La violencia y el miedo al extremismo empuja a muchos cristianos a huir de Siria


Damasco, EFE
Muchos cristianos han optado por abandonar Siria, al igual que otros compatriotas suyos, por la escalada de la violencia y ante el temor de una hipotética llegada de los islamistas al poder si cae el régimen de Bachar al Asad.

La voz del empresario Peter Samman tiembla de emoción cuando recuerda a su familia, que ha huido al Líbano: “No puedo hacer nada más que llorar y rezar a Dios para salvar a mi país. Es duro imaginar lo que podría ocurrir”, lamenta en declaraciones a Efe.

Originario de Homs (centro), una de las ciudades más castigadas por los combates, y tras dejar a su familia en el país vecino, Samman decidió mudarse a la relativamente más segura Damasco para seguir al frente de sus negocios.

Este empresario se debate entre el enfado, el miedo, la incertidumbre ante el futuro y el sentimiento de culpa que le embarga al verse incapaz de hacer nada para salvar a su país.

Como otros cristianos, Samman teme que la anarquía se adueñe de Siria y desaparezca el ambiente laico que ha prevalecido hasta ahora, aunque a veces este laicismo haya sido impuesto por el presidente Bachar al Asad con purgas brutales contra los grupos islamistas.

No existen cifras oficiales sobre el número de cristianos que han abandonado el territorio sirio.
No existen cifras oficiales sobre el número de cristianos que han abandonado el territorio sirio, pero se calcula que miles se encuentran entre los refugiados que han huido a países vecinos como el Líbano, Jordania o Egipto, e incluso a Canadá y Estados europeos.

Un motivo de preocupación para algunos es la emergencia del islamista Frente al Nusra, que combate al régimen y que ha sido incluido en la lista de organizaciones terroristas por EEUU.

Este grupo ha reivindicado la autoría de decenas de atentados con coches bomba en Siria, donde hay quienes temen que comience a emitir fetuas (edictos islámicos) para imponer la “sharía” o ley islámica en las zonas del norte tomadas por los rebeldes.

“Siria es mi país, es mi tierra. Mi familia bebió de sus ríos y estoy seguro de que su corazón está con Siria”, afirma Samman, que, aun así, no desea que sus parientes regresen en este momento por la precaria situación de seguridad.

Durante los dos años de conflicto no ha habido ningún ataque significativo contra los cristianos, que suponen el 10 % de los 24 millones de sirios; lo que muchos de ellos no ven como una garantía.

En el país, existen varias iglesias cristianas de las que la más importante por el número de fieles es la griego-ortodoxa de Antioquía.
Durante siglos, musulmanes y cristianos han convivido pacíficamente en Siria. De hecho, los segundos han adoptado tradiciones islámicas como el saludo “Salam Aleikum” (Que la paz sea con vosotros).

En el país, existen varias iglesias cristianas de las que la más importante por el número de fieles es la griego-ortodoxa de Antioquía.

En comunión con Roma están los greco-melquitas, los sirio-católicos, los maronitas, los armenio-católicos y los caldeo-católicos.

Otras iglesias ortodoxas, aparte de la de Antioquía, son la sirio ortodoxa, la armenio-ortodoxa y la armenio-ortodoxa de Alepo.

Una de las ciudades con una importante comunidad cristiana es Alepo (norte), de donde el comerciante Joe Said, de 41 años, ha tenido que huir para refugiarse en la capital tras recibir amenazas, aunque no quiere dar más detalles al respecto.

Said, que tiene de intención de solicitar un visado para marcharse a Canadá o EEUU, se queja del panorama actual en su país y recuerda que nunca ha habido problemas de coexistencia entre musulmanes y cristianos.

“Hemos vivido con ellos desde hace generaciones, socializamos y trabajamos con ellos a diario. A veces nos casamos entre unos y otros, pertenecemos a una misma nación y unos y otros disfrutamos de las llamadas a la oración de los muecines. Pero, ¿qué está pasando ahora?”, se pregunta perplejo el comerciante.

Sea como fuere, el futuro de los cristianos en Siria está ligado al de sus compatriotas musulmanes y de otras minorías religiosas, que ven como su país es devastado por una cruenta guerra civil que deja ya más de 70.000 muertos.

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