El G-7 fracasa en el intento de calmar los mercados de divisas
Las políticas fiscales y monetarias estarán orientadas a conseguir los objetivos nacionales.
Sandro Pozzi / Amanda Mars
Nueva York / Madrid, El País
Si el objetivo era relajar la tensión, el efecto fue justo el opuesto. La falta de claridad sobre lo que van a hacer las grandes potencias industrializadas (G-7) para evitar el estallido de una guerra de divisas alimentó aún más la confusión y con ella la tensión en los mercados. La patata caliente pasa así a la reunión que tendrán a final de esta semana en Moscú con los países emergentes (G-20).
El texto consensuado por el G-7 decía, en solo un gran párrafo, que se van a seguir de cerca las acciones que se tomen en los mercados de divisas y repetía el compromiso por el cual son los mercados los que deben determinar el valor de las monedas. Reafirma que las políticas fiscales y monetarias estarán orientadas a conseguir los objetivos nacionales.
Pero se interpretó el mensaje más como una victoria para Japón que una reprimenda a Shinzo Abe por su apoyo tácito hacia políticas que debiliten el yen buscando potenciar las exportaciones. Horas después, un alto funcionario del G-7 salió a decir que se había malinterpretado el lenguaje y que el objetivo era mostrar la preocupación con los “movimientos excesivos” del yen y el rechazo a que se fije un objetivo de cambio.
El miedo, por tanto, sigue ahí aunque Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, negara ayer dar naturaleza a la guerra de divisas. “No hay nada que se le parezca”, afirmó en la rueda de prensa posterior a su comparecencia en el Congreso de los Diputados en España. “El término me parece inflado y exagerado”, añadió al ser preguntado por las maniobras japonesas.
Draghi si dijo, tras leer el comunicado del G-7, que el BCE vigilará de cera los efectos de la apreciación del euro en la débil recuperación económica europea. El repunte de la moneda única puede, señaló, ser una muestra de confianza. Pero también puede afectar a su estrategia monetaria, que calificó de “acomodaticia”. Por eso se analizará en su próxima reunión. El banquero italiano criticó los llamamientos al BCE para que intervenga y frene la escalada del euro, como hizo días atrás el presidente francés, François Hollande. Sin citar a los autores, consideró algunos comentarios de “baldíos o inapropiados”. Se refería especialmente a los que pretenden presionar a la autoridad monetaria.
Sandro Pozzi / Amanda Mars
Nueva York / Madrid, El País
Si el objetivo era relajar la tensión, el efecto fue justo el opuesto. La falta de claridad sobre lo que van a hacer las grandes potencias industrializadas (G-7) para evitar el estallido de una guerra de divisas alimentó aún más la confusión y con ella la tensión en los mercados. La patata caliente pasa así a la reunión que tendrán a final de esta semana en Moscú con los países emergentes (G-20).
El texto consensuado por el G-7 decía, en solo un gran párrafo, que se van a seguir de cerca las acciones que se tomen en los mercados de divisas y repetía el compromiso por el cual son los mercados los que deben determinar el valor de las monedas. Reafirma que las políticas fiscales y monetarias estarán orientadas a conseguir los objetivos nacionales.
Pero se interpretó el mensaje más como una victoria para Japón que una reprimenda a Shinzo Abe por su apoyo tácito hacia políticas que debiliten el yen buscando potenciar las exportaciones. Horas después, un alto funcionario del G-7 salió a decir que se había malinterpretado el lenguaje y que el objetivo era mostrar la preocupación con los “movimientos excesivos” del yen y el rechazo a que se fije un objetivo de cambio.
El miedo, por tanto, sigue ahí aunque Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, negara ayer dar naturaleza a la guerra de divisas. “No hay nada que se le parezca”, afirmó en la rueda de prensa posterior a su comparecencia en el Congreso de los Diputados en España. “El término me parece inflado y exagerado”, añadió al ser preguntado por las maniobras japonesas.
Draghi si dijo, tras leer el comunicado del G-7, que el BCE vigilará de cera los efectos de la apreciación del euro en la débil recuperación económica europea. El repunte de la moneda única puede, señaló, ser una muestra de confianza. Pero también puede afectar a su estrategia monetaria, que calificó de “acomodaticia”. Por eso se analizará en su próxima reunión. El banquero italiano criticó los llamamientos al BCE para que intervenga y frene la escalada del euro, como hizo días atrás el presidente francés, François Hollande. Sin citar a los autores, consideró algunos comentarios de “baldíos o inapropiados”. Se refería especialmente a los que pretenden presionar a la autoridad monetaria.