Romney no quiere dejar nada al azar en el tramo final de su campaña
El candidato republicano se hace arropar por las estrellas de su partido
David Alandete
Cincinnati, El País
Antiguos rivales, fieles aliados, jóvenes promesas y veteranos dirigentes. Mitt Romney los reunió a todos el viernes en el decisivo Estado de Ohio, en una muestra de fuerza y de unidad de partido, en lo que su campaña asegura que fue el mitin más multitudinario de toda la campaña presidencial. Con todo un quién es quién del Partido Republicano a sus espaldas, y con su familia al completo arropándolo, el aspirante republicano a la presidencia exclamó: “le estamos mandando un mensaje a la nación entera”. Ese mensaje es que Romney está listo para reemplazar a Barack Obama, y que cuenta con el respaldo de todas las facciones de su partido y de una gran cantidad de votantes, que quieren evitar a toda costa la reelección del presidente.
La campaña republicana eligió a conciencia el lugar desde el que esperaba propulsar a Romney a la Casa Blanca: West Chester, una acaudalada zona en las afueras de Cincinnati, bastión republicano de Ohio. Las autoridades locales estimaron que 30.000 personas habían acudido a ver a Romney y a las estrellas republicanas. Sobre el escenario se hallaba un hijo ilustre de la zona, el actual presidente de la Cámara de Representantes. “Este es el corazón de América”, dijo John Boehner. “Y lo que Barack Obama ha hecho por América es dejar a la ciudadanía esperando el cambio que le prometió hace cuatro años”.
El viejo lema de Obama en 2008, la palabra ‘cambio’, se ha convertido en la idea central de la campaña de Romney en la recta final de las presidenciales. “El presidente Obama prometió cambio, pero no pudo cumplir su promesa. Yo prometo cambio, y tengo la experiencia de cumplirlo. Creé un negocio y saneé muchas empresas. Ayudé a reencaminar unos Juegos Olímpicos. Y con una legislatura demócrata, ayudé a crear superávit en mi Estado”, dijo Romney. El discurso era una síntesis de los alegatos que lleva paseando por la nación desde que se asegurara la nominación y comenzara a medirse con el presidente Obama. No hubo grandes sorpresas en ese apartado.
Antiguas rivalidades quedaron olvidadas sobre el escenario. Viejos adversarios, favoritos del Tea Party, mostraban su apoyo al candidato. Rick Perry llegaba desde Tejas. Rick Santorum, desde Pensilvania. Atrás quedaban aquellos días en que ambos candidatos en las primarias republicanas acusaban a Romney de no ser lo suficientemente conservador, o de no ser completamente sincero, o de haber sido demasiado moderado como Gobernador de Massachusetts. No podía haber mayor demostración de unidad que tener en aquel estrado, en aquella gélida noche de Ohio, a políticos como el senador por Florida Marco Rubio, a quien Romney consideró brevemente como posible número dos, para finalmente dejarle de lado.
No todos hablaron. Los que lo hicieron, repitieron los mismos argumentos que llevan desgranando desde hace semanas, un guión escrito por los asesores de Romney, poco dados a sorpresas. Hubo una voz que clamó sobre todas las demás, por su belicosidad. “Obama ha sido un desastre, el peor presidente para nuestra economía en la historia del país”, gritó Rudy Giuliani, excalcalde de Nueva York. “No quiere un segundo mandato. ¡Quiere una segunda oportunidad!”. Otra muestra de unidad. Giuliani le disputó a Romney las primarias de 2008, que al final acabó ganando John McCain. El veterano senador por Arizona también tomó el estrado. “A diferencia de Obama, Mitt Romney no irá por el mundo disculpándose por América”, dijo McCain.
El acto estaba planificado al milímetro. El telonero fue el músico Kid Rock, quien, como era de esperar, tocó la canción ‘Born free’ (Nacido libre), banda sonora oficial de la campaña de Romney. Los cinco hijos de Romney aparecieron sonrientes sobre el estrado. El candidato leyó de un teleprompter. Pocas cosas quedaron en manos del azar. Una de ellas fue la imposibilidad de evitar una clamorosa ausencia, gravosa fisura en esa muestra de unidad. No vino a Ohio el gobernador republicano de Nueva Jersey, otro de los nombres que Romney consideró para número dos. Chris Christie se hallaba coordinando las labores de ayuda a los daminificados por el paso del huracán Sandy.
Sus palabras del lunes, unas alabanzas a la “capacidad de liderazgo” de Obama, planeaban sobre este acto multitudinario, como la muestra de que, por mucho que se intenten planificar, unas elecciones no se deciden hasta que se haya depositado la última papeleta.
David Alandete
Cincinnati, El País
Antiguos rivales, fieles aliados, jóvenes promesas y veteranos dirigentes. Mitt Romney los reunió a todos el viernes en el decisivo Estado de Ohio, en una muestra de fuerza y de unidad de partido, en lo que su campaña asegura que fue el mitin más multitudinario de toda la campaña presidencial. Con todo un quién es quién del Partido Republicano a sus espaldas, y con su familia al completo arropándolo, el aspirante republicano a la presidencia exclamó: “le estamos mandando un mensaje a la nación entera”. Ese mensaje es que Romney está listo para reemplazar a Barack Obama, y que cuenta con el respaldo de todas las facciones de su partido y de una gran cantidad de votantes, que quieren evitar a toda costa la reelección del presidente.
La campaña republicana eligió a conciencia el lugar desde el que esperaba propulsar a Romney a la Casa Blanca: West Chester, una acaudalada zona en las afueras de Cincinnati, bastión republicano de Ohio. Las autoridades locales estimaron que 30.000 personas habían acudido a ver a Romney y a las estrellas republicanas. Sobre el escenario se hallaba un hijo ilustre de la zona, el actual presidente de la Cámara de Representantes. “Este es el corazón de América”, dijo John Boehner. “Y lo que Barack Obama ha hecho por América es dejar a la ciudadanía esperando el cambio que le prometió hace cuatro años”.
El viejo lema de Obama en 2008, la palabra ‘cambio’, se ha convertido en la idea central de la campaña de Romney en la recta final de las presidenciales. “El presidente Obama prometió cambio, pero no pudo cumplir su promesa. Yo prometo cambio, y tengo la experiencia de cumplirlo. Creé un negocio y saneé muchas empresas. Ayudé a reencaminar unos Juegos Olímpicos. Y con una legislatura demócrata, ayudé a crear superávit en mi Estado”, dijo Romney. El discurso era una síntesis de los alegatos que lleva paseando por la nación desde que se asegurara la nominación y comenzara a medirse con el presidente Obama. No hubo grandes sorpresas en ese apartado.
Antiguas rivalidades quedaron olvidadas sobre el escenario. Viejos adversarios, favoritos del Tea Party, mostraban su apoyo al candidato. Rick Perry llegaba desde Tejas. Rick Santorum, desde Pensilvania. Atrás quedaban aquellos días en que ambos candidatos en las primarias republicanas acusaban a Romney de no ser lo suficientemente conservador, o de no ser completamente sincero, o de haber sido demasiado moderado como Gobernador de Massachusetts. No podía haber mayor demostración de unidad que tener en aquel estrado, en aquella gélida noche de Ohio, a políticos como el senador por Florida Marco Rubio, a quien Romney consideró brevemente como posible número dos, para finalmente dejarle de lado.
No todos hablaron. Los que lo hicieron, repitieron los mismos argumentos que llevan desgranando desde hace semanas, un guión escrito por los asesores de Romney, poco dados a sorpresas. Hubo una voz que clamó sobre todas las demás, por su belicosidad. “Obama ha sido un desastre, el peor presidente para nuestra economía en la historia del país”, gritó Rudy Giuliani, excalcalde de Nueva York. “No quiere un segundo mandato. ¡Quiere una segunda oportunidad!”. Otra muestra de unidad. Giuliani le disputó a Romney las primarias de 2008, que al final acabó ganando John McCain. El veterano senador por Arizona también tomó el estrado. “A diferencia de Obama, Mitt Romney no irá por el mundo disculpándose por América”, dijo McCain.
El acto estaba planificado al milímetro. El telonero fue el músico Kid Rock, quien, como era de esperar, tocó la canción ‘Born free’ (Nacido libre), banda sonora oficial de la campaña de Romney. Los cinco hijos de Romney aparecieron sonrientes sobre el estrado. El candidato leyó de un teleprompter. Pocas cosas quedaron en manos del azar. Una de ellas fue la imposibilidad de evitar una clamorosa ausencia, gravosa fisura en esa muestra de unidad. No vino a Ohio el gobernador republicano de Nueva Jersey, otro de los nombres que Romney consideró para número dos. Chris Christie se hallaba coordinando las labores de ayuda a los daminificados por el paso del huracán Sandy.
Sus palabras del lunes, unas alabanzas a la “capacidad de liderazgo” de Obama, planeaban sobre este acto multitudinario, como la muestra de que, por mucho que se intenten planificar, unas elecciones no se deciden hasta que se haya depositado la última papeleta.