Rusia se afianza en el sur del Cáucaso un lustro después de la guerra de Georgia
El poder económico y militar ruso se abre paso en las repúblicas de Osetia del Sur y Abjazia
Pilar Bonet
Moscú, El País
De la aventura militar del presidente de Georgia, Mijaíl Saakashvili, para dominar Osetia del Sur se cumplen cinco años. Su expedición a Tsjinval, la capital de aquel territorio, marcó un antes y un después en el sur del Cáucaso la noche del 7 al 8 de agosto de 2008. En defensa de los osetios, Rusia persiguió a los georgianos en su propio territorio y reconoció como países independientes a Osetia del Sur y Abjazia. Estas dos autonomías de la antigua URSS nunca encajaron en la Georgia poscomunista, pero para el grueso de la comunidad internacional estaban bajo el control de Tbilisi.
Tras la llamada guerra de los cinco días, que dejó centenares de muertos, Moscú transformó lo que eran misiones pacificadoras en una sólida presencia militar que tranquiliza a osetios y abjazos y asegura los intereses geoestratégicos rusos, si la OTAN se amplía al Cáucaso.
Rusia ha transferido 34.000 millones de rublos (más de 790 millones de euros) a Osetia del Sur desde 2008, según el vicepresidente del Gobierno, Alexandr Jloponin, pero las huellas de la guerra persisten en las casas ruinosas y los muros acribillados de Tsjinval. Empresas rusas y sus socios osetios dilapidaron o robaron dinero destinado a la reconstrucción cuando Eduard Kokoiti era el presidente de Osetia del Sur. Tras llegar al poder en 2012, el actual presidente, Leonid Tibílov, ordenó una investigación y ya van “más de 64 procesos incoados por la fiscalía”, afirma Tibílov a este periódico.
“Si el dinero ruso se hubiera dedicado a la reconstrucción, Osetia del Sur tendría otro aspecto”, sentencia el presidente. Tras una congelación temporal, el dinero de Moscú vuelve a fluir, pero el Kremlin obliga a Tsjinval a justificar cada proyecto. “Sin comisiones a compartir, los funcionarios rusos tienen menos interés en agilizar los pagos”, señalan conocedores del tema.
Casas que deberán ser demolidas por no apuntalarse a tiempo y agujeros en el alcantarillado de Tsjinval contrastan con la calidad de los cuarteles y viviendas de los militares rusos. Junto a una calle no asfaltada se alza un complejo residencial de los guardafronteras de la Federación Rusa. Envuelto en un aura de luz que contrasta con una oscura barriada vecina, el lujoso recinto rodeado de alambre de espino tiene, además de buenas farolas, viviendas de pulcras escaleras y hasta un templo ortodoxo.
En Znaur (suroeste de Tsjinval) o Dzhava (norte) y, sobre todo, en la frontera con Georgia han aparecido fortalezas donde trabajan y residen los uniformados rusos, miembros de los guardafronteras y de la cuarta base del Ejército. Los osetios no cuestionan su papel de salvadores, pero algunos observan que la instalación de infraestructura militar es más eficaz y organizada que la reconstrucción civil.
“Las relaciones con el contingente militar ruso son estupendas y no puede ser de otro modo porque con su ayuda fuimos liberados de la violencia que Georgia ejerció durante 20 años”, señala el presidente. “La paz llegó a Osetia con ayuda de los militares rusos (…) y vamos a crearles todas las condiciones para el desempeño de su labor”, dice Tibílov, según el cual en total —entre guardafronteras y militares rusos—, hay “más de 4.000 personas” en Osetia del Sur. Tibílov es escéptico sobre la política de Tbilisi tras la llegada de Bidzina Ivanishvili al Gobierno georgiano. “No veo cambios. Georgia sigue incrementando su potencial militar y la apoyan los mismos de antes”.
Con ayuda de los rusos, Osetia del Sur delimita el perímetro de la antigua autonomía soviética del mismo nombre. Los georgianos rechazan de plano estas fronteras en los “territorios ocupados”.
A tenor del acuerdo entre el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, y su colega ruso, Dmitri Medvédev, representantes de Georgia, Rusia, Osetia del Sur, Abjazia, Unión Europea, EE UU, la OSCE y la ONU vienen reuniéndose en Ginebra desde octubre de 2008 “sin más progreso que el mecanismo de prevención de conflictos”, afirma Murat Dzhióev, jefe de la delegación de Osetia del Sur para la regulación posconflicto. Una vez al mes, osetios y georgianos debaten incidencias en una tienda de campaña desplegada por la Unión Europea cerca de las lindes de Osetia del Sur.
Para abastecerse de alimentos o visitar a médicos los osetios cruzan los montes del Cáucaso hacia Rusia. Tbilisi está más cerca, pero desplazarse a Georgia se ha complicado. Autorizados a ir están los habitantes georgianos de Leningor, un distrito que Osetia conquistó en la guerra de 2008. Pero, a partir del 18 de septiembre y para evitar el contrabando, estos georgianos que “usan los servicios de una y otra parte”, según el ministro de Exteriores osetio, David Sanakóev, deberán “cruzar la frontera a pie” y no en vehículos, como hasta ahora. Pese a la nueva carretera asfaltada de Tsjinval a Leningor, la vida allí es dura: el agua es deficitaria y el abastecimiento de gas, precario.
En Tsjinval no pueden ser atendidos los portadores de marcapasos y falta equipo de diagnóstico. Por eso, los enfermos que no soportan la altura o la duración del viaje por el Cáucaso son trasladados a Tbilisi por la Cruz Roja, la única organización internacional residente en Osetia del Sur. “Si pudiéramos tratar a todos los enfermos aquí, no los llevaríamos a Tbilisi, pero los georgianos politizan la medicina para atraer a la gente”, dice Sanakóev.
La economía está estancada. En Osetia del Sur viven algo más de 50.000 personas, y unas 20.000 emigraron en las últimas dos décadas, según su presidente. Los pueblos georgianos al norte de Tsjinval fueron destruidos por los osetios en la guerra. Sus habitantes, acusados de propiciar la incursión de Saakashvili, huyeron a Georgia.
Saakashvili es hoy un antihéroe y la nueva Constitución georgiana prima la figura del primer ministro, Bidzina Ivanishvili, pero Tibílov no espera nada de las elecciones presidenciales del próximo octubre. “No creemos en Georgia. Su política no puede cambiar, porque solo ve su futuro como miembro de la OTAN”, afirma. “Con Ivanishvili, los georgianos modificaron su táctica y son más flexibles, pero solo podemos construir unas relaciones normales con ellos si nos dan garantías de seguridad jurídicamente vinculantes y entienden que Osetia es un país independiente y soberano”, afirma Sanakóev. El ministro cree que Osetia del Sur tiene más argumentos para ser independiente que Kósovo, la antigua región autónoma de Serbia, que hoy es un Estado “fundado artificialmente y dirigido desde fuera”.
Pilar Bonet
Moscú, El País
De la aventura militar del presidente de Georgia, Mijaíl Saakashvili, para dominar Osetia del Sur se cumplen cinco años. Su expedición a Tsjinval, la capital de aquel territorio, marcó un antes y un después en el sur del Cáucaso la noche del 7 al 8 de agosto de 2008. En defensa de los osetios, Rusia persiguió a los georgianos en su propio territorio y reconoció como países independientes a Osetia del Sur y Abjazia. Estas dos autonomías de la antigua URSS nunca encajaron en la Georgia poscomunista, pero para el grueso de la comunidad internacional estaban bajo el control de Tbilisi.
Tras la llamada guerra de los cinco días, que dejó centenares de muertos, Moscú transformó lo que eran misiones pacificadoras en una sólida presencia militar que tranquiliza a osetios y abjazos y asegura los intereses geoestratégicos rusos, si la OTAN se amplía al Cáucaso.
Rusia ha transferido 34.000 millones de rublos (más de 790 millones de euros) a Osetia del Sur desde 2008, según el vicepresidente del Gobierno, Alexandr Jloponin, pero las huellas de la guerra persisten en las casas ruinosas y los muros acribillados de Tsjinval. Empresas rusas y sus socios osetios dilapidaron o robaron dinero destinado a la reconstrucción cuando Eduard Kokoiti era el presidente de Osetia del Sur. Tras llegar al poder en 2012, el actual presidente, Leonid Tibílov, ordenó una investigación y ya van “más de 64 procesos incoados por la fiscalía”, afirma Tibílov a este periódico.
“Si el dinero ruso se hubiera dedicado a la reconstrucción, Osetia del Sur tendría otro aspecto”, sentencia el presidente. Tras una congelación temporal, el dinero de Moscú vuelve a fluir, pero el Kremlin obliga a Tsjinval a justificar cada proyecto. “Sin comisiones a compartir, los funcionarios rusos tienen menos interés en agilizar los pagos”, señalan conocedores del tema.
Casas que deberán ser demolidas por no apuntalarse a tiempo y agujeros en el alcantarillado de Tsjinval contrastan con la calidad de los cuarteles y viviendas de los militares rusos. Junto a una calle no asfaltada se alza un complejo residencial de los guardafronteras de la Federación Rusa. Envuelto en un aura de luz que contrasta con una oscura barriada vecina, el lujoso recinto rodeado de alambre de espino tiene, además de buenas farolas, viviendas de pulcras escaleras y hasta un templo ortodoxo.
En Znaur (suroeste de Tsjinval) o Dzhava (norte) y, sobre todo, en la frontera con Georgia han aparecido fortalezas donde trabajan y residen los uniformados rusos, miembros de los guardafronteras y de la cuarta base del Ejército. Los osetios no cuestionan su papel de salvadores, pero algunos observan que la instalación de infraestructura militar es más eficaz y organizada que la reconstrucción civil.
“Las relaciones con el contingente militar ruso son estupendas y no puede ser de otro modo porque con su ayuda fuimos liberados de la violencia que Georgia ejerció durante 20 años”, señala el presidente. “La paz llegó a Osetia con ayuda de los militares rusos (…) y vamos a crearles todas las condiciones para el desempeño de su labor”, dice Tibílov, según el cual en total —entre guardafronteras y militares rusos—, hay “más de 4.000 personas” en Osetia del Sur. Tibílov es escéptico sobre la política de Tbilisi tras la llegada de Bidzina Ivanishvili al Gobierno georgiano. “No veo cambios. Georgia sigue incrementando su potencial militar y la apoyan los mismos de antes”.
Con ayuda de los rusos, Osetia del Sur delimita el perímetro de la antigua autonomía soviética del mismo nombre. Los georgianos rechazan de plano estas fronteras en los “territorios ocupados”.
A tenor del acuerdo entre el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, y su colega ruso, Dmitri Medvédev, representantes de Georgia, Rusia, Osetia del Sur, Abjazia, Unión Europea, EE UU, la OSCE y la ONU vienen reuniéndose en Ginebra desde octubre de 2008 “sin más progreso que el mecanismo de prevención de conflictos”, afirma Murat Dzhióev, jefe de la delegación de Osetia del Sur para la regulación posconflicto. Una vez al mes, osetios y georgianos debaten incidencias en una tienda de campaña desplegada por la Unión Europea cerca de las lindes de Osetia del Sur.
Para abastecerse de alimentos o visitar a médicos los osetios cruzan los montes del Cáucaso hacia Rusia. Tbilisi está más cerca, pero desplazarse a Georgia se ha complicado. Autorizados a ir están los habitantes georgianos de Leningor, un distrito que Osetia conquistó en la guerra de 2008. Pero, a partir del 18 de septiembre y para evitar el contrabando, estos georgianos que “usan los servicios de una y otra parte”, según el ministro de Exteriores osetio, David Sanakóev, deberán “cruzar la frontera a pie” y no en vehículos, como hasta ahora. Pese a la nueva carretera asfaltada de Tsjinval a Leningor, la vida allí es dura: el agua es deficitaria y el abastecimiento de gas, precario.
En Tsjinval no pueden ser atendidos los portadores de marcapasos y falta equipo de diagnóstico. Por eso, los enfermos que no soportan la altura o la duración del viaje por el Cáucaso son trasladados a Tbilisi por la Cruz Roja, la única organización internacional residente en Osetia del Sur. “Si pudiéramos tratar a todos los enfermos aquí, no los llevaríamos a Tbilisi, pero los georgianos politizan la medicina para atraer a la gente”, dice Sanakóev.
La economía está estancada. En Osetia del Sur viven algo más de 50.000 personas, y unas 20.000 emigraron en las últimas dos décadas, según su presidente. Los pueblos georgianos al norte de Tsjinval fueron destruidos por los osetios en la guerra. Sus habitantes, acusados de propiciar la incursión de Saakashvili, huyeron a Georgia.
Saakashvili es hoy un antihéroe y la nueva Constitución georgiana prima la figura del primer ministro, Bidzina Ivanishvili, pero Tibílov no espera nada de las elecciones presidenciales del próximo octubre. “No creemos en Georgia. Su política no puede cambiar, porque solo ve su futuro como miembro de la OTAN”, afirma. “Con Ivanishvili, los georgianos modificaron su táctica y son más flexibles, pero solo podemos construir unas relaciones normales con ellos si nos dan garantías de seguridad jurídicamente vinculantes y entienden que Osetia es un país independiente y soberano”, afirma Sanakóev. El ministro cree que Osetia del Sur tiene más argumentos para ser independiente que Kósovo, la antigua región autónoma de Serbia, que hoy es un Estado “fundado artificialmente y dirigido desde fuera”.