Zimbabue cierra una jornada electoral "pacífica" marcada por la alta participación
Harare, EP
Los ciudadanos de Zimbabue han votado hoy en masa y de forma pacífica en las elecciones presidenciales que enfrentan al mandatario, Robert Mugabe, con el primer ministro, Morgan Tsvangirai, que aspira a jubilar al líder africano más veterano después de 33 años en el poder.
Sin encuestas de opinión fiables, y en medio de una serie de acusaciones de fraude electoral, nadie se atreve a pronosticar si Tsvangirai tendrá éxito en su tercer intento de deponer a Mugabe, de 89 años, quien ha dirigido el país desde que obtuvo la independencia de Reino Unido en 1980.
Ambos bandos prevén la victoria. En un país cuya historia está plagada de procesos electorales violentos, la pregunta más importante es si el perdedor aceptará el resultado de unos comicios que se han visto salpicados por acusaciones de intimidación y problemas logísticos.
Mugabe, que rechaza todas las acusaciones, pasadas y presentes, de que los militantes de su partido --el ZANU PF-- han cometido fraude, así como intimidación hacia los opositores, ha asegurado que admitirá su derrota en caso de que ocurra.
"Estoy seguro de que el pueblo votará justa y libremente", ha asegurado el presidente después de depositar su voto en un colegio en el municipio de Highfields, en Harare. "Nadie ha ejercido presión sobre nadie", ha añadido.
Las urnas se cerraron a las siete de la tarde, después de un día que había comenzado con largas filas de gente desde mucho antes de que amaneciera. En uno de los colegios electorales, en la provincia de Manicaland, en el este del país, la gente que esperaba para votar formaba una fila de un kilómetro.
El expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo, jefe del equipo de observación de la Unión Africana, ha asegurado en una primera evaluación de los comicios, que el proceso se ha desarrollado de forma "pacífica, ordenada, libre y justa".
CAMINO PARA EL CAMBIO
La Comisión Electoral ha dicho que la participación nacional ha sido alta, pero sin un desglose entre el voto en las zonas rurales o urbanas es imposible afirmar si será Mugabe o su oponente el que saldrá beneficiado.
En Harare, el epicentro del apoyo a Tsvangirai y a su partido, el Movimiento por un Cambio Democrático (MDC), ha cundido el optimismo. Después de emitir su voto en un colegio de Harare, el primer ministro ha asegurado que espera una "rotunda" victoria.
"Estamos aquí para votar. Estoy convencido de que Harare dirigirá el camino hacia el cambio", ha afirmado uno de los votantes en un colegio electoral de la lujosa zona de Mount Pleasent.
Cerca de 6,4 millones de personas, la mitad de la población de Zimbabue, tienen derecho a voto. Los resultados se esperan en un plazo de cinco días, para evitar que se repitan los mismos problemas que en las elecciones de 2008, cuando se tuvieron que retrasar debido a serios brotes de violencia.
A pesar de que la amenaza de revueltas todavía permanece en el pensamiento de los zimbabuenses, la atmósfera ha sido mucho más ligera que hace cinco años, gracias a la petición de los líderes de ambos partidos de que se mantuviera la paz y la tolerancia.
ESCEPTICISMO
Los comentarios tranquilos de Mugabe, quien asegura que aceptará la derrota, han ayudado a dispersar el temor a que se repitan los conflictos que tuvieron lugar en 2009 después de que perdiera en la primera ronda de las elecciones.
Cerca de 200 seguidores de Tsvangirai murieron antes de que Sudáfrica negociara un acuerdo para compartir el poder y que finalmente consiguió detener los acontecimientos y estabilizar la economía, estableciendo un Gobierno de unidad fuertemente criticado.
Los observadores occidentales han estado excluidos de las elecciones, dejando la tarea de la supervisión independiente a los más de 500 supervisores regionales y 7.000 nacionales.
Su veredicto es crucial para el futuro de la economía zimbabuense, que todavía se enfrenta a las secuelas de una década de recesión e hiperinflación que terminó en 2009, cuando el dólar zimbabuense perdió su valor y acabó desapareciendo.
Estados Unidos, que mantiene sanciones contra Mugabe, ha cuestionado la credibilidad del proceso, señalando la falta de transparencia de su organización y del sesgo, en favor de Mugabe, de los medios de comunicación y de las fuerzas de seguridad.
No obstante, unos comicios respaldados por los observadores podrían suponer un paso hacia la retirada de los castigos por parte de Occidente y la posible normalización de relaciones entre Harare y los principales organismos internacionales, así como una mayor entrada de las inversiones extranjeras en el país africano.
Los ciudadanos de Zimbabue han votado hoy en masa y de forma pacífica en las elecciones presidenciales que enfrentan al mandatario, Robert Mugabe, con el primer ministro, Morgan Tsvangirai, que aspira a jubilar al líder africano más veterano después de 33 años en el poder.
Sin encuestas de opinión fiables, y en medio de una serie de acusaciones de fraude electoral, nadie se atreve a pronosticar si Tsvangirai tendrá éxito en su tercer intento de deponer a Mugabe, de 89 años, quien ha dirigido el país desde que obtuvo la independencia de Reino Unido en 1980.
Ambos bandos prevén la victoria. En un país cuya historia está plagada de procesos electorales violentos, la pregunta más importante es si el perdedor aceptará el resultado de unos comicios que se han visto salpicados por acusaciones de intimidación y problemas logísticos.
Mugabe, que rechaza todas las acusaciones, pasadas y presentes, de que los militantes de su partido --el ZANU PF-- han cometido fraude, así como intimidación hacia los opositores, ha asegurado que admitirá su derrota en caso de que ocurra.
"Estoy seguro de que el pueblo votará justa y libremente", ha asegurado el presidente después de depositar su voto en un colegio en el municipio de Highfields, en Harare. "Nadie ha ejercido presión sobre nadie", ha añadido.
Las urnas se cerraron a las siete de la tarde, después de un día que había comenzado con largas filas de gente desde mucho antes de que amaneciera. En uno de los colegios electorales, en la provincia de Manicaland, en el este del país, la gente que esperaba para votar formaba una fila de un kilómetro.
El expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo, jefe del equipo de observación de la Unión Africana, ha asegurado en una primera evaluación de los comicios, que el proceso se ha desarrollado de forma "pacífica, ordenada, libre y justa".
CAMINO PARA EL CAMBIO
La Comisión Electoral ha dicho que la participación nacional ha sido alta, pero sin un desglose entre el voto en las zonas rurales o urbanas es imposible afirmar si será Mugabe o su oponente el que saldrá beneficiado.
En Harare, el epicentro del apoyo a Tsvangirai y a su partido, el Movimiento por un Cambio Democrático (MDC), ha cundido el optimismo. Después de emitir su voto en un colegio de Harare, el primer ministro ha asegurado que espera una "rotunda" victoria.
"Estamos aquí para votar. Estoy convencido de que Harare dirigirá el camino hacia el cambio", ha afirmado uno de los votantes en un colegio electoral de la lujosa zona de Mount Pleasent.
Cerca de 6,4 millones de personas, la mitad de la población de Zimbabue, tienen derecho a voto. Los resultados se esperan en un plazo de cinco días, para evitar que se repitan los mismos problemas que en las elecciones de 2008, cuando se tuvieron que retrasar debido a serios brotes de violencia.
A pesar de que la amenaza de revueltas todavía permanece en el pensamiento de los zimbabuenses, la atmósfera ha sido mucho más ligera que hace cinco años, gracias a la petición de los líderes de ambos partidos de que se mantuviera la paz y la tolerancia.
ESCEPTICISMO
Los comentarios tranquilos de Mugabe, quien asegura que aceptará la derrota, han ayudado a dispersar el temor a que se repitan los conflictos que tuvieron lugar en 2009 después de que perdiera en la primera ronda de las elecciones.
Cerca de 200 seguidores de Tsvangirai murieron antes de que Sudáfrica negociara un acuerdo para compartir el poder y que finalmente consiguió detener los acontecimientos y estabilizar la economía, estableciendo un Gobierno de unidad fuertemente criticado.
Los observadores occidentales han estado excluidos de las elecciones, dejando la tarea de la supervisión independiente a los más de 500 supervisores regionales y 7.000 nacionales.
Su veredicto es crucial para el futuro de la economía zimbabuense, que todavía se enfrenta a las secuelas de una década de recesión e hiperinflación que terminó en 2009, cuando el dólar zimbabuense perdió su valor y acabó desapareciendo.
Estados Unidos, que mantiene sanciones contra Mugabe, ha cuestionado la credibilidad del proceso, señalando la falta de transparencia de su organización y del sesgo, en favor de Mugabe, de los medios de comunicación y de las fuerzas de seguridad.
No obstante, unos comicios respaldados por los observadores podrían suponer un paso hacia la retirada de los castigos por parte de Occidente y la posible normalización de relaciones entre Harare y los principales organismos internacionales, así como una mayor entrada de las inversiones extranjeras en el país africano.