Mali: una guerra africana que Francia no podía evitar
París, Reuters
Justo cuando sus líderes estaban definiendo una nueva estrategia de "manos fuera" de Africa, Francia se ha visto empujada a la línea del frente de uno de los campos de batalla más arriesgados del continente en el profundo desierto de Mali.
El apoyo del presidente François Hollande a los ataques aéreos para detener el avance de los rebeldes islamistas sobre la capital, Bamako, aumentó el nivel de amenaza para ocho rehenes franceses retenidos por aliados de Al Qaeda en el Sáhara y para los 30.000 franceses expatriados que viven en las naciones vecinas, la mayoría musulmanas.
También podría provocar un atentado en suelo francés. Sin embargo, en lo que podría ser la decisión más importante de política exterior de su presidencia, Hollande apostó a que no hacer nada suponía un riesgo mayor de que se cree un estado yihadista como el de Afganistán bajo el régimen talibán.
"Debemos detener la ofensiva de los rebeldes, de otra manera toda Mali caerá en sus manos -creando una amenaza para Africa e incluso para Europa", dijo su ministro de Exteriores, Laurent Fabius, a los periodistas para justificar el apoyo al arruinado Ejército nacional de Mali.
Durante meses, los estrategas militares en París habían estado trabajando en un respaldo discreto y limitado a una misión africana que planeaba expulsar a finales de este año a los islamistas de la ex colonia francesa.
Ese escenario se vio súbitamente alterado el jueves, cuando los rebeldes capturaron la ciudad central de Konna, que es la puerta de entrada hacia Bamako, 600 kilómetros más al sur.
Con el Ejército de Mali impotente, Hollande ordenó los primeros ataques militares de su carrera. Ahora Francia ha desplegado 550 tropas, un avión de transporte C-160, helicópteros de ataque y tiene aviones de combate Rafale en estado de alerta.
HOLLANDE TIENE AMPLIO RESPALDO - POR AHORA
La intervención se produjo semanas después de que París fracasara en su intento de rescatar al líder titular de la Republica Centroafricana, otra ex colonia, dejando al presidente François Bozize sin más alternativa que aceptar un pacto para compartir el poder con los insurgentes que amenazan con tomar el control del país rico en minerales.
El revés de Bozize fue una señal de que el Gobierno de Hollande estaba clavando otro clavo en el ataúd del "Françafrique", un sistema que ha durado décadas y durante el cual París ha apoyado a líderes africanos alineados con los intereses comerciales franceses.
El sistema "Françafrique" ayudó durante años a establecer las estrategias en Africa de las empresas francesas en sectores de la minería y energía tales como el gigante petrolero Elf Aquitaine, que se convirtió en Total SA en el 2003. El presidente ejecutivo de Total fue citado el año pasado diciendo que creía que la "Françafrique" estaba muerta.
El Gobierno de Hollande dejó claro que al entrar en Mali, Francia no estaba retomando viejos hábitos.
Su presencia está legitimada por las resoluciones de la ONU que exigen la intervención extranjera para apoyar a las fuerzas de Mali y aprobada por los mismos líderes africanos que se enojaron en el 2001 cuando Francia y Reino Unido ordenaron ataques aéreos de la OTAN en Libia para derrocar a Muamar el Gadafi.
Estados Unidos y Reino Unido también han manifestado su apoyo, e incluso la mayoría de los conservadores de la oposición en Francia dicen que Hollande hizo lo correcto. Impactantes informes de amputaciones públicas en el rebelde norte de Mali, donde se impone la dura ley islámica, la sharia, persuadirá a muchos electores franceses de que la intervención fue justa.
Sin embargo, los acontecimientos sobre el terreno podrían cambiar rápidamente.
Aunque los islamistas de Mali son un ejército variopinto, han conseguido recuperar muchas de las armas que fueron sacadas de Libia durante su guerra y pueden infringir daño real, incluyendo el derribo de un helicóptero francés en los primeros días de los ataques.
Al acudir en ayuda del Ejército maliense, Hollande desafió las amenazas de los aliados de los rebeldes, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), de matar a los rehenes franceses capturados a lo largo del Sáhara en los últimos años.
Después de que un comando francés fracasara la semana pasada en el rescate de un agente secreto, retenido en Somalia desde el 2009, será ahora muy difícil para él garantizar su seguridad.
"Con esta intervención (en Mali), el presidente francés ha demostrado que no quiere que se le tome por rehén en el tema de los rehenes franceses en manos de AQIM. Eso es un acto de valentía política", dijo Mathieu Pellerin, jefe del Centro de Inteligencia Estratégica en el continente africano (CISCA), con sede en París.
Con algunos de los combatientes rebeldes de Mali viviendo junto a sus familias, el mayor riesgo son los daños colaterales que podrían minar el apoyo local y extranjero a la misión.
"Si irrumpimos allí, entonces podríamos tener imágenes horribles de mujeres y niños muertos", dijo una fuente de la diplomacia francesa hablando antes de los acontecimientos de la semana pasada, indicando cómo las muertes de civiles causadas por las operaciones de la OTAN en Afganistán perjudicaron el apoyo de la opinión pública a las misiones de Occidente para derribar a los islamistas talibanes.
También han aumentado los temores a represalias contra las grandes comunidades de expatriados franceses que viven en países musulmanes vecinos como Burkina Faso, Niger y Senegal.
Pero lo que de verdad haría cambiar el rumbo político es la amenaza de un ataque en territorio francés, donde vive la mayor población musulmana de Europa, con unos cinco millones de personas.
Francia es totalmente consciente del riesgo de radicalización después de que un pistolero inspirado en Al Qaeda matara en la ciudad de Toulouse a siete persona el pasado marzo.
Subrayando que se toma la amenaza muy en serio, Hollande anunció el sábado que estaba intensificando las medidas de seguridad en el transporte y en lugares públicos en Francia.
Justo cuando sus líderes estaban definiendo una nueva estrategia de "manos fuera" de Africa, Francia se ha visto empujada a la línea del frente de uno de los campos de batalla más arriesgados del continente en el profundo desierto de Mali.
El apoyo del presidente François Hollande a los ataques aéreos para detener el avance de los rebeldes islamistas sobre la capital, Bamako, aumentó el nivel de amenaza para ocho rehenes franceses retenidos por aliados de Al Qaeda en el Sáhara y para los 30.000 franceses expatriados que viven en las naciones vecinas, la mayoría musulmanas.
También podría provocar un atentado en suelo francés. Sin embargo, en lo que podría ser la decisión más importante de política exterior de su presidencia, Hollande apostó a que no hacer nada suponía un riesgo mayor de que se cree un estado yihadista como el de Afganistán bajo el régimen talibán.
"Debemos detener la ofensiva de los rebeldes, de otra manera toda Mali caerá en sus manos -creando una amenaza para Africa e incluso para Europa", dijo su ministro de Exteriores, Laurent Fabius, a los periodistas para justificar el apoyo al arruinado Ejército nacional de Mali.
Durante meses, los estrategas militares en París habían estado trabajando en un respaldo discreto y limitado a una misión africana que planeaba expulsar a finales de este año a los islamistas de la ex colonia francesa.
Ese escenario se vio súbitamente alterado el jueves, cuando los rebeldes capturaron la ciudad central de Konna, que es la puerta de entrada hacia Bamako, 600 kilómetros más al sur.
Con el Ejército de Mali impotente, Hollande ordenó los primeros ataques militares de su carrera. Ahora Francia ha desplegado 550 tropas, un avión de transporte C-160, helicópteros de ataque y tiene aviones de combate Rafale en estado de alerta.
HOLLANDE TIENE AMPLIO RESPALDO - POR AHORA
La intervención se produjo semanas después de que París fracasara en su intento de rescatar al líder titular de la Republica Centroafricana, otra ex colonia, dejando al presidente François Bozize sin más alternativa que aceptar un pacto para compartir el poder con los insurgentes que amenazan con tomar el control del país rico en minerales.
El revés de Bozize fue una señal de que el Gobierno de Hollande estaba clavando otro clavo en el ataúd del "Françafrique", un sistema que ha durado décadas y durante el cual París ha apoyado a líderes africanos alineados con los intereses comerciales franceses.
El sistema "Françafrique" ayudó durante años a establecer las estrategias en Africa de las empresas francesas en sectores de la minería y energía tales como el gigante petrolero Elf Aquitaine, que se convirtió en Total SA en el 2003. El presidente ejecutivo de Total fue citado el año pasado diciendo que creía que la "Françafrique" estaba muerta.
El Gobierno de Hollande dejó claro que al entrar en Mali, Francia no estaba retomando viejos hábitos.
Su presencia está legitimada por las resoluciones de la ONU que exigen la intervención extranjera para apoyar a las fuerzas de Mali y aprobada por los mismos líderes africanos que se enojaron en el 2001 cuando Francia y Reino Unido ordenaron ataques aéreos de la OTAN en Libia para derrocar a Muamar el Gadafi.
Estados Unidos y Reino Unido también han manifestado su apoyo, e incluso la mayoría de los conservadores de la oposición en Francia dicen que Hollande hizo lo correcto. Impactantes informes de amputaciones públicas en el rebelde norte de Mali, donde se impone la dura ley islámica, la sharia, persuadirá a muchos electores franceses de que la intervención fue justa.
Sin embargo, los acontecimientos sobre el terreno podrían cambiar rápidamente.
Aunque los islamistas de Mali son un ejército variopinto, han conseguido recuperar muchas de las armas que fueron sacadas de Libia durante su guerra y pueden infringir daño real, incluyendo el derribo de un helicóptero francés en los primeros días de los ataques.
Al acudir en ayuda del Ejército maliense, Hollande desafió las amenazas de los aliados de los rebeldes, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), de matar a los rehenes franceses capturados a lo largo del Sáhara en los últimos años.
Después de que un comando francés fracasara la semana pasada en el rescate de un agente secreto, retenido en Somalia desde el 2009, será ahora muy difícil para él garantizar su seguridad.
"Con esta intervención (en Mali), el presidente francés ha demostrado que no quiere que se le tome por rehén en el tema de los rehenes franceses en manos de AQIM. Eso es un acto de valentía política", dijo Mathieu Pellerin, jefe del Centro de Inteligencia Estratégica en el continente africano (CISCA), con sede en París.
Con algunos de los combatientes rebeldes de Mali viviendo junto a sus familias, el mayor riesgo son los daños colaterales que podrían minar el apoyo local y extranjero a la misión.
"Si irrumpimos allí, entonces podríamos tener imágenes horribles de mujeres y niños muertos", dijo una fuente de la diplomacia francesa hablando antes de los acontecimientos de la semana pasada, indicando cómo las muertes de civiles causadas por las operaciones de la OTAN en Afganistán perjudicaron el apoyo de la opinión pública a las misiones de Occidente para derribar a los islamistas talibanes.
También han aumentado los temores a represalias contra las grandes comunidades de expatriados franceses que viven en países musulmanes vecinos como Burkina Faso, Niger y Senegal.
Pero lo que de verdad haría cambiar el rumbo político es la amenaza de un ataque en territorio francés, donde vive la mayor población musulmana de Europa, con unos cinco millones de personas.
Francia es totalmente consciente del riesgo de radicalización después de que un pistolero inspirado en Al Qaeda matara en la ciudad de Toulouse a siete persona el pasado marzo.
Subrayando que se toma la amenaza muy en serio, Hollande anunció el sábado que estaba intensificando las medidas de seguridad en el transporte y en lugares públicos en Francia.