados en la plaza de la Nación, han exhibido pancartas con lemas como "¿Dónde está Francia, país de los derechos humanos?", "Expulsiones, la barbarie liberal", "No a la ola de expulsiones", "Estudiantes encolerizados" y mensajes varios contra Valls. Apoyados por las juventudes de los partidos de izquierda los estudiantes exhiben su creciente desencanto con el gobierno socialista y su negativa a tolerar su política de inmigración.

Soumaya Belhag, de 16 años y alumna del liceo Jacques Monod, explica así los motivos de su presencia: "Hace mucho tiempo que se viene expulsando a los 'sin papeles', y habitualmente la gente guarda silencio. Pero ya estamos hartos". Le parece "asqueroso" lo ocurrido con Leonarda y Khatchik y asegura que "Francia, cuando le conviene, acoge a la gente; cuando no, la expulsa". Belhag, que lleva un velo islámico, denuncia también el clima de xenofobia y racismo que se vive en las aulas y dice haber recibido amenazas de muerte e insultos. La joven se dice dispuesta a manifestarse "hasta que los expulsados vuelvan a clase" y se felicita por la creciente politización del alumnado: "Hemos permanecido callados demasiado tiempo. Ahora es la hora de manifestarse".

Jaspal De Oliveira-Gill, del liceo Louis-le-Grand de París y 17 años de edad, opina que "no es normal que haya niños excluidos de la escuela" por su condición de extranjeros. Ha mamado el compromiso político en su casa desde pequeña. "Hace años me uní a mis padres, por ejemplo, en la lucha por la regularización y escolarización de una familia inmigrante". No siempre se siente apoyada. "Es difícil ir a un liceo elitista cuyos alumnos no comparten mis ideas, lo cual es lamentable". Pero considera que "es importante estar aquí, aunque perdamos clases, para decir lo que pensamos".

La expulsión de Leonarda y Kahtchik, según Juliette Bernard Martínez (15 años, estudiante en Fontenay-aux-Roses, extrarradio de París), "atenta contra la libertad y contra lo expresado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos". Muchos de sus amigos, dice, son inmigrantes: "Han vivido en Francia toda su vida, así que son franceses. Es injusto enviarles a un país que no es el suyo". De la misma opinión es Kaltrina Mehmeti (15 años, Liceo Turgot), que ha venido envuelta en una bandera de Kosovo, el país de Leonarda. "Es repugnante la manera en la que han expulsado a esa chica", afirma esta parisiense cuyos padres emigraron a Francia desde Kosovo antes de la guerra.

Habib Gniengue, responsable de Internacional de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF) y estudiante universitario de 25 años, ha venido a la protesta porque no se trata solo de algo que afecte a los alumnos de secundaria. "En las facultades tenemos a muchos estudiantes sin papeles; muchos han sido ya expulsados y otros están en riesgo permanente". Una institución educativa, proclama, "debe ser un santuario".

Para este colectivo, "una persona inmigrante escolarizada tiene vocación de integrarse en la sociedad francesa". Por eso no le parece "normal" expulsarla "bajo el pretexto de que no tiene papeles". En referencia al caso de Leonarda, de etnia gitana y deportada a Kosovo, destaca la contradicción de que "se acusa a los gitanos de no querer integrarse, cuando la mejor manera de integrar a las familias es mediante la escolarización". Gniengue estima que "un carné de estudiante equivale a un permiso de residencia, y el alumno inmigrante debe tener la posibilidad de finalizar sus estudios y ser regularizado".

A la manifestación han acudido también personas de diferentes edades que muestran su solidaridad intergeneracional con los inmigrantes. El relato de Odile Joanna, profesora jubilada de 74 años, recuerda a las movilizaciones de apoyo en España a los desahuciados: "A Khatchik, detenido por el supuesto robo de unos zapatos, intentaron meterlo en el avión el 10 de octubre. Allí se concentraron estudiantes, militantes de RESF [la red de organizaciones de apoyo a los inmigrantes] y políticos comprometidos, y lograron sacarlo del avión". Dos días después, fue, efectivamente, deportado. Esta antigua profesora destaca que comenzó a participar en RESF cuando el Gobierno quiso expulsar a una de sus alumnas. "Eso ocurrió en 2006… en tiempos de [el expresidente francés, Nicolas] Sarkozy".

Según fuentes del Elíseo citadas por la prensa, el Gobierno debe recibir hoy viernes el informe sobre la actuación de la Prefectura que gestionó el expediente de expulsión de la pequeña Leonarda, y tomará una decisión al respecto el fin de semana.

Los estudiantes inician esta noche un periodo de vacaciones escolares de dos semanas, pero se declaran dispuestos a continuar las movilizaciones.

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