Putin: ¿un zar para el siglo XXI?
Rusia, BBC
En diciembre de 2011 las calles de Moscú se llenaron de decenas de miles de manifestantes opositores que acusaban a Vladimir Putin de amañar las elecciones.Fue un fenómeno inesperado, que el mundo miró con atención.
Pero otros son menos optimistas y apuntan a que una parte significativa de la nación prefiere la seguridad que ofrece la figura de un hombre fuerte en el poder a las incertidumbres del cambio.
Ésta es la visión del corresponsal de la BBC en Moscú, Steve Rosenberg.
En el invierno ruso, es casi como si los elementos conspiraran para que la gente no salga a las calles.
En el centro de Moscú, la capital, el frío cala hasta los huesos, el pavimento helado parece una carrera de obstáculos y la nieve es como una manta blanca gigante que hace que uno quiera hibernar hasta el deshielo de la primavera.
Estas circunstancias hacen que sea tan memorable lo que pasó aquí hace un año.
En diciembre pasado, miles, luego decenas de miles de personas salieron a las calles.
Los manifestantes acusaban a Vladimir Putin de robarles sus votos en las elecciones parlamentarias, y pedían respeto a las autoridades.
Fue una erupción sorpresiva y repentina de frustración de parte de la clase media emergente de Rusia.
Pero un año después, ese sentimiento parece estar desvaneciéndose.
"La emoción en las calles ha disminuido porque creo que nada ha cambiado realmente de manera positiva", dice Zhanna Sharipova.
Ella es una empresaria de internet que ha participado en varias manifestaciones antigubernamentales en Moscú en los últimos 12 meses y ha visto pocos resultados.
"Protestar contra Putin o contra la forma en que se hicieron las elecciones no es nada nuevo. Llevamos protestando contra eso meses y meses, y necesitamos una nueva inspiración".
En su diminuto apartamento en Moscú, Maria Baronova prepara el desayuno para su hijo de seis años. Ella es una madre soltera convertida en manifestante callejera, y es una de las 19 activistas que puede terminar en la cárcel luego de que una protesta en mayo terminara de forma violenta.
En las últimas semanas también han sido acusados algunos de los críticos más conocidos del Kremlin, en lo que parece una medida coordinada.
Pero Baronova cree que la oposición de Rusia debe afrontar el incómodo hecho de que muchos rusos todavía anhelan la mano dura de Putin.
"Realmente creo que alrededor de la mitad de la población disfruta su régimen", dice.
"El error más grande de la oposición es pensar que a nadie le gusta Putin. Vaya incluso a los suburbios de Moscú y encontrará que hay bastantes simpatizantes de Putin viviendo allá".
"Discuten con nosotros y nos dicen: 'Tenemos que tener un zar. Necesitamos un zar. Porque el zar siempre es la persona que está a cargo de Rusia'. Así que ahora tenemos que convencer a estas personas de que eso está mal, especialmente para el siglo XXI".
En una calle llamada '50 años de poder soviético' hay un pequeño negocio que decora el vidrio en vez de producirlo. La mayoría de las copas y los vasos fueron comprados por una compañía turca.
Uno de los trabajadores, Anatoly, dice que no quiere cambios en su vida.
"Putin es de probada calidad y me viene bien a mí. ¿Pero qué sé yo de política? A mí no me interesa. Siempre que escucho algo de política o de protestas en la televisión, simplemente cambio de canal".
En la calle, la inspectora de nieve Svetlana está dando órdenes a tres hombres con palas.
Svetlana dice que ella se enfurece cuando escucha sobre casos de corrupción en los corredores del poder.
"Pero las protestas callejeras no ayudan, a nadie le importan", dice.
"De todos modos, no veo a nadie mejor que Putin ahora. Dejen que termine el trabajo que empezó. Lo que realmente necesita Rusia es un nuevo Stalin. Alguien con una mano fuerte. Los rusos sólo le tienen miedo al látigo".
Gus Khrustalny es típico de lo que pasa en buena parte de Rusia.
A través de la historia, muchas personas han admirado a su líder, creyendo que el buen zar en el Kremlin está trabajando día y noche para mejorar sus vidas.
Lejos de Moscú, millones de rusos todavía creen que Vladimir Putin tiene buenas intenciones y que cuando las cosas no salen bien, es porque los malos asesores, los funcionarios corruptos o las bandas criminales le están fastidiando los planes.
Pero la historia rusa enseña otra lección. El cambio político depende menos del ánimo de la nación y más de lo que pasa en Moscú.
"Las revoluciones siempre pasan en la capital", dice el importante activista de la oposición Boris Nemtsov.
"Moscú es la ciudad más europea de Rusia, con personas bien educadas y de mente independiente. Moscú es una ciudad de la clase media. Sólo Moscú puede cambiar el sistema político".
Maria Baronova confía en que el cambio llegará eventualmente.
"Creo que ahora tenemos algunas raíces de una sociedad civil".
"Sembramos semillas de sociedad civil en nuestra tierra y en 10 años tendremos el resultado. Tal vez cambiemos la sociedad durante esos años. En el último año nos cambiamos a nosotros mismos. Ahora es tiempo de cambiar a quienes están alrededor nuestro, los que no están con nosotros".
En diciembre de 2011 las calles de Moscú se llenaron de decenas de miles de manifestantes opositores que acusaban a Vladimir Putin de amañar las elecciones.Fue un fenómeno inesperado, que el mundo miró con atención.
Pero otros son menos optimistas y apuntan a que una parte significativa de la nación prefiere la seguridad que ofrece la figura de un hombre fuerte en el poder a las incertidumbres del cambio.
Ésta es la visión del corresponsal de la BBC en Moscú, Steve Rosenberg.
En el centro de Moscú, la capital, el frío cala hasta los huesos, el pavimento helado parece una carrera de obstáculos y la nieve es como una manta blanca gigante que hace que uno quiera hibernar hasta el deshielo de la primavera.
Estas circunstancias hacen que sea tan memorable lo que pasó aquí hace un año.
En diciembre pasado, miles, luego decenas de miles de personas salieron a las calles.
Los manifestantes acusaban a Vladimir Putin de robarles sus votos en las elecciones parlamentarias, y pedían respeto a las autoridades.
Fue una erupción sorpresiva y repentina de frustración de parte de la clase media emergente de Rusia.
Pero un año después, ese sentimiento parece estar desvaneciéndose.
"Necesitamos un zar"
Ella es una empresaria de internet que ha participado en varias manifestaciones antigubernamentales en Moscú en los últimos 12 meses y ha visto pocos resultados.
"Protestar contra Putin o contra la forma en que se hicieron las elecciones no es nada nuevo. Llevamos protestando contra eso meses y meses, y necesitamos una nueva inspiración".
En su diminuto apartamento en Moscú, Maria Baronova prepara el desayuno para su hijo de seis años. Ella es una madre soltera convertida en manifestante callejera, y es una de las 19 activistas que puede terminar en la cárcel luego de que una protesta en mayo terminara de forma violenta.
"En el último año nos cambiamos a nosotros mismos. Ahora es tiempo de cambiar a quienes están alrededor nuestro, los que no están con nosotros."
Maria Baronova, manifestante
Pero Baronova cree que la oposición de Rusia debe afrontar el incómodo hecho de que muchos rusos todavía anhelan la mano dura de Putin.
"Realmente creo que alrededor de la mitad de la población disfruta su régimen", dice.
"El error más grande de la oposición es pensar que a nadie le gusta Putin. Vaya incluso a los suburbios de Moscú y encontrará que hay bastantes simpatizantes de Putin viviendo allá".
"Discuten con nosotros y nos dicen: 'Tenemos que tener un zar. Necesitamos un zar. Porque el zar siempre es la persona que está a cargo de Rusia'. Así que ahora tenemos que convencer a estas personas de que eso está mal, especialmente para el siglo XXI".
"De probada calidad"
A unos 250 kilómetros de la capital se encuentra la localidad de Gus Khrustalny, o ganso de cristal. Ganso es el nombre de un río local. Y cristal es lo que fabricó la principal fábrica acá durante 250 años hasta que quebró y cerró. Parece otro mundo comparado con Moscú.En una calle llamada '50 años de poder soviético' hay un pequeño negocio que decora el vidrio en vez de producirlo. La mayoría de las copas y los vasos fueron comprados por una compañía turca.
Uno de los trabajadores, Anatoly, dice que no quiere cambios en su vida.
"Lo que realmente necesita Rusia es un nuevo Stalin. Alguien con una mano fuerte. Los rusos sólo le tienen miedo al látigo."
Svetlana, inspectora
En la calle, la inspectora de nieve Svetlana está dando órdenes a tres hombres con palas.
Svetlana dice que ella se enfurece cuando escucha sobre casos de corrupción en los corredores del poder.
"Pero las protestas callejeras no ayudan, a nadie le importan", dice.
"De todos modos, no veo a nadie mejor que Putin ahora. Dejen que termine el trabajo que empezó. Lo que realmente necesita Rusia es un nuevo Stalin. Alguien con una mano fuerte. Los rusos sólo le tienen miedo al látigo".
"Nuevas raíces"
A través de la historia, muchas personas han admirado a su líder, creyendo que el buen zar en el Kremlin está trabajando día y noche para mejorar sus vidas.
Lejos de Moscú, millones de rusos todavía creen que Vladimir Putin tiene buenas intenciones y que cuando las cosas no salen bien, es porque los malos asesores, los funcionarios corruptos o las bandas criminales le están fastidiando los planes.
Pero la historia rusa enseña otra lección. El cambio político depende menos del ánimo de la nación y más de lo que pasa en Moscú.
"Las revoluciones siempre pasan en la capital", dice el importante activista de la oposición Boris Nemtsov.
"Moscú es la ciudad más europea de Rusia, con personas bien educadas y de mente independiente. Moscú es una ciudad de la clase media. Sólo Moscú puede cambiar el sistema político".
Maria Baronova confía en que el cambio llegará eventualmente.
"Creo que ahora tenemos algunas raíces de una sociedad civil".
"Sembramos semillas de sociedad civil en nuestra tierra y en 10 años tendremos el resultado. Tal vez cambiemos la sociedad durante esos años. En el último año nos cambiamos a nosotros mismos. Ahora es tiempo de cambiar a quienes están alrededor nuestro, los que no están con nosotros".