El fracaso de la mediación de EE UU en Egipto eleva el riesgo de violencia
El Gobierno interino insiste en que dispersará las acampadas de los islamistas
Rocío López
El Cairo, El País
“Hoy terminaron todos los esfuerzos diplomáticos”. Con esta frase lapidaria, el Gobierno interino de Egipto ha anunciado este miércoles el fracaso del afán de las delegaciones extranjeras que se habían trasladado a El Cairo para mediar en el conflicto desatado tras el derrocamiento de Mohamed Morsi el pasado 3 de julio. Las misiones enviadas por EE UU, la UE, la Unión Africana, Emiratos Árabes Unidos y Catar han abandonado el país tras intensas rondas de negociaciones y pocos resultados, y dejan al pueblo egipcio sumido en la incertidumbre. Entre quienes han dejado el barco se encuentra el subsecretario de Estado estadounidense, William Burns, que había ido retrasando su vuelta desde que llegó a El Cairo, el viernes.
El comunicado, hecho público por la presidencia, se quita de encima cualquier responsabilidad en el naufragio de las negociaciones y culpa a los Hermanos Musulmanes, pidiéndoles que respeten la voluntad del pueblo. El Ejecutivo, dice la nota, “ha promovido los necesarios esfuerzos diplomáticos para permitir a los Hermanos Musulmanes y sus seguidores renunciar a la violencia” y ha vuelto a calificar como “no pacíficas” las acampadas que los partidarios de Morsi mantienen en la mezquita de Raba al Adauiya y la plaza Nahda. Ahmed Diyab, portavoz de la Coalición Nacional de Apoyo a la Legitimidad, respondía a las acusaciones diciendo que los agrupados contra el golpe están abiertos a negociar, pero siempre dentro del marco de la legalidad constitucional.
Los detalles sobre las conversaciones de los últimos días no han salido de los despachos, pero es evidente que ninguna de las dos partes está dispuesta a ceder en sus posiciones. El senador estadounidense John McCain, que se desplazó a Egipto junto con el también senador republicano Lindsey Graham, realizó el martes unas inquietantes declaraciones tras reunirse con el presidente interino, Adli Mansur; el ministro de Defensa, Abdelfatah al Sisi, y un grupo de destacadas figuras islamistas: “La situación aquí es realmente complicada, peor de lo que habíamos imaginado. Ambas partes están polarizadas. Los partidarios de Morsi siguen manifestándose y el Ejército y el nuevo Gobierno continúan manteniendo a gran parte de los líderes de los Hermanos Musulmanes incomunicados en prisión”. McCain pidió la liberación de todos los “presos políticos”, y a modo de aviso dejó caer que existen senadores que piden que se cierre el grifo de las ayudas militares a Egipto.
Levantado el fino muro de contención que han constituido las delegaciones extranjeras, vuelven los temores a que se produzcan nuevas masacres. Los participantes en las acampadas pro-Morsi refuerzan cada día las defensas que los separan de las fuerzas de seguridad desplegadas en la zona. Cientos de piedras se amontonan, estratégicamente, detrás de las trincheras que ellos mismos han levantado con sacos y ladrillos. Si la restitución de Morsi y de la Constitución de 2012 es todavía innegociable para los acampados, igual de inamovible es la postura del Gobierno interino respecto a la necesidad de desalojar los asentamientos. La última advertencia ha llegado de boca del primer ministro, Hazem al Beblawi, quien se ha reunido con el ministro de Defensa y el ministro del Interior para discutir los próximos pasos que el Ejecutivo piensa seguir. Las amenazas de desmantelar las acampadas se han ido sucediendo, sin terminar de cumplirse hasta ahora, y su ejecución no será ningún camino de rosas. Según el analista político Ziad Akl, “el Ejército no tiene experiencia en lidiar con fenómenos como este y en los últimos dos años y medio ha demostrado no saber cómo resolver manifestaciones de ciudadanos descontentos sin usar la fuerza”.
Además, fuera de los focos de tensión que se concentran en El Cairo, la península del Sinaí es un constante punto de inestabilidad que, según varios analistas, constituye una pequeña muestra de lo que espera a Egipto si los islamistas no encuentran cabida dentro del espacio político. Este miércoles las balas han vuelto a imponer su ley en la localidad de Al Arish, donde ha sido asesinado —supuestamente a manos de militantes yihadistas— Abdelhamid al Selmi, líder tribal y exdiputado del partido de Hosni Mubarak.
Este jueves comienza la fiesta del fin de Ramadán, pero los egipcios tienen poco que celebrar, inmersos en una travesía del destino borroso. El movimiento Rebelión, motor de lo que unos denominan “nueva revolución” y otros golpe de Estado, ha llamado a los egipcios a participar hoy en las manifestaciones con motivo de la festividad musulmana para “rechazar la intervención extranjera y apoyar la independencia nacional”. La cuestión es saber si esa independencia será capaz, por sí sola, de llevar entendimiento a quienes no desean escuchar más que su propia voz.
Rocío López
El Cairo, El País
“Hoy terminaron todos los esfuerzos diplomáticos”. Con esta frase lapidaria, el Gobierno interino de Egipto ha anunciado este miércoles el fracaso del afán de las delegaciones extranjeras que se habían trasladado a El Cairo para mediar en el conflicto desatado tras el derrocamiento de Mohamed Morsi el pasado 3 de julio. Las misiones enviadas por EE UU, la UE, la Unión Africana, Emiratos Árabes Unidos y Catar han abandonado el país tras intensas rondas de negociaciones y pocos resultados, y dejan al pueblo egipcio sumido en la incertidumbre. Entre quienes han dejado el barco se encuentra el subsecretario de Estado estadounidense, William Burns, que había ido retrasando su vuelta desde que llegó a El Cairo, el viernes.
El comunicado, hecho público por la presidencia, se quita de encima cualquier responsabilidad en el naufragio de las negociaciones y culpa a los Hermanos Musulmanes, pidiéndoles que respeten la voluntad del pueblo. El Ejecutivo, dice la nota, “ha promovido los necesarios esfuerzos diplomáticos para permitir a los Hermanos Musulmanes y sus seguidores renunciar a la violencia” y ha vuelto a calificar como “no pacíficas” las acampadas que los partidarios de Morsi mantienen en la mezquita de Raba al Adauiya y la plaza Nahda. Ahmed Diyab, portavoz de la Coalición Nacional de Apoyo a la Legitimidad, respondía a las acusaciones diciendo que los agrupados contra el golpe están abiertos a negociar, pero siempre dentro del marco de la legalidad constitucional.
Los detalles sobre las conversaciones de los últimos días no han salido de los despachos, pero es evidente que ninguna de las dos partes está dispuesta a ceder en sus posiciones. El senador estadounidense John McCain, que se desplazó a Egipto junto con el también senador republicano Lindsey Graham, realizó el martes unas inquietantes declaraciones tras reunirse con el presidente interino, Adli Mansur; el ministro de Defensa, Abdelfatah al Sisi, y un grupo de destacadas figuras islamistas: “La situación aquí es realmente complicada, peor de lo que habíamos imaginado. Ambas partes están polarizadas. Los partidarios de Morsi siguen manifestándose y el Ejército y el nuevo Gobierno continúan manteniendo a gran parte de los líderes de los Hermanos Musulmanes incomunicados en prisión”. McCain pidió la liberación de todos los “presos políticos”, y a modo de aviso dejó caer que existen senadores que piden que se cierre el grifo de las ayudas militares a Egipto.
Levantado el fino muro de contención que han constituido las delegaciones extranjeras, vuelven los temores a que se produzcan nuevas masacres. Los participantes en las acampadas pro-Morsi refuerzan cada día las defensas que los separan de las fuerzas de seguridad desplegadas en la zona. Cientos de piedras se amontonan, estratégicamente, detrás de las trincheras que ellos mismos han levantado con sacos y ladrillos. Si la restitución de Morsi y de la Constitución de 2012 es todavía innegociable para los acampados, igual de inamovible es la postura del Gobierno interino respecto a la necesidad de desalojar los asentamientos. La última advertencia ha llegado de boca del primer ministro, Hazem al Beblawi, quien se ha reunido con el ministro de Defensa y el ministro del Interior para discutir los próximos pasos que el Ejecutivo piensa seguir. Las amenazas de desmantelar las acampadas se han ido sucediendo, sin terminar de cumplirse hasta ahora, y su ejecución no será ningún camino de rosas. Según el analista político Ziad Akl, “el Ejército no tiene experiencia en lidiar con fenómenos como este y en los últimos dos años y medio ha demostrado no saber cómo resolver manifestaciones de ciudadanos descontentos sin usar la fuerza”.
Además, fuera de los focos de tensión que se concentran en El Cairo, la península del Sinaí es un constante punto de inestabilidad que, según varios analistas, constituye una pequeña muestra de lo que espera a Egipto si los islamistas no encuentran cabida dentro del espacio político. Este miércoles las balas han vuelto a imponer su ley en la localidad de Al Arish, donde ha sido asesinado —supuestamente a manos de militantes yihadistas— Abdelhamid al Selmi, líder tribal y exdiputado del partido de Hosni Mubarak.
Este jueves comienza la fiesta del fin de Ramadán, pero los egipcios tienen poco que celebrar, inmersos en una travesía del destino borroso. El movimiento Rebelión, motor de lo que unos denominan “nueva revolución” y otros golpe de Estado, ha llamado a los egipcios a participar hoy en las manifestaciones con motivo de la festividad musulmana para “rechazar la intervención extranjera y apoyar la independencia nacional”. La cuestión es saber si esa independencia será capaz, por sí sola, de llevar entendimiento a quienes no desean escuchar más que su propia voz.