Grecia vuelve a dar miedo
Peligra el próximo desembolso de ayuda por la ruptura de la coalición de Gobierno
Claudi Pérez
Luxemburgo, El País
Barrida por un viento de desastre, la crisis griega vuelve una y otra vez a la casilla de salida. Y con ella, de alguna manera, la crisis del euro. La coalición de Gobierno en Atenas se rompió este viernes después de un mes complicado, que tuvo su punto álgido con la fallida privatización del gas y el cierre de la radiotelevisión pública. Grecia acumula números de depresión: una caída del PIB superior al 20% en los seis últimos años y una tasa de paro que se acerca peligrosamente al 30%. El sufrimiento asociado a la fenomenal reforma de las estructuras económicas del país balcánico no permite ver, ni de lejos, el final del túnel. Y todo eso pasa una tremenda factura: a la enésima crisis política se suma la advertencia de la troika —Comisión, BCE y FMI—, que presiona para que el Ejecutivo acometa una nueva oleada de ajustes, y amaga incluso con cerrar el grifo de las ayudas si los problemas políticos detienen el impulso reformista en Atenas.
La ruptura de la coalición gubernamental no llegará a provocar la convocatoria de elecciones, pero reabre las dudas sobre el cumplimiento del programa de rescate, que aparecen y desaparecen a cada tanto. El FMI ha advertido que podría retirar su apoyo financiero si la Unión no cubre un agujero financiero de unos 4.000 millones de euros, después de que varios bancos centrales europeos se hayan negado a renegociar la deuda griega. Presión para los socios, pero sobre todo presión para Atenas: el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, aseguró en Luxemburgo que la llegada del próximo tramo de ayuda depende de que la troika cierre con éxito la revisión del programa “en los primeros días de julio”.
Para eso, el Gobierno griego “tiene que estabilizar la crisis política y aplicarse para cumplir con todas las condiciones del programa”, avisó Rehn.
En medio de las continuas protestas de una sociedad exhausta tras tanto ajuste, el pulso entre Atenas y la troika dura ya varias semanas. Y amenaza con emponzoñarse: Bruselas, Fráncfort y Washington quieren que Grecia cumpla puntualmente con sus compromisos, que incluyen miles de despidos adicionales en el sector público. Antes de que acabe el mes hay que despedir a 2.000 funcionarios. Antes de que acabe el año, a 12.000 más.
Con ese panorama en el horizonte, Atenas ve ahora una ventana de oportunidad política para flexibilizar el programa de rescate por las desavenencias en el seno de la troika y la proximidad de las elecciones legislativas en Alemania. Berlín quiere tranquilidad a toda costa, y Grecia pretende sacar tajada. Tanto, que corre el riesgo de pasarse de frenada: a las sospechas de que la UE impidió la venta de la empresa pública de gas a la rusa Gazprom, el Gobierno griego respondió con una medida inesperada: el cierre de la televisión pública, que ha provocado graves protestas. Atenas juega con el descontento social y los deseos de Alemania de tener un verano tranquilo ante sus elecciones para reclamar algo de manga ancha con los recortes. Las consecuencias no se han hecho esperar: los temores a una reedición de la crisis griega, combinados con la señalización del final de los estímulos en EE UU, han activado las alarmas en los mercados.
En primer lugar en la propia Grecia, donde los tipos de interés de la deuda pública vuelven a subir a toda velocidad. La Bolsa de Atenas agravó esa sensación de que la crisis vuelve por donde solía y cayó este viernes por encima del 6%. Pero los mismos males se extienden poco a poco por Europa: las primas de riesgo —la diferencia entre los intereses de los bonos con los que paga Alemania— apenas se movieron tras la pésina jornada del pasado jueves, pero las Bolsas continentales vuelven a sufrir. Al cierre, el Ibex 35 perdió un 1,5% y ya está en su nivel más bajo de lo que va de año. París, Londres y Milán se dejaron entre un 1% y un 2%. La economía del miedo: Grecia, en fin, vuelve a asustar. Y la retirada de estímulos en EE UU, y las algaradas sociales en Brasil, y los problemas en China. Y así ad infinitum.
Claudi Pérez
Luxemburgo, El País
Barrida por un viento de desastre, la crisis griega vuelve una y otra vez a la casilla de salida. Y con ella, de alguna manera, la crisis del euro. La coalición de Gobierno en Atenas se rompió este viernes después de un mes complicado, que tuvo su punto álgido con la fallida privatización del gas y el cierre de la radiotelevisión pública. Grecia acumula números de depresión: una caída del PIB superior al 20% en los seis últimos años y una tasa de paro que se acerca peligrosamente al 30%. El sufrimiento asociado a la fenomenal reforma de las estructuras económicas del país balcánico no permite ver, ni de lejos, el final del túnel. Y todo eso pasa una tremenda factura: a la enésima crisis política se suma la advertencia de la troika —Comisión, BCE y FMI—, que presiona para que el Ejecutivo acometa una nueva oleada de ajustes, y amaga incluso con cerrar el grifo de las ayudas si los problemas políticos detienen el impulso reformista en Atenas.
La ruptura de la coalición gubernamental no llegará a provocar la convocatoria de elecciones, pero reabre las dudas sobre el cumplimiento del programa de rescate, que aparecen y desaparecen a cada tanto. El FMI ha advertido que podría retirar su apoyo financiero si la Unión no cubre un agujero financiero de unos 4.000 millones de euros, después de que varios bancos centrales europeos se hayan negado a renegociar la deuda griega. Presión para los socios, pero sobre todo presión para Atenas: el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, aseguró en Luxemburgo que la llegada del próximo tramo de ayuda depende de que la troika cierre con éxito la revisión del programa “en los primeros días de julio”.
Para eso, el Gobierno griego “tiene que estabilizar la crisis política y aplicarse para cumplir con todas las condiciones del programa”, avisó Rehn.
En medio de las continuas protestas de una sociedad exhausta tras tanto ajuste, el pulso entre Atenas y la troika dura ya varias semanas. Y amenaza con emponzoñarse: Bruselas, Fráncfort y Washington quieren que Grecia cumpla puntualmente con sus compromisos, que incluyen miles de despidos adicionales en el sector público. Antes de que acabe el mes hay que despedir a 2.000 funcionarios. Antes de que acabe el año, a 12.000 más.
Con ese panorama en el horizonte, Atenas ve ahora una ventana de oportunidad política para flexibilizar el programa de rescate por las desavenencias en el seno de la troika y la proximidad de las elecciones legislativas en Alemania. Berlín quiere tranquilidad a toda costa, y Grecia pretende sacar tajada. Tanto, que corre el riesgo de pasarse de frenada: a las sospechas de que la UE impidió la venta de la empresa pública de gas a la rusa Gazprom, el Gobierno griego respondió con una medida inesperada: el cierre de la televisión pública, que ha provocado graves protestas. Atenas juega con el descontento social y los deseos de Alemania de tener un verano tranquilo ante sus elecciones para reclamar algo de manga ancha con los recortes. Las consecuencias no se han hecho esperar: los temores a una reedición de la crisis griega, combinados con la señalización del final de los estímulos en EE UU, han activado las alarmas en los mercados.
En primer lugar en la propia Grecia, donde los tipos de interés de la deuda pública vuelven a subir a toda velocidad. La Bolsa de Atenas agravó esa sensación de que la crisis vuelve por donde solía y cayó este viernes por encima del 6%. Pero los mismos males se extienden poco a poco por Europa: las primas de riesgo —la diferencia entre los intereses de los bonos con los que paga Alemania— apenas se movieron tras la pésina jornada del pasado jueves, pero las Bolsas continentales vuelven a sufrir. Al cierre, el Ibex 35 perdió un 1,5% y ya está en su nivel más bajo de lo que va de año. París, Londres y Milán se dejaron entre un 1% y un 2%. La economía del miedo: Grecia, en fin, vuelve a asustar. Y la retirada de estímulos en EE UU, y las algaradas sociales en Brasil, y los problemas en China. Y así ad infinitum.