¿Por qué es tan difícil saber lo que pasa en Siria?
Raúl Fain Binda
BBC Mundo
La ambigüedad de las declaraciones, tanto de países como de organizaciones internacionales, ante las denuncias de presunto uso de armas químicas en la guerra civil siria, ha desconcertado a la opinión pública, que en muchos casos no sabe a qué atenerse.
BBC Mundo
La ambigüedad de las declaraciones, tanto de países como de organizaciones internacionales, ante las denuncias de presunto uso de armas químicas en la guerra civil siria, ha desconcertado a la opinión pública, que en muchos casos no sabe a qué atenerse.
Esta falta de claridad refleja la situación en el terreno, las dificultades para la verificación de lo ocurrido y las diversas necesidades políticas y diplomáticas de los países que se han pronunciado sobre el conflicto, que ya ha costado las vidas de unas 80.000 personas, según las Naciones Unidas.
Los pronunciamientos recientes fluctúan entre la rotunda afirmación del ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Laurent Fabius, de que "sin duda alguna" el régimen sirio utilizó en varias ocasiones gas sarín, y el carácter impreciso del informe de una comisión de investigación de las Naciones Unidas, según el cual existen "bases razonables" para concluir que ambos bandos, el gobierno y los rebeldes, han utilizado armas químicas en el conflicto.
Los pronunciamientos recientes fluctúan entre la rotunda afirmación del ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Laurent Fabius, de que "sin duda alguna" el régimen sirio utilizó en varias ocasiones gas sarín, y el carácter impreciso del informe de una comisión de investigación de las Naciones Unidas, según el cual existen "bases razonables" para concluir que ambos bandos, el gobierno y los rebeldes, han utilizado armas químicas en el conflicto.
El gobierno sirio atiza esa imprecisión, al autorizar a la ONU a investigar un caso de presunto uso de armas químicas por los rebeldes en los alrededores de Alepo, perpetrado el 19 de marzo, al mismo tiempo que se niega a permitir una indagación de los casos denunciados por la oposición.
Estados Unidos y el Reino Unido habían admitido anteriormente la presencia de indicios de que fuerzas del gobierno habrían utilizado armas químicas. En Washington, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, habló sin embargo de "diversos grados de confianza" en la veracidad de esos indicios.
La primera reacción del presidente Barack Obama consistió en decir que el uso de armas químicas por el régimen sirio equivaldría a "cruzar una línea roja", algo "totalmente inaceptable" que podría tener "enormes consecuencias", pero poco después aclaró que esto no equivalía a un compromiso firme para tomar una iniciativa radical: el pueblo estadounidense merecía pruebas convincentes y verificables de la responsabilidad del régimen sirio en casos concretos, dijo.
El mandatario aludía indirectamente a lo que en la jerga judicial se denomina "cadena de custodia", el procedimiento que garantiza la integridad de la prueba, que en este caso debería incluir la identidad del agente que utilizó el arma y si lo hizo en forma deliberada, entre otras cosas.
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Los sirios afirman que han sido víctimas de ataques con armas químicas.
Situación caótica
Por supuesto que esta "cadena" es muy difícil de establecer en una situación bélica tan caótica como la del conflicto sirio.
El informe de la ONU refleja las dificultades: en las circunstancias actuales, dice, con episodios limitados y aislados, "solo será posible una conclusión terminante tras el análisis en laboratorio de muestras tomadas directamente de víctimas en el sitio del presunto ataque".
Este es un punto particularmente importante, porque la Casa Blanca también se ha referido a la necesidad de contar con "evidencia fisiológica" del uso de gas sarín u otra arma química.
La reciente denuncia francesa se basa justamente en una presunta prueba fisiológica, el análisis de muestras de sangre y orina de víctimas de presuntos ataques, obtenidas por periodistas de Le Monde. El resultado de esos análisis ha sido puesto a disposición de las Naciones Unidas.
Otro antecedente, aunque menos convincente, es el análisis de muestras de suelo contaminado, obtenidas supuestamente por los servicios secretos británicos, según informó el Times.
El ministro de Relaciones Exteriores británico, William Hague, al conocer el informe francés, destacó la necesidad "de una investigación amplia y sin trabas de todos los casos denunciados", mientras que el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, insistió en la necesidad de "ampliar la evidencia, someterla a revisión, confirmando y corroborando (sus detalles) antes de tomar decisiones".
Entre los detalles que Washington quiere corroborar figuran la identidad de los responsables, la cantidad y naturaleza de la sustancia empleada y las circunstancias en las cuales las armas químicas fueron utilizadas. Una vez más, se quiere constatar la "cadena de custodia".
Todo esto, desde la indignación francesa hasta la cautela estadounidense, pasando por el desconcierto de las Naciones Unidas, apunta a una disyuntiva crucial: ¿qué hacer, intervenir militarmente de alguna forma, tal vez imponiendo una zona de exclusión de vuelos militares, o continuar con las gestiones diplomáticas, redoblando las presiones sobre Rusia, aliada de Siria?
¿Cómo interpretar el zigzag en las declaraciones del presidente Obama y la falta de claridad de otros mandatarios y hasta de las Naciones Unidas?
En primer lugar, las organizaciones colegiadas, como la ONU, necesitan consensuar sus declaraciones y pronunciamientos, mientras que los mandatarios de países deben atender a exigencias básicas deRealpolitik, como se denomina a la política basada en asuntos prácticos y materiales, de puro interés nacional, antes que principios morales o planteos ideológicos.
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El presidente de EE.UU. se ha mostrado cauteloso ante cualquier intervención militar.
"Niebla de guerra"
El presidente Obama, por ejemplo, tiene en cuenta el antecedente de la ligereza e irresponsabilidad con que se dio por cierta la supuesta presencia en Irak de armas de destrucción masiva, que nunca fueron halladas, como una justificación de la invasión militar de ese país.
También se toma en cuenta un dato al que la comisión de la ONU da crédito: que los rebeldes también hayan tenido acceso a armas químicas y que estén dispuestos a utilizarlas.
Teniendo en cuenta que esas armas tienen una importancia militar reducida (son más eficaces para diezmar a la población civil que a fuerzas militares en movimiento), se deduce que si ambos bandos las tienen, podrían fraguar ataques contra su propia gente y culpar al enemigo.
Recientemente se ha agregado un nuevo factor a la ecuación: el gobierno sirio habría recuperado la iniciativa militar, con la ayuda de fuerzas de Hezbolá, la organización chiita con base en el Líbano. Los analistas creen que esta ventaja disminuye la supuesta necesidad de recurrir a armas químicas.
De esta forma, aquello que algunos interpretan como vacilación del presidente Obama, otros toman como una atinada precaución para proteger los intereses del país… así como la declarada intención del presidente de no iniciar o participar en guerras en que no esté en juego la seguridad nacional.
Surge entonces la pregunta: ¿qué podría hacer Estados Unidos, por ejemplo, sin comprometer esa seguridad y esa política del presidente?
Los expertos en estrategia discuten sin ponerse de acuerdo sobre las consecuencias de abastecer a grupos rebeldes escogidos con armas avanzadas, entre ellas misiles antiaéreos. Muchos creen que precipitaría la internacionalización del conflicto, algo que ya ha tenido manifestaciones en Turquía, Líbano e Israel.
Obstáculos
También discuten sobre las dificultades en localizar y asegurar el arsenal químico sirio en el caso de un colapso del régimen: el experto en asuntos de seguridad y columnista de Slate, Fred Kaplan, ha citado fuentes del Pentágono según las cuales haría falta no menos de 75.000 soldados para asegurar esos sitios.
El canciller francés Fabius, a pesar de su actitud relativamente agresiva, reconoció la dificultad cuando dijo que existen numerosos sitios de almacenaje y que no se puede descartar la posibilidad de dispersión de las sustancias químicas en caso de un ataque militar destinado a asegurarlas.
Washington también tiene en cuenta los esfuerzos que realiza, en conjunto con Rusia y otros países, para convocar una conferencia de paz, a realizarse en Ginebra en las próximas semanas.
Una intervención militar unilateral, por limitada que fuere, podría significar el fin de esos esfuerzos. Washington, además, tiene otras razones para mantener abierto el canal de Rusia como interlocutor, dada su condición de principal valedor internacional del gobierno de Bashar Al Asad.
Hasta ahora ha sido difícil establecer cómo y quién ha usado armas químicas.
En este sentido, cabe señalar que, según fuentes oficiales rusas citadas en los medios de ese país, los misiles antiaéreos S-300 que Rusia ha prometido a Siria, no llegarán hasta mediados del año que viene y que el entrenamiento de personal sirio requeriría otros seis meses.
En este sentido, cabe señalar que, según fuentes oficiales rusas citadas en los medios de ese país, los misiles antiaéreos S-300 que Rusia ha prometido a Siria, no llegarán hasta mediados del año que viene y que el entrenamiento de personal sirio requeriría otros seis meses.
Pero el viceministro de Relaciones Exteriores, Sergei Ryabkov, dijo la semana pasada que "los contratos (para la entrega de los misiles) no serán cancelados".
Así, una combinación de escasa información, insuficientes pruebas, la típica "niebla de guerra", la cautela de gobiernos escaldados por experiencias anteriores y la necesidad de mantener las puertas abiertas a una solución negociada, determina que muchos protagonistas hagan como los invitados a la fiesta que "no ven el elefante en el cuarto", en la elocuente expresión idiomática inglesa.
Todos saben que el elefante está allí, grande y visible, pero prefieren hablar de otra cosa.