Romney se estanca en la recta final
Obama ha estabilizado su ventaja en los sondeos y ha resucitado su discurso integrador
Antonio Caño
Washington, El País
Superado ya el Sandy, la campaña electoral de Estados Unidos se adentra en su fase más crítica con Barack Obama en ascenso y Mitt Romney estancado. Mientras el presidente ha sido capaz, a la estela de esa catástrofe natural, de recuperar su mensaje de unidad nacional, el candidato republicano se ha visto obligado a regresar a los ataques personales para lograr una victoria que se le empieza a escapar de las manos tras su portentosa remontada de octubre.
El estado de una campaña se mide por las encuestas, por los mensajes y por el estado de ánimo de sus protagonistas. Todos ellos son indicadores confusos y peligrosos para llegar a conclusiones, sobre todo cuando las diferencias entre los candidatos están claramente por debajo de los cinco puntos. A veces, en un disputa tan apretada, esos indicadores se mueven a diario, y no es exagerado decir que pueden llegar a variar entre la mañana y la noche. Los cuatro días que quedan para la votación son, por tanto, una eternidad.
Pero algo puede deducirse cuando los tres elementos de medición mencionados favorecen a un candidato, como es actualmente el caso de Obama. Lo más importante en cuanto a las encuestas es que éstas confirman que el ascenso de Romney durante gran parte del mes pasado ha sido, finalmente, frenado, y que el presidente ha estabilizado o mejorado su posición.
La media de encuestas que realiza la cadena CNN da tres puntos de ventaja a Obama. La que hace la página web Real Clear Politics, en la que Romney estaba por delante desde el 9 de octubre, registraba ayer un empate. Ninguna de ellas recoge aún el efecto probable del huracán. De los once sondeos de la última semana en el decisivo estado de Ohio, el presidente gana 10, con una ventaja que oscila entre los cinco puntos y uno. De los nueve estados en los que el resultado es aún muy difícil de pronosticar, Romney solo está por delante en dos, en uno de ellos, Florida, por una media de menos de un punto.
La marcha de las encuestas condiciona el discurso de los candidatos. Cuando Romney ascendía, se pudo permitir ser conciliador. “Los demócratas también quieren lo mejor para esta nación”, ha repetido varias veces en los últimos días. Un signo de que ya no asciende es que se acabó esa generosidad. En su discurso de este jueves en Virginia, advirtió que “si el presidente es reelegido, van ustedes a ver altos niveles de desempleo y ningún crecimiento económico, exactamente lo mismo que hemos visto estos cuatro años”.
Obama también ha estado bastantes días en posición de ataque, precisamente cuando las cosas le iban peor. Sus mítines de las últimas semanas han consistido, esencialmente, en la denuncia de que su contrincante pretende dar marcha atrás en el reloj en cuanto a política económica, beneficios sociales y derechos de las minorías. Ayer, consciente de que las cosas le van algo mejor, sin abandonar del todo ese camino, añadió un mensaje más integrador. “En última instancia”, dijo en Wisconsin. “estamos en esto juntos, ascenderemos o caeremos como una sola nación, como un solo pueblo”.
El huracán es el motivo que le ha permitido al presidente recuperar parte de lo que fue la oratoria que le hizo famoso. “Si los últimos días nos han inspirado es porque todas las diferencias que nos consumen en el día a día desaparecen de repente. No hay demócratas y republicanos durante un huracán, solo hay compatriotas norteamericanos”.
La suma de encuestas y mensaje ayuda a modificar el tercer indicador sobre la marcha de la campaña, el estado de ánimo, que es también el más subjetivo y variable. Hasta hace muy poco, los republicanos creían en su victoria, tanto como extender su campaña hasta estados, como Pensilvania o Michigan, que siempre habían parecido del lado demócrata. Ahora el pesimismo vuelve a hacerse presente. Los republicanos empiezan a ver imposible revertir la situación en Ohio, más aún tras la torpeza de un video de campaña en la que se acusaba falsamente a la industria del automóvil de trasladar parte de su producción a China. El propio consejero delegado de Chrysler tuvo que salir a desmentir al candidato republicano, al que han criticado en Ohio incluso medios que habían pedido el voto por él.
El mismo pesimismo se observa respecto al voto hispano (crucial en, al menos, tres estados decisivos: Nevada, Colorado y Florida), del que se anuncia una participación electoral sin precedentes, pese a los esfuerzos de la campaña de Romney para desmotivarlos.
Un elemento imprevisto que, posiblemente, ha tenido bastante que ver con los cambios en el estado de ánimo ha sido Chris Christie, el gobernador de Nueva Jersey. Christie fue la principal estrella invitada en la última Convención Republicana. Fue quien predijo que Romney tendría un buen comportamiento en los debates electorales y, por ello, un apreciado gurú para el candidato conservador. Verle, de repente, elogiando sin reservas el comportamiento de Obama durante el huracán y recorriendo junto a él las zonas devastadas, ha tenido el mismo efecto devastador sobre la moral de la campaña de Romney. Christie se ha convertido en innombrable, y es posible que sea el gran ausente de la macroconcentración republicana que Romney ha convocado este fin de semana en Ohio para respaldar su candidatura, en la que participará todo aquel que signifique algo en ese partido, desde Marco Rubio a Condoleezza Rice.
Las posibilidades de Obama, en definitiva, son hoy mayores que las que eran ayer. Pero no hay garantía de lo que ocurra mañana, el día en el que se conocerá la última cifra mensual de desempleo antes del veredicto final de las urnas.
Antonio Caño
Washington, El País
Superado ya el Sandy, la campaña electoral de Estados Unidos se adentra en su fase más crítica con Barack Obama en ascenso y Mitt Romney estancado. Mientras el presidente ha sido capaz, a la estela de esa catástrofe natural, de recuperar su mensaje de unidad nacional, el candidato republicano se ha visto obligado a regresar a los ataques personales para lograr una victoria que se le empieza a escapar de las manos tras su portentosa remontada de octubre.
El estado de una campaña se mide por las encuestas, por los mensajes y por el estado de ánimo de sus protagonistas. Todos ellos son indicadores confusos y peligrosos para llegar a conclusiones, sobre todo cuando las diferencias entre los candidatos están claramente por debajo de los cinco puntos. A veces, en un disputa tan apretada, esos indicadores se mueven a diario, y no es exagerado decir que pueden llegar a variar entre la mañana y la noche. Los cuatro días que quedan para la votación son, por tanto, una eternidad.
Pero algo puede deducirse cuando los tres elementos de medición mencionados favorecen a un candidato, como es actualmente el caso de Obama. Lo más importante en cuanto a las encuestas es que éstas confirman que el ascenso de Romney durante gran parte del mes pasado ha sido, finalmente, frenado, y que el presidente ha estabilizado o mejorado su posición.
La media de encuestas que realiza la cadena CNN da tres puntos de ventaja a Obama. La que hace la página web Real Clear Politics, en la que Romney estaba por delante desde el 9 de octubre, registraba ayer un empate. Ninguna de ellas recoge aún el efecto probable del huracán. De los once sondeos de la última semana en el decisivo estado de Ohio, el presidente gana 10, con una ventaja que oscila entre los cinco puntos y uno. De los nueve estados en los que el resultado es aún muy difícil de pronosticar, Romney solo está por delante en dos, en uno de ellos, Florida, por una media de menos de un punto.
La marcha de las encuestas condiciona el discurso de los candidatos. Cuando Romney ascendía, se pudo permitir ser conciliador. “Los demócratas también quieren lo mejor para esta nación”, ha repetido varias veces en los últimos días. Un signo de que ya no asciende es que se acabó esa generosidad. En su discurso de este jueves en Virginia, advirtió que “si el presidente es reelegido, van ustedes a ver altos niveles de desempleo y ningún crecimiento económico, exactamente lo mismo que hemos visto estos cuatro años”.
Obama también ha estado bastantes días en posición de ataque, precisamente cuando las cosas le iban peor. Sus mítines de las últimas semanas han consistido, esencialmente, en la denuncia de que su contrincante pretende dar marcha atrás en el reloj en cuanto a política económica, beneficios sociales y derechos de las minorías. Ayer, consciente de que las cosas le van algo mejor, sin abandonar del todo ese camino, añadió un mensaje más integrador. “En última instancia”, dijo en Wisconsin. “estamos en esto juntos, ascenderemos o caeremos como una sola nación, como un solo pueblo”.
El huracán es el motivo que le ha permitido al presidente recuperar parte de lo que fue la oratoria que le hizo famoso. “Si los últimos días nos han inspirado es porque todas las diferencias que nos consumen en el día a día desaparecen de repente. No hay demócratas y republicanos durante un huracán, solo hay compatriotas norteamericanos”.
La suma de encuestas y mensaje ayuda a modificar el tercer indicador sobre la marcha de la campaña, el estado de ánimo, que es también el más subjetivo y variable. Hasta hace muy poco, los republicanos creían en su victoria, tanto como extender su campaña hasta estados, como Pensilvania o Michigan, que siempre habían parecido del lado demócrata. Ahora el pesimismo vuelve a hacerse presente. Los republicanos empiezan a ver imposible revertir la situación en Ohio, más aún tras la torpeza de un video de campaña en la que se acusaba falsamente a la industria del automóvil de trasladar parte de su producción a China. El propio consejero delegado de Chrysler tuvo que salir a desmentir al candidato republicano, al que han criticado en Ohio incluso medios que habían pedido el voto por él.
El mismo pesimismo se observa respecto al voto hispano (crucial en, al menos, tres estados decisivos: Nevada, Colorado y Florida), del que se anuncia una participación electoral sin precedentes, pese a los esfuerzos de la campaña de Romney para desmotivarlos.
Un elemento imprevisto que, posiblemente, ha tenido bastante que ver con los cambios en el estado de ánimo ha sido Chris Christie, el gobernador de Nueva Jersey. Christie fue la principal estrella invitada en la última Convención Republicana. Fue quien predijo que Romney tendría un buen comportamiento en los debates electorales y, por ello, un apreciado gurú para el candidato conservador. Verle, de repente, elogiando sin reservas el comportamiento de Obama durante el huracán y recorriendo junto a él las zonas devastadas, ha tenido el mismo efecto devastador sobre la moral de la campaña de Romney. Christie se ha convertido en innombrable, y es posible que sea el gran ausente de la macroconcentración republicana que Romney ha convocado este fin de semana en Ohio para respaldar su candidatura, en la que participará todo aquel que signifique algo en ese partido, desde Marco Rubio a Condoleezza Rice.
Las posibilidades de Obama, en definitiva, son hoy mayores que las que eran ayer. Pero no hay garantía de lo que ocurra mañana, el día en el que se conocerá la última cifra mensual de desempleo antes del veredicto final de las urnas.