La isla de Gorée: de la salida de los esclavos a la llegada de los turistas
Dakar, EFE
Entre los siglos XVI y XIX partieron de la isla senegalesa de Gorée miles de esclavos hacia EEUU, Brasil y el Caribe, pero hoy día no paran de llegar turistas que descubren el horror de la tragedia humana que representó la esclavitud.
La isla, dominada desde 1444 por los portugueses, los holandeses y los ingleses hasta 1667, cuando Francia empezó un control que mantendría hasta 1960, se alza sobre una superficie de 18 hectáreas en el océano Atlántico a unos escasos cuatro kilómetros de Dakar.
Gorée ha quedado para la historia como un recordatorio de la barbarie de la explotación humana que cristaliza en la llamada Casa de los Esclavos, un edificio colonial de color rosáceo del siglo XVIII reconvertido en museo que simboliza el dolor de la esclavitud.
En ese tipo de inmuebles -de los que llegó a haber casi una treintena-, cientos de esclavos, encadenados y hacinados en celdas minúsculas, aguardaban meses en condiciones terribles hasta la llegada del buque que los transportaría a las Américas.
“Para un viaje sin retorno, iban con los ojos fijos en el infinito del sufrimiento”, rememora un cartel.
“Por aquí pasaron más de 60.000 esclavos durante tres siglos hasta 1848, fecha en la que fue abolida la esclavitud en Francia”, comenta a Efe el guía Issa Coly, si bien los historiadores no se ponen de acuerdo en las cifras.
Los expertos calculan que, entre 25 y 35 millones de esclavos, salieron de África con destino a las plantaciones de Centro y Suramérica, el Caribe y Estados Unidos y fueron cambiados por armas de fuego, vino, ropa, alcohol o espejos.
El comercio negrero sirvió de base para el sistema de producción de las colonias americanas, al tiempo que ayudó al crecimiento preindustrial de Europa.
Con el tiempo, la salida de esclavos dio paso a la llegada de cientos de miles de turistas cada año a Gorée, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1978.
Con doce viajes diarios, la chalupa “Coumba Castel” une Gorée con Dakar y transporta a decenas de turistas que llegan procedentes de todos los continentes.
La isla se ha convertido en Senegal en una parada obligada para los visitantes, entre ellos numerosos de descendientes de esclavos que vienen de peregrinación al punto de partida de sus bisabuelos.
“Seis de cada diez turistas que llegan a Senegal visitan la isla de Gorée”, dice a Efe Pierre Senghor, presidente de la asociación de guías turísticos de la isla.
El presidente estadounidense, Barack Obama, dedicó parte de su agenda de viaje a Senegal, el mes pasado, para realizar una visita privada de una hora con su esposa, Michelle, y sus hijas, Malia y Sasha, todos de descendencia africana.
“La visita de Gorée me ha permitido entender los sufrimientos de los esclavos”. Es para mi una motivación en la lucha por los derechos humanos”, comentó Obama.
Esa experiencia también la han vivido dos jóvenes, Aurelie Alberi y Lyanne Morel, oriundas respectivamente de Guadalupe y Martinica, que por primera vez han viajado a Senegal con un grupo de cuarenta estudiantes de una escuela de Enfermería francesa.
“Sabía algo de la historia de Gorée a través de los libros y documentales de tele. Mi madre me animó particularmente a visitar la Casa de los Esclavos”, declara a Efe Aurelie, quien confiesa vivir una “verdadera peregrinación”.
“Ver el lugar -indica la joven- ha sido algo muy emocionante para mí, pero también enriquecedor para entender mejor lo que ha pasado en este sitio, escenario de una de los peores crímenes contra la humanidad”.
A Lyanne, la visita le ha sumido en un sentimiento de profunda tristeza: “Por favor -señala-, no puedo decir nada”.
Además de Obama, otros famosos que han visitado Gorée en las últimas décadas fueron los expresidentes de EEUU Bill Clinton y George W. Bush, el antiguo mandatario sudafricano Nelson Mandela y el papa Juan Pablo II, que pidió perdón a los africanos en 1992.
Hoy en día, el comercio negrero ha sido sustituido por la venta de obras de arte en la isla, que se ha convertido en un enorme taller a cielo abierto donde decenas de pintores, escultores y diseñadores ejercen su talento.
Por las callejuelas arenosas, entre las casas de color rojo, amarillo y blanco típicas de las ocupaciones holandesa, portuguesa y francesa, los artistas ofrecen su arte a los turistas a precios que dependen de la capacidad del cliente para regatear.
“Nosotros deseamos que cada turista que venga a Gorée regrese también con un buen recuerdo, por lo cual ofrecemos estos bonitos cuadros y a precio barato para los amantes de las bellas artes”, cuenta a Efe, Demba Tall, especializado en las telas de batik.
Para apoyar la creación artística, el municipio de Gorée organiza eventos culturales bienales que pretenden mantener vivos los lazos con la población africana de EEUU, Brasil, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, cuyos antepasados pusieron hace siglos en la isla senegalesa rumbo a un doloroso viaje sin retorno.
Entre los siglos XVI y XIX partieron de la isla senegalesa de Gorée miles de esclavos hacia EEUU, Brasil y el Caribe, pero hoy día no paran de llegar turistas que descubren el horror de la tragedia humana que representó la esclavitud.
La isla, dominada desde 1444 por los portugueses, los holandeses y los ingleses hasta 1667, cuando Francia empezó un control que mantendría hasta 1960, se alza sobre una superficie de 18 hectáreas en el océano Atlántico a unos escasos cuatro kilómetros de Dakar.
Gorée ha quedado para la historia como un recordatorio de la barbarie de la explotación humana que cristaliza en la llamada Casa de los Esclavos, un edificio colonial de color rosáceo del siglo XVIII reconvertido en museo que simboliza el dolor de la esclavitud.
En ese tipo de inmuebles -de los que llegó a haber casi una treintena-, cientos de esclavos, encadenados y hacinados en celdas minúsculas, aguardaban meses en condiciones terribles hasta la llegada del buque que los transportaría a las Américas.
“Para un viaje sin retorno, iban con los ojos fijos en el infinito del sufrimiento”, rememora un cartel.
“Por aquí pasaron más de 60.000 esclavos durante tres siglos hasta 1848, fecha en la que fue abolida la esclavitud en Francia”, comenta a Efe el guía Issa Coly, si bien los historiadores no se ponen de acuerdo en las cifras.
Los expertos calculan que, entre 25 y 35 millones de esclavos, salieron de África con destino a las plantaciones de Centro y Suramérica, el Caribe y Estados Unidos y fueron cambiados por armas de fuego, vino, ropa, alcohol o espejos.
El comercio negrero sirvió de base para el sistema de producción de las colonias americanas, al tiempo que ayudó al crecimiento preindustrial de Europa.
Con el tiempo, la salida de esclavos dio paso a la llegada de cientos de miles de turistas cada año a Gorée, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1978.
Con doce viajes diarios, la chalupa “Coumba Castel” une Gorée con Dakar y transporta a decenas de turistas que llegan procedentes de todos los continentes.
La isla se ha convertido en Senegal en una parada obligada para los visitantes, entre ellos numerosos de descendientes de esclavos que vienen de peregrinación al punto de partida de sus bisabuelos.
“Seis de cada diez turistas que llegan a Senegal visitan la isla de Gorée”, dice a Efe Pierre Senghor, presidente de la asociación de guías turísticos de la isla.
El presidente estadounidense, Barack Obama, dedicó parte de su agenda de viaje a Senegal, el mes pasado, para realizar una visita privada de una hora con su esposa, Michelle, y sus hijas, Malia y Sasha, todos de descendencia africana.
“La visita de Gorée me ha permitido entender los sufrimientos de los esclavos”. Es para mi una motivación en la lucha por los derechos humanos”, comentó Obama.
Esa experiencia también la han vivido dos jóvenes, Aurelie Alberi y Lyanne Morel, oriundas respectivamente de Guadalupe y Martinica, que por primera vez han viajado a Senegal con un grupo de cuarenta estudiantes de una escuela de Enfermería francesa.
“Sabía algo de la historia de Gorée a través de los libros y documentales de tele. Mi madre me animó particularmente a visitar la Casa de los Esclavos”, declara a Efe Aurelie, quien confiesa vivir una “verdadera peregrinación”.
“Ver el lugar -indica la joven- ha sido algo muy emocionante para mí, pero también enriquecedor para entender mejor lo que ha pasado en este sitio, escenario de una de los peores crímenes contra la humanidad”.
A Lyanne, la visita le ha sumido en un sentimiento de profunda tristeza: “Por favor -señala-, no puedo decir nada”.
Además de Obama, otros famosos que han visitado Gorée en las últimas décadas fueron los expresidentes de EEUU Bill Clinton y George W. Bush, el antiguo mandatario sudafricano Nelson Mandela y el papa Juan Pablo II, que pidió perdón a los africanos en 1992.
Hoy en día, el comercio negrero ha sido sustituido por la venta de obras de arte en la isla, que se ha convertido en un enorme taller a cielo abierto donde decenas de pintores, escultores y diseñadores ejercen su talento.
Por las callejuelas arenosas, entre las casas de color rojo, amarillo y blanco típicas de las ocupaciones holandesa, portuguesa y francesa, los artistas ofrecen su arte a los turistas a precios que dependen de la capacidad del cliente para regatear.
“Nosotros deseamos que cada turista que venga a Gorée regrese también con un buen recuerdo, por lo cual ofrecemos estos bonitos cuadros y a precio barato para los amantes de las bellas artes”, cuenta a Efe, Demba Tall, especializado en las telas de batik.
Para apoyar la creación artística, el municipio de Gorée organiza eventos culturales bienales que pretenden mantener vivos los lazos con la población africana de EEUU, Brasil, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, cuyos antepasados pusieron hace siglos en la isla senegalesa rumbo a un doloroso viaje sin retorno.