Una mujer tetrapléjica domina un brazo robot de última generación con la mente
La prótesis usa un algoritmo novedoso que reproduce el control mental de los movimientos
La paciente perdió la movilidad debido a una enfermedad neurodegenerativa
Jaime Prats
Valencia, El País
A los 40 años, los médicos diagnosticaron a Jan Scheuermann, una mujer de 53 años, una enfermedad degenerativa que afectaba a las neuronas del cerebelo (el lugar del cerebro desde donde se controla la coordinación muscular y el equilibrio). Jan ya ha perdido totalmente la movilidad de su cuerpo por debajo del cuello. Pero con ayuda de un brazo robótico, que controla con el pensamiento, ha vuelto a mover objetos a voluntad como refleja un artículo publicado este lunes en el Lancet Medical Journal.
No es la primera vez que se presenta un equipo de estas características. Sin embargo, los responsables de este nuevo brazo destacan que nunca hasta ahora se había conseguido un control tan preciso y tan natural. Ello se ha logrado gracias a “un enfoque completamente diferente” debido al desarrollo de un algoritmo informático que imita fielmente la forma en la que un cerebro sano controla los movimientos de los miembros, como indica Andrew Schwartz, profesor de neurobiología de la Universidad de Pittsburg (Pensilvania, Estados Unidos) y primer firmante del artículo.
La paciente tiene dos sensores de cuatro por cuatro milímetros implantados en el córtex cerebral. Estos pequeños dispositivos contienen microelectrodos encargados de recoger la actividad cerebral de la corteza motora, la zona responsable de la planificación, control y ejecución de los movimientos voluntarios y de enviarla a un procesador que interpreta las señales y las traslada a un brazo mecánico, encargado de ejecutar las acciones que se generan en el córtex.
A los dos días del implante, Jan ya era capaz de mover el miembro robótico, y, después de un proceso de entrenamiento de 14 semanas, desarrolló un elevado control del brazo, hasta el punto de que, de acuerdo con el artículo, ha sido capaz de desarrollar una “coordinación, habilidad y rapidez de movimientos casi similar” a la de cualquier persona normal con su brazo. Jan puede coger objetos, moverlos y depositarlos en distintos lugares a voluntad.
“Los movimientos son fluidos y mejores que cualquier otro trabajo similar”, ha inistido Andrew Schwartz a la BBC. “Creo que esta tecnología tendrá uso terapéutico para personas afectadas por lesiones de médula espinal, permite realizar tareas que ayudarán a estos pacientes en sus tareas cotidianas”.
En la publicación, Grégoire Courtine, un colega de Schwartz de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, centro de referencia europeo en este tipo de tecnología, califica de "auténtico éxito" este nuevo interfaz cerebro-máquina. A pesar de los problemas que aún quedan por resolver en este tipo de equipos -entre otros aspectos, son muy voluminosos lo que limita su uso por parte del usuario-, Courtine sostiene que el uso clínico de las prótesis robóticas se acerca a grandes pasos.
La paciente perdió la movilidad debido a una enfermedad neurodegenerativa
Jaime Prats
Valencia, El País
A los 40 años, los médicos diagnosticaron a Jan Scheuermann, una mujer de 53 años, una enfermedad degenerativa que afectaba a las neuronas del cerebelo (el lugar del cerebro desde donde se controla la coordinación muscular y el equilibrio). Jan ya ha perdido totalmente la movilidad de su cuerpo por debajo del cuello. Pero con ayuda de un brazo robótico, que controla con el pensamiento, ha vuelto a mover objetos a voluntad como refleja un artículo publicado este lunes en el Lancet Medical Journal.
No es la primera vez que se presenta un equipo de estas características. Sin embargo, los responsables de este nuevo brazo destacan que nunca hasta ahora se había conseguido un control tan preciso y tan natural. Ello se ha logrado gracias a “un enfoque completamente diferente” debido al desarrollo de un algoritmo informático que imita fielmente la forma en la que un cerebro sano controla los movimientos de los miembros, como indica Andrew Schwartz, profesor de neurobiología de la Universidad de Pittsburg (Pensilvania, Estados Unidos) y primer firmante del artículo.
La paciente tiene dos sensores de cuatro por cuatro milímetros implantados en el córtex cerebral. Estos pequeños dispositivos contienen microelectrodos encargados de recoger la actividad cerebral de la corteza motora, la zona responsable de la planificación, control y ejecución de los movimientos voluntarios y de enviarla a un procesador que interpreta las señales y las traslada a un brazo mecánico, encargado de ejecutar las acciones que se generan en el córtex.
A los dos días del implante, Jan ya era capaz de mover el miembro robótico, y, después de un proceso de entrenamiento de 14 semanas, desarrolló un elevado control del brazo, hasta el punto de que, de acuerdo con el artículo, ha sido capaz de desarrollar una “coordinación, habilidad y rapidez de movimientos casi similar” a la de cualquier persona normal con su brazo. Jan puede coger objetos, moverlos y depositarlos en distintos lugares a voluntad.
“Los movimientos son fluidos y mejores que cualquier otro trabajo similar”, ha inistido Andrew Schwartz a la BBC. “Creo que esta tecnología tendrá uso terapéutico para personas afectadas por lesiones de médula espinal, permite realizar tareas que ayudarán a estos pacientes en sus tareas cotidianas”.
En la publicación, Grégoire Courtine, un colega de Schwartz de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, centro de referencia europeo en este tipo de tecnología, califica de "auténtico éxito" este nuevo interfaz cerebro-máquina. A pesar de los problemas que aún quedan por resolver en este tipo de equipos -entre otros aspectos, son muy voluminosos lo que limita su uso por parte del usuario-, Courtine sostiene que el uso clínico de las prótesis robóticas se acerca a grandes pasos.