La guardia pretoriana retiene a Morsi
El presidente depuesto se halla incomunicado junto con sus colaboradores en el cuartel del cuerpo militar que estaba encargado de protegerle
D. A.
El Cairo, El País
El rais depuesto no está solo. Seguía ayer bajo la custodia de las Fuerzas Armadas en los cuarteles de la Guardia Republicana en El Cairo, aquella cuyo trabajo era arroparle y protegerlo y cuyas lealtades cambiaron inmediatamente cuando el reloj dio las cinco de la tarde del miércoles, el plazo del ultimátum que el Ejército le había dado a Mohamed Morsi. Desde entonces el primer presidente elegido democráticamente en la historia del país ha estado recluido a la fuerza junto a un puñado de leales fieles, una docena de sus más cercanos colaboradores. Entre ellos se hallan su asistente, su asesor de seguridad nacional y su jefe de gabinete. Ayer, día en que los partidarios de Morsi tomaron las calles para expresar su ira por el golpe, acudieron a miles a las puertas de ese cuartel, para intentar sacar de él a su presidente.
“¡Queremos sacarle, liberarlo, pero no para llevarle a su casa, sino para devolverle a la presidencia!”, exclamaba Mohamed Hassan, de 36 años. “Mohamed Morsi es el presidente de este país, elegido en democracia, y queremos sacarle de ese cuartel para devolverle a su puesto legítimo”, añadió. En aquel momento, el Ejército intentó dispersar a la multitud que se acercaba retadora a las puertas metálicas de esos cuarteles con botes de un intenso gas lacrimógeno. Muchos de los defensores del presidente retrocedían solo unos pocos pasos, para seguir avanzando luego, aún más desafiantes.
Desde que fue depuesto y arrestado por el Ejército, nada se supo de Morsi, excepto un nervioso vídeo grabado antes de su arresto, en los últimos minutos de su presidencia, en el que defendía su legitimidad y pedía a sus seguidores que mantuvieran pacíficas sus protestas. Hubo rumores, la noche del golpe, de que había sido trasladado al Ministerio de Defensa. En realidad permaneció en los cuarteles de la Guardia Republicana, donde había tomado refugio eligiendo como último reducto el cuartel de aquella fuerza pretoriana que se suponía que debería haberle defendido.
Ayer varios líderes de la cofradía de los Hermanos Musulmanes lograron confirmación telefónica, a través de unos pocos soldados leales aún a Morsi, de que este se encontraba a recaudo militar en esos cuarteles. “Está aislado, junto a todos los demás. No se le permite contactar con el exterior”, decía Gehad, hijo de Essam el Haddad, jefe de gabinete del presidente depuesto. “Mi padre se encuentra allí encerrado con él, y a pesar de que ha tenido problemas médicos, por su elevada presión arterial, no hemos podido contactar tampoco con él”, añadió.
La familia de Morsi, su esposa, Naglaa, y sus cinco hijos, se hallaba ayer refugiada en las inmediaciones de la mezquita de Raba al Adawiya, en el distrito de Ciudad Nasr, en El Cairo, protegida por la plana mayor de los Hermanos Musulmanes.
Varios fiscales han anunciado que sopesan presentar cargos contra Morsi por "insultar al poder judicial".
D. A.
El Cairo, El País
El rais depuesto no está solo. Seguía ayer bajo la custodia de las Fuerzas Armadas en los cuarteles de la Guardia Republicana en El Cairo, aquella cuyo trabajo era arroparle y protegerlo y cuyas lealtades cambiaron inmediatamente cuando el reloj dio las cinco de la tarde del miércoles, el plazo del ultimátum que el Ejército le había dado a Mohamed Morsi. Desde entonces el primer presidente elegido democráticamente en la historia del país ha estado recluido a la fuerza junto a un puñado de leales fieles, una docena de sus más cercanos colaboradores. Entre ellos se hallan su asistente, su asesor de seguridad nacional y su jefe de gabinete. Ayer, día en que los partidarios de Morsi tomaron las calles para expresar su ira por el golpe, acudieron a miles a las puertas de ese cuartel, para intentar sacar de él a su presidente.
“¡Queremos sacarle, liberarlo, pero no para llevarle a su casa, sino para devolverle a la presidencia!”, exclamaba Mohamed Hassan, de 36 años. “Mohamed Morsi es el presidente de este país, elegido en democracia, y queremos sacarle de ese cuartel para devolverle a su puesto legítimo”, añadió. En aquel momento, el Ejército intentó dispersar a la multitud que se acercaba retadora a las puertas metálicas de esos cuarteles con botes de un intenso gas lacrimógeno. Muchos de los defensores del presidente retrocedían solo unos pocos pasos, para seguir avanzando luego, aún más desafiantes.
Desde que fue depuesto y arrestado por el Ejército, nada se supo de Morsi, excepto un nervioso vídeo grabado antes de su arresto, en los últimos minutos de su presidencia, en el que defendía su legitimidad y pedía a sus seguidores que mantuvieran pacíficas sus protestas. Hubo rumores, la noche del golpe, de que había sido trasladado al Ministerio de Defensa. En realidad permaneció en los cuarteles de la Guardia Republicana, donde había tomado refugio eligiendo como último reducto el cuartel de aquella fuerza pretoriana que se suponía que debería haberle defendido.
Ayer varios líderes de la cofradía de los Hermanos Musulmanes lograron confirmación telefónica, a través de unos pocos soldados leales aún a Morsi, de que este se encontraba a recaudo militar en esos cuarteles. “Está aislado, junto a todos los demás. No se le permite contactar con el exterior”, decía Gehad, hijo de Essam el Haddad, jefe de gabinete del presidente depuesto. “Mi padre se encuentra allí encerrado con él, y a pesar de que ha tenido problemas médicos, por su elevada presión arterial, no hemos podido contactar tampoco con él”, añadió.
La familia de Morsi, su esposa, Naglaa, y sus cinco hijos, se hallaba ayer refugiada en las inmediaciones de la mezquita de Raba al Adawiya, en el distrito de Ciudad Nasr, en El Cairo, protegida por la plana mayor de los Hermanos Musulmanes.
Varios fiscales han anunciado que sopesan presentar cargos contra Morsi por "insultar al poder judicial".