Cientos de mujeres 'intocables' en la India trabajan para plantar cara al sistema
Varanasi, EP
En Uttar Pradesh, un estado del norte de India donde a lo único que pueden aspirar muchas mujeres es a convertirse en la suegra de otra, miles de 'intocables' --la casta más baja--, han iniciado un proceso de transformación de sus vidas que empieza con la creación de grupos de consumo femeninos en sus aldeas y pasa por la conquista del espacio público y la constitución de auténticos grupos de presión frente a las administraciones locales.
El cambio es fruto del trabajo de distintas entidades, como el que realizan con apoyo de Manos Unidas, Lok Chetana Samiti o ASMITA, dos ONG dependientes de la Sociedad India de Misiones (IMS) con presencia en cientos de aldeas que han crecido alrededor de la ciudad sagrada de Varanasi. Allí, el grueso de la población pertenece a la casta social más baja, los 'dalit', y en muchos casos son inmigrantes de otras provincias del país o grupos semi nómadas que viven en una situación de absoluta pobreza.
Ambas se sirven de la misma figura para llevar a cabo la transformación: la "animadora", una joven voluntaria o de plantilla que asesora y acompaña en el proceso a las mujeres de estos suburbios y que, generalmente, procede de ellos. El objetivo: que conozcan e identifiquen sus derechos, que tengan autonomía para debatir al respecto y suficiente poder para hacerlos valer, ya sea ante el gobierno de la India o en su propia casa, frente a sus maridos.
"Hay que ir muy despacio, es un proceso muy difícil", explica el responsable del proyecto de Chetana, el sacerdote Satmish Augustine, a cuyo cargo hay 120 grupos femeninos en otras tantas aldeas, es decir, más de 2.000 mujeres. Según apunta, "el principal problema es llegar hasta ellas", profundamente imbuidas en un sistema que les niega la voz y en una familia, la de su esposo, que no las protege.
Augustine recuerda que cuando una mujer es casada con otro hombre en India, ha de trasladarse a vivir con su familia política, quien además, recibe una dote por ello. Aunque la casuística es tan amplia como el número de familias, el sacerdote apunta que no son pocos los casos de jóvenes que acaban convertidas en esclavas domésticas de sus propias suegras o que sufren violencia de género. Están en una aldea distinta de la suya y donde no tienen redes que las amparen. "Sólo pueden esperar convertirse en suegras a su vez algún día", lamenta.
Aunque estas ONG se sirven de distintas herramientas para llegar a ellas, la figura 'estrella' es el teatro callejero, que dirige un mensaje claro a las mujeres en sus distintas comunidades sobre asuntos que les afectan directamente, como la dote, los micro créditos o la esclavitud. "Ellas se ven reflejadas y se dan cuenta de que todas están pasando por lo mismo", explica a los medios una de las animadoras del proyecto de ASMITA.
El siguiente paso es conseguir que en las reuniones mensuales del grupo de consumo, que son tuteladas por la animadora -- a menudo la única del encuentro que sabe escribir--, se aborden otros temas, como el desarrollo de la aldea o la situación de sus familias, aunque conforme explica el sacerdote, lleva años alcanzar este punto. En Gaura lo han conseguido al cabo de nueve y la presidenta de lo que ya es un "comité" de mujeres, Sushila, de 30 años de edad, enseña con orgullo su libro de contabilidad y su caja de caudales.
Las mujeres de esta aldea, que son más de cien, están totalmente organizadas en tres grupos de consumo que, a su vez, se han unido formando un equipo de presión que incluso cuenta con uniforme propio, el sari de color azul que se han confeccionado. Han conseguido ahorrar más de 50.000 rupias (590 euros) gracias a sus propios programas de autoempleo, en un lugar donde difícilmente se superan ingresos de 140 rupias diarias (1,7 euros), han mejorado la situación general de la aldea con su política de micro créditos.
Ya no necesitan que las animadoras cumplimenten por ellas los formularios oficiales para solicitar ayudas al Gobierno, porque ahora son sus hijos, escolarizados, quienes les echan una mano cuando el papeleo se complica.
Eso sí, para protestar se valen por sí mismas: se presentan todas juntas donde haga falta, como en la puerta de un hombre que ha pegado a su mujer o en la sede del gobierno regional, a quien han exigido con éxito que ampliase el programa de empleo social y pagase lo mismo y a tiempo a todos los trabajadores. Ahora están luchando por ampliar la calidad y la cantidad de la comida que reciben sus hijos en el comedor de la escuela pública.
Algunas de las niñas de estas aldeas acaban estudiando en la ciudad y residen en un centro de Lok Chetana donde reciben además formación en valores y adquieren competencias de cara al mundo laboral, como conducir. El sacerdote reconoce que muchas de estas niñas y mujeres serán casadas por una dote y enviadas lejos de sus familias y de sus grupos de apoyo a otras aldeas, pero prefiere mirar el lado positivo "llevarán lo que han aprendido a otro lugar y allí podrán reproducirlo y crear nuevos grupos". "Con el tiempo, la red se extenderá", asegura.
En Uttar Pradesh, un estado del norte de India donde a lo único que pueden aspirar muchas mujeres es a convertirse en la suegra de otra, miles de 'intocables' --la casta más baja--, han iniciado un proceso de transformación de sus vidas que empieza con la creación de grupos de consumo femeninos en sus aldeas y pasa por la conquista del espacio público y la constitución de auténticos grupos de presión frente a las administraciones locales.
El cambio es fruto del trabajo de distintas entidades, como el que realizan con apoyo de Manos Unidas, Lok Chetana Samiti o ASMITA, dos ONG dependientes de la Sociedad India de Misiones (IMS) con presencia en cientos de aldeas que han crecido alrededor de la ciudad sagrada de Varanasi. Allí, el grueso de la población pertenece a la casta social más baja, los 'dalit', y en muchos casos son inmigrantes de otras provincias del país o grupos semi nómadas que viven en una situación de absoluta pobreza.
Ambas se sirven de la misma figura para llevar a cabo la transformación: la "animadora", una joven voluntaria o de plantilla que asesora y acompaña en el proceso a las mujeres de estos suburbios y que, generalmente, procede de ellos. El objetivo: que conozcan e identifiquen sus derechos, que tengan autonomía para debatir al respecto y suficiente poder para hacerlos valer, ya sea ante el gobierno de la India o en su propia casa, frente a sus maridos.
"Hay que ir muy despacio, es un proceso muy difícil", explica el responsable del proyecto de Chetana, el sacerdote Satmish Augustine, a cuyo cargo hay 120 grupos femeninos en otras tantas aldeas, es decir, más de 2.000 mujeres. Según apunta, "el principal problema es llegar hasta ellas", profundamente imbuidas en un sistema que les niega la voz y en una familia, la de su esposo, que no las protege.
Augustine recuerda que cuando una mujer es casada con otro hombre en India, ha de trasladarse a vivir con su familia política, quien además, recibe una dote por ello. Aunque la casuística es tan amplia como el número de familias, el sacerdote apunta que no son pocos los casos de jóvenes que acaban convertidas en esclavas domésticas de sus propias suegras o que sufren violencia de género. Están en una aldea distinta de la suya y donde no tienen redes que las amparen. "Sólo pueden esperar convertirse en suegras a su vez algún día", lamenta.
Aunque estas ONG se sirven de distintas herramientas para llegar a ellas, la figura 'estrella' es el teatro callejero, que dirige un mensaje claro a las mujeres en sus distintas comunidades sobre asuntos que les afectan directamente, como la dote, los micro créditos o la esclavitud. "Ellas se ven reflejadas y se dan cuenta de que todas están pasando por lo mismo", explica a los medios una de las animadoras del proyecto de ASMITA.
El siguiente paso es conseguir que en las reuniones mensuales del grupo de consumo, que son tuteladas por la animadora -- a menudo la única del encuentro que sabe escribir--, se aborden otros temas, como el desarrollo de la aldea o la situación de sus familias, aunque conforme explica el sacerdote, lleva años alcanzar este punto. En Gaura lo han conseguido al cabo de nueve y la presidenta de lo que ya es un "comité" de mujeres, Sushila, de 30 años de edad, enseña con orgullo su libro de contabilidad y su caja de caudales.
Las mujeres de esta aldea, que son más de cien, están totalmente organizadas en tres grupos de consumo que, a su vez, se han unido formando un equipo de presión que incluso cuenta con uniforme propio, el sari de color azul que se han confeccionado. Han conseguido ahorrar más de 50.000 rupias (590 euros) gracias a sus propios programas de autoempleo, en un lugar donde difícilmente se superan ingresos de 140 rupias diarias (1,7 euros), han mejorado la situación general de la aldea con su política de micro créditos.
Ya no necesitan que las animadoras cumplimenten por ellas los formularios oficiales para solicitar ayudas al Gobierno, porque ahora son sus hijos, escolarizados, quienes les echan una mano cuando el papeleo se complica.
Eso sí, para protestar se valen por sí mismas: se presentan todas juntas donde haga falta, como en la puerta de un hombre que ha pegado a su mujer o en la sede del gobierno regional, a quien han exigido con éxito que ampliase el programa de empleo social y pagase lo mismo y a tiempo a todos los trabajadores. Ahora están luchando por ampliar la calidad y la cantidad de la comida que reciben sus hijos en el comedor de la escuela pública.
Algunas de las niñas de estas aldeas acaban estudiando en la ciudad y residen en un centro de Lok Chetana donde reciben además formación en valores y adquieren competencias de cara al mundo laboral, como conducir. El sacerdote reconoce que muchas de estas niñas y mujeres serán casadas por una dote y enviadas lejos de sus familias y de sus grupos de apoyo a otras aldeas, pero prefiere mirar el lado positivo "llevarán lo que han aprendido a otro lugar y allí podrán reproducirlo y crear nuevos grupos". "Con el tiempo, la red se extenderá", asegura.