Final dramático del secuestro en Argelia
El Ejército retoma la planta gasística ocupada por un grupo islamista
En el asalto han muerto 23 rehenes y 32 terroristas, según datos provisionales
Ignacio Cembrero
Argel, El País
El Ejército argelino ha retomado hoy la gigantesca planta gasística de Tigantourine, ocupada el pasado miércoles por un grupo islamista, 72 horas después de haber iniciado el asalto. La operación concluyó en un baño de sangre.
En su irrupción en la sala de máquinas del complejo gasístico, situado a 1.300 kilómetros al sureste de Argel, murieron siete rehenes —asesinados por sus cancerberos— y once terroristas, según la agencia de prensa oficial APS. En total, 23 rehenes han sido asesinados y 32 terroristas abatidos, según un primer balance global, pero aún provisional, difundido anoche por el Ministerio del Interior argelino. Las fuerzas especiales argelinas liberaron a 685 compatriotas y 107 extranjeros y se incautaron de gran cantidad de armamento, incluidos seis misiles. Horas después del asalto, una de las empresas con trabajadores en la plata ha comunicado a AFP que diez de sus empleados japoneses están desaparecidos.
Interior no precisó la nacionalidad de los rehenes muertos, pero fuentes oficiosas señalaron que en su mayoría eran británicos (seis) y también había entre ellos ciudadanos de EE UU, Francia, Japón, Rumanía y la propia Argelia. En cuanto a los yihadistas abatidos, tres de ellos eran argelinos y se sospecha que los demás son egipcios, nigerinos, chadianos, mauritanos, malienses y… un canadiense.
Entre los caídos figura el jefe del grupo, apodado El Nigerino, que se dio a conocer cuando, en febrero de 2011, secuestró a la italiana Maria Sandra Mariani en el desierto argelino. En el cénit de su golpe terrorista, el jueves por la mañana, llegó a tener en su poder a 815 rehenes, un récord que duplica al de los pasajeros del transatlántico italiano Achille Lauro, del que se apoderó un comando palestino en 1985.
Se ignora si hay muertos entre los militares argelinos que, según la APS, apagaron también el fuego en una zona del complejo gasístico que los terroristas intentaron volar. Después se dedicaron a quitar las minas antipersona que habían esparcido. Los que firman con su sangre, el nombre con el que se dio a conocer la célula terrorista. El Ejército argelino ha sido fiel a su tradición de no facilitar partes de bajas de sus choques con los terroristas. Si el interminable asalto ha finalizado hoy a mediodía, aún persisten muchas incógnitas. A lo largo de la jornada del sábado no compareció ante los medios de comunicación ningún ministro o responsable para tratar de aclararlas. La prensa especula con que el domingo el primer ministro, Abdelmalek Sellal, dará, por fin, una conferencia de prensa.
A la petrolera British Petroleum, una de las multinacionales que opera en Tigantourine, le faltaban aún, al caer la noche, cuatro de sus empleados. Oslo tampoco localizaba a cinco trabajadores noruegos de su petrolera Statoil, que forma parte del consorcio gasístico.
Los dirigentes extranjeros han sido de nuevo, hoy, más locuaces que los argelinos. El ministro británico de Defensa, Philip Hammond, fue el primero en anunciar desde Londres que “la toma de rehenes acaba de terminar con un nuevo asalto de las fuerzas argelinas que ha causado más muertos”.
La prensa argelina critica hoy, casi unánimemente, esa opacidad de informativa de su Gobierno. “Cuando el silencio se erige en método de comunicación”, titulaba con ironía el diario El Watan, mientras que su competidor Liberté anunciaba “un enésimo fracaso de la comunicación oficial”. Pero esos mismo rotativos y otros muchos respaldaban sin titubeos la decisión de su Gobierno de ordenar el asalto a la planta gasística. “El asalto era inevitable”, afirmaba en portada L'Expression. Lo fue a partir del momento en que “los terroristas intentaron huir con una decena de rehenes a bordo de cinco vehículos”, según El Watan.
Su apoyo casi incondicional contrasta con las reticencias de varios Gobiernos que contaban con ciudadanos entre los rehenes. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, instó incluso a su homólogo, Abdelmalek Sellal, a cancelar el asalto. Pero una vez terminado, aquellos que se mostraron reacios modificaron su lenguaje. “Los argelinos evalúan la amenaza terrorista mucho mejor que otros países”, sentenció Leon Panetta, el secretario de Defensa de EE UU.
Aunque hay al menos un rehén francés muerto, Yann Desjeux, un exmilitar, Francia se mostró desde el principio solidaria de las decisiones argelinas. Desde Tulle, en el centro del país, el presidente François Hollande rebasó, en su respaldo a Argel, los pronunciamientos de sus ministros y portavoces. “No se podía negociar”, declaró. Argelia ha dado “la respuesta más adecuada” en esas condiciones.
El secuestro colectivo de Tigantourine es “una oportunidad” para Francia porque “da carácter oficial a la participación de Argelia en la crisis”, asegura Pierre Vermeren, profesor de Historia del Magreb en la Universidad de La Sorbona. Si París ya contaba con la colaboración de Argel —que, por primera vez, deja a los aviones militares franceses surcar su espacio aéreo— a partir de ahora le ayudará más. Por eso Hollande se mostró tan comprensivo.
En el asalto han muerto 23 rehenes y 32 terroristas, según datos provisionales
Ignacio Cembrero
Argel, El País
El Ejército argelino ha retomado hoy la gigantesca planta gasística de Tigantourine, ocupada el pasado miércoles por un grupo islamista, 72 horas después de haber iniciado el asalto. La operación concluyó en un baño de sangre.
En su irrupción en la sala de máquinas del complejo gasístico, situado a 1.300 kilómetros al sureste de Argel, murieron siete rehenes —asesinados por sus cancerberos— y once terroristas, según la agencia de prensa oficial APS. En total, 23 rehenes han sido asesinados y 32 terroristas abatidos, según un primer balance global, pero aún provisional, difundido anoche por el Ministerio del Interior argelino. Las fuerzas especiales argelinas liberaron a 685 compatriotas y 107 extranjeros y se incautaron de gran cantidad de armamento, incluidos seis misiles. Horas después del asalto, una de las empresas con trabajadores en la plata ha comunicado a AFP que diez de sus empleados japoneses están desaparecidos.
Interior no precisó la nacionalidad de los rehenes muertos, pero fuentes oficiosas señalaron que en su mayoría eran británicos (seis) y también había entre ellos ciudadanos de EE UU, Francia, Japón, Rumanía y la propia Argelia. En cuanto a los yihadistas abatidos, tres de ellos eran argelinos y se sospecha que los demás son egipcios, nigerinos, chadianos, mauritanos, malienses y… un canadiense.
Entre los caídos figura el jefe del grupo, apodado El Nigerino, que se dio a conocer cuando, en febrero de 2011, secuestró a la italiana Maria Sandra Mariani en el desierto argelino. En el cénit de su golpe terrorista, el jueves por la mañana, llegó a tener en su poder a 815 rehenes, un récord que duplica al de los pasajeros del transatlántico italiano Achille Lauro, del que se apoderó un comando palestino en 1985.
Se ignora si hay muertos entre los militares argelinos que, según la APS, apagaron también el fuego en una zona del complejo gasístico que los terroristas intentaron volar. Después se dedicaron a quitar las minas antipersona que habían esparcido. Los que firman con su sangre, el nombre con el que se dio a conocer la célula terrorista. El Ejército argelino ha sido fiel a su tradición de no facilitar partes de bajas de sus choques con los terroristas. Si el interminable asalto ha finalizado hoy a mediodía, aún persisten muchas incógnitas. A lo largo de la jornada del sábado no compareció ante los medios de comunicación ningún ministro o responsable para tratar de aclararlas. La prensa especula con que el domingo el primer ministro, Abdelmalek Sellal, dará, por fin, una conferencia de prensa.
A la petrolera British Petroleum, una de las multinacionales que opera en Tigantourine, le faltaban aún, al caer la noche, cuatro de sus empleados. Oslo tampoco localizaba a cinco trabajadores noruegos de su petrolera Statoil, que forma parte del consorcio gasístico.
Los dirigentes extranjeros han sido de nuevo, hoy, más locuaces que los argelinos. El ministro británico de Defensa, Philip Hammond, fue el primero en anunciar desde Londres que “la toma de rehenes acaba de terminar con un nuevo asalto de las fuerzas argelinas que ha causado más muertos”.
La prensa argelina critica hoy, casi unánimemente, esa opacidad de informativa de su Gobierno. “Cuando el silencio se erige en método de comunicación”, titulaba con ironía el diario El Watan, mientras que su competidor Liberté anunciaba “un enésimo fracaso de la comunicación oficial”. Pero esos mismo rotativos y otros muchos respaldaban sin titubeos la decisión de su Gobierno de ordenar el asalto a la planta gasística. “El asalto era inevitable”, afirmaba en portada L'Expression. Lo fue a partir del momento en que “los terroristas intentaron huir con una decena de rehenes a bordo de cinco vehículos”, según El Watan.
Su apoyo casi incondicional contrasta con las reticencias de varios Gobiernos que contaban con ciudadanos entre los rehenes. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, instó incluso a su homólogo, Abdelmalek Sellal, a cancelar el asalto. Pero una vez terminado, aquellos que se mostraron reacios modificaron su lenguaje. “Los argelinos evalúan la amenaza terrorista mucho mejor que otros países”, sentenció Leon Panetta, el secretario de Defensa de EE UU.
Aunque hay al menos un rehén francés muerto, Yann Desjeux, un exmilitar, Francia se mostró desde el principio solidaria de las decisiones argelinas. Desde Tulle, en el centro del país, el presidente François Hollande rebasó, en su respaldo a Argel, los pronunciamientos de sus ministros y portavoces. “No se podía negociar”, declaró. Argelia ha dado “la respuesta más adecuada” en esas condiciones.
El secuestro colectivo de Tigantourine es “una oportunidad” para Francia porque “da carácter oficial a la participación de Argelia en la crisis”, asegura Pierre Vermeren, profesor de Historia del Magreb en la Universidad de La Sorbona. Si París ya contaba con la colaboración de Argel —que, por primera vez, deja a los aviones militares franceses surcar su espacio aéreo— a partir de ahora le ayudará más. Por eso Hollande se mostró tan comprensivo.