Cameron lanza un órdago arrastrado por Europa

Como la mayoría de los británicos, el primer ministro rechaza de forma instintiva el proceso de unión política

Walter Oppenheimer
Londres, El País
El órdago de David Cameron anunciando la convocatoria de un referéndum antes de 2018 sobre la permanencia de Reino Unido en la UE plantea muchos interrogantes. ¿Por qué anuncia ahora la consulta pero la aplaza casi cinco años? ¿Influye el euro? ¿Es todo esto un complot de la City? ¿Qué piensa Angela Merkel? ¿Cómo altera la política británica? ¿Es Cameron coherente? Y, sobre todo, ¿qué pasará?


La convocatoria de un referéndum tiene más sentido de lo que parece. Los británicos se sienten arrastrados a un proceso de unión política con el resto de Europa que rechazan de forma instintiva y muchos se sienten engañados porque ven la UE como un proceso de cooperación esencialmente económica. Esa inquietud ha sido azuzada por una prensa antieuropea sin escrúpulos, capaz de engañar sin sonrojo sobre Europa. Pero el mensaje ha calado. Muchos europeístas creen desde hace años que es bueno tener un referéndum y zanjar el debate.

Otra cosa es que se tenga que anunciar ahora la consulta pero se aplace cinco años. Cameron lo hace por razones de interés personal y partidario: quiere así ganarse la confianza del ala euroescéptica de los conservadores y salir al paso del partido antieuropeo UKIP, cuyo auge amenaza con favorecer a los laboristas en las elecciones de 2015. No puede convocar ahora el referéndum porque lo perdería y porque sería una insensatez hacerlo en plena crisis económica y sin saber cómo alterará la crisis del euro la arquitectural institucional europea. Pero le basta con anunciar el referéndum para cumplir sus objetivos.

El euro tiene que ver con todo esto mucho más de lo que parece: si sobrevive, forzará una unión fiscal y económica de sus miembros que amenaza con marginar a Londres. Cameron quiere garantías de que estar fuera de la moneda europea no signifique ser un socio de segunda, sometido a las decisiones de la eurozona.

Eso es especialmente crítico para la City, que teme perder su posición de capital financiera europea si los países del euro condicionan la legislación. Pero de ahí a decir que todo esto lo ha promovido la City hay una distancia enorme. Sobre todo porque tiene mucho que perder si al final todo va mal y Reino Unido acaba abandonando la UE y Londres pierde toda capacidad de influencia sobre la legislación europea.

La clave de toda esta crisis está en Berlín. Cameron y Merkel han forjado una muy buena relación personal y su visión de Europa está en sintonía, sobre todo su concepción de una economía flexible y abierta al mundo. Los alemanes no quieren que los británicos se vayan porque contrapesan el pulso proteccionista de Francia. Pero Merkel ya le ha demostrado una vez a Cameron que no cede a sus caprichos: cuando los británicos se desmarcaron a finales de 2011 de la propuesta de Tratado de Estabilidad, la respuesta de la canciller no fue hacer todo lo posible para incorporarles, sino seguir adelante sin ellos. Eso significa que Merkel hará solo lo mínimo necesario para contentar a Cameron. Y ese mínimo puede ser muy pequeñito.

El órdago de Cameron ha pillado a la oposición laborista a contrapié: no quieren comprometerse con la idea del referéndum, pero se van a ver muy presionados de aquí a las elecciones de 2015. Para los liberales-demócratas, en cambio, es una bendición porque es una promesa del Partido Conservador, no de la coalición, y por fin tienen algo que les desmarca de los tories. Cameron ha quedado especialmente en evidencia porque quería hacer el referéndum de Escocia de forma inmediata y no en 2014 para evitar incertidumbre, y ahora es él quien extiende la incertidumbre a todo el país y hasta 2018.

¿Qué pasará? Si los tories ganan las elecciones de 2015, lo más probable es que haya un acuerdo de mínimos, que el sí a la UE gane el referéndum por un margen estrecho y que los euroescépticos se sientan engañados y mantengan las espadas en alto…

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