El Eurogrupo acuerda el rescate de Chipre
Nicosia liquidará uno de sus grandes bancos e impone quitas para los depósitos de más de 100.000 euros
Claudi Pérez
Bruselas / Nicosia, El País
Los ministros de Finanzas del euro han ratificado el principio de acuerdo alcanzado entre la troika y el presidente chipriota, el conservador Nikos Anastasiadis, que abre una vía hacia el controvertido rescate de Chipre. Los primeros espadas del FMI y el BCE, además de los de la Comisión Europea, el Consejo y el mecanismo de rescate europeo, sometieron la noche del domingo a un tercer grado a Anastasiadis, que después de casi medio día de maratonianas reuniones aceptó lo que hasta ahora se resistía a aceptar, un duro principio de acuerdo que supone un zarpazo mortal para alguno de sus grandes bancos, que durante años engordaron con un modelo de negocio que no le hacía ascos al dinero sucio procedente de Rusia y Ucrania.
A lo largo del lunes el Parlamento chipriota tendrá que darle al acuerdo el visto bueno definitivo. Eso salvaría a Chipre de una quiebra segura y de una posible salida del euro, tras el ultimátum del BCE. Nada le va a salvar, sin embargo, de una travesía del desierto, en la que se espera una recesión profunda combinada con un sensacional tijeretazo a su sistema financiero.
No habrá finalmente ningún tipo de impuesto para los depósitos. Sí una quita para los depositantes, pero solo para quienes tengan más de 100.000 euros en uno de los grandes bancos del país, Laiki, y probablemente también en el Banco de Chipre. Habrá quitas también para los acreedores de Laiki, que será liquidado y dividido en un banco bueno y un banco malo. Pese a que aún no hay cifras definitivas sobre las quitas para depositantes y acreedores, con eso Chipre debería alcanzar los 7.000 millones de euros, y los contribuyentes europeos pondrían 10.000 millones más para cerrar de una vez por todas el rescate chipriota. Una cosa sí es segura: el acuerdo del Eurogrupo de hace 10 días queda en agua de borrajas. Europa da un giro de 180 grados y evita gravar a los depositantes. Y en ningún caso impondrá pérdidas por debajo de la cifra mágica que aseguran los fondos de garantía europeos, los 100.000 euros.
Christina Lagarde (FMI) y Mario Draghi (BCE) se encargaron de eliminar eso de la agenda para evitar más lío y llevaron las riendas de las negociaciones, según las fuentes consultadas, en las que tuvieron también un papel activo José Manuel Barroso (Comisión), Herman Van Rompuy (Consejo) y Klaus Regling (que preside el mecanismo de rescate). Sin embargo, el rescate de Chipre está muy lejos de haber terminado.
Se salva el ultimátum del BCE, que amenazaba con cortar en la madrugada del lunes la liquidez para la banca chipriota, lo que hubiera supuesto una bancarrota segura. Pero serán necesarios los controles de capitales para evitar una fuga masiva de depósitos. Eso supondrá, tarde o temprano, el desmantelamiento del modelo de negocio de Chipre, que durante años hinchó e hinchó su banca ofreciendo altos tipos de interés y una mirada muy laxa sobre la procedencia del dinero extranjero. La troika trata así de desmantelar un paraíso fiscal, en un experimento que a punto ha estado de darle un disgusto tras una semana de órdago, plagada de errores gruesos en las decisiones de sus líderes.
El Fondo y el resto de la troika no dejaron de tensar la cuerda durante todo el día. Europa y el Fondo Monetario Internacional (FMI) trataban la noche del domingo de arrinconar a Chipre para que accediera a sus exigencias: básicamente, un mayor castigo a la banca de la isla y a sus grandes ahorradores del que el Gobierno parecía dispuesto a asumir. Europa iba camino de una solución que no iba a ser simpática y parecería una imposición, pero que a su vez perseguía limitar los daños de las propuestas anteriores, que han provocado un corralito en Chipre y fuertes críticas por las consecuencias para la estabilidad financiera del euro del gravamen a los depósitos chipriotas, incluso a los de menos de 100.000 euros.
En un maratoniano día de negociaciones, las autoridades chipriotas se reunieron con la troika —Comisión Europea, Banco Central Europeo (BCE) y FMI— y con el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy. Eso fue justo antes de la cita de los ministros de Finanzas de la eurozona en Bruselas, la tercera en 10 días, esencial para alcanzar un acuerdo que pueda votarse este lunes en el Parlamento de Nicosia. El tiempo apremia: el ultimátum del BCE, que podría provocar una estampida en los mercados y graves problemas en Chipre si se sustancia, vence a medianoche de de este lunes.
“Las negociaciones están en un momento muy delicado. La situación es muy difícil, y los plazos, perentorios”, había avisado en un comunicado el presidente del país, Nikos Anastasiadis, antes de salir hacia Bruselas en un avión enviado por la Comisión Europea. Una jaula de oro en la que el conservador Anastasiadis tenía que preparar una decisión que condicionará sin duda el futuro de Chipre, y quizá el de toda Europa: dar un golpe de muerte al sector financiero de la isla, en el que ha basado su modelo económico, o asumir la bancarrota que llegaría en unas cuantas horas, y quién sabe si la salida del euro, con un efecto contagio potencialmente devastador en todo el Mediterráneo.
La troika mueve sus ideas como fichas de Lego: cuando ya parecía que el acuerdo estaba cerca, fuentes chipriotas explicaron que el FMI y el BCE incluyeron ayer duras condiciones adicionales, en esa partida de póquer en la que acaban convirtiéndose siempre las discusiones sobre los rescates en Europa.
La dureza alcanzó tales niveles que la prensa chipriota informaba anoche de un amago de dimisión de Anastasiadis si la troika seguía por ese camino. Porque las discusiones previas al Eurogrupo especial convocado ayer se basaron en el intento del FMI de apretar más y más: “Presentan exigencias nuevas cada media hora”, decían fuentes chipriotas consultadas por la agencia CNA. Estas informaciones sugerían que el organismo que dirige Christine Lagarde estaría presionando para que el Banco de Chipre, el mayor del país, corriera la misma suerte que el segundo, Laiki, que se dividirá en una banco bueno y uno malo. Las pérdidas de los depositantes que tengan más de 100.000 euros serían en este caso masivas, mucho mayores del 20% que el sábado parecía acordado. “Esto es muy importante. Si fuera así, se desataría el caos”, apuntó una fuente no oficial del Gobierno.
El FMI pretendía también, según esta versión, que el Banco de Chipre asumiera la deuda de 9.000 millones de Laiki con el mecanismo de Asistencia de Liquidez de Emergencia del BCE. “Si se aceptan estas exigencias, no solo se evaporarán los ahorros de los dos mayores bancos del país, sino que el sector entero quedará reducido a la mínima expresión. Soy un eurófilo, pero creo que en ese caso sería mejor empezar a pensar en la salida del euro”, señalaba el analista Yiannis Mouzakis.
Nadie niega la dureza de lo que Anastasiadis debe firmar para evitar el desastre. Pero ha pasado ya el tiempo de los acuerdos negociados con tranquilidad, según el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn. Cualquier decisión que salga del Eurogrupo será dolorosa.
La tensión era máxima, y eso no dejaba de ser paradójico a la luz del tamaño de la economía chipriota: el 0,2% del PIB de la eurozona, con una población inferior al millón de habitantes. Las declaraciones de los ministros europeos a su llegada a Bruselas certifican el grado de nerviosismo, tras la fallida reunión de hace 10 días que abrió la caja de los truenos. El alemán Wolfgang Schäuble se mostró desafiante al reclamar que Nicosia “vea la situación de forma realista”. “No hemos llegado muy lejos en la última semana. Las cifras no han cambiado mucho. Espero que podamos lograr un acuerdo, pero eso, por supuesto, depende de las autoridades chipriotas”, dijo Schäuble.
El ministro de Economía y Finanzas francés Pierre Moscovici, desaparecido en el Eurogrupo que alcanzó un primer acuerdo tumbado por el Parlamento chipriota, hizo el mejor resumen de la situación en una entrevista televisada: “A quienes dicen que estamos a punto de estrangular a un pueblo, a quienes dicen que la propuesta europea es inmoral, hay que recordarles que Chipre convirtió su economía en un casino que estaba al borde de la quiebra. Hay que hacer algo para acabar con esa situación aberrante”. “Los depósitos en Francia estarán protegidos pase lo que pase, aunque no pasará nada porque no estamos en absoluto en una situación como la de Chipre”, añadió Moscovici. Francia, en fin, no es Chipre. Eso venían a decir de su país todos y cada uno de los ministros del euro a su entrada ayer en la reunión del Eurogrupo.
Claudi Pérez
Bruselas / Nicosia, El País
Los ministros de Finanzas del euro han ratificado el principio de acuerdo alcanzado entre la troika y el presidente chipriota, el conservador Nikos Anastasiadis, que abre una vía hacia el controvertido rescate de Chipre. Los primeros espadas del FMI y el BCE, además de los de la Comisión Europea, el Consejo y el mecanismo de rescate europeo, sometieron la noche del domingo a un tercer grado a Anastasiadis, que después de casi medio día de maratonianas reuniones aceptó lo que hasta ahora se resistía a aceptar, un duro principio de acuerdo que supone un zarpazo mortal para alguno de sus grandes bancos, que durante años engordaron con un modelo de negocio que no le hacía ascos al dinero sucio procedente de Rusia y Ucrania.
A lo largo del lunes el Parlamento chipriota tendrá que darle al acuerdo el visto bueno definitivo. Eso salvaría a Chipre de una quiebra segura y de una posible salida del euro, tras el ultimátum del BCE. Nada le va a salvar, sin embargo, de una travesía del desierto, en la que se espera una recesión profunda combinada con un sensacional tijeretazo a su sistema financiero.
No habrá finalmente ningún tipo de impuesto para los depósitos. Sí una quita para los depositantes, pero solo para quienes tengan más de 100.000 euros en uno de los grandes bancos del país, Laiki, y probablemente también en el Banco de Chipre. Habrá quitas también para los acreedores de Laiki, que será liquidado y dividido en un banco bueno y un banco malo. Pese a que aún no hay cifras definitivas sobre las quitas para depositantes y acreedores, con eso Chipre debería alcanzar los 7.000 millones de euros, y los contribuyentes europeos pondrían 10.000 millones más para cerrar de una vez por todas el rescate chipriota. Una cosa sí es segura: el acuerdo del Eurogrupo de hace 10 días queda en agua de borrajas. Europa da un giro de 180 grados y evita gravar a los depositantes. Y en ningún caso impondrá pérdidas por debajo de la cifra mágica que aseguran los fondos de garantía europeos, los 100.000 euros.
Christina Lagarde (FMI) y Mario Draghi (BCE) se encargaron de eliminar eso de la agenda para evitar más lío y llevaron las riendas de las negociaciones, según las fuentes consultadas, en las que tuvieron también un papel activo José Manuel Barroso (Comisión), Herman Van Rompuy (Consejo) y Klaus Regling (que preside el mecanismo de rescate). Sin embargo, el rescate de Chipre está muy lejos de haber terminado.
Se salva el ultimátum del BCE, que amenazaba con cortar en la madrugada del lunes la liquidez para la banca chipriota, lo que hubiera supuesto una bancarrota segura. Pero serán necesarios los controles de capitales para evitar una fuga masiva de depósitos. Eso supondrá, tarde o temprano, el desmantelamiento del modelo de negocio de Chipre, que durante años hinchó e hinchó su banca ofreciendo altos tipos de interés y una mirada muy laxa sobre la procedencia del dinero extranjero. La troika trata así de desmantelar un paraíso fiscal, en un experimento que a punto ha estado de darle un disgusto tras una semana de órdago, plagada de errores gruesos en las decisiones de sus líderes.
El Fondo y el resto de la troika no dejaron de tensar la cuerda durante todo el día. Europa y el Fondo Monetario Internacional (FMI) trataban la noche del domingo de arrinconar a Chipre para que accediera a sus exigencias: básicamente, un mayor castigo a la banca de la isla y a sus grandes ahorradores del que el Gobierno parecía dispuesto a asumir. Europa iba camino de una solución que no iba a ser simpática y parecería una imposición, pero que a su vez perseguía limitar los daños de las propuestas anteriores, que han provocado un corralito en Chipre y fuertes críticas por las consecuencias para la estabilidad financiera del euro del gravamen a los depósitos chipriotas, incluso a los de menos de 100.000 euros.
En un maratoniano día de negociaciones, las autoridades chipriotas se reunieron con la troika —Comisión Europea, Banco Central Europeo (BCE) y FMI— y con el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy. Eso fue justo antes de la cita de los ministros de Finanzas de la eurozona en Bruselas, la tercera en 10 días, esencial para alcanzar un acuerdo que pueda votarse este lunes en el Parlamento de Nicosia. El tiempo apremia: el ultimátum del BCE, que podría provocar una estampida en los mercados y graves problemas en Chipre si se sustancia, vence a medianoche de de este lunes.
“Las negociaciones están en un momento muy delicado. La situación es muy difícil, y los plazos, perentorios”, había avisado en un comunicado el presidente del país, Nikos Anastasiadis, antes de salir hacia Bruselas en un avión enviado por la Comisión Europea. Una jaula de oro en la que el conservador Anastasiadis tenía que preparar una decisión que condicionará sin duda el futuro de Chipre, y quizá el de toda Europa: dar un golpe de muerte al sector financiero de la isla, en el que ha basado su modelo económico, o asumir la bancarrota que llegaría en unas cuantas horas, y quién sabe si la salida del euro, con un efecto contagio potencialmente devastador en todo el Mediterráneo.
La troika mueve sus ideas como fichas de Lego: cuando ya parecía que el acuerdo estaba cerca, fuentes chipriotas explicaron que el FMI y el BCE incluyeron ayer duras condiciones adicionales, en esa partida de póquer en la que acaban convirtiéndose siempre las discusiones sobre los rescates en Europa.
La dureza alcanzó tales niveles que la prensa chipriota informaba anoche de un amago de dimisión de Anastasiadis si la troika seguía por ese camino. Porque las discusiones previas al Eurogrupo especial convocado ayer se basaron en el intento del FMI de apretar más y más: “Presentan exigencias nuevas cada media hora”, decían fuentes chipriotas consultadas por la agencia CNA. Estas informaciones sugerían que el organismo que dirige Christine Lagarde estaría presionando para que el Banco de Chipre, el mayor del país, corriera la misma suerte que el segundo, Laiki, que se dividirá en una banco bueno y uno malo. Las pérdidas de los depositantes que tengan más de 100.000 euros serían en este caso masivas, mucho mayores del 20% que el sábado parecía acordado. “Esto es muy importante. Si fuera así, se desataría el caos”, apuntó una fuente no oficial del Gobierno.
El FMI pretendía también, según esta versión, que el Banco de Chipre asumiera la deuda de 9.000 millones de Laiki con el mecanismo de Asistencia de Liquidez de Emergencia del BCE. “Si se aceptan estas exigencias, no solo se evaporarán los ahorros de los dos mayores bancos del país, sino que el sector entero quedará reducido a la mínima expresión. Soy un eurófilo, pero creo que en ese caso sería mejor empezar a pensar en la salida del euro”, señalaba el analista Yiannis Mouzakis.
Nadie niega la dureza de lo que Anastasiadis debe firmar para evitar el desastre. Pero ha pasado ya el tiempo de los acuerdos negociados con tranquilidad, según el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn. Cualquier decisión que salga del Eurogrupo será dolorosa.
La tensión era máxima, y eso no dejaba de ser paradójico a la luz del tamaño de la economía chipriota: el 0,2% del PIB de la eurozona, con una población inferior al millón de habitantes. Las declaraciones de los ministros europeos a su llegada a Bruselas certifican el grado de nerviosismo, tras la fallida reunión de hace 10 días que abrió la caja de los truenos. El alemán Wolfgang Schäuble se mostró desafiante al reclamar que Nicosia “vea la situación de forma realista”. “No hemos llegado muy lejos en la última semana. Las cifras no han cambiado mucho. Espero que podamos lograr un acuerdo, pero eso, por supuesto, depende de las autoridades chipriotas”, dijo Schäuble.
El ministro de Economía y Finanzas francés Pierre Moscovici, desaparecido en el Eurogrupo que alcanzó un primer acuerdo tumbado por el Parlamento chipriota, hizo el mejor resumen de la situación en una entrevista televisada: “A quienes dicen que estamos a punto de estrangular a un pueblo, a quienes dicen que la propuesta europea es inmoral, hay que recordarles que Chipre convirtió su economía en un casino que estaba al borde de la quiebra. Hay que hacer algo para acabar con esa situación aberrante”. “Los depósitos en Francia estarán protegidos pase lo que pase, aunque no pasará nada porque no estamos en absoluto en una situación como la de Chipre”, añadió Moscovici. Francia, en fin, no es Chipre. Eso venían a decir de su país todos y cada uno de los ministros del euro a su entrada ayer en la reunión del Eurogrupo.