Angela Merkel y la apatía de los votantes alemanes
Berlín, Reuters
Los alemanes duermen mejor, dijo una vez Bismarck, cuando no saben cómo se hacen las salchichas ni las leyes. Un siglo y medio después, Angela Merkel parece perfilar una campaña electoral sobre la reflexión de la "canciller de hierro" alemana; la actual canciller evita un debate pormenorizado sobre lo que haría con un tercer mandato y en su lugar enfatiza su atractivo personal.
En cinco semanas, los alemanes votarán en lo que se ha convertido en las elecciones más importantes del año en Europa, un continente que pasa apuros para salir de años de una crisis financiera y económica.
Pero no hay un debate sobre los principales problemas a los que se enfrenta Alemania, desde su gestión para abandonar la energía nuclear hasta atajar el envejecimiento de la población y articular una visión de la zona euro.
Las diferencias entre los principales partidos también son difíciles de identificar.
Merkel ha llevado a los demócrata cristianos de la CDU tan cerca de los socialdemócratas del SPD y de los Verdes, ambos de la oposición, en torno a la energía, los salarios y la política familiar que los partidos se han convertido en algo indistinguible para muchos votantes.
Esto ha dado a la campaña cierto aire surrealista. No hay duda de que está en marcha, con coloridos carteles de los partidos en las calles y la primera semana de actos de campaña de Merkel, tras su vuelta de unas vacaciones en la montaña.
Pero no hay emoción en el ambiente. Los sondeos de opinión muestran que los conservadores de Merkel tienen una cómoda ventaja sobre el SPD que apenas se ha movido desde hace meses.
Como suele suceder en Alemania, una nueva palabra - "Nichtwahlkampf" o "no campaña"- ha aparecido en los medios para describir esta situación.
MENOS VOTANTES
Dos estudios, de la Fundación Friedrich Ebert y de la Fundación Bertelsmann, muestran una fuerte caída en la participación electoral.
Según el estudio de Friedrich Ebert, vota un 18 por ciento menos de electores en los comicios nacionales que hace tres décadas, los que supone el segundo mayor descenso entre las democracias europeas tras Portugal.
Con una cifra de casi el 70 por ciento, los alemanes siguen teniendo una alta tasa de participación que respecto a los británicos y los estadounidenses, con tasas respectivas del 65 y el 57 por ciento.
Pero esto no ha evitado una profunda reflexión en la que los alemanes se preguntan si la ausencia de un debate político supone en sí misma una amenaza a la democracia.
"Un motivo por el que vota menos gente es que los partidos se parecen mucho", dijo Klaus-Peter Schoeppner, jefe del instituto de estudios Emnid. "Los grandes ya no se distinguen en los asuntos importantes", dijo.
A comienzos de la década de 1990, dijo Schoeppner, apenas un 30 por ciento de los alemanes decía que no había diferencia en que la CDU o el SPD gobernase. Ahora esa cifra es del 70 por ciento.
El mes pasado, el presidente Joachim Gauck, que tradicionalmente mantiene distancia de la política doméstica, castigó públicamente a los políticos por no ser capaces de articular sus propias diferencias.
"Aquellos que evitan la claridad hoy están creando los no votantes del mañana", dijo Gauck, un ex pastor luterano y disidente de la Alemania del Este.
Consultada la semana pasada sobre este asunto, Merkel fue despectiva. "Si hay similitudes entre los partidos, eso no es tan malo", dijo. "No creo que la gente quiera oír hablar de diferencias todo el tiempo. Sólo quiere que se arreglen sus problemas", dijo.
¿ALGUIEN LO ENTIENDE?
Sería injusto culpar a Merkel por toda la apatía de voto, dijeron Schoeppner y Manfred Güllner, del Instituto Forsa.
Un gran factor es el fraccionado espectro político que ha forzado a los políticos a realizar coaliciones que serían impensables en el pasado.
En este nuevo mundo, los votantes pueden respaldar al SPD o a los Verdes sólo para que su elección resulte en una alianza con sus rivales, los conservadores de Merkel. Esto ha convencido a algunos alemanes de que no vale la pena acudir a sufragar.
Otra explicación es un creciente sentido de que los políticos miran por sí mismos en lugar de por el bien público, dijo Güllner.
Otro motivo es la complejidad de los asuntos. Mucha gente simplemente no entiende los vaivenes de la crisis de la zona euro, las complicaciones para pasar de la energía nuclear a las renovables, y los detalles de la vigilancia online de la estadounidense Agencia Nacional de Seguridad.
"¿Quién entiende de verdad lo que está ocurriendo? Y ¿quién comprende de verdad lo que proponen los políticos sobre estos asuntos?", preguntó Schoeppner.
La respuesta de Merkel es mantener las cosas simples, como Bismarck.
En su primer acto de campaña la semana pasada, en una ciudad medieval cerca de Fráncfort, Merkel apenas tocó los temas de Europa y no mencionó el cambio energético que centró su anterior campaña.
Su popularidad casi alcanza el 60 por ciento, siendo la envidia de otros líderes en Europa, pero es difícil encontrar a un alemán que esté realmente entusiasmado con Merkel. Su monótono discurso inicial de 25 minutos dejó helado incluso a sus más ardientes seguidores.
Pero representa la estabilidad, la seguridad y la continuidad. Según un nuevo libro "The German - Angela Merkel and Us" de Ralph Bollmann, está en "perfecta sincronización" con el sentimiento nacional.
No sobrecarga a los alemanes con detalles y compensa con la confianza lo que carece en visión e inspiración.
Los alemanes duermen mejor, dijo una vez Bismarck, cuando no saben cómo se hacen las salchichas ni las leyes. Un siglo y medio después, Angela Merkel parece perfilar una campaña electoral sobre la reflexión de la "canciller de hierro" alemana; la actual canciller evita un debate pormenorizado sobre lo que haría con un tercer mandato y en su lugar enfatiza su atractivo personal.
En cinco semanas, los alemanes votarán en lo que se ha convertido en las elecciones más importantes del año en Europa, un continente que pasa apuros para salir de años de una crisis financiera y económica.
Pero no hay un debate sobre los principales problemas a los que se enfrenta Alemania, desde su gestión para abandonar la energía nuclear hasta atajar el envejecimiento de la población y articular una visión de la zona euro.
Las diferencias entre los principales partidos también son difíciles de identificar.
Merkel ha llevado a los demócrata cristianos de la CDU tan cerca de los socialdemócratas del SPD y de los Verdes, ambos de la oposición, en torno a la energía, los salarios y la política familiar que los partidos se han convertido en algo indistinguible para muchos votantes.
Esto ha dado a la campaña cierto aire surrealista. No hay duda de que está en marcha, con coloridos carteles de los partidos en las calles y la primera semana de actos de campaña de Merkel, tras su vuelta de unas vacaciones en la montaña.
Pero no hay emoción en el ambiente. Los sondeos de opinión muestran que los conservadores de Merkel tienen una cómoda ventaja sobre el SPD que apenas se ha movido desde hace meses.
Como suele suceder en Alemania, una nueva palabra - "Nichtwahlkampf" o "no campaña"- ha aparecido en los medios para describir esta situación.
MENOS VOTANTES
Dos estudios, de la Fundación Friedrich Ebert y de la Fundación Bertelsmann, muestran una fuerte caída en la participación electoral.
Según el estudio de Friedrich Ebert, vota un 18 por ciento menos de electores en los comicios nacionales que hace tres décadas, los que supone el segundo mayor descenso entre las democracias europeas tras Portugal.
Con una cifra de casi el 70 por ciento, los alemanes siguen teniendo una alta tasa de participación que respecto a los británicos y los estadounidenses, con tasas respectivas del 65 y el 57 por ciento.
Pero esto no ha evitado una profunda reflexión en la que los alemanes se preguntan si la ausencia de un debate político supone en sí misma una amenaza a la democracia.
"Un motivo por el que vota menos gente es que los partidos se parecen mucho", dijo Klaus-Peter Schoeppner, jefe del instituto de estudios Emnid. "Los grandes ya no se distinguen en los asuntos importantes", dijo.
A comienzos de la década de 1990, dijo Schoeppner, apenas un 30 por ciento de los alemanes decía que no había diferencia en que la CDU o el SPD gobernase. Ahora esa cifra es del 70 por ciento.
El mes pasado, el presidente Joachim Gauck, que tradicionalmente mantiene distancia de la política doméstica, castigó públicamente a los políticos por no ser capaces de articular sus propias diferencias.
"Aquellos que evitan la claridad hoy están creando los no votantes del mañana", dijo Gauck, un ex pastor luterano y disidente de la Alemania del Este.
Consultada la semana pasada sobre este asunto, Merkel fue despectiva. "Si hay similitudes entre los partidos, eso no es tan malo", dijo. "No creo que la gente quiera oír hablar de diferencias todo el tiempo. Sólo quiere que se arreglen sus problemas", dijo.
¿ALGUIEN LO ENTIENDE?
Sería injusto culpar a Merkel por toda la apatía de voto, dijeron Schoeppner y Manfred Güllner, del Instituto Forsa.
Un gran factor es el fraccionado espectro político que ha forzado a los políticos a realizar coaliciones que serían impensables en el pasado.
En este nuevo mundo, los votantes pueden respaldar al SPD o a los Verdes sólo para que su elección resulte en una alianza con sus rivales, los conservadores de Merkel. Esto ha convencido a algunos alemanes de que no vale la pena acudir a sufragar.
Otra explicación es un creciente sentido de que los políticos miran por sí mismos en lugar de por el bien público, dijo Güllner.
Otro motivo es la complejidad de los asuntos. Mucha gente simplemente no entiende los vaivenes de la crisis de la zona euro, las complicaciones para pasar de la energía nuclear a las renovables, y los detalles de la vigilancia online de la estadounidense Agencia Nacional de Seguridad.
"¿Quién entiende de verdad lo que está ocurriendo? Y ¿quién comprende de verdad lo que proponen los políticos sobre estos asuntos?", preguntó Schoeppner.
La respuesta de Merkel es mantener las cosas simples, como Bismarck.
En su primer acto de campaña la semana pasada, en una ciudad medieval cerca de Fráncfort, Merkel apenas tocó los temas de Europa y no mencionó el cambio energético que centró su anterior campaña.
Su popularidad casi alcanza el 60 por ciento, siendo la envidia de otros líderes en Europa, pero es difícil encontrar a un alemán que esté realmente entusiasmado con Merkel. Su monótono discurso inicial de 25 minutos dejó helado incluso a sus más ardientes seguidores.
Pero representa la estabilidad, la seguridad y la continuidad. Según un nuevo libro "The German - Angela Merkel and Us" de Ralph Bollmann, está en "perfecta sincronización" con el sentimiento nacional.
No sobrecarga a los alemanes con detalles y compensa con la confianza lo que carece en visión e inspiración.