La oscura y retorcida resurrección de Black Sabbath

Música
Cómo los antepasados ​​del metal superaron un cáncer, lesiones y la mala sangre para hacer su primer álbum con Ozzy Osbourne en 35 años. Por David Browne
Ozzy Osbourne actuando con Black Sabbath en el festival británico Download, en 2012.

Es un soleado día de enero en Los Angeles, pero como era de esperar, el mundo de Black Sabbath es bastante oscuro. El guitarrista Tony Iommi se ha ido de vuelta a casa, a Inglaterra, dónde recibe tratamiento contra el cáncer de linfoma que le diagnosticaron el año pasado. Ozzy Osbourne, que da vueltas por el estudio Shangri-La de Malibu, con un bombín negro y un traje, cuenta con sus propios problemas médicos que tratar: tiene un brazo en cabestrillo por una cirugía de mano, y, cuatro días antes, se convirtió durante unos segundos en una antorcha humana: "Mi esposa [Sharon] se dejó una puta vela encendida abajo, y la mesita se prendió fuego", murmura Osbourne entre dientes, despejando el pelo hacia atrás, para mostrar una quemadura en la frente. "Echó un poco de agua sobre la madera y de repente eso fue como una puta explosión de napalm", sigue, encogiéndose de hombros. "Un día normal en la casa Osbourne".

Al menos una cosa les está yendo bien a los Sabbath: la banda está a punto de terminar 13, su primer álbum de estudio con Osbourne en 35 años. Grabado el pasado otoño en el famoso estudio de Los Ángeles con el productor Rick Rubin, en este trabajo Osbourne, Iommi, el bajista Geezer Butler y el batería invitado Brad Wilk (de Rage Against the Machine) resucitan el cenagoso y ultra-heavy sonido de los primeros clásicos de Sabbath. En otro guiño a sus raíces, temas pesados como End of the beginning y Age of reason se extienden hasta los ocho minutos. "Yo no sé lo que está pasando en el mundo de la música", dice Osbourne. "Mi esposa me habla de bandas y yo no sé de qué coño está hablando. Simplemente hacemos lo que siempre hemos hecho".
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Osbourne ha realizado giras con y sin Black Sabbath durante los últimos 15 años, pero el camino hacia el estudio ha sido particularmente largo y agotador. La primera reunión con con Rubin fue hace más de doce años, pero de acuerdo con el productor, "la cosa no cuajó en aquel momento". Iommi dice que el estreno del reality Los Osbourne en MTV, poco después, complicó las cosas: "Alejó a Ozzy. Cuando el estaba a punto de empezar la serie, yo pensaba 'Mmm, no sé yo cómo va a ser esto'. Pero obviamente, siguieron adelante y ya es demasiado tarde".

Incluso cuando el proyecto se reavivó en 2011, casi descarrila. El batería fundador, Bill Ward, que había participado en los primeros ensayos para un nuevo álbum, anunció en febrero pasado que no formaría parte, debito a lo que el llama "dificultades contractuales". (Ward no quiso hacer ningún comentario para este artículo). Iommi dice que las exigencias de Ward salieron de la nada: "Yo no sabía que Bill tenía estos problemas cuando nos juntamos. Él nunca nos comentó nada", dice. "Fue bastante confuso todo. Nosotros queríamos que él estuviera involucrado, pero simplemente nos lo puso muy difícil". Y Osbourne añade: "No se puede decir 'Bueno, no me gusta'. Tienes que levantarte y arreglar las cosas. La vida de la estrella de rock bohemia se acabó hace mucho tiempo".

El diagnóstico de cáncer de Iommi fue otro revés. "No podía creerlo", dice Osbourne. "Después de todo este tiempo, todos estamos en el mismo barco. Y pumba…". Las sesiones se retrasaron un poco cuando Iommi comenzó el tratamiento de quimioterapia el año pasado. Luego, cuando llegó el momento de grabar, Rubin les puso otra zancadilla. Sentó a la banda en su casa de Los Angeles y les puso su primer álbum, el brutalmente primitivo Black Sabbath de 1970. "Quería hacer un álbum que recordara a sus cuatro primeros trabajos", dice Rubin. "Aquel primero no era sólo de heavy metal. Se podía oír la influencia del jazz, por lo que esa era la meta, y capturar esa interacción del directo".
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Para la banda, el desafío de Rubin de estar a la altura de su sonido más temprano fue inicialmente desorientador. "Era confuso", dice Butler. "Hemos tenido que desaprender todo lo que habíamos aprendido". Aunque sí rechazaron una de las peticiones de Rubin: ocupar el hueco de la batería con el siempre volátil Ginger Baker (de Cream). "Pensé, 'maldita sea", dice Iommi. "Yo no lo veía claro". Rubin sugirió entonces a Wilk, quien visitó la casa de Osbourne e improvisó con él, Iommi y Butler los clásicos de Sabbath como War pigs. "Yo nunca había oído instrumentos tan potentes en mi vida", dice el baterista de Rage, que terminó colaborando en todo el álbum. "Y he tocado en algunas bandas bastante ruidosas".

Después de cerrar el acuerdo, Wilk fue sometido a las novatadas de Sabbath. "Tony estaba constantemente metiéndose conmigo", dice Wilk. "Yo entraba y él me decía:" ¿Recibiste el e-mail que te mandé anoche con esa nueva canción? Yo soy un ingenuo de la hostia, así que yo le decía, 'No, no lo recibí', y entonces se ponía a tocar algún riff que nunca había escuchado antes. Y yo decía:" Ah, no, ¡guau!" Y él seguía hasta que yo me daba cuenta de que estaba bromeando".

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Cuando se inició la grabación, Iommi sólo podía trabajar durante varias semanas del tirón y se cogía una libre para continuar con los tratamientos. Un programa que siguió durante los dos años siguientes. Por ahora, la banda ha anunciado una breve gira en primavera por Japón, Australia y Nueva Zelanda, continuando con más fechas en EE UU, después de que Iommi descanse un poco. "Las cosas van bastante bien, me atrevería a decir, por el momento", dice Iommi con una sonrisa modesta. "Todavía estoy aquí y no pasa nada. Teníamos que hacer este disco ahora. Dios, si hubiera sucedido dentro de 10 años, no sé si estaríamos por aquí".
Aunque Osbourne describe el nuevo álbum como "blues satánico", la enfermedad de Iommi no es lo único que ha cambiado en Sabbath. Osbourne admite que ya no es el "loco furioso alcohólico drogadicto" que fue durante la grabación del último disco de la formación, Never say die, en 1978. ("Debería haberse llamado I wish I was dead ['Ojalá estuviese muerto], gruñe). E incluso una nueva canción, como la titulada con el provocativo God is dead (Dios está muerto), da un inesperado giro: "Comienza: "Dios ha muerto", dice Osbourne, antes de añadir con un poco con tristeza, "pero al final dice: "Yo no creo que Dios esté muerto".

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