Al Qaeda reaviva el peor temor de EE UU
La conversación entre dos líderes de Al Qaeda sobre posibles atentados evidencia la dificultad para acabar con el grupo terrorista
Eva Saiz
Washington, El País
La alerta global desatada por una amenaza indeterminada procedente de Al Qaeda ha puesto en evidencia cómo la organización terrorista, más descentralizada que nunca, sigue constituyendo el principal peligro para la seguridad internacional. La conversación intervenida entre su líder, Ayman al Zawahiri, y el fundador de su filial en la península Arábiga, Naser al Washishi, —que precipitó la adopción de inusuales medidas de seguridad por parte de Estados Unidos— ha constatado cómo la estructura principal de la red depende cada vez más de los líderes de sus filiales diseminadas por África, Asia y Oriente Medio, y ha confirmado la capacidad de esas agrupaciones para mantener en jaque a Occidente. En esa conversación, Al Zawahiri y Washishi hablan de llevar a cabo “algo grande” para el final del Ramadán.
Ese riesgo llevó ayer a EE UU a ordenar la evacuación de los miembros de su Embajada en Saná, la capital yemení, y a instar al resto de los estadounidenses residentes en el país a abandonarlo o a extremar las precauciones. Una medida que se sumaba a la extensión del cierre de la mayoría de las misiones diplomáticas norteamericanas en los países árabes y a la alerta de viaje emitida la semana pasada. La decisión no ha sentado bien al Gobierno yemení, que ha asegurado que solo sirve a los intereses de los extremistas.
La muerte de Osama bin Laden y el cerco a los feudos tradicionales de Al Qaeda en Afganistán y Pakistán, gracias a los ataques con drones, han mermado a la matriz de la organización, pero en estos últimos dos años la red ha ido extendiendo sus tentáculos principalmente en el Magreb y en la península Arábiga. Esa debilidad de la cúpula reduce la probabilidad de un atentado en territorio estadounidense, pero la dispersión de sus células dificulta la posibilidad de detectar nuevos complots terroristas, incrementando el riesgo de ataques a sus intereses en el resto del mundo. “Es lo que ha ocurrido en esta ocasión. A la amenaza concreta de Yemen se han unido las potenciales agresiones por parte de sus franquicias en otras partes de la región”, explica en conversación telefónica Christopher Swift, profesor adjunto de Estudios de Seguridad Nacional en la Universidad de Georgetown. “Estas fechas además son bastante simbólicas, fin del Ramadán, aniversarios de los atentados en Bombay o Yakarta, 15 años del ataque contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, lo que explica el nivel de alarma”, señala Ken Gude, experto en Seguridad Nacional del Center for American Progress.
Contra el peligro de esta dispersión ya alertó el presidente de EE UU, Barack Obama, en un discurso sobre sus prioridades en materia de defensa en mayo. Esta ramificación multiplica el riesgo de atentados. “La amenaza de la filial en la península Arábiga es mucho menor que la que suponía Al Qaeda hace unos años. Son grupos locales que concentran sus operaciones en su ámbito de influencia”, sostiene Gude.
Aunque cada una de estas filiales opera de manera autónoma —“Se trata de grupos que comparten la misma ideología pero que operan de manera independiente”, indica Swift—, la conversación interceptada entre el líder de Al Qaeda y el antiguo secretario de Bin Laden, quien ya es considerado por la inteligencia estadounidense como el número dos de la organización, demuestra la dependencia de la dirección en sus satélites para llevar a cabo acciones terroristas de calado.
Al Qaeda en la península Arábiga se considera la filial más peligrosa de la red. A sus miembros de Yemen se les han unido militantes procedentes de Arabia Saudí “que tienen apetito por operaciones grandes y no por acciones más locales, como es más habitual en el resto de las filiales de Al Qaeda”, explica Swift. Esta célula, especializada en ataques con explosivos, es la responsable del intento abortado de atentar en un vuelo trasatlántico a su paso por Detroit el día de Navidad de 2009 y de otro plan para volar aviones de mercancías la primavera pasada, desbaratado por la CIA.
El Ministerio del Interior de Yemen publicó el lunes una lista de 25 militantes de Al Qaeda que estarían planeando atentar en los próximos días contra intereses occidentales en el país. Entre ellos se encuentran Ibrahim Suleiman al Rubaish, saudí y líder espiritual de la organización en su país, e Ibrahim al Asiri, el jefe de explosivos de la filial yemení. Ambos son dos de los principales objetivos de las batidas con drones que la CIA realiza allí y que esta semana se han intensificado —cuatro, el último en la madrugada del martes, coincidiendo con la orden de evacuación de la Embajada estadounidense—.
Además de en Yemen, la primavera árabe ha favorecido la incursión y el fortalecimiento de filiales de Al Qaeda y de otros grupos yihadistas en el norte de África, Oriente Próximo o sur de Asia. La rama en Irak se ha fortalecido y la de Siria recluta a cientos de militantes extranjeros aprovechando el caos en el país.
Eva Saiz
Washington, El País
La alerta global desatada por una amenaza indeterminada procedente de Al Qaeda ha puesto en evidencia cómo la organización terrorista, más descentralizada que nunca, sigue constituyendo el principal peligro para la seguridad internacional. La conversación intervenida entre su líder, Ayman al Zawahiri, y el fundador de su filial en la península Arábiga, Naser al Washishi, —que precipitó la adopción de inusuales medidas de seguridad por parte de Estados Unidos— ha constatado cómo la estructura principal de la red depende cada vez más de los líderes de sus filiales diseminadas por África, Asia y Oriente Medio, y ha confirmado la capacidad de esas agrupaciones para mantener en jaque a Occidente. En esa conversación, Al Zawahiri y Washishi hablan de llevar a cabo “algo grande” para el final del Ramadán.
Ese riesgo llevó ayer a EE UU a ordenar la evacuación de los miembros de su Embajada en Saná, la capital yemení, y a instar al resto de los estadounidenses residentes en el país a abandonarlo o a extremar las precauciones. Una medida que se sumaba a la extensión del cierre de la mayoría de las misiones diplomáticas norteamericanas en los países árabes y a la alerta de viaje emitida la semana pasada. La decisión no ha sentado bien al Gobierno yemení, que ha asegurado que solo sirve a los intereses de los extremistas.
La muerte de Osama bin Laden y el cerco a los feudos tradicionales de Al Qaeda en Afganistán y Pakistán, gracias a los ataques con drones, han mermado a la matriz de la organización, pero en estos últimos dos años la red ha ido extendiendo sus tentáculos principalmente en el Magreb y en la península Arábiga. Esa debilidad de la cúpula reduce la probabilidad de un atentado en territorio estadounidense, pero la dispersión de sus células dificulta la posibilidad de detectar nuevos complots terroristas, incrementando el riesgo de ataques a sus intereses en el resto del mundo. “Es lo que ha ocurrido en esta ocasión. A la amenaza concreta de Yemen se han unido las potenciales agresiones por parte de sus franquicias en otras partes de la región”, explica en conversación telefónica Christopher Swift, profesor adjunto de Estudios de Seguridad Nacional en la Universidad de Georgetown. “Estas fechas además son bastante simbólicas, fin del Ramadán, aniversarios de los atentados en Bombay o Yakarta, 15 años del ataque contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, lo que explica el nivel de alarma”, señala Ken Gude, experto en Seguridad Nacional del Center for American Progress.
Contra el peligro de esta dispersión ya alertó el presidente de EE UU, Barack Obama, en un discurso sobre sus prioridades en materia de defensa en mayo. Esta ramificación multiplica el riesgo de atentados. “La amenaza de la filial en la península Arábiga es mucho menor que la que suponía Al Qaeda hace unos años. Son grupos locales que concentran sus operaciones en su ámbito de influencia”, sostiene Gude.
Aunque cada una de estas filiales opera de manera autónoma —“Se trata de grupos que comparten la misma ideología pero que operan de manera independiente”, indica Swift—, la conversación interceptada entre el líder de Al Qaeda y el antiguo secretario de Bin Laden, quien ya es considerado por la inteligencia estadounidense como el número dos de la organización, demuestra la dependencia de la dirección en sus satélites para llevar a cabo acciones terroristas de calado.
Al Qaeda en la península Arábiga se considera la filial más peligrosa de la red. A sus miembros de Yemen se les han unido militantes procedentes de Arabia Saudí “que tienen apetito por operaciones grandes y no por acciones más locales, como es más habitual en el resto de las filiales de Al Qaeda”, explica Swift. Esta célula, especializada en ataques con explosivos, es la responsable del intento abortado de atentar en un vuelo trasatlántico a su paso por Detroit el día de Navidad de 2009 y de otro plan para volar aviones de mercancías la primavera pasada, desbaratado por la CIA.
El Ministerio del Interior de Yemen publicó el lunes una lista de 25 militantes de Al Qaeda que estarían planeando atentar en los próximos días contra intereses occidentales en el país. Entre ellos se encuentran Ibrahim Suleiman al Rubaish, saudí y líder espiritual de la organización en su país, e Ibrahim al Asiri, el jefe de explosivos de la filial yemení. Ambos son dos de los principales objetivos de las batidas con drones que la CIA realiza allí y que esta semana se han intensificado —cuatro, el último en la madrugada del martes, coincidiendo con la orden de evacuación de la Embajada estadounidense—.
Además de en Yemen, la primavera árabe ha favorecido la incursión y el fortalecimiento de filiales de Al Qaeda y de otros grupos yihadistas en el norte de África, Oriente Próximo o sur de Asia. La rama en Irak se ha fortalecido y la de Siria recluta a cientos de militantes extranjeros aprovechando el caos en el país.