Berlusconi: “El Gobierno sigue adelante”
El ex primer ministro moviliza a cientos de sus partidarios contra la sentencia del 'caso Mediaset'
Il Cavaliere reitera su apoyo al Gobierno de coalición, del que su partido forma parte
Lucia Magi
Roma, El País
La señora de tez bien dorada y pintalabios fucsia está perdiendo la voz: “Silvio te queremos”, grita. El objeto de tanta devoción, Silvio Berlusconi —empresario, tres veces primer ministro de Italia, senador condenado con sentencia firme a cuatro años de cárcel por fraude fiscal—, está sobre el escenario, frente a su residencia romana, en la calle del Plebiscito.
Con el rostro tenso, ojos cansados, americana y camiseta azul oscuro, parece necesitar mucho el cariño de Anna Renzoni, 60 años, llegada tras seis horas de autobús desde Pesaro (centro del país) y el del resto del millar de personas que se apiñan bajo el palacio Grazioli. Repiten al unísono y diligentes el lema de los últimos 20 años: “Se perpetró una injusticia, los magistrados son unos vendidos politizados”. El líder les complace: “En estos días que solo son angustia y dolor para mí, me reconforta vuestro abrazo. Pero tranquilos. Yo estoy aquí. Yo me quedo. Yo no tiro la toalla”, deletrea. Berlusconi, condenado a cuatro años por fraude fiscal, ahuyentó los temores a una crisis en el frágil Ejecutivo de coalición en el que participa, al asegurarle su apoyo: “El Gobierno debe seguir adelante para aprobar las medidas económicas que pedimos”.
A cada exclamación, la plaza responde con ovaciones, más declaraciones de afecto incondicional y alguna lagrimilla. Un ondear de banderas de Fuerza Italia, la primera criatura política del empresario milanés que le llevó al triunfo en 1994 y 2001, otorga a la escena un aire nostálgico. Los organizadores imprimieron y regalaron 1.500 enseñas. Porque la vuelta al pasado es un proyecto de futuro: Berlusconi anunció que su formación va a presentarse a las próximas elecciones con el símbolo que lucía antes de confluir, en 2008, en el Pueblo de la Libertad (PDL) con la derecha de Gianfranco Fini. Sin embargo, la ley anticorrupción, varada por los tecnócratas de Mario Monti, prohíbe a los condenados en la última instancia presentarse al Parlamento. El nuevo partido con viejo nombre resucita cojo.
Berlusconi hace lo que puede: arenga a los suyos, con tonos de inminente campaña electoral, busca empatía y la encuentra, como el veterano animal político y mediático que es. Y enseguida frena: “El Gobierno sigue adelante: no nos pueden tachar de irresponsables. Antes que todo viene el interés de nuestra Italia”. Los ministros, de hecho, renunciaron a participar en la manifestación, cuya asistencia estaba sin embargo prevista, “para no caer en instrumentalización alguna”, selló Maurizio Lupi, titular de Transportes.
El ejército azul, que se desplaza en autobuses turísticos y marcha al ritmo del himno Menos mal que Silvio existe, parece compacto en la confianza al líder y en la desconfianza hacia los magistrados, pero menos cohesionado en cuanto a la estrategia. “Le quieren asesinar por vía judicial porque no pudieron en las urnas. Tenemos que salir del Ejecutivo y volver a las urnas. Ganamos seguro”, está convencida Beatrice Guarducci, 72 años de cerca de Florencia. “A votar, a votar. Ponemos a Marina [la hija mayor de Berlusconi] de lideresa, que aquella tiene un par y él a su lado, sin ser elegido”, dice Remo Tanghetti, 50 años, de Turín. “Hay que ser responsables, gobernar y empezar a prepararnos”, considera en cambio Martino Grillo 60 años, calabrés.
El equilibrismo del líder —intenta nadar guardando la ropa— desorienta a las bases pero permite lanzar un mensaje a los socios de Gobierno del izquierdista Partido democrático (PD) y al presidente de la República: con el 30% de votos y sus ministros en el Gabinete, el PDL pretende de los primeros una reforma de la justicia y del segundo, una suerte de salvoconducto que salve al jefe de la muerte política.
Enrico Letta escuchó a Berlusconi desde su Pisa natal y agradeció el apoyo al Ejecutivo, “aunque ahora hay que verlo en los hechos”. El presidente, Giorgio Napolitano, lo vio en su residencia en la colina del Quirinale. Desde su secretaría niegan que su agenda contemple encuentros con el PDL, pero es probable que le toque encontrarse con los líderes políticos para echar agua al fuego. Algunas declaraciones avivan las llamas: Guglielmo Epifani, secretario temporal del PD, dijo “que el partido hará ejecutar la sentencia en todas las sedes políticas e institucionales”.
Sandro Bondi, coordinador del PDL, contestó: “O la política encuentra una forma de lograr el equilibrio o Italia corre el riesgo de una guerra civil”. Las partes enfrentadas se lanzan dardos envenenados, pero de momento, la orden parece consistir en ladrar sin llegar a morder.
Il Cavaliere reitera su apoyo al Gobierno de coalición, del que su partido forma parte
Lucia Magi
Roma, El País
La señora de tez bien dorada y pintalabios fucsia está perdiendo la voz: “Silvio te queremos”, grita. El objeto de tanta devoción, Silvio Berlusconi —empresario, tres veces primer ministro de Italia, senador condenado con sentencia firme a cuatro años de cárcel por fraude fiscal—, está sobre el escenario, frente a su residencia romana, en la calle del Plebiscito.
Con el rostro tenso, ojos cansados, americana y camiseta azul oscuro, parece necesitar mucho el cariño de Anna Renzoni, 60 años, llegada tras seis horas de autobús desde Pesaro (centro del país) y el del resto del millar de personas que se apiñan bajo el palacio Grazioli. Repiten al unísono y diligentes el lema de los últimos 20 años: “Se perpetró una injusticia, los magistrados son unos vendidos politizados”. El líder les complace: “En estos días que solo son angustia y dolor para mí, me reconforta vuestro abrazo. Pero tranquilos. Yo estoy aquí. Yo me quedo. Yo no tiro la toalla”, deletrea. Berlusconi, condenado a cuatro años por fraude fiscal, ahuyentó los temores a una crisis en el frágil Ejecutivo de coalición en el que participa, al asegurarle su apoyo: “El Gobierno debe seguir adelante para aprobar las medidas económicas que pedimos”.
A cada exclamación, la plaza responde con ovaciones, más declaraciones de afecto incondicional y alguna lagrimilla. Un ondear de banderas de Fuerza Italia, la primera criatura política del empresario milanés que le llevó al triunfo en 1994 y 2001, otorga a la escena un aire nostálgico. Los organizadores imprimieron y regalaron 1.500 enseñas. Porque la vuelta al pasado es un proyecto de futuro: Berlusconi anunció que su formación va a presentarse a las próximas elecciones con el símbolo que lucía antes de confluir, en 2008, en el Pueblo de la Libertad (PDL) con la derecha de Gianfranco Fini. Sin embargo, la ley anticorrupción, varada por los tecnócratas de Mario Monti, prohíbe a los condenados en la última instancia presentarse al Parlamento. El nuevo partido con viejo nombre resucita cojo.
Berlusconi hace lo que puede: arenga a los suyos, con tonos de inminente campaña electoral, busca empatía y la encuentra, como el veterano animal político y mediático que es. Y enseguida frena: “El Gobierno sigue adelante: no nos pueden tachar de irresponsables. Antes que todo viene el interés de nuestra Italia”. Los ministros, de hecho, renunciaron a participar en la manifestación, cuya asistencia estaba sin embargo prevista, “para no caer en instrumentalización alguna”, selló Maurizio Lupi, titular de Transportes.
El ejército azul, que se desplaza en autobuses turísticos y marcha al ritmo del himno Menos mal que Silvio existe, parece compacto en la confianza al líder y en la desconfianza hacia los magistrados, pero menos cohesionado en cuanto a la estrategia. “Le quieren asesinar por vía judicial porque no pudieron en las urnas. Tenemos que salir del Ejecutivo y volver a las urnas. Ganamos seguro”, está convencida Beatrice Guarducci, 72 años de cerca de Florencia. “A votar, a votar. Ponemos a Marina [la hija mayor de Berlusconi] de lideresa, que aquella tiene un par y él a su lado, sin ser elegido”, dice Remo Tanghetti, 50 años, de Turín. “Hay que ser responsables, gobernar y empezar a prepararnos”, considera en cambio Martino Grillo 60 años, calabrés.
El equilibrismo del líder —intenta nadar guardando la ropa— desorienta a las bases pero permite lanzar un mensaje a los socios de Gobierno del izquierdista Partido democrático (PD) y al presidente de la República: con el 30% de votos y sus ministros en el Gabinete, el PDL pretende de los primeros una reforma de la justicia y del segundo, una suerte de salvoconducto que salve al jefe de la muerte política.
Enrico Letta escuchó a Berlusconi desde su Pisa natal y agradeció el apoyo al Ejecutivo, “aunque ahora hay que verlo en los hechos”. El presidente, Giorgio Napolitano, lo vio en su residencia en la colina del Quirinale. Desde su secretaría niegan que su agenda contemple encuentros con el PDL, pero es probable que le toque encontrarse con los líderes políticos para echar agua al fuego. Algunas declaraciones avivan las llamas: Guglielmo Epifani, secretario temporal del PD, dijo “que el partido hará ejecutar la sentencia en todas las sedes políticas e institucionales”.
Sandro Bondi, coordinador del PDL, contestó: “O la política encuentra una forma de lograr el equilibrio o Italia corre el riesgo de una guerra civil”. Las partes enfrentadas se lanzan dardos envenenados, pero de momento, la orden parece consistir en ladrar sin llegar a morder.