Obama sale a la conquista, uno a uno, de los votos del Congreso
El presidente no cuenta actualmente con el respaldo suficiente para una intervención militar en Siria
Antonio Caño
Washington, El País
Barack Obama se está implicando personalmente este fin de semana en el esfuerzo de persuadir uno por uno a los miembros del Congreso para conseguir una mayoría favorable a la intervención en Siria de la que ahora mismo carece. Aunque el argumento principal es el de la necesidad de responder al uso de armas químicas por la seguridad de Estados Unidos y de sus aliados, también están en juego en este momento el futuro del presidente y la credibilidad del país, lo que complica y hace más imprevisible el resultado de la votación.
Si esta fuera una decisión exclusivamente sobre la conveniencia o no de bombardear Siria, casi con seguridad Obama sería derrotado en el Congreso. Los norteamericanos no quieren esta guerra, y así se lo han hecho saber de forma abrumadora a los representantes de sus respectivos distritos. Pero los congresistas tienen que tener en cuenta otros factores que pueden incluir significativamente en su pronunciamiento final.
Tras la votación sobre Siria, se oculta una suerte de referéndum sobre Obama y una declaración sobre el papel que EE UU, como superpotencia, debe jugar en el mundo. Y eso, en última instancia, puede ayudar al presidente. Por supuesto, no entre los republicanos más radicales vinculados al Tea Party, cuya posición en contra del ataque a Siria parece inamovible. Pero sí entre los demócratas y entre los republicanos moderados. Los demócratas saben que votar en contra destrozaría la presidencia de Obama y, tal vez, la reputación de su propio partido a largo plazo en el manejo de la política exterior. Los conservadores centristas son conscientes de que la derrota de la Casa Blanca minaría extraordinariamente la autoridad de EE UU como líder internacional.
Cómo influye todo eso en la contabilidad de votos en el Capitolio se irá viendo a lo largo de la próxima semana. Puede depender, en primer lugar, del impacto del mensaje que Obama tiene previsto dirigir a la nación el próximo martes. Como prueban las encuestas, el presidente no ha podido todavía convencer a sus compatriotas de que existen, bien poderosas razones humanitarias o bien fundadas amenazas para la seguridad de EE UU, que justifican actuar militarmente en Siria.
Si ese discurso sirve para variar el estado actual de la opinión pública, lo que no será fácil, todo resultará más sencillo para la Casa Blanca. Pero si el mensaje no tiene el impacto esperado, la suerte de Obama quedará plenamente en manos de los congresistas.
El presidente tiene algunos aliados en el Capitolio. Cuenta, principalmente, con el apoyo de los lideres de ambos partidos en la Cámara de Representantes. Nancy Pelosi, la líder demócrata, cuenta con bastante crédito entre la izquierda de su partido, cuyos votos son imprescindibles para alcanzar los 218 que se necesitan en esa cámara, teniendo en cuenta que, de los 233 republicanos, más de un centenar está vinculado al Tea Party y otro tanto pertenece a distritos muy conservadores. Todos ellos se juegan la reelección el año próximo. Uno de los argumento de Pelosi con sus compañeros será el del daño que la derrota de Obama puede significar para otras prioridades de la agenda parlamentaria demócrata, como la reforma migratoria.
Curiosamente, Obama tiene el apoyo del presidente de la Cámara y máxima figura republicana en esa institución, John Boehner, quien también se juega algo en esta votación, puesto que su jerarquía se vería seriamente menoscabada si no consigue que respalden su posición más de un par decenas de miembros de su partido.
El Senado, donde la votación se espera para mitad de la próxima semana, la situación es ligeramente más optimista para la Casa Blanca, principalmente porque los demócratas tienen mayoría, pero persisten aún dudas sobre el resultado final. Uno de los obstáculos ahí es que el líder de los republicanos, Mitch McConnell, se enfrenta actualmente a una dura batalla por la reelección contra un simpatizante del Tea Party que se opone a la guerra y que podría explotar electoralmente el apoyo de su rival a Obama. Además, dos demócratas votaron en contra y uno se abstuvo en la votación del comité de Relaciones Exteriores la esta semana, lo que permite calcular que la Casa Blanca va a necesitar alrededor de una decena de votos republicanos para llegar a los 50 que dan la mayoría en el Senado, considerando que el vicepresidente, Joe Biden, tiene facultad para deshacer un empate.
Antonio Caño
Washington, El País
Barack Obama se está implicando personalmente este fin de semana en el esfuerzo de persuadir uno por uno a los miembros del Congreso para conseguir una mayoría favorable a la intervención en Siria de la que ahora mismo carece. Aunque el argumento principal es el de la necesidad de responder al uso de armas químicas por la seguridad de Estados Unidos y de sus aliados, también están en juego en este momento el futuro del presidente y la credibilidad del país, lo que complica y hace más imprevisible el resultado de la votación.
Si esta fuera una decisión exclusivamente sobre la conveniencia o no de bombardear Siria, casi con seguridad Obama sería derrotado en el Congreso. Los norteamericanos no quieren esta guerra, y así se lo han hecho saber de forma abrumadora a los representantes de sus respectivos distritos. Pero los congresistas tienen que tener en cuenta otros factores que pueden incluir significativamente en su pronunciamiento final.
Tras la votación sobre Siria, se oculta una suerte de referéndum sobre Obama y una declaración sobre el papel que EE UU, como superpotencia, debe jugar en el mundo. Y eso, en última instancia, puede ayudar al presidente. Por supuesto, no entre los republicanos más radicales vinculados al Tea Party, cuya posición en contra del ataque a Siria parece inamovible. Pero sí entre los demócratas y entre los republicanos moderados. Los demócratas saben que votar en contra destrozaría la presidencia de Obama y, tal vez, la reputación de su propio partido a largo plazo en el manejo de la política exterior. Los conservadores centristas son conscientes de que la derrota de la Casa Blanca minaría extraordinariamente la autoridad de EE UU como líder internacional.
Cómo influye todo eso en la contabilidad de votos en el Capitolio se irá viendo a lo largo de la próxima semana. Puede depender, en primer lugar, del impacto del mensaje que Obama tiene previsto dirigir a la nación el próximo martes. Como prueban las encuestas, el presidente no ha podido todavía convencer a sus compatriotas de que existen, bien poderosas razones humanitarias o bien fundadas amenazas para la seguridad de EE UU, que justifican actuar militarmente en Siria.
Si ese discurso sirve para variar el estado actual de la opinión pública, lo que no será fácil, todo resultará más sencillo para la Casa Blanca. Pero si el mensaje no tiene el impacto esperado, la suerte de Obama quedará plenamente en manos de los congresistas.
El presidente tiene algunos aliados en el Capitolio. Cuenta, principalmente, con el apoyo de los lideres de ambos partidos en la Cámara de Representantes. Nancy Pelosi, la líder demócrata, cuenta con bastante crédito entre la izquierda de su partido, cuyos votos son imprescindibles para alcanzar los 218 que se necesitan en esa cámara, teniendo en cuenta que, de los 233 republicanos, más de un centenar está vinculado al Tea Party y otro tanto pertenece a distritos muy conservadores. Todos ellos se juegan la reelección el año próximo. Uno de los argumento de Pelosi con sus compañeros será el del daño que la derrota de Obama puede significar para otras prioridades de la agenda parlamentaria demócrata, como la reforma migratoria.
Curiosamente, Obama tiene el apoyo del presidente de la Cámara y máxima figura republicana en esa institución, John Boehner, quien también se juega algo en esta votación, puesto que su jerarquía se vería seriamente menoscabada si no consigue que respalden su posición más de un par decenas de miembros de su partido.
El Senado, donde la votación se espera para mitad de la próxima semana, la situación es ligeramente más optimista para la Casa Blanca, principalmente porque los demócratas tienen mayoría, pero persisten aún dudas sobre el resultado final. Uno de los obstáculos ahí es que el líder de los republicanos, Mitch McConnell, se enfrenta actualmente a una dura batalla por la reelección contra un simpatizante del Tea Party que se opone a la guerra y que podría explotar electoralmente el apoyo de su rival a Obama. Además, dos demócratas votaron en contra y uno se abstuvo en la votación del comité de Relaciones Exteriores la esta semana, lo que permite calcular que la Casa Blanca va a necesitar alrededor de una decena de votos republicanos para llegar a los 50 que dan la mayoría en el Senado, considerando que el vicepresidente, Joe Biden, tiene facultad para deshacer un empate.